Si Agustín de Foxá hubiera conocido a Celia Villalobos, seguramente
habría superado en su semblanza aquella
célebre de Azaña en su inolvidable Madrid de Corte a Checa. Y es que
confluyen en este cutre y rancio personaje todos los rasgos que definen uno de
los tipos humanos más despreciables de nuestra piel de toro: el clásico merdellón[1]
malacitano.
La condición de merdellón o merdellona lleva consigo la
negación de toda clase, estilo o elegancia. La antítesis de la prudencia y la
ausencia absoluta de pudor. Basta
recordar el célebre
vídeo en el que demuestra el mezquino trato que dispensa a sus servidores
para ver la incapacidad del personaje para mantener una mínima compostura o
dignidad.
Por supuesto, los integrantes de esta singularísima categoría social suelen padecer un exceso de soberbia y desconocen la humildad. Como muestra de lo anterior, valga el botón de la inexistencia de disculpa alguna tras ser pillada in fraganti jugando
al “Candy crush” en una sesión del
pleno del Congreso de los diputados.
Para ser un perfecto merdellón es necesario tener dinero.
Villalobos lo tiene por partida doble, ya que además de cobrar un sustancioso
sueldo público por jugar a videojuegos en el Congreso, está casada con Pedro
Arriola, el rey de las alcantarillas, el brujo de Mariano Rajoy, el mejor
adivinador del pasado que conocieran los tiempos, cuyos honorarios a cargo del
partido popular superan el millón de euros anuales. Y es
que el perfecto merdellón es reconocible más que nunca cuando trata de lucir su
patrimonio, pues se convierte en luminoso escaparate del mal gusto y de la
zafiedad. Como decía Manuel Machado, “no se ganan, se heredan, elegancia y blasón”
y la falta de educación no se disimula, sino todo lo contrario, con la abundancia patrimonial.
Villalobos, el epítome de la vulgaridad y del mal gusto, el
símbolo supremo de la mediocridad del ser humano, ha comparado en su último
rebuzno político a Artur Más con Francisco Franco, a quien en un alarde de
valentía y arrojo ha calificado nada menos que de “nazi que expulsó a los andaluces” (aún no sabemos a cuántos, de dónde
y a dónde). Es natural. Los espíritus
mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance. Y qué duda
cabe que Franco, aquél hombre al que su marido desde el Frente de Juventudes y
ella atacaron con tanta “saña” y riesgo de sus vidas, está a años luz de su
pequeña humanidad.
Hace bien poco, Villalobos, que en su defensa del aborto
tanto se acerca a algunos de los postulados eugenésicos nazis, expulsó
de su partido a quienes se opusiesen al aborto. Hoy le ha echado otra
manita a su jefe para ver si acaba de perder esa parte residual del votante de
derechas, impermeable a lo políticamente correcto, que seguía votando con una
pinza en la nariz a un partido que, con personajes como ella, ha perdido
cualquier respeto por sí mismo.
LFU