«El respeto a la mujer comienza respetándola de acuerdo con todos los aspectos de su humanidad, incluyendo su capacidad para ser esposa, madre, y vivir en relaciones de familia.»
Hace un par de semanas asistí
a la 63ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer
(CSW63) que tuvo lugar en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York del 11
al 22 de marzo, bajo el tema “Los sistemas de protección social, el acceso a
los servicios públicos y la infraestructura sostenible para la igualdad de
género y el empoderamiento de las mujeres y niñas”. Si bien es cierto que las
conclusiones de esta Comisión no tienen carácter imperativo y se trata
simplemente de recomendaciones, sin embargo allí se dirimen los asuntos
relacionados con los derechos de la mujer que luego se implementan en los
diferentes países ya que vienen “recomendados” desde la ONU, como son el
aborto, la ideología de género y el adoctrinamiento sexual a nivel
internacional.
Estamos
todos de acuerdo en que la condición jurídica y social de la mujer puede
mejorar mundialmente, pero al comenzar a leer los títulos de algunas de las
reuniones con antelación, y más tarde al asistir a algunas de las mismas, me
sobrecogió la presencia de dos puntos de vista totalmente opuestos que se
encuentran representados en la ONU pero en medida muy desproporcionada; se
estima la asistencia de unos 8.000 participantes, pero solo unos centenares que
claramente defienden los valores tradicionales del Matrimonio, la Familia y la
Vida.
Por
una parte está el punto de vista del “feminismo radical” con una abrumadora
mayoritaria representación, que bajo expresiones como “acceso a derechos
sexuales y reproductivos” intentan
incluir acceso libre al aborto para toda mujer y a cualquier edad, el aborto
como un “derecho fundamental”, el acceso libre a condones y otros métodos
anticonceptivos, la defensa y promoción del derecho del trabajador sexual
(prostitución), la educación sexual e ideología de género y educación
comprensiva sexual para niños, intentando intensificar el adoctrinamiento de
0-3 años. Claramente, una visión que promueve una “cultura de muerte y
destrucción de la familia”, dirigida principalmente por aquellos países
“llamados” del primer mundo. –A este respecto, debo destacar que en los últimos
dos años la Administración de EEUU y sus representantes en la ONU, se han
manifestado rotundamente en favor a la vida, no otorgando ningún dinero para financiar
o promocionar el aborto internacional y dirigiendo las cantidades asignadas a
ayuda real de la mujer-.
Por
otra parte nos encontramos con un segundo punto de vista, aquellos que luchan
por defender los "valores tradicionales”, el valor de la maternidad, el
matrimonio, la defensa de la vida y la libertad religiosa, al tiempo que tratan
de encontrar auténticas soluciones a verdaderos problemas, tratando de
erradicar la pobreza y el hambre, mejorar la educación y la sanidad, crear
programas para ayudar a obtener agua potable etc. Estas son necesidades de
todas las mujeres y son vitales en países con recursos limitados. Proponen el
ver a la mujer desde un punto de vista auténtico y con una visión integral de la misma, no presentándola
solo como un sujeto económico u objeto sexual y solicitan el que no se les
impongan programas –especialmente de aborto, anticonceptivos e ideología de
género- que no desean a cambio de asistencia económica que realmente necesitan.
Encabezando este grupo se encuentra la voz constante de la Santa Sede, Observador
Permanente de la ONU, así como los países “llamados” del tercer mundo,
especialmente África.
Mientras
paseaba por los pasillos y atendía distintas reuniones, me sobrecogió la gran
contradicción de un mundo que se ha vuelto del revés; un mundo donde se ataca
aquello que es sentido común y sin embargo se ensalza aquello que está en
contra de la mujer. Pude ver la presencia del “impostor/engañador”
tergiversando la verdad y la mentira hasta que quedan pocos que pueden
reconocer la diferencia entre ambas.
Destacando
de nuevo que la representación de estos dos puntos de vista no es igualitaria
sino que el “feminismo radical” se haya representado con una mayoría aplastante,
quisiera acabar con una nota de esperanza, ya que la última reunión que asistí estuvo
organizada por la Santa Sede sobre el tema del “trabajo no remunerado de ayuda
a la familia”, especialmente el trabajo de las madres en todo el mundo. Allí
pude ver con claridad, que rodeada por una gran oscuridad, existe una
Institución que todavía se mantiene hoy como un faro dando luz en medio de la
noche y defendiendo la Verdad y el sentido común: La Iglesia Católica.
Puede
ser que haya un porcentaje muy pequeño en la ONU que defiende la Verdad que
Dios ha imprimido en nuestros cuerpos y almas; el matrimonio como una
institución permanente entre un hombre y una mujer para amarse (el don mutuo de
uno mismo para beneficio del otro y de la familia) y para la procreación (la
participación con Dios en el acto de crear); los hijos como bendiciones con
potencia de pasar la eternidad en el cielo o en el infierno y la
responsabilidad de guiarles por el buen camino; la vida como un regalo de
nuestro Creador y que se nos acaba en “su tiempo perfecto” y cuando El así lo
desea; la dignidad humana como algo que debe ser respetada y apoyada desde su
concepción hasta la muerte natural, para aquellos con discapacidades y sin
ellas, para ancianos y jóvenes; el respeto a nuestros cuerpos y la sexualidad
como algo valioso que no debemos usar como un objeto sino como algo sagrado que
debe ser apreciado y vivido dentro del matrimonio; los hombres y mujeres como seres
complementarios uno del otro y colaboradores y no como enemigos; pero existe
una mayoría en el mundo que no se haya representada en la ONU y que si pudiera
asistir a esta Conferencia de la CSW levantaría su voz contra el programa del
“feminismo radical”; por eso aquellos que podemos participar en este tipo de
reuniones, tenemos la obligación de hablar abiertamente por aquellos que
comparten nuestros valores y no se hayan representados, como dice el Arzobispo Charles
Chaput de Filadelfia: “los seculares pretenden imponernos su manera de ver el
mundo, y si nosotros no promovemos la visión de nuestra fe, una visión de la
realidad contraria a la nuestra se nos impondrá”.
En
cuanto a las ideas que se promueven en la ONU, debemos preguntarnos: ¿respetan
verdaderamente la dignidad de la mujer auténticamente como mujer?, ¿son
realmente lo que la mujer desea o están tratando de hacer a la mujer
competitiva de acuerdo con un modo masculino de ver la vida, la sociedad y la
realidad económica?
El
respeto a la mujer comienza respetándola de acuerdo con todos los aspectos de
su humanidad, incluyendo su capacidad para ser esposa, madre, y vivir en relaciones
de familia. Por ello debemos condenar aquellas situaciones de injusta
discriminación de la mujer, apoyar su protección social, el acceso a servicios
públicos e infraestructura sostenible que la permitan el acceder al trabajo
fuera de casa si lo desea, pero esto debe hacerse sin separar su maternidad y
su feminismo. Debemos de valorar y promover a la mujer en todos sus aspectos de
“auténtico feminismo”, incluyendo el fundamental, la maternidad.
Beatriz Silva de Lapuerta