"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
17 de diciembre de 2012
Magnífica homilía de D. Jesús Higueras
Artículo aparecido en ABC el 16 de diciembre de 2001, que compendia la magnífica homilía que ayer, Domingo de Gaudete, pronunció en Santa María de Caná, el Párroco D. Jesús Higueras.
13 de diciembre de 2012
Sensación de impunidad
El abierto y descarado desafío secesionista por parte de la
corrompida y desvergonzada clase política nacionalista no desaprovecha ocasión
para manifestarse mediáticamente, copar portadas y telediarios, en definitiva,
hacer todo el ruido posible sabedor de que España es una nación en decadencia,
quebrada en su interior por un sistema constitucional que alentó posibles virus
desintegradores sin prever vacunas o remedios efectivos contra ellos.
El bochornoso espectáculo de ayer en el Congreso, la
intolerable chulería de unos sujetos insultando a nuestra nación, y amenazando abiertamente
a su gobierno con la insumisión manifiesta a cualquier ley que pudiera obligar
a las instituciones autonómicas a respetar el derecho de cualquier padre a que
su hijo pueda escolarizarse en la lengua oficial del Reino de España, no
merecía una contestación tan medrosa, cabizbaja y acobardada por parte del
Ministro de Educación, balbuceando que no pretendía en modo algún atacar a la
escuela en catalán. ¡Pero qué es esto!, me revolvía en mi interior al escuchar
la intervención del ministro, arrinconado y a la defensiva ante un desafío
abierto y descarado por parte de unos cuantos forajidos envalentonados con acta
de diputado.
Asistimos a una clamorosa quiebra del Estado de derecho, del
principio de legalidad, donde la autoridad del Estado parece haber quedado
limitada a su poder coactivo en materia tributaria para los millones de
españoles –cada vez menos- que se levantan cada día para ganar honradamente su
pan de cada día. Para esos que se
desayunan cada día con noticias alusivas a la corrupción de unos y otros, de
las cuentas en Suiza, de las sociedades pantalla, del 3%, de las comisiones
millonarias que todos parecen conocer menos el fiscal, mientras escarban en sus bolsillos para juntar
un euro con el que pagar su café. Esos
que no entienden por qué carajo no existe una voz en el gobierno que se alce de
una vez, con la legitimidad que le dan millones de votos prestados por la
desesperación, para decir alto y claro un ¡Basta ya! que lo entiendan hasta los
que lamentan que aún se hable el castellano en
los colegios de Barcelona.
No podemos asistir inermes a un clima generalizado de
impunidad que se ha instalado en la sociedad española. No podemos permanecer
impasibles ante el desafío de quien presume ufano de pasarse por el arco del
triunfo el principio de legalidad contestado con un silencio cobarde y acomplejado
por parte de quienes representan las más altas magistraturas del Estado.
La misma sensación de apisonadora que provocan las
providencias de apremio del Ayuntamiento ante una leve infracción de tráfico
debe recaer de manera urgente sobre los genios de la disgregación que se
esconden bajo los hongos de cada aldea.
Los españoles necesitamos, ahora más que nunca, cuando se nos exigen sacrificios
sobrehumanos, que el Gobierno no haga dejación de su poder y utilice todos los
resortes que están a su disposición para demostrar que con el Estado de derecho no se juega. Hasta
las últimas consecuencias. Porque es muy posible que el ardor nacionalista acabe
arrugándose cuando el pueblo que no llega a fin de mes vea desfilar caminito de Jerez a los patriarcas
mesiánicos que se lo han estado llevando calentito con bolsas del corteinglés mientras se enfundaban en la bandera para
cubrir su propia iniquidad y su colosal desvergüenza.
LFU
4 de diciembre de 2012
Memoria de Francisco Franco
Conocí a Francisco Franco cuando tan sólo tenía seis años. Estaba muy lejos de pensar entonces que, con el paso de los años, yo sería de los pocos españoles que, acaso de forma temeraria, pero con pertinaz convicción seguimos empeñados en defender su nombre y la verdad de un tiempo que muchos españoles se han dejado arrebatar indiferentes ante la manipulación y la mentira de los muñidores del «pensamiento único». Y es que, si entonces eran legión quienes le adulaban, comenzando por quien hoy es –por que así lo quiso él- Rey de España, ahora resulta poco menos que temeraria la sola mención de su nombre si no es para arrojar cobardes lanzadas a su memoria.
Fue mi padre quien, consciente de lo irrepetible de la ocasión, quiso darme la oportunidad de conocer a su único Capitán; al hombre al que había empeñado su lealtad hacía casi cuarenta años en un juramento de fidelidad al que hoy sigue haciendo honor como el primer día. El recuerdo de aquella tarde es una deuda más que se une a la infinita cuenta de gratitud que tengo con él.
De aquél 19 de diciembre de 1974 en el Pardo se entremezclan en el recuerdo imágenes grabadas en mi retina de niño con otras adquiridas con el tiempo. Pero junto a la patética visión de las manos temblorosas del hombre que aún regía los destinos de España, aún resuenan en mi memoria unas palabras que ya nunca habría de olvidar. Poniéndome la mano en la cara, Franco me dijo: «sólo te pido una cosa: que seas tan bueno como tu padre». Ignoro qué extraño mecanismo haría que una frase tan sencilla en apariencia quedase para un niño como recuerdo imborrable de aquella fecha. Sólo después de muchos años he podido entender, al fin, que aquellas palabras –pronunciadas meses antes de su muerte- eran la muestra de gratitud de quien comenzaba a sentir el dolor de la soledad y el frío de la traición, hacia quien le había demostrado el calor de una lealtad sin fisuras.
Mi lealtad a la memoria de Francisco Franco está pues, en mis venas, pero nunca se ha sentido incómoda en mi cabeza. Cuanto más me he acercado después a su figura, a su trayectoria vital y a su obra, mejor he comprendido la fidelidad que le demostraron tantos españoles, aún cuando la muerte convirtió su nombre en blanco del odio y la mentira, y tan provechosa fue la traición, el olvido y el silencio de los que tanto le debían.
Ahora, cuando el gobierno de la derecha se pliega cobarde a las más sectarias exigencias de la izquierda radical y nos prohíbe celebrar un homenaje a su memoria en un Palacio de Congresos que el mismo inauguró; cuando una mayoría de los españoles asiste indiferente a un colosal espectáculo de manipulación histórica que llena de ignominia retrospectiva a varias generaciones que hicieron posible con su esfuerzo el bienestar del que disfrutamos, es cuando siento un mayor orgullo en proclamar mi gratitud como español a Francisco Franco y a todos cuantos, bajo su larga jefatura, hicieron posible el resurgir de una nación reducida a cenizas por el odio desatado por el marxismo que probó por primera vez en España el sabor amargo de la derrota.
Lealtad y gratitud que no deben confundirse con «franquismo», pues valorar con justicia los logros de un régimen fruto de una coyuntura histórica irrepetible es cosa muy diferente que pretender el absurdo de su proyección en el futuro de España. Así que no soy franquista. Tan sólo exijo que se respete la verdad de una época y que, con la misma intensidad con la que se resaltan sus errores, se valoren sus indudables aciertos.
Winston C. Churchill llegó a afirmar “el pasado de la URSS es impredecible”, en alusión a los rectificados oficiales de la historia rusa en la Enciclopedia Soviética, que de una edición a otra convertía a héroes en traidores; o que restauraba como líderes modélicos a quienes ya habían sido condenados y ejecutados por las nomenklaturas del momento. Lo mismo cabe decir del nuestro, merced a la irresponsabilidad de una clase política acomodada entre la mentira y el complejo.
Por eso, hoy, al cumplirse 120 años de su nacimiento, he vuelto a recordar las palabras con las que termina Laurent del Ardeche su célebre Historia del Emperador Napoleón Bonaparte: “El inmenso drama de su maravilloso destino terminará con el cerramiento de las puertas de su fúnebre tumba; pero esta tumba esclarecida subsistirá para lección eterna e inexorable de la humanidad entera: allí estará para recordar perennemente a los mortales que, a pesar de las contiendas y pasajeros triunfos de los partidos, el tiempo trae consigo la justicia, deja pasar la tormenta y ve crecer los laureles”.
LFU
Fue mi padre quien, consciente de lo irrepetible de la ocasión, quiso darme la oportunidad de conocer a su único Capitán; al hombre al que había empeñado su lealtad hacía casi cuarenta años en un juramento de fidelidad al que hoy sigue haciendo honor como el primer día. El recuerdo de aquella tarde es una deuda más que se une a la infinita cuenta de gratitud que tengo con él.
De aquél 19 de diciembre de 1974 en el Pardo se entremezclan en el recuerdo imágenes grabadas en mi retina de niño con otras adquiridas con el tiempo. Pero junto a la patética visión de las manos temblorosas del hombre que aún regía los destinos de España, aún resuenan en mi memoria unas palabras que ya nunca habría de olvidar. Poniéndome la mano en la cara, Franco me dijo: «sólo te pido una cosa: que seas tan bueno como tu padre». Ignoro qué extraño mecanismo haría que una frase tan sencilla en apariencia quedase para un niño como recuerdo imborrable de aquella fecha. Sólo después de muchos años he podido entender, al fin, que aquellas palabras –pronunciadas meses antes de su muerte- eran la muestra de gratitud de quien comenzaba a sentir el dolor de la soledad y el frío de la traición, hacia quien le había demostrado el calor de una lealtad sin fisuras.
Mi lealtad a la memoria de Francisco Franco está pues, en mis venas, pero nunca se ha sentido incómoda en mi cabeza. Cuanto más me he acercado después a su figura, a su trayectoria vital y a su obra, mejor he comprendido la fidelidad que le demostraron tantos españoles, aún cuando la muerte convirtió su nombre en blanco del odio y la mentira, y tan provechosa fue la traición, el olvido y el silencio de los que tanto le debían.
Ahora, cuando el gobierno de la derecha se pliega cobarde a las más sectarias exigencias de la izquierda radical y nos prohíbe celebrar un homenaje a su memoria en un Palacio de Congresos que el mismo inauguró; cuando una mayoría de los españoles asiste indiferente a un colosal espectáculo de manipulación histórica que llena de ignominia retrospectiva a varias generaciones que hicieron posible con su esfuerzo el bienestar del que disfrutamos, es cuando siento un mayor orgullo en proclamar mi gratitud como español a Francisco Franco y a todos cuantos, bajo su larga jefatura, hicieron posible el resurgir de una nación reducida a cenizas por el odio desatado por el marxismo que probó por primera vez en España el sabor amargo de la derrota.
Lealtad y gratitud que no deben confundirse con «franquismo», pues valorar con justicia los logros de un régimen fruto de una coyuntura histórica irrepetible es cosa muy diferente que pretender el absurdo de su proyección en el futuro de España. Así que no soy franquista. Tan sólo exijo que se respete la verdad de una época y que, con la misma intensidad con la que se resaltan sus errores, se valoren sus indudables aciertos.
Winston C. Churchill llegó a afirmar “el pasado de la URSS es impredecible”, en alusión a los rectificados oficiales de la historia rusa en la Enciclopedia Soviética, que de una edición a otra convertía a héroes en traidores; o que restauraba como líderes modélicos a quienes ya habían sido condenados y ejecutados por las nomenklaturas del momento. Lo mismo cabe decir del nuestro, merced a la irresponsabilidad de una clase política acomodada entre la mentira y el complejo.
Por eso, hoy, al cumplirse 120 años de su nacimiento, he vuelto a recordar las palabras con las que termina Laurent del Ardeche su célebre Historia del Emperador Napoleón Bonaparte: “El inmenso drama de su maravilloso destino terminará con el cerramiento de las puertas de su fúnebre tumba; pero esta tumba esclarecida subsistirá para lección eterna e inexorable de la humanidad entera: allí estará para recordar perennemente a los mortales que, a pesar de las contiendas y pasajeros triunfos de los partidos, el tiempo trae consigo la justicia, deja pasar la tormenta y ve crecer los laureles”.
LFU
26 de noviembre de 2012
Cataluña, peor aún.
El resultado de las elecciones autonómicas catalanas demuestran que Más es menos, pero que ahora son todavía más los que quieren ser menos.
No nos engañemos. Cierto es que el ridículo del mesías catalán ha sido de órdago, pero el parlamento salido de las urnas no es como para que ningún español de bien pueda sacar pecho.
La única nota positiva está en el ascenso de Ciudadanos, producto de la errática trayectoria del PP catalán, cuya enésima estupidez ha sido la boutade del autonomismo diferencial, esto es, el federalismo acomplejado. Lástima que no hayan sido capaces de concurrir con UPyD, cuyo mensaje era idéntico, pero al que los personalismos le perjudican. Se ha perdido una ocasión histórica para que todos los partidos que defienden la unidad de España hubieran concurrido unidos a estas elecciones. A situaciones excepcionales, soluciones excepcionales, pero no.
Mucho me temo que Más optará por una huida hacia delante con tal de permanecer a la cabeza de la manifestación. Los independentistas son clara mayoría y todo parece indicar que en poco tiempo van a escenificar el desafío al Estado español.
Esperemos que el gobierno se ate los machos, porque vienen a por todas.
LFU
No nos engañemos. Cierto es que el ridículo del mesías catalán ha sido de órdago, pero el parlamento salido de las urnas no es como para que ningún español de bien pueda sacar pecho.
La única nota positiva está en el ascenso de Ciudadanos, producto de la errática trayectoria del PP catalán, cuya enésima estupidez ha sido la boutade del autonomismo diferencial, esto es, el federalismo acomplejado. Lástima que no hayan sido capaces de concurrir con UPyD, cuyo mensaje era idéntico, pero al que los personalismos le perjudican. Se ha perdido una ocasión histórica para que todos los partidos que defienden la unidad de España hubieran concurrido unidos a estas elecciones. A situaciones excepcionales, soluciones excepcionales, pero no.
Mucho me temo que Más optará por una huida hacia delante con tal de permanecer a la cabeza de la manifestación. Los independentistas son clara mayoría y todo parece indicar que en poco tiempo van a escenificar el desafío al Estado español.
Esperemos que el gobierno se ate los machos, porque vienen a por todas.
LFU
21 de noviembre de 2012
Me hallará la muerte. De J.M. De Prada
Ficha técnica
Fecha de publicación: 08/11/2012
592 páginas
Idioma: Español
ISBN: 978-84-233-3921-1
Código: 10010543
Formato: 13,3 x 23 cm.
Lomo 1246
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Áncora & Delfin
«Me hallará la muerte...» escoge la gesta de la
División Azul, en su faceta militar pero también de maniobra política interna y
geopolítica, sirviendo como marco sociológico, político e histórico para
concitar la atención de una ambiciosa y compleja trama. Se apunta así, De
Prada, a la estela de otras novelas publicadas en los últimos años, que pese a
la mayor o menor calidad de su factura, sin embargo han ganado el favor de
muchos lectores. Entre ellas, merece la pena recordar, especialmente, la de
José María Blanco Corredoira, la muy grata, sencilla y sólida "Añoranza de
Guerra".
En lo literario, De Prada mantiene el buen
oficio narrativo con momentos de prosa inspirada en las dos primeras partes de
la novela que, sorpresivamente, hace aguas en la tercera parte, sin posibilidad
de rescate, pues la ambiciosa historia trenzada hasta ese momento degenera en
una suerte de folletín truculento con aspiraciones de novela negra, teniendo
demasiado de lo primero y poco de lo segundo, salvo cumplir con alguna de las
prescripciones canónicas del Código Hays, olvidando que el mal en muchas
ocasiones es sutil y no siempre grosero y procaz.
Resulta contradictorio que la seriedad con que
el autor inicia la novela, que revela un cuidado estudio del habla de la época
y de sus estratos sociales, así como la preparación de una compleja urdimbre
argumental con mezcla de géneros: del picaresco al épico, de la crónica
histórica y social a la novela psicologista, de pronto se diluye para quedarse
en una tentativa de obra mayor como si las prisas o un hito sobrevenido hubiese
arruinado el esfuerzo previo invertido. Así, los personajes, inicialmente bien
delineados, degeneran en alfeñiques sin consistencia y credibilidad,
sometiéndolos a un maltrato insólito que no se compadece con los mimbres con
los que se les presenta. Del mismo modo, el retrato de la España de la posguerra
acaba resultando en exceso esquemático, de trazo grueso y desfigurador que no
se compadece en absoluto, con la pretensión declarada de rigurosa documentación
del autor al señalar: “ y
la labor de documentación, a veces muy penosa. Y es que hablo de una época
lejana pero lo suficientemente cercana para que las personas de cierta edad
puedan notar que chirrían algunos elementos” (El Cultural del diario El Mundo, 16 de noviembre de 2012).
Por otro lado,
tanto el reiterado abuso de procacidades, gratuitas en muchas ocasiones, como la
repetición monótona de expresiones o frases hechas del texto como apostilla de
la acción revelan ora una autocomplacencia acrítica en la reiteración ora una
limitación, probablemente sobrevenida, para llevar a puerto seguro el proyecto
de novela que en su inicio parece atisbarse.
Insistiendo en uno de los desequilibrios más
notables de la novela, resulta especialmente inesperado, por tener el autor
conocimiento y acceso directo a personajes que participaron en esa época, el
trazo grueso con el que describe la posguerra española en general, y
particularmente, la injusta y maniquea inquina con que despacha a la Falange y
a los falangistas. Se ofrece un aguafuerte expresionista de la España de la
posguerra en línea con el antifranquismo literario más ortodoxo, siendo no sólo
un dislate nada original -ya Cela inauguró esa senda con «La Colmena»- sino que
resulta incompatible con un análisis histórico mínimamente objetivo. Si el
régimen descrito estaba habitado por fatuos idealistas, lameculos
profesionales, corruptos uniformados y plutócratas en convivencia con el poder
político, ¿cómo es posible que emergiera de él, una clase media que vertebró
socialmente el país?, ¿cómo es posible que el sistema iniciado en 1978, recibiera
una administración ligera de funcionarios y el sistema impositivo más benigno
de Europa?, ¿cómo es posible que el ordenamiento jurídico existente, en el que
Estado estaba sujeto a control, pudo ser homologado prácticamente en su
totalidad para el inicio de la vida democrática?; ¿Cómo ese régimen vendido al
capitalismo americano acabó prácticamente con la miseria secular de muchas
partes de España, la infravivienda y el analfabetismo en menos de 40 años?.
Resulta triste y un poco absurda esta deriva
del texto pues trasluce un rencor sin rebaja alguna hacia todos los
protagonistas de ese pasado que pretende describir con verosimilitud. Nadie se
salva. Los falangistas, una de dos: o eran unos tontos idealistas o unos
aprovechados; los democristianos unos lamentables meapilas; y los tecnócratas
del Opus Dei, una panda de sectarios, y así con todos… Esa pretensión
descriptiva, demoledora e inmisericorde, parece destilar un prejuicio
ideológico que sólo puede proceder de la indigesta asimilación de un tradicionalismo
mal entendido cuya pugnacidad sin límite hace frontera con el nihilismo más
extremo.
Esperamos, pues, que en la próxima novela, De
Prada, retome su mejor pulso narrativo y lo ponga al servicio de causas
artísticas más nítidamente provechosas, libre de absurdos ajustes de cuentas,
estériles siempre, siendo seguro que el resultado literario mejorará, pues la
grandeza de miras, él bien lo sabe, siempre redunda en el buen resultado de la
obra literaria.
César Utrera-Molina Gómez
20 de noviembre de 2012
20 de noviembre
«No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria.»
Francisco Franco Bahamonde. Testamento político
«Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia.»
José Antonio Primo de Rivera. Testamento
Cada año que pasa, me reafirmo todavía más en mi convencimiento de que llegará el día en que España reivindique a estos dos ilustres hijos suyos como patrimonio común, por encima de coyunturas y banderías.
El tiempo trae consigo la justicia, deja pasar la tormenta y ve crecer los laureles.
LFU
14 de noviembre de 2012
Breves sobre la actualidad
Como últimamente no tengo un respiro en el trabajo, dejo algunas pinceladas sobre la más rabiosa actualidad:
- La unión entre dos personas del mismo sexo con vínculo de afectividad análogo al matrimonio no es un matrimonio, lo diga el Tribunal Constitucional o su porquero. Ya sabemos lo que da de sí la Constitución en los treinta y tantos años que ha venido siendo estrujada por un Tribunal político desprestigiado, carísimo y absolutamente prescindible. Así que me declaro insumiso ante el término y lo que es más importante, ante la discriminación que implica respecto del matrimonio natural, el de un hombre y una mujer, que es el que ha posibilitado que no se extinguiese nuestra especie.
- El supuesto derecho a adoptar debe decaer siempre ante el derecho de un niño a tener un padre y una madre y no dos madres, dos padres o tres padres y dos madres. Esto es de cajón y no es que dos padres, dos madres o lo que sean no puedan darle el mismo o más amor: lo que no pueden darle es la posibilidad de tener un padre y una madre, esto es, de poder interactuar con ambos a la vez.
- Es absolutamente despreciable e intolerable que el Sr. Anson utilice la Real Academia para imponer su ideología/fantasía en el Diccionario. la definición del "franquismo" como régimen totalitario es mendaz, sectaria y no resiste un análisis mínimamente serio desde el punto de vista de la doctrina del derecho político.
- Me parece ridículo que crucifiquen al futbolista Susaeta con sus declaraciones sobre la "cosa". A un futbolista de 23 años educado en Vascongadas bajo el imperio de la LOGSE no se le puede exigir que se exprese con propiedad cuando le ponen delante una alcachofa. Bastante es que con la que está cayendo, el muchacho no haya mandado a la porra a España y haya expresado su deseo de formar parte de la selección de eso que llaman Euz....
- Por cierto, el futbolista Piqué ha hecho mucho más con sus declaraciones que el PPC (partido políticamente correcto) para combatir el secesionismo. Menuda ocurrencia la del autonomismo diferencial de la recauchutada y acomplejada candidata
- ¿Alguien puede decirle al Ministro de Estado Margallo que no se dice "latinoamérica" sino "Iberoamérica", sobre todo cuando tiene que hablar de la Cumbre Iberoamericana? ¡Qué cruz!
LFU
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