La campaña de acoso y derribo
contra el periodista de Tve Sergio Martín por la entrevista a Iglesias Turrión por
parte de la izquierda chequista, instalada desde hace décadas en el Consejo de
Informativos de la televisión pública, es un síntoma más de la eficacia e impunidad
con la que la cheka acúa en la represión de cualquier actitud desviacionista o contrarrevolucionaria.
Resulta quimérica una condena semejante a periodistas
chequistas como Wyoming, Sopena, Llamas o a otros más taimados como la incisiva
Ana Pastor por parte de un partido del centro derecha, por supuestos agravios a
un líder de su espectro ideológico. Al día siguiente de intentarlo, toda la
progresía cejijunta, con Pilar Bardem a la cabeza organizaría un casposo y
multitudinario aquelarre tricolor en defensa de la libertad de información.
Sergio Martín no hizo más que colocar a Iglesias frente a
sus propias mezquindades, en un acto de osadía poco frecuente dado el sesgo a
babor de la mayor parte de sus compañeros de profesión.
Iglesias ha señalado más de una vez públicamente la conveniencia de que los presos de ETA salgan de las cárceles, por lo que a nadie debe extrañarle que se le tenga por satisfecho por haberse cumplido su deseo. El problema es que al final, todos los chequistas, acostumbrados a pastar entre sumisos correligionarios, se arrugan a la interperie. No ha tenido el valor de mantener ante millones de españoles lo que arenga en sus homilías podémicas ante el populacho hambriento de circo.
Iglesias se aleja así de la frescura original, rompedora y
revolucionaria de su primer momento, para instalarse en el ámbito de la
corrección política de su denostada “casta”. La sangre inocente derramada por
Santi Potros ha hecho que se tenga que
tragar inesperadamente sus palabras y eso no le ha gustado nada. Por eso envía a sus perros de presa contra el
osado entrevistador que acaba de ingresar en las nutridísimas filas de “fascistas”
a los que arrojar a los leones.
LFU