La intervención en el Programa "La Tarde" de Cope ayer, a partir del minuto 11 podéis escucharla pinchando aquí
LFU
"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
14 de noviembre de 2014
13 de noviembre de 2014
Nota de prensa de D. José Utrera Molina
NOTA
DE PRENSA
En relación con las noticias
publicadas relativas a mis responsabilidades como ministro durante el Régimen
anterior, y en defensa de mi honor afirmo:
1. Mi
condición de ministro y el ejercicio de las responsabilidades propias de dicho
cargo no constituye, ni ha constituido ni en España, en Argentina, ni en ningún
otro ordenamiento jurídico, delito alguno.
2. La supuesta
acción judicial instada desde la judicatura argentina contra mí y otros
miembros del gobierno de la nación, no puede ser considerada como tal. Constituye
una iniciativa política dirigida en la sombra por quienes en España no pudieron
llevar a término su inicua y prevaricadora instrucción penal, por carecer de
fundamento legal alguno.
3. La imputación
de supuestos crímenes o delitos derivados del cumplimiento de mis responsabilidades
políticas es una calumnia y un atentado contra mi honor, y no descarto ejercer
las acciones judiciales pertinentes en mi defensa.
José Utrera Molina
Noviembre 2014.
11 de noviembre de 2014
9 de noviembre. Vergüenza nacional
Lo de menos es el número de votos, los porcentajes y demás
zarandajas del esperpento secesionista del domingo. Entrar en ese juego es
hacer el caldo gordo a los nacionalistas. Lo peor, con mucho, fue la absoluta
inacción del gobierno de la nación ante un hecho delictivo sin precedentes por
parte de una Comunidad autónoma, anunciado abiertamente con suficiente anticipación.
Artur Mas ha conseguido de largo su objetivo propagandístico
mientras la nación española ha sufrido una humillación sin precedentes. El gobierno de Rajoy ha dinamitado el
prestigio que les quedaba a unas instituciones, paralizadas e inoperantes ante
un desafío intolerable.
Como escribía ayer Ussía en la Razón, no es un acto de
prudencia sino de flagrante cobardía. El gobierno ha cometido una clamorosa dejación de
funciones al permitir que se incumpla la ley con premeditación, publicidad, alevosía
y chulería. España, después del domingo, es una nave a la deriva con un timonel
apocado y ausente, en la que ya todo es posible y cualquier delincuente está
legitimado para invocar en su defensa el nefasto precedente de la pasividad del
gobierno ante un concurso de delitos tan escandaloso como los que se cometieron
el domingo por la Generalidad de Cataluña.
Mariano Rajoy y todo su gobierno -que se comprometió públicamente a impedir el acto del domingo- han cometido un delito de
omisión cuyas consecuencias se me antojan impredecibles y fuera del control de
las instituciones. Produce sonrojo que
ahora se anuncien querellas extemporáneas por parte de una fiscalía inoperante
ante la pública comisión de un delito de desobediencia y que se opuso a las
medidas cautelares solicitadas por particulares y organizaciones a los Juzgados
de guardia.
Todo esto tiene un tufo insoportable a pacto vergonzante de
alcantarilla arriolesca entre el gobierno y Artur Mas. Pronto lo sabremos. Por
el momento, el sentimiento de humillación, de vergüenza y de indignación con un
gobierno cobarde y desaparecido, es lo que llena el corazón de cualquier español
bien nacido.
LFU
4 de noviembre de 2014
3 de noviembre de 2014
28 de octubre de 2014
La insoportable indolencia de un Presidente
De las tres definiciones que nos
da la Española (que no se afecta o
conmueve; flojo (perezoso); insensible, que no siente el dolor) todas ellas
son predicables del Presidente Rajoy, que parece decidido a pasar a la
posteridad más por lo que no ha hecho y por sus silencios que por sus concretas
realizaciones, decisiones y declaraciones.
Claro que es más fácil errar
cuando se habla que cuando se calla, pero el silencio de un gobernante que se
pone de perfil ante la gravedad de los problemas que aquejan a la sociedad
española resulta cada vez menos tolerable.
No le escuchamos una sola palabra
de político cuando aquella sentencia estrictamente jurídica y largamente
preparada del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot; ni una sola
palabra –más allá de lo de “sé fuerte
Luis”- sobre el cáncer de la corrupción que asola todo el espectro
político, empezando por el partido popular; con pocas palabras –y ciertamente
lamentables- despachó la retirada del proyecto de ley de reforma de la infame y
criminal ley Aido y tan sólo invitaciones al diálogo –y al manido consenso- han
salido de su boca ante la insoportable chulería de un presidente de comunidad
autónoma al que le importan un bledo las Sentencias del Tribunal Supremo y del
Tribunal Constitucional.
Vivimos cada día un episodio más
de la decadencia de un sistema que necesita urgentemente una regeneración y un
liderazgo fuerte. Sé equivocan aquellos que lo centran todo en la política
económica. Eso no basta. Hace falta política con mayúsculas, firmeza sin
complejos, recuperar los valores que siempre nos han hecho respetables en el
mundo y recuperar la confianza en la fortaleza de España como nación.
Nada de eso puede venir de quien
espera que el tiempo o la ventura le acaben solucionando la papeleta, de quien
le dice a todos lo que quieren oír, de quien ha abandonado los principios más
básicos del humanismo cristiano, de quien resulta incapaz de hacer honor a sus
compromisos y promesas electorales, ha tapado la suciedad que tiene dentro y
fía su estrella al descalabro de quienes pudieran hacerle sombra y, sobre todo, al miedo a quienes vienen a comerse los restos de una bacanal que ha durado ya demasiados años.
España, por su grandeza y por su
historia, merece un Presidente que crea en ella, que la ame y que la sirva con pasión y no
a un equipo de técnicos grises dirigidos por un aprendiz de brujo capaz de
vender su alma al diablo con tal de conservar el poder.
LFU
23 de octubre de 2014
De las tarjetas opacas
Confieso que me revientan los linchadores profesionales, los
oportunistas y los envidiosos encantados con la desgracia de los demás. Todo
este amplio y variado género –tan abundante en nuestra sociedad- ha salido con
el cuchillo en la boca para despellejar a los flamantes usuarios de las
tarjetas opacas de Caja Madrid/Bankia sin pararse a pensar que, la inmensa
mayoría de ellos, en circunstancias similares, habría quemado la dichosa
tarjeta sin pensar dos veces lo que estaba haciendo.
Dicho lo anterior, lejos de mí tratar de justificar a los
privilegiados que hicieron uso de la tarjeta confiando en que formaba parte de
su retribución y que el Banco pagaba por dichos ingresos a Hacienda. Desde luego, si los agraciados con la tarjeta
fueran personas sin formación, aunque la ignorancia de la ley no exime de su
cumplimiento, qué duda cabe que el reproche moral sería considerablemente menor
pues son pocos los que entienden algo de este galimatías en el que se ha
convertido la legislación tributaria. Pero si resulta que el usuario de la
tarjeta es nada menos que un ex ministro de Economía y Hacienda, la negligencia
en saber que hay que practicar retención por los ingresos que se perciben e
incluirlos en la declaración del IRPF es absolutamente imperdonable.
De ahí que, en la inmensa mayoría de los casos –sino en
todos- resulte absolutamente inexcusable el supuesto error padecido al no
tributar por dichos ingresos, puesto que dicho error podría haber sido fácilmente
evitable empleando una diligencia media, exigible en todo caso a miembros del
Consejo de Administración de una entidad financiera.
Otra cosa es el espectáculo bochornoso y muy probablemente
delictivo –o cuando menos merecedor de una sanción por la escrupulosa Agencia
de Protección de Datos- de hacer
públicos los gastos realizados por cada uno, ya fuera en lenocinios o en establecimientos
de arte sacro. Esto era absolutamente innecesario
salvo para echar más leña al fuego y alimentar las fauces revolucionarias de
Podemos. Que cada uno pague lo que deba,
con las sanciones que correspondan y si la cuota pasa de 120.000, procédase por
delito fiscal, pero no hay derecho a que además le desnuden a uno en la plaza
pública para regocijo de los linchadores de cada aldea.
Yo que Goirigolzarri y los que desde arriba le amparan estaría algo inquieto pues la venganza
es un plato caliente que se sirve frío y hay que estar limpio como una patena (cosa rarísima tanto en la banca como en la política) para aguantar la resaca que más pronto que tarde, acabará llegando. Al
tiempo.
LFU
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