Hace cinco años publicaba esta entrada sobre la placa situada en el Teatro de la Comedia, pronosticando que aquél gobierno socialista de memoria infausta acabaría con la huella de un hecho histórico ilusionador. Me equivoqué. No han sido las huestes de Zapatero, sino el gobierno inane de Rajoy el que ha consumado una fechoría propia de una nación inculta.
Tratar de borrar de las calles de España las huellas de una mañana luminosa como la de aquél 29 de octubre de 1933 no es sólo una infamia, sino un tremendo error. Pero nunca podrán borrar de la historia el eco de las limpias palabras con las que un joven que quería mirar a España de frente, libre de la hemiplejia de la derecha y la izquierda, convocó a la juventud española a una tarea apasionante de reconciliación y justicia social.
LFU
"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
24 de abril de 2015
21 de abril de 2015
El caso Rato y la seguridad jurídica
El lamentable y grotesco espectáculo de la momentánea detención
de Rodrigo Rato, precedido de la escandalosa filtración de datos de carácter
reservado de dicho contribuyente, tiene continuidad en la insólita petición de
la oposición de que se hagan públicas las listas de los contribuyentes que se
acogieron a la regularización tributaria de 2012.
«Artículo 34 de la Ley
General Tributaria. Derechos y
garantías de los obligados tributarios.
1. Constituyen
derechos de los obligados tributarios, entre otros, los siguientes:
i) Derecho, en los términos
legalmente previstos, al carácter
reservado de los datos, informes o antecedentes obtenidos por la Administración
tributaria, que sólo podrán ser utilizados para la aplicación de los
tributos o recursos cuya gestión tenga encomendada y para la imposición de
sanciones, sin que puedan ser cedidos o comunicados a terceros, salvo en los
supuestos previstos en las leyes.»
Así que el gobierno incumple la ley (sólo un “poquito”, ya
sabemos el nombre de 5 de los 705 “pep”) y la oposición le pide al Parlamento
que obligue al gobierno a incumplirla aún más.(¡!)
Un país en el que el gobierno y la oposición se pelean para
ver quien pisotea más y mejor la ley, no es un país fiable. Es para echarse a temblar.
Están locos estos romanos…..
LFU
13 de abril de 2015
Catalá: un ministro al servicio de la mentira
«La presente Ley
reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida, que implica, entre
otras cosas, que las mujeres puedan tomar la decisión inicial sobre su embarazo
y que esa decisión, consciente y responsable, sea respetada. El legislador ha
considerado razonable, de acuerdo con las indicaciones de las personas expertas
y el análisis del derecho comparado, dejar un plazo de 14 semanas en el que se garantiza a las mujeres la posibilidad
de tomar una decisión libre e informada sobre la interrupción del embarazo, sin
interferencia de terceros (…)» Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de
salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo.
Esta mañana, rompiendo mi recién adquirido hábito de no escuchar
los programas informativos de la mañana, he tenido el infortunio de escuchar
una entrevista al ministro de justicia Catalá quien en un alarde de cinismo y desvergüenza
colosales, ha afirmado con total tranquilidad que “la actual regulación del aborto en modo alguno reconoce el derecho al
aborto.” (sic). Más miserable aún, si cabe, ha sido el ministro al insistir en la idea de que en este asunto están en juego las creencias religiosas de los católicos, como si la vida del embrión fuera un dogma o una cuestión de fe.
El Partido popular, bajo
la inspiración del inefable Arriola, ha decidido que aquella “barbaridad” (en
palabras de Rajoy) de ley aprobada por el gobierno sectario de ZP ha alcanzado
hoy un alto grado de “consenso”. Ahora ya no es un “disparate”; lo “sensato” es
mantenerla porque al fin y al cabo, cuando vengan “los otros” la van a cambiar (Rajoy dixit).
Mientras tanto, en una contradicción esquizofrénica, el Partido popular no ha
retirado el recurso contra dicha ley ante el Tribunal Constitucional. Así que
para salvar la evidente contradicción, nada más efectivo que recurrir a la
mentira.
Como decía Bismark «Nunca
se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la
cacería». Pero en este caso, estando
en juego la vida de tantos miles de inocentes, la mentira adquiere caracteres
de una grosería intolerable.
Son muchas las presiones que están teniendo que soportar un
grupo de parlamentarios del partido popular por haber anunciado que no actuarán
de comparsas en la miserable reformita que se ha sacado Rajoy de la manga. En
mi opinión, debían haber abandonado sus escaños hace muchos meses.
Pero aún
están a tiempo de salvar la dignidad. Espero que perseveren y no se asusten. La mentira tiene un poderoso príncipe, pero somos muchos los
que sabemos que su destino no es otro que la derrota definitiva.
LFU
10 de abril de 2015
Cameron, la Pascua y los complejos
«La Pascua es la ocasión para
los cristianos de celebrar el triunfo definitivo del amor sobre la muerte, con
ocasión de la resurrección de Jesús. Y para todos nosotros es un ocasión de
reflexionar sobre el papel del cristianismo en la vida de nuestra nación»
Con estas palabras comenzaba el primer Ministro británico David Cameron su discurso con motivo de
la festividad del Domingo de Pascua.
Confieso que, tras escuchar las palabras
del primer Ministro felicitando la Pascua y denunciando la cristianofobia, he sentido una enorme envidia. No imagino a nuestro Presidente pronunciando un
discurso para felicitar la Pascua de Resurrección, la festividad más importante del
mundo cristiano, y aún menos denunciar públicamente la trágica situación de tantos cristianos perseguidos en Oriente y
África. En cambio, le falto tiempo para desplazarse a
París y asistir a una manifestación denunciando el ataque yihadista contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo. Desgraciadamente, han brillado por su ausencia palabras de denuncia de nuestros representantes políticos tras
el asesinato de los cristianos coptos ejecutados al poco tiempo, o los 148 cristianos masacrados hace unos días en Kenia entre otras
víctimas de la sinrazón.
Y en esta semana, después
de oír a Cameron, también echo en falta la presencia en nuestro panorama
político de estadistas que no se avergüencen de nuestro pasado y traición común y sean capaces de defender la
civilización cristiana, base de nuestra cultura y de todo futuro en paz y
prosperidad.
Feliz Pascua de
Resurrección
9 de abril de 2015
La empatía
Sin duda, una de las virtudes más difíciles de ejercitar es
la capacidad para ponerse en el lugar del
otro.
Hace unos días, en lugar y momento inadecuados, mantuve una
agria e insospechada conversación con una persona a la que yo me había acercado
a saludar por vez primera de forma cortés, absolutamente desprevenido de lo que
iba a tener que aguantar, por exigencias de la buena educación, de la boca de
aquél.
Confieso que me afectó, pues no termino de acostumbrarme a la
mala educación y mucho menos cuando el maleducado ha tenido tantas oportunidades en la vida para no serlo. Con estos rozo la intolerancia.
Metido entre las escenas de la pasión de Cristo, decidí rezar
el mal sabor de boca. Me puse a hablar con Dios sobre el susodicho, pues al fin
y al cabo Él también murió por los maleducados. Le interrogué en silencio sobre
la causa próxima o remota de sus desatinos, las respuestas me fueron dadas y
finalmente le perdoné, tras intentar ponerme en su lugar (lo cual, es
ciertamente difícil).
Finalmente me di cuenta que la fe tiene mucho que ver con la
empatía o, cuando menos, con la voluntad de conseguirla.
LFU
2 de abril de 2015
José Antonio. El fervoroso afán de España
Aquella España de los años republicanos puso en la historia una actitud patriótica que superaba los esquemas inútiles del nacionalismo. La enfermedad que asoló el continente europeo en los años de entreguerras se presentó en las mejores plumas y en los mejores ejemplos vitales de nuestro país como un supremo esfuerzo por devolver España a un destino abatido bajo los escombros de la decadencia política y el desarme moral.
Recuperar una nación que había sido la comunidad más precoz del Occidente moderno no era un ejercicio de vana melancolía ni de turbios manejos reaccionarios. Aunque estos no dejaran de asomar en el egoísmo social de algunos y en la parálisis ideológica de otros, aquel afán de regeneración procedió del desprendimiento, de una extrema sensibilidad por la justicia, de un respeto por la persona, y de un apego a la tradición en la que no descansaba el pasado inmóvil. En ella se encontraban valores permanentes, indicadores culturales de nuestro significado, material indispensable para hacer frente a la inmensa crisis que asoló la civilización desde la Gran Guerra.
Teatro de la Comedia
El 29 de octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera se dirigió a un público curioso y atento en el Teatro de la Comedia de Madrid. Aquel «acto de afirmación españolista» permitió descubrir a un hombre de poderosa honradez, de brío expositivo, de elegancia clásica y voluntad regeneradora. En la literatura política de aquella crisis nacional, es difícil encontrar, en un estilo poético que escapó siempre a la impostación y la cursilería, una posibilidad tan clara de lograr la síntesis entre tradición y futuro, entre repudio al resentimiento de clase y exigencia de justicia social, entre crítica a la corrupción del liberalismo y propuesta de una auténtica representación popular.
Aquella no era la voz del conformismo ni la del títere sin alma de los privilegiados. Aquella era la voz de un hombre entero, de un español que acababa de entrar en la madurez y que afrontaba sin falsa modestia y sin jactancia la responsabilidad de una movilización nacional. Sus reproches a la insensibilidad social de las clases dirigentes fueron atroces, y no lo fueron menos sus ataques a la falta de sensibilidad patriótica de quienes con su egoísmo estaban conduciendo a la disolución de España. No era, desde luego, el heraldo del inmovilismo quien hablaba aquella tarde de otoño en Madrid, pero tampoco de los que pensaban que la historia era un pasado al que podía renunciarse.
La violencia extrema de una época y las tentaciones totalitarias que envilecieron la ruta de Occidente en aquellos años fueron anulando el inmenso potencial de aquella postura. José Antonio fue gestor y víctima de una radicalización que empezó por negarle a él mismo la calidad de su conducta personal y el vigor popular de sus propuestas. Por fortuna, sus palabras siguen ahí, aunque fueran manoseadas y desvirtuadas por quienes se rieron de él desde el principio, para convertirlo después en un mito cuya ejemplaridad se empeñaron en desactivar.
Y ese mensaje de denuncia, de echar en cara a sus compatriotas su carencia de sentido de servicio y el desdén ante la misión universal de los más profundos valores de España, conmueve aún a quien lo lea sin prejuicio, lamentando que tan alta visión fuera cautiva de la pugna estéril y el conflicto inútil que tendió el cuerpo de nuestra nación en la mesa de operaciones de una trágica guerra civil. Cuando llegó el momento de afrontar su responsabilidad ante el drama de 1936, aquel hombre que iba a morir suplicó a Dios que su sangre fuera la última en verterse en querellas de este tipo. Ante el tribunal popular dijo que habría sido posible encontrar las vías de entendimiento para la convivencia de los ciudadanos de una gran nación. No había ingenuidad ni oportunismo en aquel testimonio, sino la conciencia de un fracaso personal, de un fin de ciclo colectivo, que echaba por tierra las ilusiones de toda una generación.
Cuando quedaba esperanza
Pero, tres años antes de esa noche de angustia en la cárcel de Alicante, tres años antes de esa víspera de espanto, de amargura por el sacrificio en masa de los españoles, José Antonio estaba lleno de esperanza: «queremos menos palabrería liberal y más respeto a los derechos del hombre. Porque solo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima, como nosotros lo estimamos, portador de valores eternos». Estaba lleno de impaciencia: «Cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral». Estaba lleno de protesta ante la injusticia: «Hemos tenido que llorar en el fondo de nuestra alma cuando recorríamos los pueblos de esta España maravillosa».
Estaba lleno de orgullo por la dignidad última de los humildes y explotados: «Teníamos que pensar de todo este pueblo lo que él mismo cantaba del Cid al verle errar por los campos de Castilla, desterrado de Burgos: ¡Dios, qué buen vasallo si oviera buen señor!». Estaba, sobre todo, lleno de ilusión ante la posibilidad de rectificación que se invocaba, ante el llamamiento a la unidad de los españoles honestos, de la nación capaz de restaurarse, de la patria con fuerza para incorporarse a un futuro de convivencia y de progreso: «Yo creo que está alzada la bandera. Que sigan los demás con sus festines. Nosotros, fuera, en la vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas».
No iba a ser la suya la última sangre que se derramara en una contienda civil. Pero sí iban a ser sus palabras, rescatadas del sumidero del oportunismo y de la lacra de la deformación, las que podemos leer como un ejemplo más de aquel «fervoroso afán de España». Una voz entre tantas, que alzaron la que debía haber sido una sola bandera: la de la justicia, la libertad, la afirmación nacional, el impulso por construir un destino común.
Fernando García de Cortázar
27 de marzo de 2015
Memoria de agravios
Confieso que, entre las escasas virtudes que me adornan, no
se encuentra la muy femenina habilidad de recordar con precisión los agravios
recibidos, alojada en lo más recóndito del hipotálamo de la mujer.
Una y otra vez me propongo dejar constancia escrita de los
agravios para poder utilizarlos como arma defensiva, y siempre sin excepción
acabo olvidando también tan artero propósito desechando armas tan eficaces que
acaban disueltas en el mar infinito del perdón.
Pero si perdonar a quien nos ofende es virtud y mandato
evangélico, no lo es dejarse engañar como chinos una y otra vez por los
partidos políticos a los que en alguna ocasión hemos dado nuestro voto.
En mi
caso, confieso no sin cierto remordimiento, que fui vilmente engañado en las últimas
elecciones generales por el Partido popular, a quien presté mi voto tras ocho
años horribles de zapaterismo y confiando en que haría honor a sus compromisos.
Y como no quisiera quedarme in albis cuando alguien me pregunte por qué no
pienso volver a dejarme engañar, he decidido hacer breve recuento de promesas
incumplidas y agravios recibidos por el partido en el gobierno.
·
- Porque mintió descaradamente prometiendo bajar los impuestos y los subió a la clase media más que ningún otro gobierno en la historia de España. Rajoy era perfecto conocedor del déficit antes d ganar las elecciones y sabía que había dos formas de reducirlo: subir los impuestos o reducir los gastos. Eligió la primera, que era, claro, lo más fácil y mintió al decir que “no había otro remedio”.
- Porque todos hemos podido ver el recorte en gastos sociales, pero no hemos conseguido ver el recorte en las administraciones públicas, que continúan igual de ineficientes e igual de caras.
- Porque Rajoy llamó sectario a ZP por aprobar la ley de Memoria histórica, que tachó de auténtico disparate, y la ha mantenido intacta durante sus cuatro años de gobierno para que cuando llegue otro iluminado, vuelva a reabrir las heridas cerradas hacía ya muchos años.
- Porque Rajoy clamó contra ZP por la aberrante ley del aborto de Bibiana Aido, que convertía en derecho el aborto y desprotegía totalmente al nasciturus en contra de la ley natural y de la doctrina del Tribunal Constitucional. Prometió derogar la ley cuando llegase al gobierno. Aprobó un anteproyecto de ley que encargó a uno de sus ministros y acabó arrugándose ante supuestas encuestas que le enseñó Arriola, dejando aquella “barbaridad” de ley -contra la que presentó un recurso de inconstitucionalidad- absolutamente intacta durante sus cuatro años de mayoría absoluta. ¿La razón? “Que era lo más shenshato, ya que total, cuando lleguen los otros al gobierno la iban a cambiar (sic)”.
- Porque cuando en febrero de 2012 la Generalidad de Cataluña estaba al borde de la quiebra, en lugar de utilizar dicha situación para intervenir la Comunidad Autónoma y atajar el problema, Rajoy les entregó 37.000 millones de euros para financiar su estrategia de sedición.
- Porque el 9 de noviembre de 2014, Rajoy y su gobierno hicieron una colosal dejación de sus funciones, permitió que se burlase el Estado de Derecho y cometió a mi juicio un clarísimo delito de omisión al no prohibir la celebración de un referéndum que había sido prohibido por el Tribunal Constitucional.
- Porque prometió ilegalizar todas las franquicias de ETA y no solo no lo hizo, sino que continuó una línea soterrada de diálogo con el entorno etarra que explica casos como el de Bolinaga y la extremada e inusitada rapidez y eficacia en aplicar la Sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot, a pesar de ser contraria a la jurisprudencia del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional.
Y no me explayo más, aunque podría. Los motivos antedichos
son más que suficientes y quedan aquí escritos para servirme de recordatorio
cuando dentro de unos meses alguien o yo mismo me pregunte por qué no puedo
votar al Partido popular.
LFU
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