Magnífico fue el artículo de mi amigo Luis Togores en La Razón y buena la secuela de Alfonso Ussía en el mismo diario. El gobierno, incapaz de afrontar la crisis económica, ha declarado la guerra al "chapiri" o tradicional gorrillo legionario, como en su día trataran sus predecesores de hacerlo con el tricornio.
En algunos círculos militares trata de restarse importancia al asunto alegando -como siempre- razones estrictamente operativas y circunscribiendo su supresión a las misiones internacionales.
Personalmente, me sorprende el recurso a la eficacia operativa, porque un ejército sin ritos y tradiciones acaba convirtiéndose en un grupo de mercenarios al estilo "blackwater". Un inglés se mondaría de risa si tratásemos de buscar razones operativas a los gorrazos negros de la guardia escocesa o a los cascos con plumones de su escuadrón de caballería.
Si hablamos de razones operativas, supongo que la presentación de credenciales de los embajadores dejará de hacerse en carrozas de época y uniforme y pasará a realizarse por correo electrónico y teleconferencia.
No sé si tendrán tiempo suficiente para conseguir su propósito, pero no nos equivoquemos. Zapatero ve el chapiri y se acuerda de Millán Astray, de Franco, de Yagüe y de los bravos soldados vencedores de una guerra que perdió su abuelo y quiere ganar él retrospectivamente.
Yo, por si acaso, he vuelto a sacar del armario el chapiri que mi padre me regaló cuando aún no había cumplido los cinco años para lucirlo en mi casa, con orgullo y desafío.
LFU