Cataluña conmemora hoy la derrota
de los partidarios del archiduque Carlos de Habsburgo contra los de Felipe V en
la Guerra de Sucesión a la Corona de España. Los nacionalistas, sin embargo,
han convertido tal efemérides en una suerte de holocausto del sentimiento
catalán por parte de España como potencia opresora. Bien pensado, podían haber elegido algún otro
acontecimiento histórico, como la toma de Granada por los Reyes Católicos, la
Batalla de las Termópilas o el diluvio universal como justificación histórica
de su aldeano afán.
Josep Pla se preguntaba con clamorosa
ingenuidad: “¿Tendremos algún día en Cataluña una auténtica y objetiva
historia? ¿Cuándo tendremos una Historia que no contenga las memeces de las
historias puramente románticas que van saliendo?”.
Pero en lugar de seguir a Pla, el
nacionalismo catalán, desde el inicio de la transición, decidió emular a Joseph
Goebbels, ministro encargado de la propaganda de Hitler, quien solía decir que
“una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Desde hace más de 30 años, todo el aparato del
Estado en Cataluña, servido en bandeja a los nacionalistas por los padres de la
Constitución y los sucesivos gobernantes, ha venido adoctrinando a la juventud
en la colosal mentira de que Cataluña es una nación secularmente oprimida por España.
La obsesión de Stalin –denunciada por
Orwell en 1984- por manipular la historia a su antojo, siendo el precursor del
borrado de personajes de las fotografías, ha servido de hoja de ruta para los
genios de la disgregación, que han contado en su empeño con el entusiasmo
catalanista de la izquierda y con la displicencia, cuando no complicidad interesada, de la
derecha.
La última y más reciente mentira
goebbelsiana utilizada por el independentismo catalán es que la grave crisis
económica que padecen es consecuencia de que Cataluña está siendo exprimida por
el resto de España que está de fiesta perpetua a su costa. No, por supuesto,
del coste de sus embajaditas, de sus innumerables canales de televisión, y de
sus innumerables fuegos de artificio identitarios. Y es que fue Zapatero quien tras ganar las
elecciones en 2004 levantó el techo de gasto público a todas las Comunidades
Autonómicas, y el triparto empezó a derrochar sin medida abriendo embajadas por
doquier para colocar a hermanos y familiares y un largo etc., dejando al
término de la legislatura la deuda más grande de toda la historia de la
Generalidad.
No me gustó que el nuevo embite
independentista se despachase ayer por el Presidente del Gobierno con un “no
toca” y “estamos para otras cosas”. Frente a la mentira, que esclaviza, la
verdad nos hace libres y Cataluña necesita de forma urgente un baño de verdades
que la rescate de la roña nacionalista que amenaza con dejar en la postración
más absoluta a una de las partes esenciales de España.
LFU