"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

15 de junio de 2013

Un burgalés excepcional. por José Utrera Molina


(Artículo publicado hoy en La Gaceta)

Cada día que pasa por nuestra existencia ya gastada, me afianzo en la creencia de que morir no es otra cosa que quedar sin testigos. Desde hace unos meses, la avalancha de muertes conocidas me ha dado tristemente la razón y entre ellas figura en primerísimo lugar el fallecimiento de un camarada de impresionante calidad humana: Ignacio Fernández García. Le conocí en mis años mozos (porque yo también fui joven). Él era entonces el respetado rector y líder de las Juventudes Falangistas de Madrid. Observé entonces el inmenso respeto que provocaba su presencia, el estupor de los que eran obedientes a su mandato, de la calidad asombrosa de sus directrices y orientaciones. Jamás predicó el sectarismo. Nunca se afilió a posturas radicales absolutamente incompatibles con la esencia reconciliadora de la Falange. Aclaro, que me refiero a un grupo minoritario e influyente de la organización. Había otros, sin embargo, partidarios de echar todo por la borda. Ignacio y los suyos nunca sucumbieron a esta demagógica tentación.

Le conocí. Era un hombre de una reciedumbre espartana, de unas convicciones arrebatadoras, de una ejemplaridad limpia y brillante. Quizás porque había mirado frecuentemente y muy de cerca la constelación inmensa de nuestras estrellas y porque era burgalés, cuya sangre me era muy conocida porque fue la vertebradora de la unidad de España y cuya esencia histórica golpea todavía mi alma y mis entrañas. Hice todo lo posible para que abandonara Málaga y viniera conmigo a Madrid a compartir otro género de responsabilidades. Él se negó siempre. Se había instalado con su alma limpia y con su corazón desmesurado a orillas de este Mediterráneo que da luz a Málaga y a sus hombres. Hablé mucho con él, posiblemente de lo que se podía hablar mucho entonces, de nuestra inquietud, de nuestra angustia por ver torcido el itinerario revolucionario que nosotros habíamos preconizado y servido con una ingenua pasión juvenil. Él siempre era el mismo, me decía: “Estoy bien en Málaga; hago aquí mi labor”. Yo terciaba una y otra vez porque lo consideraba un elemento clave para el nuevo despliegue de la Organización Juvenil. El viejo ayudante, cuyo recuerdo todavía se extiende en las capas medias de la sociedad madrileña, siempre aceptó la orden de sus mayores que se afirmaba siempre en sus preferencias y en sus gustos independientes. 

Ha muerto ya. Creo que a los 92 años. Me enteré de su fallecimiento por una esquela publicada en el diario Sur. Elocuente y esclarecedora. Había interrumpido mi contacto con él hacía años, cuando yo era el único testigo posiblemente de aquella maravillosa emoción juvenil que ambos compartíamos. Quise conocer a su familia y me informaron de la muerte de su mujer hacía cuatro años. Vivía con sus hijos y fundamentalmente arropado por la ternura de su hija Mª del Mar. Hablé con ella, le dije que como una nueva herida en mi corazón había conocido la muerte de su padre. Ella me contestó: “Sí, continuó con sus ideales hasta el final pero voy a contarte algo que te llamará posiblemente la atención: padecía cuatro cánceres irremediables y desde hacía unos meses se encontraba a las puertas de la muerte. No cambió su carácter y mucho menos sus convicciones. Cercana la hora de su muerte me pidió, –según me decía su hija– que le vistiera con la camisa azul y que le pusiera un disco con los compases del himno falangista del Cara al Sol. María del Mar me dijo que lo escuchaba como transportado a otro mundo y que, mientras escuchaba la estrofa de “Volverán banderas victoriosas…” cerró sus ojos para siempre”.

Ni qué decir tiene que Ignacio vive plenamente en mi corazón. Que recibo actualmente su ejemplo en contraste con los valores que hoy dominan a una sociedad mediatizada y que su apostura, su dignidad de hombre, su condición de burgalés de pro, será todavía un recuerdo que levantará mi ánimo de todo género de obligada decepción.

Le prometo que yo continuaré escuchando las estrofas del Cara al Sol que tanto amaba y que prometen un “Nuevo Amanecer”, aunque nuestro cielo esté oscurecido y triste. 

José Utrera Molina 

10 de junio de 2013

Sus balas no Lo tocaron, pero el Sagrado Corazón tocó el corazón de los Milicianos

Ni una bala tocó el Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles cuando fue fusilado en 1936



El 28 de julio de 1936, un grupo de milicianos de la República fusiló, entre blasfemias, el monumento al Sagrado Corazón de Jesús -de nueve metros- del Cerro de los Ángeles, en la localidad madrileña de Getafe. El 7 de agosto der 1936, otro grupo de militares dinamitó lo que quedaba de la imagen sacra. Hoy, en el monasterio del Cerro, fundado por santa Maravillas de Jesús, las carmelitas conservan la piedra en la que fue esculpido el Corazón de Cristo. Sorprendentemente, no le rozó ni una bala.

A prueba de bombas

De entre las muchas sorpresas con que Dios aguarda tras sus muros, una lleva impresa, a golpe de bala, la historia reciente más dramática de España: la reliquia del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que el 28 de julio de 1936 fue fusilado por un grupo de milicianos de la República, volado con tres cargas de dinamita una semana después, y que presenta seis impactos de proyectil... Ninguno, por increíble que parezca, alcanzó al enorme corazón que buscaban herir. Quienes mejor conocen su historia son las religiosas del monasterio, que, desde tiempos de santa Maravillas, adoran, reparan y acompañan al Sagrado Corazón de Jesús que corona el Cerro.

Una de ellas relata cómo, «en 1940, el padre Torres, un sacerdote que estaba de Ejercicios, se dio un paseo entre los escombros del monumento al Sagrado Corazón que derribaron en la guerra. Iba pensando en el dolor que debía de sentir Él al verse derribado por hombres a los que amaba. Entonces sintió un pálpito: llamó a los obreros que estaban desescombrando la zona y pidió que diesen la vuelta a una piedra enorme, en la que estaba, precisamente, el Corazón tallado. El padre Torres dijo a las hermanas: Le acribillaron a balazos, pero al corazón no le han tocado. Es como si quisiera decirnos que sigue tan vivo, con todo su amor y con toda su misericordia, para perdonarnos. ¡Y es verdad! Su Corazón sigue vivo para perdonar a los que le atacan».

Los milicianos, convertidos

Ciertamente, se hace difícil entender que ningún miliciano alcanzase al Corazón. El bloque de piedra -de más de metro y medio de ancho, por uno de alto- presenta seis impactos de bala que, aunque pasaron cerca, no alcanzaron su objetivo. «El Señor quiso demostrar que el hombre no puede matar a Dios, aunque su indiferencia le cause un gran dolor -dice una religiosa-. No hay bala que le duela tanto como la ingratitud. Es lo que le pasa a cualquiera que ama y es despreciado. En los años 80, pedimos enrejar las ruinas del antiguo monumento, porque había profanaciones, insultaban a Dios, gritaban ¡Mueran las monjas!..., pero Dios los amaba. Él quiere llevar almas al cielo, y nosotras también, porque los intereses de Dios son nuestros intereses. Por eso le adoramos, reparamos las ofensas que recibe y oramos por todos los hombres; sobre todo, por los pecadores». ¿También por los que fusilaron la imagen de Cristo? «¡Claro! Si supieran lo que hacían, no lo hubieran hecho», dice una carmelita. «Y tanto... Dos de ellos se arrepintieron y se convirtieron», apunta otra. Y da más datos: «Hace tiempo recibimos una carta de las Hermanitas de la Caridad, de Zaragoza, que nos contaban cómo un hombre pidió confesión y se arrepintió, por fusilar al Corazón de Jesús, de Getafe. Y el juez que juzgó a otro de ellos, contó que el miliciano pidió trabajar en la construcción de una iglesia, aunque no le conmutasen la pena, para expiar la ofensa de haber fusilado la imagen del Cerro. ¡Cómo no vamos a rezar por ellos!»

De no ser por un pequeño golpe en una esquina del Corazón, fruto de la caída del monumento cuando fue dinamitado, no sería fácil distinguir la antigua piedra que veneran las religiosas en la capilla de la Santa Reliquia -como empezó a llamarla santa Maravillas- de la reconstrucción que hoy corona, como antaño, el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península. Un emplazamiento nada casual: «Estamos aquí con el Sagrado Corazón de Jesús para acompañarle, adorarle y orar por España. Él ha querido reinar en España desde el corazón del país, y nosotras oramos por todos los hombres desde el Corazón de Jesús. Porque el Señor tiene corazón, no es un ser etéreo», dice una carmelita. Son palabras que se confirman por los sentidos, no sólo por la fe, porque quien visita el carmelo del Cerro de los Ángeles y observa el monumento, experimenta la sensación de estar, no sólo en el corazón geográfico del país, sino en el corazón latiente de España; como si las oraciones de estas religiosas sostuvieran muchas más vidas de las que uno pueda imaginar.


(José A. Méndez/Alfa y Omega) Publicado el 21 de diciembre de 2008 en ReL

7 de junio de 2013

Políticos y estadistas

Decía Bismark que el político piensa en la próxima elección y el estadista, en la próxima generación. Desde luego, Rajoy no tiene talla de estadista y la prueba está en que prefiere gestionar a decidir. En sus cálculos arriolísticos, ha decidido apostar por el maquillaje económico consistente en ahogarnos a impuestos en lugar de afrontar una reforma en profundidad de las administraciones públicas, que es el verdadero cáncer que ha hecho metástasis en todos los rincones -y en todos los bolsillos- de España.

Lo demás, todo el proyecto de ingeniería social de ZP permanece incólume dos años después de que éste saliese con el rabo entre las piernas.  Rajoy y su escudera tan sólo piensan en las próximas elecciones. De ahí que les produzca urticaria la reforma de la ley del aborto y de la ley de educación y estén decididos a edulcorarlas al máximo para evitar que la oposición haga sangre

¡Lástima de mayoría absoluta desperdiciada! Pero tampoco nos engañemos: Ni Rajoy ni el Partido popular tienen coraje para emprender el camino desandado por el errático estado de las autonomías hacia un estado unitario descentralizado. Esto es cosa de estadistas y no de políticos.  Y de lo primero hace ya mucho tiempo que no aparece ninguno por el foro. 


LFU

31 de mayo de 2013

Dulcísimo Recuerdo de mi vida....

Dulcísimo recuerdo de mi vida,
bendice a los que vamos a partir...
¡Oh Virgen del Recuerdo dolorida,
recibe tú mi adiós de despedida,
y acuérdate de mí.

¡Lejos de aquestos tutelares muros,
los compañeros de mi edad feliz
no serán a tu amor jamás perjuros;
conservarán sus corazones puros;
se acordarán de tí!

Mas siento al alejarme una agonía,
cual no suele el corazón sentir...
En palabras de niño, ¿quién confía?
Temo... no sé qué temo, Madre mía,
por ellos y por mí...

Dicen que el mundo es un jardín ameno,
y que áspides oculta a ese jardín...
Que hay frutos dulces de mortal veneno,
que el mar del mundo está de escollos lleno...
¿Y por qué serán así?

Dicen que de esta vida los abrojos
quieren trocar en mundanal festín;
que ellos, ellos motivan tus enojos,
y que ese llanto de tus dulce ojos
¡lo causan ellos, sí!

Ellos, ¡ingratos!, de pesar te llenan
¿Seré yo también sordo a tu gemir?
¡No! Yo no quiero frutos que envenenan,
no quiero goces que a mi madre apenan,
¡No quiero ser así!

Y mientras yo responda a tu reclamo,
mientras me juzgue con tu amor feliz,
y ardiendo en este afecto en que me inflamo,
te diga muchas veces te amo,
¿te olvidarás de mí?

¡Ah, no, dulce recuerdo de mi vida!
Siempre que luche en religiosa lid,
siempre que llora mi alma dolorida,
al recordar mi adiós de despedida,
¡te acordarás de mí!

Y en retorno de amor y fe sincera
jamás sin tu recuerdo he de vivir.
Tuya será mi lágrima postrera...
¡Hasta que muera, Madre; hasta que muera
me acordaré de tí!

Tu en pago, Madre, cuando llegue el plazo
de alzar el vuelo al celestial confin,
estrechándome a ti con dulce abrazo,
no me apartes jamás de tu regazo.


¡No me apartes de ti!

P. Julio Alarcón, S.J.,
tomado de la novela del P. Luis Coloma, S.J. "Pequeñeces"

Hoy, 31 de mayo, día de la Virgen del Recuerdo, mi «memoria histórica» vuela a lo mejor de mi niñez, cuando mi madre me dejó bajo Su manto sagrado y me encomendó a Su divino nombre. Tuya será mi lágrima postrera.../¡Hasta que muera, Madre; hasta que muera/me acordaré de tí!

LFU

21 de mayo de 2013

Significación del 18 de julio. Por José Utrera Molina


(Aprovechando que hoy el Parlamento español dedicará parte de su tiempo, no a solucionar los problemas que aquejan a loes españoles, sino a debatir si declara el 18 de julio día de la condena al franquismo, rescato un artículo escrito por mi padre hace unos años sobre la significación de tal efemérides)

El 18 de julio constituye para los que ya tenemos sobre nuestras espaldas el peso aún soportable de los ochenta años, un hito fundamental en nuestra vida. A partir de aquél día, los que éramos entonces niños, empezamos a tener conciencia de que algo muy grave ocurría a nuestro alrededor. No era el estallido de las bombas tan solo lo que nos preocupaba, ni la escucha de los tiros cercanos, ni los ruidos desconocidos hasta entonces, era una conmoción más profunda la que empezaba a perturbar nuestro ánimo.

La muerte empezaba ya a golpear nuestros jóvenes corazones. Después, siete meses de tiranía roja donde verdaderamente la barbarie se apoderó de nuestra ciudad. Aún no he perdido la memoria de las largas filas que se organizaban para ver los cadáveres de los muertos la noche anterior, próximos a donde yo vivía, que eran objeto de profanación y de escarnio. Aquello hacía que en nosotros se produjera el primer asombro, la primera ingrata y dolorida sorpresa y es que la aparición de los rencores era ya la primera declaración de una guerra que iba a durar tres años.

Yo fui testigo de aquel tiempo porque un hermano de mi madre había acaudillado la sublevación en Albacete y días después caía apuñalado vilmente en el hospital Militar de Cartagena. Otro hermano suyo, había sido el que mandaba por entonces, lo que llamábamos el Tercio Legionario. Luis Molina, era despojado de su condición de mando con responsabilidad. El retiro de la carrera de las armas que había sido el sustento de su vida, le llevó a un estado de tristeza que terminó con su vida meses después. El drama de España estuvo pues desde los primeros días en mi propia familia. No fue posible la Paz.

Ahora, con la perspectiva de nuestro tiempo, vemos que el 18 de julio estuvo muy lejos de ser una luminaria fascinadora que hizo que muchos entregaran su vida con el sueño de una España mejor. Sino algo mucho más profundo. Una coyuntura revolucionaria llamada a cambiar la faz de nuestro pueblo y de terminar con la sequía social de aquella época.

Un nuevo horizonte aparecía ante nosotros y efectivamente, los españoles nos pusimos a trabajar y a cambiar la dura realidad de nuestra Patria. Primero con la generosidad para los vencidos, practicando como lo hicimos en las filas del Frente de Juventudes una verdadera reconciliación y en segundo término, trabajando para redimir siglos de vacío y años de ruindad y desengaños.

La España del 18 de julio no se parece en nada a la que hoy contemplamos. En su aspecto físico no digamos, quizás los valores que entonces eran la clave de nuestra existencia, los ideales que alentaban junto a nuestras banderas no están presentes, pero en muchos de nosotros vive el 18 de julio, no como una fecha sino, como un aldabonazo que resuena en nuestro corazón y nos recuerda que no podemos traicionar la memoria de los que con el sueño de una España mejor, dieron sus haciendas y sus vidas.

El 18 de julio estuvo por tanto muy lejos de haber sido una conspiración de unos generales resentidos. Fue el estallido de un pueblo que había soportado impasible el desorden, la injusticia, el asesinato y la corrupción. Lo cierto fue que España volvió a tener fuego, luz y razón en el fondo de su sangre conmovida. En uno y otro bando se produjeron sacrificios extraordinarios, pero al final de tan doloroso parto, España levantó su cabeza y los que entonces teníamos diez años, empezamos a actuar como hombres y como tales sentimos ya una precoz responsabilidad, un interés por las cosas de España, que después cristalizaría en una adscripción absoluta a quien se había convertido en Caudillo de nuestro pueblo, Francisco Franco, que representaba el ideal de la mejor capitanía española.

La historia se suele contemplar con la objetividad de la distancia, por eso, podemos decir que a partir de entonces, España empezó un nuevo camino y que el hecho histórico del 18 de julio tuvo unas consecuencias posteriores para la historia de España. Esto es algo que nadie puede discutir. Se cambiaron las estructuras sociales, se realizó una política educativa que terminó con el analfabetismo, nuevas tierras se pusieron en regadío, infinidad de casas se levantaron para los más humildes y todo ello con la creación de una nueva clase media que equilibraba socialmente las tensiones que habitualmente habían enfrentado a los españoles.

Alguien se preguntará ¿Cómo hubo gentes que se opusieran al término del Estado del 18 de julio, a su liquidación y a su destrucción absoluta?. Fuimos una minoría que creíamos al menos, -yo así lo declaro- que el Régimen podía evolucionar y encontrar nuevos caminos de representación social y política; que podíamos alcanzar la modernidad sin enrolarnos en nostalgias desfasadas, pero no fue posible.

Yo advertí a Franco en una de las últimas conversaciones que mantuve con él, de que su sucesor emprendería un nuevo camino. Aquellas palabras mías impresionaron profunda y negativamente a Franco, pero yo insistí en que teniendo en cuenta estas circunstancias “nada estaba atado y bien atado” y aquellos pronósticos, ciertamente sombríos, se convirtieron en realidad. El que fuera Rey de España por el apoyo y voluntad de Francisco Franco, no tardó demasiado en olvidar lo que le debía. Ha sido un olvido tan brillante como silencioso. Todavía recuerdo sus palabras de apoyo y alabanza al que fue Caudillo de España. Yo fui testigo de ellas. Más hoy se puede insultar a Francisco Franco sin que exista una voz, concretamente la suya, para defender a quien sólo quiso servir la causa social de todos los españoles. Franco creyó profundamente que su sucesor al menos, iba a respetar una parte mínima de su obra. Pero no ha sido así.

De todas formas, el Estado del 18 de julio ocupa un lugar preferente en nuestra historia. Supuso un beneficio importantísimo para todos los españoles, nos libró de una contienda mundial que hubiera arruinado nuestro presente y nuestro porvenir, moderó extremismos, no ejerció jamás la venganza y el odio, abrió nuevos caminos. Convirtió a España en la novena potencia mundial con la tasa fiscal más baja del mundo y su conductor que fue por encima de todo un noble y recio soldado, amó a España hasta sus últimos instantes. Cuando tenía ya roto el corazón, sólo le preocupaba el futuro de su unidad. Este fue el último mensaje que le transmitió al entonces Príncipe de España, en una de las últimas visitas, que le hizo cuando ya su gravedad era irrefrenable. Unidad solicitada –tal vez con suprema angustia- por Franco, una unidad que hoy encontramos amenazada por la traición y por el olvido, de los que por sentido del honor estaban más obligados a defenderla.

Aún así, yo no pierdo la esperanza y sé que al final de este largo túnel brilla aún una pequeña luz, que alumbrará en el futuro nuevos caminos y nuevos espacios de fraternidad y convivencia. España no puede morir.


JOSÉ UTRERA MOLINA

14 de mayo de 2013

La sonrisa de Anuca


Hace unos días, un diario nacional de marcada tendencia pro-abortista llevaba a su portada un titular de alcance absolutamente estremecedor. Una mujer tras reconocer haber abortado recientemente a su hijo por habérsele diagnosticado síndrome de Down, justificaba su terrible acción alegando –y tal era el titular- que “mejor llorar un mes que toda una vida”.

Me acorde entonces de Ana, la séptima hija de mis padrinos de bautismo, personas ejemplares donde las haya.  Ana –Anuca como todos la llamaban- tenía  Síndrome de Down, además de otras muchas complicaciones que hicieron que Dios quisiera llevársela a la temprana edad de 21 años.  Puedo dar fe que aquél ángel –qué otro nombre poner a quien ha sido creado por Dios para ofrecer un amor incondicional-  fue inmensamente feliz en su corta vida pues amó y fue amada con la misma intensidad. Y en medio de su calvario -que lo tuvo- era capaz de dibujar la más preciosa y sobrecogedora sonrisa. En su bendita ingenuidad no había lugar alguno para la maldad o el retorcimiento. Decía, con marcado gracejo sevillano, lo primero que se le antojaba, no conocía la mentira y era incapaz de adivinar en el corazón de los demás la menor sombra de odio o de rencor, sentimientos que no encontraban cabida en su limpio e infantil universo. 

Recuerdo que siempre que iba a su casa me recibía con un estrépito de alegría, me regalaba piropos que me azoraban –era una grandísima coqueta- y me abrazaba y besaba con cariño.  Era la alegría de sus padres y la de sus seis hermanos que la cuidaron y quisieron con locura hasta el final y que la quieren todavía como si cada rincón de su casa guardase el eco de su felicidad. Los que no han conocido a una persona con síndrome de Down no pueden atisbar siquiera la enorme dimensión de la alegría y el amor que son capaces de regalar esos hijos predilectos de Dios, eternamente niños, y lo mucho que pueden llegar a llorar los demás ante el vacío que dejan cuando suben al cielo.

Por eso me dolió especialmente ese titular.  La mujer que el diario progresista utiliza inicuamente en defensa del infame aborto eugenésico, ignora que además de llorar durante un mes -lo que implica que es consciente de lo injusto de su acción- llorará probablemente el resto de su vida, cada vez que vea por la calle la sonrisa de un niño con síndrome de Down, pues en ellas verá retratado el rostro de una felicidad que ella misma ha hecho imposible.

Posturas como ésta son el fruto del egoísmo y la amoralidad que impera en una sociedad que exalta la comodidad y rechaza el sacrificio, que impone la ley del fuerte sobre el débil, que decide quien tiene no derecho a vivir en función de su utilidad, negando a los más frágiles el sagrado derecho a nacer y facilitando la eliminación de aquellos a los que la edad o la enfermedad los convierte en una carga. Paradójicamente, la progresía asume en este caso sin despeinarse los postulados nazis de la selección de la especie en base a una supuesta compasión mal entendida por el discapacitado a quien, por un lado se le priva del derecho a nacer o se le facilita el tránsito, al tiempo que se promueve el respeto y la eliminación de barreras para los que han tenido la suerte de nacer, que cada vez son menos.  Lamentablemente, tampoco la derecha tiene claro lo contrario. No hay más que contemplar las reticencias y largas cambiadas con la que algunos miembros destacados del Pp han recibido la importante propuesta del Ministerio de Justicia para la eliminación del aborto eugenésico, anteponiendo el cálculo electoral y la evitación del desgaste a los principios morales de la inmensa mayoría de sus votantes. No es más que la constatación de la falta de referencias y principios morales de que adolece el partido gobernante

Dios me libre de juzgar a esa mujer. Sólo puedo sentir angustia por la ruina moral que le ha llevado a tomar esa decisión, y rezo para que algún día pueda ver la luz y no acabe sumida en un llanto, no de un mes, ni de una vida, sino de toda una eternidad por haber hecho daño a la más frágil y bondadosa de las criaturas. Es sólo un fruto podrido más de esta sociedad relativista sin otro dios que la búsqueda del propio bienestar.  

Y al elevar mi plegaria, me acuerdo otra vez de Ana, que desde el cielo, en ese lugar cercano que Cristo reserva a los niños, seguirá dibujando sonrisas en el corazón de todos los que tanto y tan bien la quisieron y dan gracias a Dios por el inmenso regalo de su corta vida.

Luis Felipe Utrera-Molina Gómez