"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

6 de septiembre de 2012

"Un ejemplo conmovedor". Por José Utrera Molina

A continuación transcribo el artículo publicado por ABC en el día de hoy



UN EJEMPLO CONMOVEDOR

Vivimos un tiempo en el que el apresuramiento de los juicios es moneda común.

La protesta, la incomprensión y a veces incluso la ira, nublan no solamente el territorio de nuestro presente sino lo que es peor, enturbian y a veces hacen cenagosos y difíciles los caminos y las rutas del futuro. Nos atrevemos a vaticinar, a veces con aire insolente y dogmatico, determinadas cuestiones que requieren un análisis profundo. Creo que era Cicerón el que decía que el tesoro de un hombre no debía estar en la riqueza de los bienes sino lleno del sentimiento de la lealtad. He pensado en muchas ocasiones en el profundo significado de estas palabras y creo que tenemos el deber de preguntarnos hasta donde llega la audacia de nuestras opiniones y donde termina la sin razón de nuestros sentimientos. 

Se trata de hacer un retrato de la imagen de la actual juventud española. Hace ya muchos años tuve la inmensa fortuna de intentar educar en principios básicos e inmutables a una gran parte de jóvenes españoles. Afirmo que finalmente les contemplé convencidos. Que me miraron con gratitud y que pasados los años, bastantes recuerdan todavía la arisca verdad que a veces- según ellos me decían- lograban ponerles los vellos de punta. Quise cultivar la verdad en todas sus vertientes y no hubo para mí mayor ventura que encontrar en los ojos de mis oyentes un signo de venturosa gratitud. Puedo afirmar que una opinión mía sobre este trozo caliente de España que es la juventud, apenas si puede ser relevante y digno de reflexión para muchos. Para mí sí. Estimo que frente al bullicio de tanta insensatez como vemos en las calles, de tanta dejación de reglas elementales de convivencia, de tanta profanación insensata, existe por el contrario una minoría de jóvenes que poseen una fortaleza tan ejemplar que a los que ya peinamos demasiadas canas nos estremece de gozo y de alegría. No encuentro en las páginas de mi ayer intensamente vividas unos ejemplos tan escandalosos de abnegación, de virtud, de solidaridad y de entrega como los contemplo hoy con el gozo póstumo del que ya no va a ver o no va escuchar el eco de los pasos de las nuevas generaciones. No hablo de memoria sino de la contemplación de situaciones que en la época que viví junto a mis jóvenes camaradas no pude ni siquiera atisbar que hubieran de producirse. Cuando veo de cerca parejas de hombres y mujeres que sacrifican las horas alegres de verano para compartir la angustia dolorosa de los que menos tienen, cuando con un estremecimiento de emoción contemplo a quiénes cercanos a mí, huyen de la comodidad y de la ligereza y marchan a otros países para cuidar enfermos terminales, para acercarse a niños desvalidos, para alertar la proximidad de la muerte en enfermedades incurables y pasan sed, hambre y a veces un humano y natural desasosiego. Entonces, yo alzo el grito de mi alegría al saber que no todo se ha perdido. Afirmaba hace poco que no hablaba de memoria. Tengo dos nietos que han marchado hace muy poco al Camerún. Allí han permanecido durante cerca de un mes. Han conocido el hambre, la miseria y han contemplado con indignación la pasión y la frívola pasividad de una parte de la vida española que quieren cerrar los ojos ante situaciones tan dramáticas como éstas. 

He hablado de mis nietos y creo que he cometido un error. Ha sido un nieto mío, que se llama Ignacio, enriquecido por sus estudios, alabado por su constancia que acompañado por su novia Elisa que es una mujer fuera de serie, modelo de estudiante, llena de estilo y de elegancia han protagonizado esta etapa de vida juvenil marcada por los signos más patéticos del sacrificio. Cuando han regresado de aquel infierno les he preguntado con palpitante admiración lo que habían aprendido y me han contestado solo estas palabras: conocer el dolor muy de cerca y también la alegría con clamorosa proximidad a pesar de que estos últimos a penas ni tenían posibilidad de completar sus vidas con alimentos esenciales. Venían sin triunfalismo de apóstoles, sin orgullo ni pretensión alguna de ser ejemplares, pero en sus ojos, que eran parte de los míos, había un brillo infinito que llenaba los últimos resortes de mi alma clamando en medio de una esperanza rejuvenecida.

No toda la juventud española se ha afiliado al hedonismo, no toda ha perdido los resortes de la solidaridad sino que entregando sus vidas, sus voluntades, el tesón y el valor en ocasiones también han dado testimonio de su fe con el aliento de su ilusión no derrotada. Me he permitido romper la intimidad de mis alabanzas porque creo que son muchos los jóvenes que pueden acomodar sus vidas a ejemplos tan bellos y luminosos como hoy se producen a lo largo y a lo ancho del continente africano. Yo confieso haberme sentido orgulloso. Haber tenido en mis ojos a punto lágrimas antiguas, pero al final era tan resplandeciente la fe que contemplaba en ellos, la alegre disposición de sus jóvenes responsabilidades que sólo me ha quedado tiempo para bendecir a Dios y defender a los jóvenes que tienen el derecho de escribir nuevas páginas en la historia.  

JOSE UTRERA MOLINA

3 de septiembre de 2012

El regreso

Superada la siempre traumática experiencia de ponerse nuevamente la corbata por obligación, los que tenemos trabajo y por tanto hemos disfrutado de vacaciones, no podemos sino dar gracias a Dios por lo que hoy, más que derechos, constituyen privilegios.

Como decía un primo mío, hoy es el mejor día del año, con todos los fines de semana y vacaciones por delante....

Laus Deo

3 de agosto de 2012

Nerja


No sobran las palabras, sino las ganas que las atenazan.... y es que no veo el momento de hacerme a la mar con mi pequeña barca.

Como decía José Antonio, vivamos en el mundo, pero tengamos nuestro mundo aparte, en un rincón del alma.... El mío está junto al mar, con los míos, en Nerja, donde las horas se detienen y toda pena encuentra consuelo.

Hasta la vuelta.

LFU

24 de julio de 2012

Belinha

Mi hermano César me ha recordado oportunamente que gracias a la noble y justísima iniciativa del Ministro de Justicia de la que me hacía eco en mi entrada anterior, dentro de no mucho tiempo habitará entre nosotros más personas como Belinha, capaces de generar tanto amor, tanta poesía.  Belinha es el nombre de un poema y el de la hermana disminuida del poeta Miguel D'Ors que lo compuso.




BELINHA
(1958-2005)

Para mi hermana Ana

Un oscuro designio de Quien es
el propio amor y toda la Justicia
te denegó la luz de la razón.
Algún día veremos que era bueno,
que fue un resorte decisivo para
la Gloria del Señor del Universo.
Hasta entonces guardemos estas cosas
en nuestro corazón –arca de fe-.

Pero ya algún atisbo me anticipa
la claridad final: esa carencia
tenía un reverso misterioso de
privilegio: que nunca hicieras mal
y tu paso dejara en esta vida
la misma estela pura que los ángeles.
Más: tu debilidad nos hizo ser
a cuantos estuvimos cerca de ella
mejores que nosotros. Y hoy que ya
vives la luz del rostro Eterno
a todos tus hermanos nos mejoras
un poco más con tu oración perfecta.

Acaso a ti, de todos la más pobre,
a la que todo lo necesitaba,
a la que en tanto tiempo llegó apenas
a balbucir “las vacas” y unos cuantos
nombres propios cercanos (eso sí:
uniendo con un raro instinto los
matrimonios), precisamente a ti,
nosotros, tus hermanos, los llamados
normales, los que siempre te mirábamos
con lástima, por una de esas bromas
de la Divina Providencia, acaso
cuando llegue la hora verdadera
te debamos la Bienaventuranza.
 

Miguel D'Ors
Pontevedra, 31-XII-06/1-I-07
Inédito recogido en El misterio de la felicidad.

23 de julio de 2012

El atroz aborto eugenésico

«No entiendo que se desproteja al concebido, permitiendo el aborto, por el hecho de que tenga algún tipo de minusvalía o de malformación. Me parece éticamente inconcebible que hayamos estado conviviendo tanto tiempo con esa legislación. Y creo que el mismo nivel de protección que se da a un concebido sin ningún tipo de minusvalía o malformación debe darse a aquel del que se constate que carece de algunas de las capacidades que tienen el resto de los concebidos.»


Alberto Ruiz-Gallardón, Ministro de Justicia en la entrevista concedida ayer a La Razón

Las declaraciones del Ministro constituyen un salto cualitativo en la defensa de la vida. Son un fuerte aldabonazo a las posiciones de la izquierda proabortista que, cautiva de sus dogmas, asume desde hace tiempo  aberraciones éticas como la eugenesia, que formó parte del corpus doctrinal del nazismo. 


Pero suponen un terremoto que promete avivar un amplísimo expectro de conciencias adormiladas que justifican hoy el crimen abyecto del aborto con tal de deshacerse de una carga "insoportable" como  el nacimiento de un niño con minusvalías, con el mismo razonamiento que llevaría a justificar la eutanasia para librarse de la "pesada" carga de unos padres ancianos y disminuidos. Es un atroz subproducto de una sociedad materialista  como la nuestra que abomina verbalmente del nazismo al tiempo que justifica ignorante sus prácticas en función de una concepción hedonista de la vida.


Dios quiera que no nos quedemos sólo en el titular y que se haga, por fin más pronto que tarde, una ley justa que proteja a los más débiles de entre los débiles. 


No creo que haya ninguna otra lucha que merezca más la pena.


LFU



18 de julio de 2012

Razón del 18 de julio. Por José Utrera Molina



Yo nací en los albores del 18 de julio, tenía en aquella fecha tan sólo diez años, pero tengo que confesar que aquel acontecimiento tan históricamente importante rompió mi infancia y me incorporó ya al riesgo de la madurez.

Había sufrido en Málaga todo lo que había supuesto de ruptura el triunfo del Frente Popular en la ciudad. Nada de transigencia sonriente, nada de belicosidad caballeresca, nada que pudiera presumir un noble fondo de humana consideración. Quieran o no los que ahora han olvidado o, mejor dicho, han perdido la memoria de aquel día, al menos muchos hombres en cuya existencia estuvo grabado el sentido del deber nos revelamos contra la sectaria y vil manipulación de la Historia. Mi edad no consiguió de momento penetrar en el fondo de aquella terrible contienda, pero había tenido la suerte con muy poca edad, de tratar hombres jóvenes que anunciaban con sus palabras la posible proximidad de una nueva primavera. El 18 de julio fue para unos la posibilidad de enterrar a España y destruir sus cimientos milenarios y para otros la erección de un nuevo monumento a la esperanza y a la reconciliación.

He vivido durante toda mi ya larga vida el espíritu que se desprendió de aquel lejano 18 de julio. He negado hasta la saciedad los torpes argumentos que querían convertir esa fecha en una militarada al estilo de siglos anteriores. Sufrí en mi propia carne la desgarradura dramática de una familia que perdía a uno de sus miembros defendiendo hasta la muerte las ideas del 18 de julio, mientras que su hermano era Gobernador Militar de una provincia cercana bajo el dominio rojo. Viví intensamente todo lo que aquél proceso histórico significaba. Ahora lo considero alejado de la cólera dialéctica que acompañó algunos de mis pasos en mi ya lejana juventud. Declaro aquí que el 18 de julio fue un acto necesario. Franco recogió el inmenso clamor de una España dolorida y rota, para convertirla años después, en una nación en marcha que trataba de recuperar su destino.

Hoy estoy imposibilitado para hablar personalmente ante vosotros por una circunstancia fortuita que reduce mi movilidad pero que no ha nublado mi cabeza. Lo hace en mi nombre - y estoy orgulloso de ello-, uno de mis hijos, que comparte la firmeza de mi ideal y la disciplina de mi propia conducta. A él le debo la certidumbre de que aquel espíritu lejano, creador y luminoso del 18 de julio no muera en los caminos de la sangre de mi gente más próxima.

Hoy, alejado ya en el tiempo de aquella coyuntura, me siento delirantemente identificado con aquel grito, con aquel clamor, con aquella encendida esperanza que al menos en mí no ha muerto. Cuando Franco me llamó para indicarme mi nombramiento de Ministro de la Vivienda, le dije, - quizás con un tono de excusa- que no era merecedor de una responsabilidad tan importante, pero que cumpliría con mi deber poniendo mi alma en la tarea que se me encomendaba y añadí: “Soy falangista y como tal sirvo al Movimiento Nacional, pero no quisiera perder nunca la identidad a las ideas que he proclamado siempre. Franco me miró, como era su costumbre, profundamente y me  dijo: “Hace Vd. muy bien”.

De aquellas horas me distancian muchos años. Aquel que fue Caudillo de todos los españoles ha sido vil y cobardemente atacado incluso por muchos de los que fueron sus correligionarios. Pero yo he conservado, como mi mejor blasón, la lealtad al hombre que hizo posible el recobrar la dignidad a una España desesperada. Esta lealtad me consume y alimenta y esta noche quisiera trasladarla a todos vosotros, porque es cierto que con ella se vive en plenitud. La cobardía, no solo mata la fe, sino que destruye el resto de dignidad que un hombre pueda tener.

Lamento no estar esta noche entre vosotros, pero en la distancia os recuerdo y me alineo con vosotros con el mismo grito que amaneció mi infancia dolorida: ¡¡¡Arriba España!!!




José Utrera Molina


(Mensaje destinado a los asistentes a la cena conmemorativa de la Fundación Nacional Francisco Franco)