España está en una hora extremadamente crítica. En lo económico y en lo moral, nuestra patria está sufriendo las terribles consecuencias de ocho años de gobiernos sectarios, irresponsables e incompetentes. Para Zapatero no había más prioridad que su proyecto de ingeniería social dirigida a consolidar la supremacía moral de la izquierda mediante la manipulación de la Historia, el ataque a la familia, el ahogamiento de la libertad y el socavamiento de los valores de la civilización cristiana. Ha supeditado la supervivencia de la Nación y del Estado a su ignorante y sectaria radicalidad, gobernando sólo para la mitad de los españoles, provocando un grave desprestigio de instituciones como la fiscalía y el Tribunal Constitucional, convertidas en peones obedientes al servicio de su política sectaria. Ha retrasado de forma irresponsable la adopción de medidas indispensables para la supervivencia económica de España creando una situación pavorosa de desempleo, de desesperanza y de frustración colectiva como nación.
Ante la dramática situación que vive España, no soy partidario de adoptar posiciones dogmáticas, aunque respeto a quienes así lo hacen. Sé muy bien que el Partido Popular no hará, ni mucho menos, la España con la que sueño. Sé que sus muchos complejos en materia social y cultural nos privarán de un cambio de rumbo necesario para contrarrestar el inmenso daño que se ha hecho en las últimas décadas. Sé que seguirán muriendo asesinados cientos de miles de inocentes en el vientre de su madre…. Pero también sé que si hay algo verdaderamente prioritario en esta hora de España, es desalojar a la izquierda del poder, aplicar políticas económicas con sentido común y detener el deterioro moral e institucional de España. Me considero obligado a tratar de impedir que se vaya agrandando el abismo moral en el que han sumido a nuestra patria y de evitar que la incompetencia de sus políticas erráticas desahucie para siempre el futuro de nuestros hijos. Y, por primera vez en muchos años tenemos la oportunidad de infligir una derrota histórica y ejemplarizante al Partido socialista, que bien merecido lo tiene.