La monarquía es, sobre todo, tradición y rito. Al margen de
las justificaciones accidentalistas de la institución por su utilidad
contingente, la corona representa el vínculo que nos une a nuestra historia.
Felipe VI será rey en tres días por haber nacido Borbón e hijo de rey y porque
sigue en vigor la Pragmática Sanción de 29 de marzo de 1830 que posterga a la
mujer en el orden sucesorio por detrás del varón independientemente de su edad.
La monarquía española es, además, de tradición católica. Las
reinas de España gozan por su condición católica del “Privilegio de Blanco” que
ejercen habitualmente vistiendo de blanco en las Audiencias con el Papa.
Todo ello forma parte del rito y de la tradición histórica
de nuestra patria. Por eso, la decisión de la Casa Real de prescindir de la
Misa del Espíritu Santo posterior a la proclamación, del Crucifijo y los Evangelios
no es un signo de modernidad, sino, cuando menos, un desprecio a la tradición
que forma parte de la esencia misma de la Corona y justifica su existencia y
también al sentido cristiano mayoritario del pueblo español.
Todo el rito y ceremonial de la Corona -que con tanto mimo
cuidan y respetan las monarquías sajonas, tan orgullosas de su historia y tradición-
forma parte también de lo que los cursis denominan ahora “marca España”. Y ese
remedo que se inventó Aznar del “Patriotismo constitucional” es una filfa que a
nadie puede emocionar.
Si tan empeñados están en que España nació con la
Constitución –esa especie de big-bang que nos hizo surgir de la nada- no sé qué
narices le van a explicar a los independentistas de Cataluña. España es mucho
más, siglos de historia de la nación más antigua de Europa no pueden
despacharse con un simulacro vergonzante que a nadie contentará. Porque los
nostálgicos del Frente popular no lo agradecerán y los monárquicos de
convicción acusarán el agravio. Al resto de los españoles, ni fu ni fa. Con lo
que le gusta al pueblo presumir de boatos y añejas estirpes, la fría proclamación
constitucional que se anuncia es como
la leche esterilizada, sin microbios, pero también sin vitaminas.
Me vienen a la cabeza los versos de Martínez Mesanza:
Quien no comprende la
razón del rito,
quien no comprende majestad y gesto
nunca reconocerá la humana altura,
su vano dios será la contingencia.
quien no comprende majestad y gesto
nunca reconocerá la humana altura,
su vano dios será la contingencia.
Quien las formas degrada y luego entrega
simulacros neutrales a las gentes,
para ganarse fama de hombre libre,
no tiene dios ni patria ni costumbre.
Mal comienzo, Majestad.
simulacros neutrales a las gentes,
para ganarse fama de hombre libre,
no tiene dios ni patria ni costumbre.
Mal comienzo, Majestad.
LFU