"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
6 de noviembre de 2019
30 de octubre de 2019
Traidores. Por José Antonio Primo de RIvera
("Arriba", núm. 12, 6 de junio de 1935) Sólo tenéis que cambiar unos nombres por otros.....nada ha cambiado
TRAIDORES
Companys y varios de sus codelincuentes han ocupado el banquillo ante el Tribunal de Garantías Constitucionales. Pérez Farrás y otros sujetos han comparecido también, como testigos. La vista se ha celebrado en Madrid, capital de lo que todavía se llama España. Companys y los suyos se alzaron en memorable fecha contra la unidad de España: trataron de romper en pedazos a España, usando los mismos instrumentos que otros llamados españoles pusieron en sus manos. Aún está bien reciente en nuestra memoria el sonido escalofriante de la "radio" en aquella noche del 6 al 7 de octubre, los gritos de ¡Catalans, a les armes, a les armes!, y las proclamas de los jefes separatistas. Era de prever que el juicio se hubiera celebrado bajo la amenaza suficiente de la cólera popular, que los acusados no hubiesen apenas encontrado defensa sino en un último llamamiento al deber inexcusable de defensa que a todos los abogados toca y que los acusados hubiesen asumido un papel respetuoso de delincuentes sometidos a la Justicia.
Pero no: el juicio oral se ha convertido en una especie de apoteosis. Los procesados se han jactado, sin disimulo, de lo que hicieron; sus defensores –no nombrados de oficio, sino surgidos gustosamente de entre las más hinchadas figuras–, se han comportado, más que como defensores, como apologistas, y ni a la puerta del Tribunal, ni en los corros habituales, ni en parte alguna de Madrid, se ha notado el más mínimo movimiento de repulsión.
Para algunos esto será indicio de que vivimos en un pueblo civilizado, tolerante y respetuoso con la justicia. Para nosotros es indicio de que vivimos en un pueblo sometido a una larga educación de conformismo enfermizo y cobarde. Si el 2 de mayo de 1808 hubiera llegado precedido de la inmunda preparación espiritual de nuestros tiempos, el pueblo, en lugar de echarse a la calle, hubiera soportado con resignación bovina la presencia de los soldados de Napoleón. Así estamos soportando ahora la afrentosa presencia del repugnante Ossorio y el indigno espectáculo de la Prensa de izquierdas, cantora, bajo burdos pretextos, de los traidores a la Patria.
Digámoslo claro: mejor que esta actitud de maridos de vaudeville francés, que va adoptando ante todo este espectáculo nuestro refinamiento, es la ferocidad impetuosa y auténtica de los pueblos que aún saben ajusticiar a sus traidores.
NUBES A LA VISTA
Sólo a los ciegos puede ocultarse la cargazón revolucionaria que otra vez va aborrascando el horizonte. La rebelión de octubre, tan desastrosamente sustanciada desde todos los puntos de vista, no ha servido tampoco a los Gobiernos para intentar una política inteligente que impida las reincidencias. La Falange, por voz autorizada, dijo que el ensayo revolucionario reciente exigía dos cosas: una liquidación rápida y neta, un análisis de las justificaciones que hubiera podido tener la rebelión, para removerlas de raíz. Se ha venido a hacer cabalmente lo contrario: no se ha intentado, de una parte, ni pensado intentar a fondo, un reajuste de la estructura social y económica, menos intolerable para los millones de españoles que viven sin comer; y de otra parte, lo que debió ser final limpio, ejemplar y escueto de los sucesos revolucionarios, se ha diluido en inacabables dilaciones y aun macabros regateos con la vida de los condenados a la última pena.
Lo que pudo ser claro punto de arranque para una política fuerte y fecunda se ha quedado en turbia confusión de política estancada. Y los revolucionarios de octubre, que no pierden una, ya empiezan a recuperar posiciones descaradamente y a iniciar las escaramuzas preliminares de otra intentona.
No hay más que verlo: cada día nos trae una nueva insolencia y una nueva muestra de la tolerancia gubernamental. Separatismo y socialismo ya lanzan sus consignas al aire como si no hubiera pasado nada. Renacen las agresiones, que no se detienen ni ante la fuerza pública. Cada mitin de un mandarín de las fuerzas aliadas es como un recuento de reclutas en preparación para el choque y como una antología, más o menos encubierta, de amenazas. Los centros donde se preparó lo de octubre reanudan su vida normal. Y así todo.
Ahora hay quien dice que el señor Portela Valladares va a reintegrarse a su puesto de Barcelona y que al Ministerio de la Gobernación va a volver el señor Salazar Alonso. Es lo único que faltaba Pero ¿es que deliramos al recordar que el señor Salazar Alonso fue ministro de la Gobernación durante el verano de 1934, mientras se preparaba todo lo de octubre? El señor Salazar empleó el estío en dos actividades igualmente útiles: en mortificar a la Falange con cierres y registros y en escribir un librito precioso (Tarea) de cartas a una señora sobre política. En tan honestos pasatiempos le sorprendió la marimorena que por poco se le mete en el mismísimo Ministerio de la Gobernación. A que eso y otras cosas no pasaran contribuyó abnegadamente la mortificada Falange, cinco de cuyos mejores dieron la vida durante los sucesos de octubre.
¿Se pretende acaso, para que la reprise sea completa, colocar también al señor Salazar en Gobernación durante el verano de 1935? Sea; compondrá otra piececita literaria; se mostrará tan pizpireta como siempre en declaraciones periodísticas y al final le cogerá la tronada. Dicen que el señor Salazar Alonso es para Gobernación el favorito de la C.E.D.A. Dios conserve la vida a los populares agrarios.
NUEVAS LINDEZAS DE LA J.A.P.
El mejor número cómico de la semana pasada ha sido otro manifiesto de la J.A.P., publicado con puntos y comas en ABC y sabiamente pasado en silencio por El Debate. Firmaban ese manifiesto el diputado a Cortes señor Calzada y otro señor, cuyo nombre sentimos mucho no recordar.
Todo lo que se pueda decir en cuanto a plagios, ya, a fuerza de descarados, divertidos, se había dado cita en el documento; cuanto conocen desde hace dos años los que nos observan – invocaciones al Imperio, unidad o comunidad de destino, hasta "yugo y flechas", así, sin embozo– ha sido embutido llanamente por el señor Calzada y su colaborador en un bloque de prosa que era un verdadero regalo del espíritu; ver nuestras frases, al pie de la letra, incrustadas sin asimilación posible entre la maraña de un estilo totalmente diverso, nos ha deparado de veras una de las más sanas alegrías experimentadas en los últimos tiempos.
Hemos conocido colaboradores espontáneos de periódicos que enviaban, firmadas por ellos, no trozos literarios apenas conocidos, sino composiciones aureoladas por la más campechana popularidad. A un diario de provincias mandó cierto espontáneo aquello de
Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto...
La redacción se sintió tan refrescada por el buen humor que hasta organizó un homenaje público al plagiario. Este lo aceptó con toda seriedad, convencido de que nadie había reparado en el hurto. ¿Por qué no organizamos un homenaje al señor Calzada, "autor" del manifiesto de la J.A.P.?
28 de octubre de 2019
Un día muy triste
Ayer
fue un día muy triste para muchísimos españoles. Ayer fue el día en que
profanaron la tumba de aquel al que pocos le reconocen haber reconstruido
España con éxito, en el momento en que más lo necesitó, tras una de las
guerras más sangrientas que ha vivido nuestro país. Pocos reconocen que de no
ser por él y por su incondicional amor a la Patria, no viviríamos en la España
en la que vivimos hoy que, tristemente, ha caído en manos de aquellos que
pretenden destruirla.
Hoy recuerdo con orgullo al hombre tan fuerte y valiente del que me habló mi abuelo, que fue Francisco Franco. Quien trabajó a su lado en vida y fue el último en defenderle, con su último aliento. Él ha transmitido la memoria del Caudillo en mi familia por lo que me enorgullezco de que sea su hijo, mi tío Luis Felipe, el que ha defendido a la familia Franco en esta exasperante batalla contra el Gobierno y ha defendido, hasta el final, lo que verdaderamente significa la España que protegió y engrandeció Francisco Franco.
Jaime Alcolea Utrera
25/10/2019
2 de octubre de 2019
A UNA MUJER QUE SABE DECIR SÍ. Por César Utrera-Molina Gómez
Hoy, mi madre, Margarita Gómez Blanco, cumple 86 años. Nacida
en los años 30 recuerda con viveza los tiempos duros que le tocó vivir siendo
niña. Sin embargo, nunca ha tenido un miedo excesivo ni al presente ni al
futuro. Esa ausencia de miedo o más bien su confianza en la realidad de cuyo
origen divino nunca dudó, pese a sus durezas, explica muchas cosas: entre
ellas, que su esposo, José Utrera Molina, permaneciera siempre fiel a sus ideas,
estilo y trayectoria; también la unión de toda la familia en torno a su casa familiar;
y la propia existencia del que hoy escribe. Ser el octavo hijo de una familia,
resulta, visto con perspectiva, el fruto de una actitud inmune a la mentalidad
corriente, tanto entonces como ahora.
Me
he preguntado, a menudo, de dónde procede esa valiente confianza de mi madre. Pertenece
a la primera generación de una estirpe que volvió al catolicismo en una familia
malagueña de raigambre protestante. Una rareza dentro de una singularidad
histórica. Mi madre y sus hermanas tuvieron estudios superiores cuando eso en
España no era lo común para las mujeres. De hecho, ella ha sido: madre,
profesora, administradora, chófer, cocinera, enfermera, Depósitum Fidei, abuela
por décadas, bisabuela reciente, y especialmente para mi padre: mástil en la
tormenta, asilo tras el combate, esperanza tras la derrota. Me aventuro a
pensar que la fe y la Gracia han sido sus compañeras, el lugar de su reposo, la
fuente secreta de su fuerza. Algunos podrían pensar que la fe de mi madre es estricta,
pues es cierto que nunca ha cedido un milímetro en aquello que su Iglesia le
enseñó. El tiempo ha desvelado que su firmeza ha sido la gruta donde se ha
incubado la fe de sus hijos, que su fidelidad es la marca de verdades que no
caducan, que su ausencia de temor es obediencia a un destino del que no ha
desconfiado.
Ojalá
que los de tu estirpe sepamos inspirarnos en tu vida. Ojalá que seamos tan
fieles a lo verdaderamente importante como tú lo has sido. Ojalá que en
nuestros corazones habite la ternura y la firmeza, el amor y la confianza de
una mujer como tú. Fuerte como las mujeres de Israel, luminosa como la bahía de
Málaga que te vio crecer, humilde y hermosa como los jazmines que habitan tu
jardín.
La
mirada de los niños, a veces, desvela con dulzura y lucidez las realidades que
conocen y aman. Vega, la menor de sus nietas, de 7 años, en el último desayuno
de este verano le dijo espontáneamente: “Abuela cuando tú estás, todos están
bien” y su abuela sonrío complacida. A lo que su nieta apostilló: “…porque
siempre dices sí”. En ese momento, en la penumbra del porche contiguo al
comedor donde tenía lugar esta conversación dio la impresión de que asentía la efigie
de piedra de la Virgen del Carmen, que custodia, silenciosa, el jardín de
Margarita.
César Utrera-Molina Gómez
Otoño 2019.
Otoño 2019.
18 de septiembre de 2019
Cartas a mi padre (II)
En
pocos días conoceremos la sentencia del Tribunal Supremo sobre el recurso
interpuesto contra los acuerdos del gobierno socialista ordenando la exhumación
de los restos de tu viejo capitán e imponiendo a su familia el lugar de
enterramiento.
Durante
el último año hemos denunciado con toda la fuerza de la razón y la ley la
arbitrariedad de un gobierno que se ha situado por encima de la ley y ha
retorcido los cimientos del Estado de derecho para revestir de legalidad una
decisión que nace del resentimiento y, como tú bien sabes, de la mentira. Una
decisión que ha contado con el silencio cómplice de una oposición indiferente ante la
estrategia de manipulación histórica iniciada hace décadas y con la actitud poco
ejemplar de una jerarquía eclesiástica que, con contadísimas excepciones, no ha
sabido defender, no ya la memoria y dignidad de quien la defendió y salvó de un
brutal exterminio que ahora se olvida, sino el respeto debido a la propia
dignidad e inviolabilidad de los lugares sagrados. Tal vez por el contraste con
tanta tibieza, cobra mayor relieve y genera más admiración la postura digna y gallarda
de la Comunidad Benedictina encargada de la custodia de su cadáver.
Acudimos
al Tribunal Supremo cargados de razón y de derecho. Denunciamos la escandalosa
y espuria utilización de un Decreto Ley en contra de lo previsto en la
Constitución; denunciamos la violación de los derechos a la intimidad personal
y familiar, a la libertad religiosa y a la igualdad ante la ley, ante una
verdadera ley de caso único torpemente disfrazada para la ocasión. Cualquier
estudiante de primero de derecho se escandalizaría ante el torrente de
ilegalidades cometidas por el gobierno en su propósito de humillar póstumamente
la memoria de quien libro a España del comunismo, avasallando de forma injusta
a sus descendientes.
Todos
me preguntan lo mismo: qué espero de la sentencia. Y quizás porque conservo aún
los restos de aquella ingenuidad juvenil de la que me hablabas, sólo puedo
decir que espero que se ajuste a derecho. Que la justicia sea esa dama ciega,
ajena a las presiones ambientales que figura en el frontispicio de nuestro más
alto tribunal. Si es así, no tengo duda
de que nuestra postura prevalecerá.
Porque, como
tú bien sabes, no se ha podido hacer más. Jamás en mis veintisiete años como
abogado tuve que hacer frente a un adversario tan poderoso y arrogante
dispuesto a utilizar todos los resortes a su alcance, que son abrumadores.
Pocas veces he tenido tan claro que estaba situado en el lado correcto de la
mesa, no ya como abogado, sino como ser humano y como cristiano. Hemos
defendido a una familia que luchaba por su dignidad. Lo hemos tenido todo en
contra, menos la razón, el derecho y el aliento de muchos miles buenos españoles.
Tenemos, al menos, la íntima satisfacción del deber cumplido y la esperanza en
que la luz prevalezca sobre la tiniebla.
Prefiero pensar aún que el Estado de derecho,
en el que firmemente creo, no se ha convertido en un nombre vacío en el que
reine la componenda y el compromiso utilitario. Y quizás también, porque creo en
la Divina Providencia, vienen a mi memoria en esta hora aquellos versos del
gran Juan Ramón Jiménez que con su sonora e inconfundible voz recitaba tu amigo
Rafael de Penagos: “Si queréis que, entre los cardos sangre, hacia las
insondables sombras de la noche eterna: sea lo que Vos queráis”. Pase lo que pase, no dudes que seguiremos al
pie del cañón, inasequibles al desaliento, porque pocas veces tiene uno la ocasión de defender como abogado una causa tan justa, tan noble y tan llena de dignidad.
Tu hijo
27 de junio de 2019
¿Franco fascista?
"Fascista" es uno de los calificativos preferidos del matrix progre para nombrar a Francisco Franco.
Cualquiera que se acerque con un mínimo de objetividad a la biografía de Franco sabe que no hay calificativo que más se aparte de la realidad.
Pero como en este bendito país ya sólo leemos cuatro gatos, nada mejor que un testimonio gráfico para desmentir a la progresía oficial. El General Charles De Gaulle, el "héroe" de la resistencia contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y presidente de la V República francesa, quiso dedicarle así su libro de memorias a "Su Excelencia el General Francisco Franco". Dudo mucho que De Gaulle -como antes hizo Eisenhower- fuera a visitar a un líder fascista, dejarse fotografiar con él y menos aún dedicarle tan afectuosamente sus memorias.
Cualquiera que se acerque con un mínimo de objetividad a la biografía de Franco sabe que no hay calificativo que más se aparte de la realidad.
Pero como en este bendito país ya sólo leemos cuatro gatos, nada mejor que un testimonio gráfico para desmentir a la progresía oficial. El General Charles De Gaulle, el "héroe" de la resistencia contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y presidente de la V República francesa, quiso dedicarle así su libro de memorias a "Su Excelencia el General Francisco Franco". Dudo mucho que De Gaulle -como antes hizo Eisenhower- fuera a visitar a un líder fascista, dejarse fotografiar con él y menos aún dedicarle tan afectuosamente sus memorias.
Pues aquí lo dejo, para la posteridad
LFU
18 de junio de 2019
Otra memoria. Por Gonzalo Cerezo Barredo
La memoria, persistente, se aferra al subsuelo de la vida,
hunde en ella tan profundamente sus asideros que no es fácil desarraigarla. Los
recuerdos claman por su objeto de deseo. Nada satisfará el incumplido anhelo de
recuperarlos, excepto su contemplación.
Una reciente estancia en Alicante me ha permitido recobrar
el deseo largamente demorado de visitar la tumba de José Antonio en el
cementerio de la ciudad mediterránea. Tan solo de paso en ella un par de
ocasiones, no tuve la oportunidad de acercarme al memorial de José Antonio que
a ella nos vincula a tantos de los suyos: la prisión donde fue juzgado y
ejecutado, y la fosa marcada con su huella, donde reposaron sus restos. Esta
vez sí. Me llegué a ellos con una mezcla de variados sentimientos:
Íntimo reconocimiento por lo que su magisterio y persona han
significado para nosotros, y por la contribución a dignificar el hombre que
ahora somos; melancólica sensación de pérdida del tiempo desvanecido; ominosa
reserva por lo que podría encontrar, o no; satisfacción del deseo postergado...
De todo esto hubo un poco en realidad. La prisión donde José Antonio fue
juzgado y ejecutado, ya no existe. En su solar se edificó un Colegio Menor del
Frente de Juventudes que ha sido redenominado ahora Residencia Juvenil La
Florida. Se conserva, sí, el patio donde fue fusilado, cubierto por
una cúpula visible desde el exterior. Acoge también una capilla. Ignoro si con
culto o sin él.
El cementerio está situado en las afueras de la ciudad. En
un apartado rincón se encuentra, discreto, el lugar destinado a las fosas
comunes. Un espacio cubierto de césped no demasiado cuidado. Lo rodean cipreses
y otros árboles funerarios que dan solemnidad al conjunto.
Salpican aquí y allá el recuadro de césped, pequeños
estelas, a modo de lápidas verticales, con inscripciones rememorando a víctimas
de la guerra civil. De ambos lados. Corresponden unas al período de dominio
republicano. Otras al posterior. Me llaman especialmente la atención las que se
atribuyen a los nacionales, probablemente las más recientes, y, con casi total
seguridad, posteriores a la llamada memoria histórica. Una recuerda el
bombardeo de la ciudad y otra a las víctimas de Callosa del Segura, no lejos de
donde estuviera José Antonio. Inevitablemente se viene a la otra memoria el
fallido intento de rescatar al encarcelado fundador de Falange por parte de un
puñado de camaradas de esa localidad. Sorprendidos en una emboscada, muertos en
la acción o ejecutados sumariamente después.
Algo más allá, al extremo del recuadro que contiene las
fosas -no mayor que un par de canchas de baloncesto- se sitúa la tumba que
buscaba. De unos dos por tres metros, destaca por estar pintada de
rojo y negro, los colores de la bandera falangista. Es el único signo externo
llamativo. Al acercarse a ella, se ve a sus pies una marchita corona de laurel.
En las cuatro esquinas, modestas flores de plástico… (no son las únicas;
adornan prácticamente todas las tumbas). En la cabecera de la lápida una
mirilla de cristal se supone debería permitir ver la oquedad de la huella, preservada por un vaciado, de los restos de José Antonio. No es posible.
El tiempo lo ha empañado de tal modo que apenas se vislumbra la bandera que la
cubre.
Nada excesivo. Todo sobrio y sencillo. Del gusto de José
Antonio si mostrara cierta elegante estética , nada incompatible con su simple
geometría . En cualquier caso, no tiene nada que ver con el monumentalismo de
la época.
El conjunto se resiente de las flores de plástico -esa
maldición de nuestro tiempo- que me habría complacido ver sustituidas por
nuestras cinco rosas, depositadas acaso por alguna piadosa mano anónima… Es
verdad que tampoco se veían flores naturales en los otras estelas. Triste
consuelo.
Coloqué junto a la reseca corona de laurel una ramita de
ciprés con su fúnebre fruto. Y una de aquellas patéticas flores de plástico,
caída de su ramillete.
Antes de abandonar el cementerio musité una oración por
cuantos descansaba allí de uno y otro lado. No estaría mal que algún día
pudiera llamarse a este lugar que acoge lo que sobremuere de aquella contienda
“pradera de los caídos”. Si eso sucediera alguna vez, sería el triunfo de la
“otra memoria”. La que representan todos estos restos que cayeron del lado
“equivocado” -según creía cada uno del “otro”- reconciliados, al fin, en el
territorio sin fronteras ni exclusiones que les ofrece un más allá de la
muerte.
No sería ninguna novedad. En la década de los 40 del pasado
siglo, así lo creíamos ya muchos. Yo mismo publiqué en aquellos años juveniles
un poema titulado Elegía por un muerto que cayó del otro lado. Era la revista
Alcalá, del SEU, que dirigía Jaime Suárez. Pero entonces nadie había inventado
aún la memoria histórica. La nuestra era, simplemente, otra memoria.
Madrid, 15 de junio de 2019
Gonzalo Cerezo Barredo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)