"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

5 de mayo de 2017

José Utrera Molina. Su última entrevista

Dios quiso que la última entrevista que mi padre concediese en vida fuera precisamente a una de sus nietas, Paloma Utrera-Molina, con ocasión de un trabajo que debía hacer para la asignatura de Lengua y Literatura en el Colegio. La entrevista, días antes de partir a la casa del padre, es la respuesta de un abuelo a su nieta de 15 años, pero contiene algunas frases que quedan para el recuerdo. 


“Un político debe siempre acercarse a lo cierto, a la verdad, y sacrificarse  por ella”


Don José Utrera Molina fue un político muy importante durante la época en la que el General Franco gobernó España.  Empezó su carrera como Jefe de Centuria del Frente de Juventudes y terminó como Ministro del gobierno acompañando al general en cada paso que este daba en sus últimos años.  

Está casado con  Margarita Gómez Blanco y tiene ocho hijos.

El día 22 de marzo de 2017, tuve una conversación con José Utrera Molina en la que me habló brevemente sobre su vida y me contó algunas de sus anécdotas.

ENTREVISTA:

-Paloma U-M: ¿Qué estudió y en qué universidad lo hizo?
-Utrera Molina: Me licencié en Derecho por la universidad de Granada. Al mismo tiempo,  obtuve el título de Graduado social.
- Paloma U-M: ¿Cómo y cuándo conoció a Franco?
-Utrera Molina: Lo conocí por primera vez estando yo en Ciudad Real, como gobernador civil. Él fue a las minas de Puertollano y allí le recibimos clamorosamente. Franco advirtió no obstante que había cierta situación de malestar y le dije: “No mi general, la gente le quiere, le aplaude y está con su excelencia.”, a  lo que él respondió: “Me alegro mucho de que usted piense así” y yo le volví a responder: “Yo pienso así, porque creo que el mejor hombre de Estado que ha tenido España es vuestra excelencia. Y no se lo digo como una especie de cortesía, lo digo porque me parece que es lo cierto. Y es que un político debe siempre acercarse a lo cierto, servir a la verdad y sacrificarse por ella.”
-Paloma U-M: ¿Cómo consiguió llegar a ser ministro?
-Utrera- Molina: Yo hice una labor importante en el ministerio de trabajo como Subsecretario y además era el representante de España ante la Organización Internacional del Trabajo. Mi labor en Ciudad Real, Burgos y Sevilla y supongo que a algunos otros méritos debieron hacer que Franco se fijara en mí. La verdad es que Franco tuvo siempre conmigo una gran confianza y cariño, porque cuando yo me despedí de él, las lágrimas le brotaron de los ojos y le dije: “Mi general, quiero que sepa que mi lealtad durará hasta la muerte y que ojalá la suya no sea tan próxima que pueda verla yo, porque quiero para España lo mejor y lo mejor es su excelencia.”
-Paloma U-M: ¿Cómo conoció a su mujer?
-Utrera- Molina: La conocí porque era la chica más guapa de España. Yo iba detrás de ella y no me hacía caso, hasta que ya una amiga de ambos nos presentó en la calle Liborio García y desde entonces estuve rondándola por su casa y hablando con sus allegados hasta que al final nos hicimos novios. Un noviazgo que en la sociedad actual no se entiende pero que en aquel entonces era realmente maravilloso. Escogí una mujer entera y firme, fiel y abnegada, dinámica en sus exposiciones, capaz de abarcar con su actitud y bondad los espacios más difíciles de la vida.
-Paloma U-M:¿Cómo logró compaginar su vida profesional con la familiar?:
-Utrera-Molina: Siempre procuré no desentenderme con las necesidades de mi familia, además contaba con una ayudante extraordinaria que era mi mujer. Ella lo hizo todo. Yo en política hice lo que pude, pero ella en el seno familiar fue una verdadera maravilla.
-Paloma U-M: De todos sus destinos, ¿cuál fue su preferido?
-Utrera- Molina: Mi favorito fue el Ministerio de Vivienda, a pesar de que duré muy poco porque dejé el puesto como consecuencia del asesinato de Carrero Blanco.
-Paloma U-M: ¿Mantuvo una buena relación de amistad con Franco o solo fue profesional?
-Utrera-Molina: Mi relación con él fue extraordinaria, realmente yo le tenía un gran afecto y él me correspondía de una manera total y abierta. En una ocasión le dijo a su ayudante: “Utrera es un valiente”, cosa que me llenó de orgullo porque él podría decir cualquier cosa: que era sabio o responsable pero que dijese eso de mí el hombre más valiente que ha tenido el ejército español, era distinto y muy valorable.
-Paloma U-M: ¿En algún momento se replanteó dejar el cargo por lo que suponía para sus hijos?
-Utrera- Molina: Yo estaba a las órdenes de otros y a disposición de mi patria. Yo no me planteé nada más que ofrecer mis servicios a España, que era en  definitiva lo más importante que yo tenía que hacer.
-Paloma U-M: Tras la muerte de Franco, ¿mantuvo su cargo político o se dedicó a otra profesión?
-Utrera-Molina: Yo me dediqué a mi profesión como abogado ya que era colegiado por Madrid.
-Paloma U-M:¿Cuáles fueron los motivos del abandono de su puesto?
-Utrera- Molina: Yo no lo abandoné sino que los que estaban por encima de mí decidieron que tenían que elegir a otro. Además yo era muy leal al sistema y otros no lo eran, entonces la lucha entre unos y otros terminó con que prescindieran de mí como ministro pero yo fui consejero nacional hasta el final de la legislatura.
-Paloma U-M: ¿En algún momento pensó que podría llegar a ejercer esta carrera?
-Utrera-Molina: La verdad es que no lo sé, porque yo lo único que quería era cumplir con mi deber con lo que tenía delante y seguir mis responsabilidades por el respeto que tenía a mis colaboradores, que por cierto fueron extraordinarios. La mayoría, si no todos, están muertos ya, pero  les recuerdo con gran fervor porque eran una gente estupenda.







22 de abril de 2017

En la muerte de mi padre, José Utrera Molina




A mi padre, José Utrera Molina


Te has marchado en primavera. No podía ser de otra manera. Te has ido como soñaste: cara al sol, mirando al mar y sin cambiar de bandera. Has subido al cielo rodeado del cariño de todos tus hijos y de tu querida Lali, nuestra querida madre, tu novia eterna.

Nosotros te lo debemos todo. Nos diste la vida, nos transmitiste la fe y un amor apasionado a España. Pero sobre todo un ejemplo de honradez, de caballerosidad y de limpieza que constituye el mayor patrimonio de los que con tanto orgullo llevamos tu sangre y tu apellido.

Llegaste a la política para servir y empeñaste tu corazón, tu tiempo y tu energía en ayudar a los que más lo necesitaban. Jamás miraste el color de los demás y nos enseñaste que no hay que mirar el color de la bandera sino la medida del corazón.

Para ti, el poder era solo la oportunidad para hacer posible los sueños de muchos. Muchos recuerdan aún las noches en vela que pasaste con los afectados por las inundaciones de Sevilla que se quedaron sin hogar hasta que desde los despachos de Madrid se dieron cuenta que no ibas a cejar en tu empeño.  Podrán quitar tu nombre de las calles pero jamás la gratitud de tantos miles de familias a las que procuraste una vivienda digna, escuelas para sus hijos, y tantas y tantas cosas que no cabrían en un libro.


Tú no lo sabías pero fuiste, sin duda, el mejor de todos. Siempre apreciaste más el abrazo de los humildes que la palmada del poderoso. Porque tú siempre ejerciste la virtud de la humildad hasta el último día. Ahí residía tu verdadera grandeza.

No hay espejo mas limpio en el que poder mirarnos cada día para ser mejores . No he conocido jamás a ningún hombre tan bueno, tan leal, tan cariñoso, tan comprensivo como tú. Tan caballero y tan cristiano. Hoy te hemos puesto tu camisa azul y tus flechas para que ocupes el puesto que te corresponde  sobre los luceros. Sobre tu cuerpo, tu bandera, la que juraste un día defender y has honrado hasta el último día de tu vida limpia y ejemplar. España está en deuda contigo.

Dios ha querido que estos últimos días te hayamos acompañado en el final tus ocho hijos con Mamá. Todos unidos como siempre quisiste. Una familia que siempre te querrá y para la que siempre serás referente y amalgama de su unidad y fortaleza.

Gracias por todo y hasta siempre, querido papá. Para mi jamás habrá otro referente mejor ni más completo. Pídele a la Virgen de la Esperanza y a ese Cristo de la buena muerte que te han acompañado en tu último día entre nosotros, que nos bendiga a todos y sobre todo, a tu querida España.

Tu hijo que tanto te quiere y admira, en nombre de toda tu gran familia que jamás te olvidará.

Luis Felipe









3 de marzo de 2017

Torcuato Fernández Miranda, camisa azul o camisa blanca.

Hace unos días, leía en ABC un artículo sobre Torcuato Fernández Miranda en el que uno de sus hijos destacaba el hecho de que Torcuato, siendo Ministro Secretario General del Movimiento optase por vestir la camisa blanca en lugar de la camisa azul, marcando así distancias con el régimen y el movimiento.

Por desgracia, es muy frecuente que los descendientes de algunos protagonistas de la transición pretendan “lavar” la imagen de sus deudos desvinculándolos de todo lo que tuviera que ver con el régimen del 18 de julio, pretendiendo que su participación en el mismo fue instrumental para su liquidación y presentándolos como apóstoles de la democracia. Aunque para ello tengan que inventarse una “post-verdad” y manipular la propia biografía de su causante.

Claro que se corre el riesgo de enfrentarse con la hemeroteca, que sirve para rescatar la verdad y poner a cada cual en su sitio. Afortunadamente me cuento entre los inasequibles al desaliento que atesoran un archivo jugoso como antídoto contra la desmemoria.

Era el mes de junio de 1973 y Torcuato Fernández Miranda quiso inaugurar el nuevo monumento a José Antonio en Guadalajara. La crónica llena de lirismo y exaltación falangista de Fernando Ónega –otro antifranquista de nuevo cuño- comenzaba así: “A José Antonio se le erigen monumentos por suscripción popular. Es el mejor tributo que se puede rendir a una causa política. Es el mejor testimonio de presencia y de entronque con el pueblo. Una doctrina no existe si no tiene estos brotes. Una doctrina muere si no tiene ese arranque de soberanía” .

Pues resulta que D. Torcuato, en un discurso vibrante de fervor falangista y lealtad al Caudillo, acaso adivinando lo que pudieran decir de él en el futuro, se encargó de explicar sus preferencias de color sobre su camisa en párrafos que no tienen desperdicio:  

Hoy visto nuevamente mi entrañable camisa azul, porque rindo homenaje al hombre que configuró mi pensamiento político en los años de juventud y me condujo a una lealtad absoluta, irrevocable y sin fisuras a quien mejor ha representado los ideales firmemente arraigados en mi conciencia y mi corazón: el Caudillo Francisco Franco.”

Vestiré esta camisa azul siempre que la proclamación de mis orígenes políticos y el sentido de milicia que simboliza sean una definición de mis inequívocas lealtades. Pero la norma común para mí será la camisa blanca. La camisa blanca que José Antonio usó siempre que no era necesario proclamar en la calle una militancia de riesgo y amor a España; y que representa una voluntad de integración para todos los españoles, sin dogmatismos excluyentes; una voluntad integradora que nace de la esencial raíz falangista joseantoniana que nutre nuestro movimiento y que aspira a lograr la definitiva unidad entre todos los hombres de España.”

Bastan estas pocas pero significativas palabras, para darse cuenta que por mucho que se empeñen sus hijos y sus nietos, el Torcuato de 1973 estaba lejos de despreciar la camisa azul. Lo que pasó tres años después es otra historia, como también lo es la soledad en la que murió, entre la ingratitud de los que se sirvieron de su rápida mutación y el silencio caballeroso y dolorido de sus viejos camaradas. Quién sabe si en su última morada, la camisa blanca fuera un tributo póstumo y secreto a quien inspiró su juventud y su lealtad.


Azorín 

28 de febrero de 2017

Aquél 4 de marzo. Por José Utrera Molina

Torcuato Fernández Miranda a la sazón Secretario General del Movimiento, me llamó a su despacho una mañana de febrero del año 1973, para encargarme que pronunciase el discurso conmemorativo de la unión de la Falange con las JONS que se acostumbraba a celebrar en el Teatro Calderón de Valladolid.  Lo cierto es que aquella propuesta me sorprendió y tuve inmediata conciencia de lo que podría acarrearme el aceptar una propuesta semejante.  

Una voz falangista fue siempre una voz peligrosa, entre otras cosas porque los que militábamos en ella sabíamos que el culto a la verdad era la razón de nuestra vida. Los tiempos eran difíciles, las circunstancias aún más, los enemigos estaban ya dentro del sistema y era muy difícil desmontar todo lo que de una manera sinuosa con indudable cautela se estaba produciendo.

Yo sabía que había que rendir culto a la modernidad, que debía dar un mensaje de esperanza. El Movimiento no podía quedar obsoleto entre demandas líricas, poesías y rosas, aunque estuvieran en la entraña de lo que fue la Falange.

 Hay recuerdos que no se olvidan, que palpitan en nuestro corazón y atraviesan nuestra alma como una flecha destinada a herir o a producir sin embargo satisfacciones.  Hablé de la necesidad de cambiar unas estructuras obsoletas en un intento de apostar por la modernidad frente a lo caduco y que había que tener el valor de acometer reformas esenciales si queríamos ofrecer a los jóvenes un proyecto ilusionante de futuro. Confieso que lo intenté, pero con éxito perfectamente descriptible. En mis palabras hay un acento innovador indudable que no solo comprometían mis palabras sino que avizoraban un horizonte lleno de problemas y de dificultades pero el ánimo fue siempre una cualidad falangista que desgraciadamente no cristalizó en la debida unidad que debió existir entre los que componían la  Organización falangista.

Hablar de revolución sin rellenar el contenido de un cambio fulgurante era tal vez una utopía pero las utopías sirven a veces para cambiar la historia. Son recuerdos que palpitan permanentemente en mi corazón. Han pasado ya muchos años ¿Quién se acuerda de ello? Yo sí, y rubrico en estas pocas líneas todo lo que entonces dije y proclamé. Sobre todo mi llamada a la juventud, sin ella era imposible acometer cualquier tarea profunda y yo sabía que la mayoría de los componentes jóvenes aspiraban a un cambio que ofreciera una nueva lozanía a lo que en principio estaba ya demasiado lejano.

Recuerdo para terminar mi alusión a los caballeros de camisa azul. Hoy, al final de mi vida, cuando me quedan ya pocos arrestos, sigo invocando a aquellos que vistieron con honor la camisa azul de la Falange, que nos dieron el ejemplo de sus sueños, de su voluntad de transformación patria y del deseo inmaculado de justicia para todos. Ojalá la actual generación de jóvenes pueda recoger esa antorcha que no es mía sino que representa el símbolo y la fe de unos hombres que creyeron fervorosamente en la grandeza de España y no dudaron en ofrecer su vida por ella.


JOSÉ UTRERA MOLINA

20 de febrero de 2017

La leña y el árbol


Muchos habrán comulgado este domingo sin saber que la gracia  ha podido abandonarles con tanta intensidad como la que ellos han empleado en disfrutar de la condena de Iñaki Urdangarin y lamentar la absolución de la Infanta Cristina de Borbón. 

Confieso que me duele ver la afición de la masa por hacer leña del árbol caído.  Aunque el proceder del marido de la Infanta diste mucho de la ejemplaridad y la condena, desde el punto de vista jurídico, me parezca justa.

Pero desde el punto de vista humano la caridad exige también ir un poco más allá de la causa judicial. Como decía ayer un buen amigo la infanta ha hecho honor a sus votos matrimoniales. Pese al brutal linchamiento mediático, se ha mantenido al lado de su marido en silencio y con dignidad, en las alegrías y en las penas.

Algunos monárquicos medulares le afean el no haber roto sus votos para salvar el honor de la institución, colocando a la institución monárquica por encima de la institución del matrimonio, pese a que ésta es un sacramento y aquella una tradición. Lo que nos dice mucho de su monarquismo y muy poco de su caridad.

Se echa en falta una mínima dosis de empatía en lo personal y no es pequeña la condena que para la infanta y sus hijos implica la de su marido y padre.  Me resisto a alegrarme del mal ajeno aunque, como en este caso, esté justificado por sus actos propios. Jamás se me ocurriría repudiar a mi mujer por un hecho semejante y tampoco daría la espalda a una hermana por mucho que su marido fuera un miserable. Porque creer en Dios es creer en el amor y en el perdón. Entiendo que el rey Felipe se haya visto obligado a distanciarse de su hermana, porque llovía sobre mojado, pero a la vista de los globos sondas que hoy lanza la prensa, mucho me temo que los españoles no perdonarían al rey Felipe que volviese a abrazar a su hermana, a quien muchos piadosos querrían ver ardiendo en la pira junto a su cónyuge.


Azorín

10 de febrero de 2017

Sin Franco no son nada.


Aunque no estamos en noviembre, la gira de Pedro Sánchez cantando la internacional puño en alto por toda la piel de toro ha hecho saltar los resortes del antifranquismo retrospectivo en el PSOE.  Al grito fecundo del “no-es-no” de Schez, el PSOE responde sacando el cadáver del viejo general porque a rojos no nos gana nadie. Nada de ofrecer un proyecto de futuro para el país, la socialdemocracia se la dejamos mejor al PP que ya nos quita votos por allí y a ver si arrancamos votos a la izquierda, arremetiendo contra el cadáver momificado de Franco.   

 A los millenials Franco les queda tan lejos como a mí la guerra de África, pero da igual, porque sin Franco la izquierda no es nada. Nunca podrán agradecerle bastante haber muerto en la cama y haber hecho tantas casas y cosas, sus inundaciones franquistas (antes llamadas pantanos) y ciudades sanitarias de nombre reciclado. ¡Qué sería de ellos si no tuvieran placas que arrancar, calles y hospitales que renombrar y medallas y honores que retirar!  

En definitiva, aunque la coyuntura manda y las primarias se acercan, tras la petición de que saquen a Franco de su última morada, en la que reposa por orden del rey Juan Carlos, se esconde un terrible complejo de inferioridad por no haber podido hacer por los españoles, con una presión fiscal 20 veces mayor, ni una décima parte de lo que hizo el viejo general y encima tener que soportar que el viejo jamás metiese la mano en la caja, lo que no puede decir ningún partido del arco parlamentario.

Si Franco hubiese fracasado, si hubiese muerto arrastrado por los pies y con un país en la ruina como quedaron los países del socialismo real, al PSOE le importaría una higa donde estuviesen sus restos. Pero no pueden resistir que Franco muriera de éxito.  Eso en España no se perdona. Es el pecado nacional por excelencia, la envidia, aliada en este caso con la estupidez.


LFU

9 de febrero de 2017

LA LA LAND


Me llevó mi hija de quince años. Ella quería verla y yo también, aunque los musicales no me terminan de convencer por aquello de la credibilidad: uno no se pone a cantar en plena calle por cualquier motivo y, desde luego, la reacción que eso provoca en el prójimo tiene poco que ver con la emulación.

A estas alturas, todo el mundo sabe que los protagonistas de la película son un músico de jazz puro que aspira a abrir su propio club en L.A., y una aspirante a actriz que quiere convertirse en una estrella y trabaja de camarera en los estudios Warner Bros. para pagarse el alquiler.

Lo que entendemos por éxito, lo que hacemos y -lo que es más importante- a lo que renunciamos, por conseguirlo, y si eso termina teniendo algo que ver con la felicidad, es el tema principal de la película. Y parece que el tratamiento del mismo interesa de verdad a Damien Chazelle, su director, porque éste ya filmó la magistral “Whiplash”, una película áspera, con aristas, de las que hacen pensar y se disfrutan al mismo tiempo.

En “LA LA Land. La ciudad de las estrellas”, los personajes son responsables; esto no quiere decir que siempre toman las decisiones que podríamos considerar correctas desde nuestra atalaya distante, sino que soportan, asumen y entienden las consecuencias de sus decisiones. Y esto resulta curiosamente original en el cine comercial.

Esto no quiere decir que la película sea dura en absoluto, de hecho es bastante “blanca”. Para conseguirlo, la música amortigua el peso de la historia; su argumento, que al principio parece un cuento de hadas sobre el sueño americano, es solvente. Todo está tratado desde el compromiso con la verdad y la ausencia de concesiones a la ñoñería.

La historia se desarrolla principalmente en un año natural y se cierra unos años después. En las dos horas casi justas que dura la película vemos cómo se conocen los protagonistas, cómo se enamoran, cómo sus carreras empiezan a despegar y cómo eso afecta a su relación y, en la misma medida, cómo sus sueños iniciales, puros, se adaptan a las circunstancias, buscan compromisos, se renuncian en parte su pureza original, vuelven a ella (con consecuencias) en un reflejo casi hiriente de lo que ocurre tantas veces en nuestras vidas.

En definitiva, una película madura, una gran película, en la que el aspecto formal tiene poco que ver con la idea que la mayoría de nosotros probablemente tiene sobre lo que es un musical clásico.



Lezo