9 de febrero de 2011
El discurso del Rey
Como sucede con los libros que enganchan de verdad, «El Discurso del Rey» es una de esas películas que uno desearía que no acabasen nunca. Confieso que no conocía la historia de las dificultades oratorias de Jorge VI y mucho menos la intrahistoria del proceso de superación de las mismas gracias a los buenos oficios del profesor Lionel Logue.
Geniales los diálogos y excelsa la realización en una cinta que mantiene la tensión del expectador ante la angustiosa impotencia del protagonista para expresarse en público, con planos en los que personajes y espectadores bajan la mirada ante lo embarazoso de la situación.
Impecable la ambientación y la caracterización de los personajes, cabiendo resaltar el contraste entre el sentido de la responsabilidad del Duque de York y la enajenación sentimental del Príncipe de Gales, doblegado a los misteriosos encantos de Wallis Simpson.
Y absolutamente insuperable la actuación de ese gigante polifacético de la pantalla que es Colin Firth –Bardem, mejor que ni aparezcas en la gala de los Oscar- y del gran actor Geoffrey Rush en un papel que le viene como anillo al dedo.
Os dejo a continuación un vínculo en el que podréis ver la comparativa del verdadero discurso y del pronunciado en la película, para apreciar fidelidad con la que el Director ha recreado una historia de superación personal y de sentido del deber, que no debéis perderos.
LFU
7 de febrero de 2011
El subdelegado del Gobierno en Madrid, imputado por cerrar al culto la Basílica del Valle de los Caídos
Escribía Edmund Burke que «lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada».
Fueron muchos -la mayoría- los que pensaron que la suerte del Valle de los Caídos estaba echada cuando hace un año el Gobierno comenzó su estrategia de asedio al sagrado lugar, primero cerrando el recinto a las vistas tras sucesivas excusas, clausurando después la puerta principal para iniciar un desmontaje-trampa de La Piedad que tuvo que paralizar, obligando a quien acudía a misa a utilizar accesos recónditos y molestos, retirando las flores de las tumbas de Francisco Franco y José Antonio, tratando de borrar con disolvente parte de los frescos de la cúpula, etc...
Si por ellos hubiera sido, estoy seguro de que el Valle de los Caídos hubiese cerrado para siempre. Pero estos profetas de salón no contaban con el poder de la oración de la Comunidad Benedictina, ni con la determinación de miles de personas que decidieron hacer frente al todopoderoso aparato gubernamental. El 7 de noviembre asistí a las 11 de la mañana, bajo un intenso frío a la celebración de la eucaristía más emocionante que recuerdo, a las puertas del recinto, con la Comnunidad Benedictina y la escolanía al completo y el Santísimo sobre una caja de Cartón que lo resguardaba de la hierba mojada del frío rocío de la mañana. «Si no podéis venir a mí, yo iré a vosotros» recordaba el Padre Santiago Cantera en una homilía épica y emocionante. Esa fue la señal de la rebeldía que fue calando en miles de personas que, a partir de aquél día, domingo tras domingo, desafiaron -desafiamos- las inclemencias meteorológicas y el omnímodo poder de un gobierno injusto para acompañar a Dios en el Santo Sacrificio de la misa. Perdieron el miedo.
Yo contemplé con mis propios ojos, la cara de aturdimiento de los guardias civiles y comisarios políticos -que de todo había- ante el recogimiento y la emoción de aquella misa que habían tratado de impedir, mientras dejaban franco el paso a autobuses de asiáticos turístas. Aquellos guardias que con insolencia y prepotencia supinas, decían cumplir órdenes, no eran conscientes -o preferían no pensarlo- de que tales órdenes eran ilegales y no estaban obligados a cumplirlas.
Pues bien, algunos hombres buenos decidieron denunciarlo y hoy hemos sabido la noticia de que El subdelegado del Gobierno en Madrid, Ricardo García García, y un sargento de la Guardia Civil tendrán que declarar como imputados en el juzgado de instrucción número 4 de San Lorenzo del Escorial por un presunto delito contra la libertad de culto y religiosa.
Ayer volví al lugar con mi mujer y mis hijas. Eran miles las personas que habían acudido al Valle a disfrutar de un luminoso día de primavera adelantada con la nieve todavía fresca, y a acompañar a la Comunidad benedictina en las misas del domingo.
Seguramente muchos de ellos dieron por amortizado el lugar ante el acoso del gobierno y decidieron ponerse de perfil. Hoy pueden volver allí con sus familias y respirar la paz y el aire limpio de uno de los lugares más soberbios de la tierra, presidido por la mayor Cruz que jamás haya levantado el hombre.
Lo que nos demuestra que el mal puede ser vencido. Tan sólo es necesario no tener miedo.
LFU
3 de febrero de 2011
En la muerte de Ismael Medina Cruz
El pasado 1 de febrero, al tiempo que salía a la luz su emotivo último artículo en El Diario de Burgos, titulado «A Dios» rendía la vida ante el Altísimo a sus 87 años, el gran periodista y escritor don Ismael Medina.
Nacido en Cuenca, militante de la CNT en juventud y luego adherido al SEU, ha sido fiel al ideal y al estilo de José Antonio hasta su muerte. Redactor de “La Hora”, de “Alcalá”, de “Juventud”. Trabajó en “Arriba”, en “Pyresa” y en "El Alzcázar", fue comentarista de RNE en Italia, director del telediario de la noche de TVE. Colaboró con “Indice”, se mantenía últimamente vinculado al club “Encuentros” y escribía sus habituales artículos en la página "Vistazoalaprensa.com"
Descansa en paz, que te has ganado a pulso un puesto junto a los luceros.
Ismael Medina Cruz,
¡Presente!
LFU
2 de febrero de 2011
El caso «Faisán», Garzón, Prisa y Rubalcaba
Conviene recordar que el caso «Faisán» fue archivado por el juez Baltasar Garzón por entender –en un ejercicio de sectarismo y sometimiento al ejecutivo sin otros precedentes que los propios- que no había indicios suficientes de delito. En febrero de 2010, la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional por unanimidad ordenó al infame juez reabrir el caso y seguir investigando, apartándose así del inexplicable criterio del juez estrella.
El Auto de fecha 1 de febrero dictado por el Juez Ruz, sustituto de Garzón, deja en evidencia, en primer lugar a su predecesor, al acordar la práctica de pruebas e informes que el ídolo de la progresía consideró en su día irrelevantes e innecesarios y ahora hasta la fiscalía admite su relevancia. Deja en muy mal lugar a todo el aparato de Prisa que con tanto ahínco defendió –y sigue haciéndolo- la actuación de Garzón en este caso. Y amenaza con destapar una de las actuaciones más graves de los últimos cuarenta años y dejar al aire los extremos hasta los que llegaron Zapatero y Rubalcaba en su vergonzosa e indigna negociación con la ETA.
Hasta el momento, Garzón y Prisa, ya han caído en desgracia. El primero se sentará en el banquillo por prevaricación y la segunda está en almoneda perdiendo dinero a chorros. Rubalcaba y su equipo sobreviven por el momento, pero el caso Faisán podría convertirse en la maldición que acabe definitivamente con el siniestro trío progresista que tanto daño ha hecho a España, a la justicia y a la verdad..
LFU
31 de enero de 2011
El realismo de la Big Society*
En el mortecino panorama político de la vieja Europa la necesidad más que la virtud comienza a aguzar el ingenio y a dar frutos inesperados. En el Reino Unido, una de las naciones más antiguas y, en cierto modo, más anquilosadas y devastadas de Europa, bajo el lema "Big Society" el líder conservador, Cameron, plantea lo que puede ser bien una receta más de marketing político o bien un modo distinto y necesario de plantear la actividad política en el agonizante estado de bienestar europeo.
La crisis económica actual resulta inmune a las recetas socialdemócratas que tras 60 años de aplicación se revelan agotadas y nos ofrece una faceta fecunda al enfrentar el discurso político a la realidad, y de este choque emergen fórmulas como la "Big Society". En un mitin de julio del año pasado, Cameron explicó los objetivos principales de su propuesta: la descentralización del Estado británico; la reforma del sector público y el reforzamiento de las comunidades.
Late en la propuesta de Cameron una audaz apuesta por involucrar a los ingleses en la tarea política más allá de la mera participación electoral. Unos de los aciertos de esta propuesta consiste en detectar que la esclerosis del sistema político, social y económico de la Albión no puede sanarse ni con más estado y recetas públicas ni sólo con medidas liberales. El protagonista de toda política es el individuo y la comunidad que le acoge, ¿no es justo y razonable que ambas realidades participen no sólo como destinatarios pasivos de la actuación política sino también que sean actores en la ideación, gestión y aplicación de la misma?
No hay nada nuevo bajo el sol. Resituar la acción política en el individuo y en las ámbitos sociales naturales en los que se inserta es desempolvar uno de los pilares básicos del principio de subsidiariedad, tan manido y utilizado en las proclamas legislativas europeas y como poco visto en la vida política. ¿Cómo hacerlo? Ese es el cascabel que hay que poner al gato. La fórmula de Cameron apunta a una convergencia doble: el Estado debe facilitar este proceso de trasvase de poder y el individuo a través de sus comunidades reclamar su papel en él.
Frente al plan de actuación lanzado, resulta legítimo mencionar alguno de los retos que seguro encontrará en su camino la propuesta del primer ministro tory. ¿Cómo se supera la inercia social de desgana y alejamiento de la política en la mayoría de la población tras seis décadas de Welfare State? Asumiendo un incremento de la actuación del individuo y de las comunidades en las que se insertan, y tras décadas de relativismo inoculadas por el sistema educativo, ¿existe un mínimo consenso social que haga positiva la actuación política de grupos pequeños evitando que estos legitimen con poder político sus guetos o intereses de secta? Desaparecido el concepto de bien común que presupone una suerte de código mínimo de certidumbres de un pueblo si el Estado se debilita en exceso, ¿qué instrumentos de ámbito general quedan para su defensa?
El tiempo dirá si el "Big Society" tiene enjundia y su aplicación genera discusión y debate profundo más allá de las orillas de las Islas Británicas y puede refrescar no sólo el ambiente enrarecido de la política española sino el de toda Europa. Ojalá sea así, en todo caso, bienvenida sea toda idea valiente y realista que frente las abstracciones ideológicas en boga como la "madre tierra", las políticas de género, etc, reivindica al individuo, a su entorno natural y a su sociabilidad como piedra de toque de la vida política y social, y necesario fundamento de todo sistema político libre.
César Utrera-Molina Gómez
(Artículo publicado en Páginas Digital)
26 de enero de 2011
Carrillo y el Infierno
Hace unos días, un comentarista anónimo me afeaba un cierto empeño en hablar del pasado, así que, para darle gusto hoy me referiré al presente, como hiciera hace unos días al glosar el último libro de poemas de Enrique García-Máiquez.
Santiago Carrillo vuelve a ser, para solaz de alguno y hartazgo de más, rabioso presente, sin dejar de ser, a la vez, la viva imagen de lo más siniestro de nuestro pasado. Ayer sin ir más lejos, el viejo comunista mandó al infierno al periodista Luis del Olmo ante el atrevimiento de éste al preguntarle por su responsabilidad en el genocidio Paracuellos del Jarama.
Ignoro qué significado puede tener el infierno para este espectro estalinista: «Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin, a los que vosotros odiáis y calumniáis…» pero lo que es seguro es que una de las veces que trató de enviar a gente a su infierno llenó el cielo de mártires en el mayor genocidio que conoce la historia de España y cuya directa responsabilidad le perseguirá sin duda más allá de la muerte.
Son abundantes los testimonios que acreditan que Carrillo -Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, esto es, una especie de Ministro del Interior ante la salida del gobierno hacia Valencia desde el 7 de noviembre hasta el 24 de diciembre de 1936- fue quien dio la orden de eliminar a la “quinta columna” causando el martirio y la masacre de cerca de 6.000 personas en las sucesivas sacas producidas en dicho período. El no quiso firmar las órdenes de liberación de los presos. Lo hizo para la historia su segundo, Serrano Poncela.
Las pruebas que el Delegado de la Cruz Roja quiso llevarse a Ginebra con las pruebas del genocidio desaparecieron al ser derribado su avión el 8 de diciembre. Pero la burocracia de la Komintern, que creía iba a ser eterna, dejó numerosos rastros de los méritos del joven Carrillo, y ahí están recientemente desclasificados los Informes de Cordovilla, Dimitrov y Stepanov, los testimonios del nacionalista vasco Galindez y del Cónsul Noruego en Madrid, Félix Schlayer, uno de los testigos de cargo más implacables con Carrillo. Sabe también que una de sus principales acusadoras fue la propia Dolores Ibarruri, quien más de una vez le recordó su responsabilidad en la matanza.
Presente y pasado se entremezclan en el siniestro personaje –a quien el rey distingue con su real aprecio- cuyo halo de santidad democrática corre el riesgo de desaparecer gracias a la memoria histórica de Zapatero y a su propia incontinencia verbal.
Como decía el lema del famoso cuadro "Españoles: perdonad, pero no olvidéis"
LFU
20 de enero de 2011
Tres fotografías históricas
Acaba de clausurarse una exposición fotográfica sobre la obra del fotógrafo Martín Santos Yubero titulada "El Madrid de Santos Yubero".
De la exposición, ciertamente magnífica, me quedo con estas tres fotografías, las dos primeras, absolutamente desconocidas para mí.
La primera de ellas corresponde al cadaver de José Calvo Sotelo, tal y como lo abandonaron junto a las tapias del Cementerio de la Almudena (entonces denominado "del Este") los guardias de asalto y militantes socialistas que iban en la macabra furgoneta nº 17, tras haberle descerrajado dos tiros en la nuca.
Era la madrugada del 13 de julio de 2008, hacía calor y alguien tuvo la delicadeza de tapar el rostro del proto mártir con una chaqueta. Me remito a la entrada que hace un par de años escribí sobre el asesinato y a la interesante entrevista a uno de los que ocupaba dicha furgoneta.
La segunda, corresponde a José Antonio, Julio Ruiz de Alda y Raimundo Fernández Cuesta a la salida de un mitin en Madrid, posiblemente el del Cine Europa, puesto que ya vestían la camisa azul.
En ambas, llaman la atención los magníficos sombreros y me hace recordar el famoso lema comercial de una sombrerería madrileña de los años 40 "Los rojos no usaban sombrero"
La tercera y, quizás, la más conocida, nos habla de la alegría exultante de Madrid tras la entrada de las tropas nacionales a finales de marzo de 1939.
Como la exposición ya no puede visitarse, he creído oportuno compartirlas con vosotros, por su evidente interés.
LFU