Con estupor no exento de indignación, recojo la noticia de
Europa Press:
«El arzobispo de la Seo de Urgell y copríncipe de Andorra, monseñor Joan Enric Vives, ha expresado su preocupación por el malestar ciudadano que ha provocado la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatut, así como por la coyuntura económica derivada de la crisis.Ha recordado que la Iglesia y los obispos catalanes, a lo largo de la historia, «han sostenido la causa nacional catalana, con su cultura, su lengua y sus instituciones» y se ha mostrado convencido de que continuarán haciéndolo «como compromiso pastoral» con sus fieles, a quien recordó que deben servir.»Lo primero que hay que decir es que monseñor Vives es un traidor a su Patria, con todas las palabras, aunque él no debe saber muy bien a lo que me refiero. Monseñor Vives es tan español como yo, aunque le escueza, porque nunca en la historia ha existido una nación catalana, por mucho que se empeñen en fabular la historia a su antojo los nacionalsocialistas amigos de monseñor. Aunque a medida que lo escribo, pienso que más que un traidor es un cobarde, pues la traición requiere de una voluntad decidida, de la que dudo haga gala el obispo en cuestión.
Lo segundo que hay que decir es que monseñor Vives, a pesar de todo el tiempo libre que tiene –pues los seminarios de sus diócesis están vacíos y sus iglesias no digamos- no se ha leído la Sentencia del Tribunal Constitucional, entre otras cosas, porque nunca la entendería. Su inteligencia ya la ha demostrado suficientemente vaciando de feligreses las parroquias y de vocaciones los seminarios. Y, desde luego, no tiene ni la más remota idea de la
“preocupación” del pueblo catalán por la meritada Sentencia, cuyos lectores en Cataluña pueden contarse con los dedos de una mano. Sólo sabe repetir mecánicamente lo que ha leído en los boletines escritos y hablados de la dictadura nacionalista.
Es evidente pues, que Monseñor Vives ha fracasado rotundamente en la misión pastoral que le encomendó el Papa, que desde luego no era la de defender la
"causa nacional catalana". Tal vez por ello está intentando agradar a los nacionalsocialistas convirtiendo el anhelo de independencia en compromiso pastoral, a ver si en algo puede tener algún éxito y reconocimiento. Es igual que haya más de un 20% de paro entre sus feligreses y que muchas familias pasen necesidad; que la crisis de valores haga estragos entre los jóvenes y los aleje de Dios, porque, en definitiva, el “pueblo” -excluyendo del mismo, claro está a los miles de catalanes que se sienten españoles- no tiene otra preocupación que la sentencia del Tribunal Constitucional.
Resulta evidente que la acción del maligno alcanza a todas las capas de la sociedad, pero algunos –como Monseñor Vives- se lo ponen en bandeja. A los escándalos de todos conocidos aventados por el ateismo militante hay que sumar ahora la siembra de odio nacionalista por parte de pastores de la Iglesia. Monseñor Vives, al igual que antes Monseñor Setién y Monseñor Uriarte no han predicado el amor, sino el odio y la disgregación.
Benedicto XVI ha hecho un gran trabajo en las diócesis vascongadas. Ardua tarea tiene ahora con las catalanas, donde hace falta entrar a saco con escoba y recogedor, para limpiar la Iglesia de tanto inútil indeseable.
Que Dios le perdone, Monseñor, porque no sabe bien el daño que está haciendo.
LFU