"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
24 de mayo de 2013
21 de mayo de 2013
Significación del 18 de julio. Por José Utrera Molina
(Aprovechando que hoy el Parlamento español dedicará parte de su tiempo, no a solucionar los problemas que aquejan a loes españoles, sino a debatir si declara el 18 de julio día de la condena al franquismo, rescato un artículo escrito por mi padre hace unos años sobre la significación de tal efemérides)
El 18 de julio constituye para los que ya tenemos sobre nuestras espaldas el peso aún soportable de los ochenta años, un hito fundamental en nuestra vida. A partir de aquél día, los que éramos entonces niños, empezamos a tener conciencia de que algo muy grave ocurría a nuestro alrededor. No era el estallido de las bombas tan solo lo que nos preocupaba, ni la escucha de los tiros cercanos, ni los ruidos desconocidos hasta entonces, era una conmoción más profunda la que empezaba a perturbar nuestro ánimo.
La muerte empezaba ya a golpear nuestros jóvenes corazones. Después, siete meses de tiranía roja donde verdaderamente la barbarie se apoderó de nuestra ciudad. Aún no he perdido la memoria de las largas filas que se organizaban para ver los cadáveres de los muertos la noche anterior, próximos a donde yo vivía, que eran objeto de profanación y de escarnio. Aquello hacía que en nosotros se produjera el primer asombro, la primera ingrata y dolorida sorpresa y es que la aparición de los rencores era ya la primera declaración de una guerra que iba a durar tres años.
Yo fui testigo de aquel tiempo porque un hermano de mi madre había acaudillado la sublevación en Albacete y días después caía apuñalado vilmente en el hospital Militar de Cartagena. Otro hermano suyo, había sido el que mandaba por entonces, lo que llamábamos el Tercio Legionario. Luis Molina, era despojado de su condición de mando con responsabilidad. El retiro de la carrera de las armas que había sido el sustento de su vida, le llevó a un estado de tristeza que terminó con su vida meses después. El drama de España estuvo pues desde los primeros días en mi propia familia. No fue posible la Paz.
Ahora, con la perspectiva de nuestro tiempo, vemos que el 18 de julio estuvo muy lejos de ser una luminaria fascinadora que hizo que muchos entregaran su vida con el sueño de una España mejor. Sino algo mucho más profundo. Una coyuntura revolucionaria llamada a cambiar la faz de nuestro pueblo y de terminar con la sequía social de aquella época.
Un nuevo horizonte aparecía ante nosotros y efectivamente, los españoles nos pusimos a trabajar y a cambiar la dura realidad de nuestra Patria. Primero con la generosidad para los vencidos, practicando como lo hicimos en las filas del Frente de Juventudes una verdadera reconciliación y en segundo término, trabajando para redimir siglos de vacío y años de ruindad y desengaños.
La España del 18 de julio no se parece en nada a la que hoy contemplamos. En su aspecto físico no digamos, quizás los valores que entonces eran la clave de nuestra existencia, los ideales que alentaban junto a nuestras banderas no están presentes, pero en muchos de nosotros vive el 18 de julio, no como una fecha sino, como un aldabonazo que resuena en nuestro corazón y nos recuerda que no podemos traicionar la memoria de los que con el sueño de una España mejor, dieron sus haciendas y sus vidas.
El 18 de julio estuvo por tanto muy lejos de haber sido una conspiración de unos generales resentidos. Fue el estallido de un pueblo que había soportado impasible el desorden, la injusticia, el asesinato y la corrupción. Lo cierto fue que España volvió a tener fuego, luz y razón en el fondo de su sangre conmovida. En uno y otro bando se produjeron sacrificios extraordinarios, pero al final de tan doloroso parto, España levantó su cabeza y los que entonces teníamos diez años, empezamos a actuar como hombres y como tales sentimos ya una precoz responsabilidad, un interés por las cosas de España, que después cristalizaría en una adscripción absoluta a quien se había convertido en Caudillo de nuestro pueblo, Francisco Franco, que representaba el ideal de la mejor capitanía española.
La historia se suele contemplar con la objetividad de la distancia, por eso, podemos decir que a partir de entonces, España empezó un nuevo camino y que el hecho histórico del 18 de julio tuvo unas consecuencias posteriores para la historia de España. Esto es algo que nadie puede discutir. Se cambiaron las estructuras sociales, se realizó una política educativa que terminó con el analfabetismo, nuevas tierras se pusieron en regadío, infinidad de casas se levantaron para los más humildes y todo ello con la creación de una nueva clase media que equilibraba socialmente las tensiones que habitualmente habían enfrentado a los españoles.
Alguien se preguntará ¿Cómo hubo gentes que se opusieran al término del Estado del 18 de julio, a su liquidación y a su destrucción absoluta?. Fuimos una minoría que creíamos al menos, -yo así lo declaro- que el Régimen podía evolucionar y encontrar nuevos caminos de representación social y política; que podíamos alcanzar la modernidad sin enrolarnos en nostalgias desfasadas, pero no fue posible.
Yo advertí a Franco en una de las últimas conversaciones que mantuve con él, de que su sucesor emprendería un nuevo camino. Aquellas palabras mías impresionaron profunda y negativamente a Franco, pero yo insistí en que teniendo en cuenta estas circunstancias “nada estaba atado y bien atado” y aquellos pronósticos, ciertamente sombríos, se convirtieron en realidad. El que fuera Rey de España por el apoyo y voluntad de Francisco Franco, no tardó demasiado en olvidar lo que le debía. Ha sido un olvido tan brillante como silencioso. Todavía recuerdo sus palabras de apoyo y alabanza al que fue Caudillo de España. Yo fui testigo de ellas. Más hoy se puede insultar a Francisco Franco sin que exista una voz, concretamente la suya, para defender a quien sólo quiso servir la causa social de todos los españoles. Franco creyó profundamente que su sucesor al menos, iba a respetar una parte mínima de su obra. Pero no ha sido así.
De todas formas, el Estado del 18 de julio ocupa un lugar preferente en nuestra historia. Supuso un beneficio importantísimo para todos los españoles, nos libró de una contienda mundial que hubiera arruinado nuestro presente y nuestro porvenir, moderó extremismos, no ejerció jamás la venganza y el odio, abrió nuevos caminos. Convirtió a España en la novena potencia mundial con la tasa fiscal más baja del mundo y su conductor que fue por encima de todo un noble y recio soldado, amó a España hasta sus últimos instantes. Cuando tenía ya roto el corazón, sólo le preocupaba el futuro de su unidad. Este fue el último mensaje que le transmitió al entonces Príncipe de España, en una de las últimas visitas, que le hizo cuando ya su gravedad era irrefrenable. Unidad solicitada –tal vez con suprema angustia- por Franco, una unidad que hoy encontramos amenazada por la traición y por el olvido, de los que por sentido del honor estaban más obligados a defenderla.
Aún así, yo no pierdo la esperanza y sé que al final de este largo túnel brilla aún una pequeña luz, que alumbrará en el futuro nuevos caminos y nuevos espacios de fraternidad y convivencia. España no puede morir.
JOSÉ UTRERA MOLINA
14 de mayo de 2013
La sonrisa de Anuca
Hace unos días, un diario
nacional de marcada tendencia pro-abortista llevaba a su portada un
titular de alcance absolutamente estremecedor. Una mujer tras reconocer haber
abortado recientemente a su hijo por habérsele diagnosticado síndrome de
Down, justificaba su terrible acción alegando –y tal era el titular-
que “mejor llorar un mes que toda una
vida”.
Me acorde entonces de Ana, la séptima
hija de mis padrinos de bautismo, personas ejemplares donde las haya. Ana –Anuca como todos la llamaban- tenía Síndrome de Down, además de otras muchas complicaciones
que hicieron que Dios quisiera llevársela a la temprana edad de 21 años. Puedo
dar fe que aquél ángel –qué otro nombre poner a quien ha sido creado por Dios
para ofrecer un amor incondicional- fue inmensamente feliz en su corta
vida pues amó y fue amada con la misma intensidad. Y en medio de su calvario -que
lo tuvo- era capaz de dibujar la más preciosa y sobrecogedora sonrisa. En
su bendita ingenuidad no había lugar alguno para la maldad o el retorcimiento.
Decía, con marcado gracejo sevillano, lo primero que se le antojaba, no conocía
la mentira y era incapaz de adivinar en el corazón de los demás la menor
sombra de odio o de rencor, sentimientos que no encontraban cabida en su limpio
e infantil universo.
Recuerdo que siempre que iba a su
casa me recibía con un estrépito de alegría, me regalaba piropos que me
azoraban –era una grandísima coqueta- y me abrazaba y besaba con cariño. Era la alegría de sus padres y la de sus seis
hermanos que la cuidaron y quisieron con locura hasta el final y que la
quieren todavía como si cada rincón de su casa guardase el eco de su felicidad. Los
que no han conocido a una persona con síndrome de Down no pueden atisbar
siquiera la enorme dimensión de la alegría y el amor que son capaces de
regalar esos hijos predilectos de Dios, eternamente niños, y lo mucho
que pueden llegar a llorar los demás ante el vacío que dejan cuando suben
al cielo.
Por eso me dolió especialmente ese
titular. La mujer que el diario progresista utiliza inicuamente en
defensa del infame aborto eugenésico, ignora que además de llorar durante
un mes -lo que implica que es consciente de lo injusto de su acción- llorará
probablemente el resto de su vida, cada vez que vea por la calle la
sonrisa de un niño con síndrome de Down, pues en ellas verá retratado el rostro
de una felicidad que ella misma ha hecho imposible.
Posturas como ésta son el fruto del
egoísmo y la amoralidad que impera en una sociedad que exalta la comodidad y
rechaza el sacrificio, que impone la ley del fuerte sobre el débil, que decide
quien tiene no derecho a vivir en función de su utilidad, negando a los más
frágiles el sagrado derecho a nacer y facilitando la eliminación de aquellos a
los que la edad o la enfermedad los convierte en una carga. Paradójicamente, la
progresía asume en este caso sin despeinarse los postulados nazis de la
selección de la especie en base a una supuesta compasión mal entendida por el
discapacitado a quien, por un lado se le priva del derecho a nacer o se le
facilita el tránsito, al tiempo que se
promueve el respeto y la eliminación de barreras para los que han tenido la
suerte de nacer, que cada vez son menos. Lamentablemente, tampoco la derecha tiene
claro lo contrario. No hay más que contemplar las reticencias y largas
cambiadas con la que algunos miembros destacados del Pp han recibido la importante
propuesta del Ministerio de Justicia para la eliminación del aborto eugenésico,
anteponiendo el cálculo electoral y la evitación del desgaste a los principios
morales de la inmensa mayoría de sus votantes. No es más que la constatación de
la falta de referencias y principios morales de que adolece el partido gobernante
Dios me
libre de juzgar a esa mujer. Sólo puedo sentir angustia por la ruina moral que
le ha llevado a tomar esa decisión, y rezo para que algún día pueda ver la
luz y no acabe sumida en un llanto, no de un mes, ni de una vida, sino de
toda una eternidad por haber hecho daño a la más frágil y bondadosa de las
criaturas. Es sólo un fruto podrido más de esta sociedad relativista sin otro dios que la búsqueda del propio bienestar.
Y al elevar
mi plegaria, me acuerdo otra vez de Ana, que desde el cielo, en ese lugar
cercano que Cristo reserva a los niños, seguirá dibujando sonrisas en el
corazón de todos los que tanto y tan bien la quisieron y dan gracias a Dios por
el inmenso regalo de su corta vida.
Luis Felipe Utrera-Molina Gómez
11 de mayo de 2013
Sevilla, esencia española. Por José Utrera Molina
(Artículo publicado en el ABC del 11 de mayo de 2013)
SEVILLA, ESENCIA ESPAÑOLA
En estos momentos en que España sufre la amenaza de una desintegración, estoy seguro que Sevilla puesta en pié, reclamará lo que no es tan sólo su legado histórico, sino su heroica aportación a una España unida por encima de las diferencias y de los enfrentamientos.
Cuando me despedí de él me dijo tan solo: “Gracias José, me has traído la paz que siempre necesito”. Yo le contesté: “La paz me la has traído tú y la memoria de nuestra amistad perdurará para siempre”.
Creo que al referir esta anécdota, completo no un suspiro de admiración sino un golpe que recibo en el pecho al recordar todo lo que Sevilla ha significado para mí y que ofrezco a mis lectores como una muestra de un sentimiento inextinguible que me compensa, que me eleva y que adquiere en el tiempo la fortaleza de lo verdadero. A esto añado siempre mi recuerdo agradecido a Dios, que me permitió, a través del conocimiento de los hombres, vivir parte de su historia, tener vivamente en pié la memoria sevillana confundida junto al olor del azahar y la visión esbelta de sus viejas y enhiestas palmeras.
JOSÉ UTRERA MOLINA
SEVILLA, ESENCIA ESPAÑOLA
Frecuento, porque hay una especie de fuerza mayor que me lo exige, el repaso de mi larga memoria sevillana y he de escribir aquí, libre de toda perniciosa nostalgia yalejado de mi apasionada devoción por ella, que lejos de desvanecerse en el tiempo,recorre el corazón alumbrado por una luz amorosa y nueva.
Entiendo que un pueblo no es en modo alguno, el entorno amurallado por el tiempo que encierra unos hechos históricos determinados, que en el caso y la referencia que hoy hago al referirme a Sevilla, cobra un fulgor que ilumina la existencia completa de la vida española.
Yo tuve la ocasión de servir a Sevilla durante más de ocho años. De todo mi quehacer político recuerdo con especial relieve esta etapa en la que sin duda -con más o menos éxito-, puse siempre mis entrañas, mis esperanzas y mi corazón adivinando las glorias de su futuro. En la vida política, la palabra “recuerdo” cobra una inusitada valoración. Nos concede la gracia de ser millonarios de todos los rincones de nuestraalma que aún palpitan frente a la vejez y que no se desvanecen con el peso atosigante de las horas. A veces, este recuerdo es lacerante y duro; en otras ocasiones, aliviador yreconfortante y constituye trozos de nuestra vida que no se pierden en las tinieblas del olvido.
Si algo ocurre notable en mi propia vida, es la gracia de mantener el recuerdo de mi etapa sevillana, tal vez la más fértil y apasionada de todas las que he vivido en distintos puestos de servicio. Sevilla me reconforta y enciende mis recuerdos. No son sus calles, sus avenidas, sus edificios y la histórica envergadura que se refleja enmuchos rincones de la ciudad. No son pues las estrechas calles o la visión completa de una ciudad enlazada por un río que constituye sin duda su alma. Pero hay algo que se antepone al paisaje urbano, que incluso nos hace olvidar puentes, calles estrechas, iglesias incomparables y lugares de indescriptible belleza. La realidad a que me refiero,es la más importante de todas, “el hombre”.
Creo firmemente que el hombre sevillano ofrece una profundidad de vida que da consistencia a los valores de la ciudad. He escuchado sus palabras, y en ocasiones hecreído penetrar en sus secretos, en la justificación de su entorno, en la significación desu gloria, pero una conversación con gentes que han vivido el dolor y la esperanza de sus propias existencias, apoyando sus pies sobre esa tierra, constituye una notable excepción, que al menos a mí, me ha ayudado muchísimo a entender el fondo y la categoría de lo que Sevilla supone y significa.
Pues bien, hace unos días tuve la suerte de mantener, de nuevo, una conversación con Pepe Luis Vázquez. Estoy seguro de que España entera le recordará como uno de los toreros de mayor clase y estilo. Está actualmente ciego, pero conserva una memoria excepcional, mantiene en su cabeza fechas, sucedidos y palabras que engloba en el inmenso espacio de lo que fue su vida profesional. Confieso que en algún momento de nuestra entrevista brotaron las lágrimas en mis ojos, porque contemplar su figura con los ojos perdidos, pero con el alma abierta confesando nuestra ya larga amistad, era un privilegio que recordaré toda mi vida. Presente estaba su mujer de siempre, Mercedes, que le ha cuidado con la sensibilidad excepcional con la que los sevillanos hacen las cosas, en el triunfo, en la gloria y al fin, en la retirada. Pepe Luis no ha perdido nada de su ayer y lo que los ojos le niegan, el corazón lo suple. Tiene fechas y referencias a contenidos que es muy difícil que se mantengan claros en el tiempo. Le pregunté cuál había sido la fecha de su debut en Málaga, que yo lejanamente recordaba puesto que solo era un niño. Rápidamente me contestó. «Fue una corrida mixta; dos matadores y dos novilleros; matadores, Marcial Lalanda y Cagancho y el hijo de Sánchez Mejías y yo.»
Continuamos hablando de todo lo que Sevilla había significado para mí. Los golpes de afectos continuados, los apoyos que evidenciaban un gran alto grado de sensibilidad, degenerosidad y sobre todo de aliento. En ese momento de la conversación intervino Mercedes, su mujer y me dijo: “Le pido a José Luis que recite los versos que yo le digotodas las noches”. Yo me quedé estupefacto y le dije que no sabía que le tenían que recitar para que se durmiera. Él, entonces me contestó: “para que me que duerma no, para seguir soñando”. Pepe Luis me contesto con voz propia, sin ninguna quebradura,algo que todavía conservo en mi memoria. Entonces se produjo una situación patética,porque haciendo un supremo esfuerzo Pepe Luis me relató estas palabras:
“Dime dónde va a llegar
este querer tuyo y mío.
Dime dónde va a llegar,
estoy perdiendo el sentío,
cada día te quiero más”.
“Dime dónde va a llegar
este querer tuyo y mío.
Dime dónde va a llegar,
estoy perdiendo el sentío,
cada día te quiero más”.
Al escuchar estas últimas palabras confieso que quedé aprisionado por la emoción cuando el tono de su voz apenas se quebraba.
Refiero esta anécdota como compensación de las muchas que retengo y que hacen referencia a la actitud llena de caballerosidad, generosidad y hondura de cómo se comporta el pueblo sevillano.
En estos momentos en que España sufre la amenaza de una desintegración, estoy seguro que Sevilla puesta en pié, reclamará lo que no es tan sólo su legado histórico, sino su heroica aportación a una España unida por encima de las diferencias y de los enfrentamientos.
Cuando me despedí de él me dijo tan solo: “Gracias José, me has traído la paz que siempre necesito”. Yo le contesté: “La paz me la has traído tú y la memoria de nuestra amistad perdurará para siempre”.
Creo que al referir esta anécdota, completo no un suspiro de admiración sino un golpe que recibo en el pecho al recordar todo lo que Sevilla ha significado para mí y que ofrezco a mis lectores como una muestra de un sentimiento inextinguible que me compensa, que me eleva y que adquiere en el tiempo la fortaleza de lo verdadero. A esto añado siempre mi recuerdo agradecido a Dios, que me permitió, a través del conocimiento de los hombres, vivir parte de su historia, tener vivamente en pié la memoria sevillana confundida junto al olor del azahar y la visión esbelta de sus viejas y enhiestas palmeras.
JOSÉ UTRERA MOLINA
6 de mayo de 2013
Bendita sea tu pureza
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día,
alma vida y corazón.
Mirame con compasión
no me dejes Madre mía
(échame tu bendición)
Amén
(El último inciso, apócrifo, pertenece al devocionario familiar, pero siempre pensé que cierra mejor la oración)
Feliz y fervoroso mes de Mayo a todos
LFU
3 de mayo de 2013
La llamada del Alcázar
Ayer estuve con mi familia, de nuevo en el Alcázar, por primera vez desde la apertura del Museo del Ejército. Pude comprobar de primera mano, lo que otros me habían dicho: se trata de un museo descafeinado, pues la frialdad y el minimalismo han despojado al museo del aroma de gloria y heroísmo que se respiraba en el caserón del Buen Retiro, estando impregnado todo él del terrible mantra de lo políticamente correcto.
Consecuentemente, todo lo relacionado con la gesta heroica del asedio del Alcázar de Toledo ha quedado absolutamente postergado, cuando no dolosamente ocultado. Tuve que preguntar -en unión de un grupo de militares- cómo acceder al Despacho del Coronel Moscardó, que puede visitarse por los que quieran hacerlo aunque no figura en la guía. Desde luego no era nada fácil y no existe indicación alguna para acceder a dicha estancia.
Al encontrarlo, noté como también la maldita ley de memoria histórica y lo políticamente correcto había dejado su miserable impronta en ese templo de la dignidad. La placa de mármol que reproducía la conversación entre Moscardó y su hijo (en la foto de arriba puede apreciarse) ha sido sustituida por las únicas fotografías de todo el edificio en las que se muestra cómo quedó el Alcázar tras su terrible asedio por el ejército rojo.
En otro lugar, en tamaño mucho más reducido, han colocado una placa de plástico en la que se refleja la mención a la llamada en el diario de operaciones, más aséptica y sin invocaciones a la patria y a Cristo Rey para hacerla mas "digerible" por el espectador progre. Todo con olor a antiséptico de hospital.
En cualquier otra nación, esto sería absolutamente impensable e intolerable. Pero España es diferente. Aquí toda villanía se justifica y se soporta por la mayoría sin protesta. Pero yo me niego a asistir impasible a este asesinato de la historia propiciado por Aznar, el instigador del traslado del museo al Alcázar, a Zapatero y a Chacón, artífices de haberle robado el alma al mejor museo del ejército del mundo entero y a todos los militares que se han prestado a esa villanía, pisoteando su propia dignidad.
Me quedo con aquella memorable conversación, de la que hubo muchos testigos y que debería emocionar a muchas generaciones de españoles independientemente de su credo o religión, tal y como fue retratada por el gran Augusto Genina:
Honor y Gloria a los heroicos defensores del Alcázar. LFU
1 de mayo de 2013
Un Estado fallido
La realidad termina poniendo a cada uno en su sitio. Una de las cosas que sólo se adquieren con los años es una cierta perspectiva para juzgar las situaciones sin impaciencias ni improvisaciones.
Sólo los que no quieren ver, se empeñan en defender un Estado de las autonomías, el de la Constitución de 1978, absolutamente fallido. No sólo ha logrado multiplicar por tres el número de funcionarios que había en España en 1976, incrementando exponencialmente un gasto público que termina por ahogar a la clase media a base de subidas impositivas a las que ya se ha alistado hasta la derecha liberal. Lo peor, con mucho, es que ha dinamitado la unidad nacional, creando abismos de separación entre las diversas regiones de España, subvencionando a los partidos separatistas que en treinta y cinco años de manipulación y corrupción por partes iguales, han enseñado a dos generaciones de españoles a odiar a su patria.
Los que, como mi padre, advertían en 1978 sobre las catastróficas consecuencias del título VIII de la Constitución ven ahora con profunda tristeza lo acertado de sus sombríos pronósticos, que entonces les condenaron al ostracismo.
Aquí ya no valen los parches. Sólo vale una total refundación del Estado si no queremos asistir al desgarro de ver como desaparece la patria que nos vio nacer.
LFU
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