La nueva campaña anticlerical del PSOE –ese partido que, según los políticamente correctos
es tan “necesario” para el buen funcionamiento de la democracia- además de ser absolutamente demagógica, falsaria y vergonzante,
parte además de un vicio ab origine, que
es el mascarón de proa que han elegido para vocearla.
Gaspar Zarrías, ese patético y tramposillo personaje, que hacía piruetas en el Senado para votar por sí y por sus compañeros, es el arquetipo de dirigente socialista salido de la factoría del
zapaterismo: sectario, ayuno de luces, faltón, embustero y soberbio. A su lado,
el inefable Pepiño rezuma clase por los cuatro costados. Estoy convencido de
que si los partidos políticos tuvieran que pagar impuestos, muy probablemente
acabarían prescindiendo de mantener a tan prescindible fauna.
En cualquier caso, la Iglesia no necesita que yo la defienda
y el PSOE debería tomar nota del resultado que tuvieron los ataques contra la
Comunidad benedictina del Valle de los Caídos. Nada mejor para que miles de
conciencias adormiladas despierten que el acoso de los comecuras. Si algo bueno
ha tenido el zapaterismo es que ha vuelto a llenar muchas iglesias y ha
incrementado los ingresos por IRPF.
Si quieren pedir esfuerzos, que
empiecen por los partidos, los sindicatos, las fundaciones y el resto de las
entidades sin ánimo de lucro. Después, que reconozcan y cuantifiquen la ingente labor social que
realiza la iglesia por los más desfavorecidos y que Zarrías se cuelgue un
mandil y se ponga a dar de comer a los pobres como hacen las Hermanas de la
Caridad y las Hermanitas de los Pobres. Y después hablamos.
El PSOE se equivoca de plano al
tratar de recuperar el protagonismo perdido con campañas como ésta. Pero cuanto
peor, mejor. Yo soy de los que deseo fervientemente que ese partido que tanto
daño a hecho a España se autodestruya. La izquierda sensata no necesita de pícaros y bufones para hacerse notar.
LFU