Su cuerpo -visualizaba Arboleya- se erguía como queriendo zafar sus brazos de los grilletes que aferraban sus manos por la espalda.
Gritó tan fuerte «¡Arriba España!», que el sonido se confundió con la descarga de sus verdugos.
Se quebró su cuerpo, cayendo doblado, empapadas en sangre sus rodillas. La chusma allí reunida grito obscenidades; ni un grito, ni un «ay» del mártir...La orden de ejecución preveía esa primera etapa de deleite, a los triunfadores del momento....
José Antonio recibió la descarga en las piernas; no le tiraron al corazón ni a la cabeza; lo querían primero en el suelo, revolcándose de dolor. No lo lograron. El héroe cayó en silencio, con los ojos serenamente abiertos. Desde su asombrado dolor, miraba a todos sin lanzar un quejido, pero cuando el miliciano que mandaba el pelotón avanzó lentamente, pistola amartillada en mano y encañonándolo en la sien izquierda, el ordenó que gritase «¡Viva la República!» -en cuyo nombre cometía el crimen-, recibió por respuesta otro ¡Arriba España!
Volvió entonces a rugir la chusma, azuzando a la muerte. Rodeó el miliciano el cuerpo del caído y apoyando el cañón de la pistola en la nuca de su indefensa víctima, disparó el tiro de gracia.
Entre los papeles de la víctima se halló una cuartilla autógrafa del 14 de agosto anterior, en la que repetía incansable: «¡Arriba España! ¡Arriba España! ¡Arriba España!»
Testimonio inédito de Joaquín Martínez Alboleya, testigo presencial de la ejecución de José Antonio Primo de Rivera contenido en el Libro «
Pasión de José Antonio» de José María Zavala. Edit. Plaza y Janés. Noviembre de 2011 (págs. 374-375).
El libro, cuya lectura recomiendo, se presentará el martes 29 a las 19,30 en el Circulo de Lectores O’Donell-10.
A los 75 años de su muerte, José Antonio, aquél irrepetible capitán de una juventud heróica que amaba a España porque no le gustaba, alérgico a la componenda y ejemplar en el sacrificio, sigue presente en el corazón de muchos españoles que no nos avergonzamos de gritar ¡Arriba España!.
LFU