NOTA: A veces la realidad te estropea un artículo. O no. Al final han rectificado, pero ha sido por el clamor que ha provocado su villanía.
Todo un símbolo. El primer zarpazo del odio sectario de la
comunista Manuela ha derribado con nocturnidad y alevosía y sin el menor asomo
de legalidad, una lápida que recordaba en los muros del Cementerio de Carabanchel
Bajo el martirio de ocho jovencísimos carmelitas calzados fusilados en aquél
lugar el 18 de agosto de 1936 y beatificados en Tarragona el 13 de octubre de
2013: José Sánchez Rodríguez, de 18 años (fray Ángel María); Nicomedes Andrés
Vecilla (fray Bartolomé Fanti María), Ángel Reguillón Lobato (fray Ángel María,
los tres naturales de Pajares de la Lampreana, Zamora), fray Francisco María
Pérez y Pérez (de Ros, Burgos), de 19 años; fray Adalberto María Vicente Muñoz
(de Cuéllar, Segovia), fray Silvano María Villanueva González (de Huérmeces,
Burgos) y fray Aurelio María García Antón, de 20 años; más fray Daniel María
García Antón, de 22 (estos dos hermanos y de de Navacepeda de Tormes, Ávila).
Todos ellos se despidieron
cantando una Salve y abrazaron la palma del martirio perdonando y bendiciendo a
sus verdugos en un postrero gesto de amor, que no era sino el signo supremo del
triunfo final de unas vidas jóvenes consagradas a Dios y a los más necesitados.
Ocho décadas después, el odio se toma la
revancha amparándose en una legalidad
tan inicua y vergonzante como aquella con la que disfrazaban aquellos verdugos,
sus checas y sus comités de orden público sus crueles vejaciones y horrendos
crímenes. Una ley alentada por el odio de unos y mantenida por la cobardía de
otros, sigue amparando desmanes como éste ante la complacencia de muchos, el
silencio cobarde de otros y la impotencia de unos pocos.
¿Qué es más fuerte, Manuela, su
amor o tu odio? Tu odio tan sólo busca borrar las huellas terrenales del crimen
abyecto de un régimen de terror que jamás podrá olvidarse, es un odio estéril
que tan sólo busca esconder la verdad bajo un manto de silencio. Un odio que
persigue falsear nuestra historia común reescribiéndola bajo el dictado
sectario de quienes carecen de la suficiente humildad para reconocer los
errores de sus mayores. Su amor, sin
embargo, es señal de salvación, de entrega y de libertad. De una salvación que
también te busca a ti, porque aunque tú no quieras, Cristo y aquellos 8
carmelitas y los otros 7.000 religiosos masacrados por el odio a la fe murieron
también por ti. Su amor, Manuela, aunque quites las placas, aunque ordenases borrar
todo su recuerdo, es un ejemplar monumento del que todo español de bien debiera
sentirse orgulloso.
Has demostrado una vez más tu
pequeñez y la de quienes han alentado y consentido, por acción u omisión esta
iniquidad. Y lo has hecho recordándonos a todos el sacrificio injusto de unas
vidas que apelan a la conciencia de toda una nación que no quiso morir entonces
y no está dispuesta a sufrir de nuevo bajo el yugo de quienes tanto miedo
tienen a la verdad y a la libertad.
Pero no te daré el gusto de una
victoria. No estoy dispuestoa regalarte mi odio, pero tampoco mi indiferencia.
Como español, alzo mi voz para denunciar vuestra mezquindad y pedir a quien
pueda escucharlo que no dejen ni un solo día de recordar a sus hijos, a sus
amigos, a sus hermanos, la limpia lección de amor y de hombría que tratan de
borrar de nuestras calles. Como cristiano, te encomiendo a esos ocho
carmelitas, para que su bendita sangre derramada sirva para abrirte los ojos
antes de que sea demasiado tarde.
Si ellos perdonaron a sus
verdugos, yo también te perdono. Pero mientras Dios me dé vida, no dejaré de
luchar con mi pluma, con mi palabra y
con mi ejemplo para que el odio, la mentira y la cobardía no se apoderen de
nuevo del alma dolorida de España.
Luis Felipe Utrera-Molina Gómez