"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

19 de julio de 2010

La División Azul



Reproduzco a continuación, por su indudable valor la tercera de ABC del sábado 17 de julio firmada por el Comandante General de la Infantería de Marina, D. Juan Antonio Chicharro, Ortega haciendo honor a sus mayores y dignificando su uniforme. Gracias, mi General y un enorme ¡Viva España!

LFU

La División española de voluntarios en Rusia

Leo con gran satisfacción que el Ministerio de Defensa afirma que los hechos que protagonizaron un elevado número de españoles durante la segunda guerra mundial, encuadrados en lo que se conoció como la División Azul, tendrán cabida honrosa en el nuevo Museo del Ejército que se va a instalar en el Alcázar de Toledo. Es obvio que se podrá estar de acuerdo o no con los ideales que empujaron a tantos jóvenes a luchar allí, pero no lo hubiera sido el no reconocer la valentía y arrojo con el que lucharon en una de las epopeyas más grandes de la historia de España y de nuestro Ejército. También lo fue la que personificaron tantos otros en bandos contrarios. Todos eran españoles y todos lucharon y murieron por sus ideales y todosdeben ser recordados. Es la historia de nuestro Ejército con sus luces y sus sombras observadas éstas desde la perspectiva que cada uno quiera tomar, pero con el común denominador de la nobleza en la defensa de sus creencias. Escribo estas líneas, empujado por el impulso sentido ante las noticias que hablaban de la posible no presencia de la División Azul en el nuevo Museo del Ejército.

Mi padre, Juan y otros tres hermanos José, Luis y Antonio Chicharro Lamamié de Clairac se alistaron en 1941 en la División Azul para ir a luchar en defensa de sus ideales contra lo que entonces era la Rusia soviética de Stalin. Dos de ellos, Luis y Antonio, allí quedaron para siempre sumándose a otros dos hermanos que ya habían caído en la guerra de España; el primero de ellos, Luis, piloto de la denominada Escuadrilla Azul, falleció en combate aéreo, y el segundo, Antonio, soldado de la Cia. antitanques divisionaria, en combate cuerpo a cuerpo con fuerzas muy superiores en la defensa de la posición de Urdanik. Los otros dos, Juan y José, continuaron a la finalización de la campaña en el Ejército alcanzando ambos el Generalato. José fue General de División y mi padre Juan fue ascendido al final de su vida a General honorario precisamente por hechos acaecidos en la campaña de Rusia como bien glosó en el momento de imponerle la faja de General el entonces Jefe del Estado Mayor del Ejército, teniente general Pardo de Santayana.

De los dos supervivientes conocí de primera mano la dureza de los combates que allí libró la División Azul ante fuerzas muy superiores en número, que no en calidad; en unas circunstancias difícilmente imaginables.
Los hombres de la División colocaron el nombre de las armas españolas en un lugar sin parangón cercano a la gloria. No me estoy inventando nada. La bibliografía sobre estos hechos es enorme y no sólo la española afín, sino la que puede leerse de numerosos historiadores extranjeros.

Allí murieron en combate 5.000 españoles y más de 17.000 resultaron heridos. Estos son hechos irrefutables que de ningún modo pueden quedar en el olvido.
Pero hay más. Y es algo a lo que quiero referirme, pues es necesario que se sepa, que al igual que sucede ahora cuando son fuerzas españolas las que combaten o participan en operaciones en el exterior, la particular idiosincrasia del soldado español hace que su fiereza en el combate presente una faceta excepcionalmente humanitaria cuando del trato con la población civil o prisioneros se trate. En el frente de la División Azul fueron numerosísimos los prisioneros hechos al enemigo, quienes una vez en poder de los españoles supieron lo que es el trato digno al enemigo vencido; hasta el punto que es bien sabido que el mando alemán reprobó en numerosas ocasiones al mando español por las atenciones habidas con el prisionero ruso.

Y es en este contexto cuando quiero relatar que mi padre, retirado ya del Ejército, en los últimos años de su vida y siendo Presidente de la Hermandad de la División Azul, no tuvo otra obsesión que volver a la tierra donde luchó cuando tenía 17 años para encontrar los cuerpos de sus dos hermanos fallecidos en combate y darles sepultura. Volvió allí 53 años después y en su recorrido por lo que fue el frente de la División Azul tuvo la fortuna de reencontrarse con los ya ancianos rusos que conoció durante la época de la contienda, no sólo con los que se encontraban entonces en el territorio ocupado sino también con aquéllos con quienes combatió frente a frente y a los que Stalin no permitió su regreso a sus lugares de origen 53 años después; los entonces enemigos se encontraron cara a cara.
¿Qué sucedió? Pues simplemente que la confraternización fue la tónica normal . Hay vídeos que tengo en mi poder de estas «xuntanzas» de viejos combatientes —rusos y españoles— que se enfrentaron 53 años atrás con extremada crudeza pero que sabedores de la locura de lo que fue aquéllo estaban dispuestos a todo porque no se repitiera más. Menuda lección para la nuevas generaciones y en especial para aquéllos que no conocen lo que es la guerra y sus efectos.

¿ Puede alguien pensar que hechos así podrían haberse dado de no haber sido los entonces divisionarios, amén de los mejores guerreros, un ejemplo de nobleza y caballerosidad?

No, no merecen estos hombres que su gesta sea obviada y es por éso que leí con gran alegría la falsedad de las noticias que hablaban que el Museo del Ejército les podía olvidar.

En cualquier caso, yo, responsable de la preparación moral de mis hombres, no dejaré nunca, cuando de autoestimularme se refiera, de recordar al General Muñoz Grandes cuando, con temperaturas gélidas y despreciando los tiros, se acercaba a los llamados «guripas» para charlar con ellos y compartir cigarrillos; no dejaré nunca, cuando de implementar liderazgo entre mis capitanes se refiera, de recordar al Capitán Ordás, que al mando de su compañía atravesó las aguas heladas del río Ilmen con 200 hombres para acudir en socorro de una posición alemana aislada; no dejaré nunca, cuando de animar al heroísmo se trate entre mis tenientes, de recordar al Teniente Galiana Garmilla, quien con desprecio de su vida cruzó las líneas soviéticas en apoyo de unidades españolas sitiadas; no dejaré nunca, cuando de animar al sacrificio y al cumplimiento de las órdenes recibidas se refiera entre mis suboficiales y soldados, de recordar las penalidades de un sinfín de defensas numantinas cuerpo a cuerpo a más de 40º bajo cero que soportaron con estoicismo legendario.

Las ideas son discutibles y opinables —faltaría más— pero el heroísmo, el sacrificio, la valentía, el honor y tantas otras virtudes militares que allí se derrocharon son de TODOS. Sí, ya sé por qué escribo estas líneas; me lo está pidiendo mi padre desde el cielo.

JUAN CHICHARRO ORTEGA ES COMANDANTE GENERAL DE LA INFANTERÍA DE MARINA

15 de julio de 2010

La última cima




Título original: La última cima
Dirección y guión: Juan Manuel Cotelo.
País: España.
Año: 2010.
Duración: 82 min.
Género: Documental.
Producción: Manuel de Cominges, Antonio Torres y Javier de Silos.
Dirección artística: Raúl E. Recuero.
Sonido: Íñigo Guerrero (Iglú Producciones)
Realizador: Alexis Martínez
Distribuidora: European Dreams Factory.
Estreno en España: 4 Junio 2010.

El hecho de que unas cuantas miles de personas hayan asistido y todavía puedan asistir a una sala comercial de cine para ver un documental sobre un sacerdote, entre otras muchas consideraciones, no sólo es una rareza sino también una pequeña victoria a la hegemonía cultural del nihilismo, a la menguante propuesta cultural progresista e incluso a los productos hipercomerciales yankis.

El documental parte de un hecho concreto. La muerte de un sacerdote produce un interés sobre su vida, y simplemente, la recogida de testimonios de sus allegados, proporcionó material para crear una película que habla de él, de su trayectoria, de sus amigos, de su carrera eclesiástica, pero sobre todo, la película necesaria e involuntariamente trata de la presencia de Otro, en la vida del sacerdote.

Parecería importante hablar de la persona concreta que protagoniza el documental, pero no lo es tanto. Percibí, a través de la catarata de testimonios que el documental sabiamente y con ritmo aportaba sobre él, la presencia indisimulada del Otro a quien el sacerdote decidió seguir. De suerte, que durante cerca de dos horas, escuché con interés, agrado, sorpresa y hasta emoción, según los testimonios ofrecidos por el director del documental, el breve acontecer en la tierra de un sacerdote, pero el interés, agrado y emoción que sentí tenían la fuerza y persuasión del Otro que le llamó, impulsó e hizo plena su vida y que, evidentemente, es coprotagonista del documental.

De lo anterior, parece claro que no es muy preciso hablar de un documental sobre un sacerdote solamente, más bien de una película sobre cómo Cristo actuó en la vida de Pablo Domínguez que se hizo sacerdote de Aquél.

César Utrera-Molina

PD: Es de esperar que algunos de los que siempre tratan de adaptar, suavizar y hacer digerible el mensaje cristiano, sin mucho resultado, tomen nota de la eficacia y potencia con la que en este documental se manifiesta aquél.

Nota de LFU: Mi agradecimiento a mis amigos Antonio Torres y Manuel de Cominges, así como a Javier de Silos, por el enorme valor de su compromiso. Sin duda el éxito inesperado de la película y su valor evangelizador, está siendo su mayor recompensa.

14 de julio de 2010

Álvaro del Bosque


En cuantas ocasiones nuestras mejores entradas -como dice EGM- nos las escriben otros....

Aquí tenéis otra. Basta pinchar, pero para los que no sepan, la copio más abajo con mi agradecimiento a Gonzalo por expresar tan bien lo que tantos pensamos.

LFU


«De todas las caras que el mismo domingo se fueron asomando a la pantalla de televisión celebrando el título mundial, una en particular me emocionó. Se trataba de Álvaro del Bosque, el hijo de Don Vicente, exclamando pleno de felicidad que además de alegre por el título estaba radiante de orgullo por ser hijo de su padre.


Hubo gente que se sorprendió, porque desconocían que el seleccionador nacional tuviera un hijo con Síndrome de Down. La verdad es que yo me enteré de ello poco antes del Mundial de Sudáfrica. Luego he ido oyendo y leyendo otras cosas sobre él. Que se fue de safari con las familias de Llorente y Javi Martínez, se lo pasó pipa y luego no paraba de decirle a su padre que tenía que ponerlos de titulares (y por mi cuenta añado que sobre todo en el caso del delantero además hubiera sido de agradecer en algunos momentos), que Don Vicente dice de Álvaro que es “su ángel”, que Álvaro le pedía a su padre conocer a sus ídolos, pero Don Vicente, hombre prudente hasta el extremo, no quería trato de favor por ser su hijo y que le acabó prometiendo que le llevaría en el autobús si ganaban el Mundial… Y llegó la celebración del lunes y ahí estaba el chaval, pletórico y exultante, levantando la copa y pasándoselo en grande.

Y cuando en Moncloa lo vi junto al presidente no pude evitar pensar lo mismo que pienso cada vez que veo una escena similar. ¿Qué pensará Zapatero viendo la sonrisa de Álvaro y la felicidad que en todo momento irradiaba? ¿Se planteará decirle a la cara “mira chaval, tú ya estás aquí pero yo personalmente creo que tu vida no es digna y por tanto hay que poner todos los medios posibles para que hubieras sido exterminado a tiempo”?

Hablo de Zapatero porque lo pensé viendo esa escena, pero me vale igual para cualquier otro político del arco parlamentario, empezando por Rajoy -”soy partidario de la ley del 85″, dijo, que consagra la eugenesia de los afectados por el síndrome de Down o por cualquier otra supuesta dolencia, además de por el capricho “psíquico” de sus ejecutores- y pasando por todos y cada uno de los que sientan y han sentado sus posaderas en la Carrera de San Jerónimo. Y también, por supuesto, por todos aquellos que se ponen tan estupendos poniendo peros al aborto para al final salirte con un “hombre, en casos como ese, si el niño viene mal…”. ¿Viene mal? ¿Como si fuera un tornillo doblado o una camisa mal cosida?

El nacimiento de niños con Síndrome de Down en España -y en el mundo- ha disminuido en un 85%. Y digo “el nacimiento”, porque la incidencia sigue siendo la misma. No hay avance médico que haya solucionado ese trastorno genético. Lo único que hay es técnicas eugenésicas de diagnóstico y eliminación del niño. No son menos casos de Down. Son casos de Down matados “a tiempo” de no ser contabilizados.


Para alcanzar las escalofriantes cifras de exterminio a las que hemos llegado ha hecho falta, es cierto, una legislación que la ampare -bajo la denominación de “derecho” o de “despenalización”, pero amparo en cualquier caso- sostenida y defendida por TODOS los partidos que han pisado el parlamento. Es cierto y por tanto debe darse a los representantes públicos que han diseñado, redactado, aprobado, sostenido, defendido y sancionado las leyes su muy importante parte de responsabilidad. Pero también es cierto que a las cifras que hemos llegado no se llega sólo con acción política sino por aquiescencia de una masa de toda procedencia ideológica, social y cultural.

A todos ellos, a toda esa hez de la Humanidad que ampara, alienta o justifica la exterminación sistemática del diferente y del supuestamente imperfecto, invocando la perfección de la raza -porque es exactamente lo mismo, sean judíos gaseados, negros azotados y desmembrados o “disminuidos” abrasados, descuartizados y aspirados- les pediría que tuvieran un rapto de valor, y mirando la abierta sonrisa y el orgullo filial de Álvaro, o los ojos y la esperanza de Izaskun, o los juegos y la alegría de Raulito, y les digan a la cara, a ellos y a sus padres, familiares, amigos y compañeros que sus vidas no son dignas y que encuentran plenamente justificado, defendible o cuanto menos comprensible que sus cuerpos hubieran sido abrasados, descuartizados, aspirados, triturados y tirados por un desagüe hace unos años.

Otros seguiremos mirando a Álvaro, a Izaskun, a Raulito y a tantos otros por un lado con normalidad, y por otro, con cariño y el reconocimiento que merecen por ser exponentes de que hay esperanzas de detener el exterminio.»

13 de julio de 2010

Los enanos y el resurgir del orgullo español



A la manifestación traidora del nacional-socialismo catalán, cargada de odio, preparada con gran aparato por los politicastros del 3% y sin escatimar medios (más de 500.000 euros en fletar autobuses con bocadillo de todos los rincones de Cataluña), debemos contraponer la limpia, alegre y espontánea celebración de los más de 75.000 catalanes que se echaron a la calle en Barcelona bandera nacional en ristre para celebrar el triunfo de la selección española de fútbol en el mundial.

Deambulan escocidos y desorientados los nacionalistas, sin dar crédito a que once jovencitos con calzón corto a quienes une su condición de españoles, sean capaces de rescatar, de la clandestinidad impuesta por su dictadura del miedo, el orgullo de ser español en todos los rincones de nuestra geografía.

Produce verdadero regocijo asistir a las demostraciones de rabia de los traidores a España cuando ésta parece resucitar de sus cenizas entre laureles deportivos. ¿Acaso no se dan cuenta de que el Barça no es nada –muchísimo menos que un Club- sin España? ¿Qué televisión –excepción hecha de TV3- iba a adquirir los derechos del Barcelona-Hospitalet o del Figueras-Tarragona? ¿De dónde iban a obtener sus ingresos para fichar astros asturianos como Villa, canarios como Pedrito o manchegos como Iniesta?. Tanto odio irracional ciega hasta las mentes más lúcidas, pero la España de Lepanto, de Bailén y de Garellano ha vuelto a despertarles de su sueño delirante construido sobre el pesimismo existencial del 98.

Porque toda España, de nuevo, vuelve a ser rojigualda.

Arriba España

LFU

8 de julio de 2010

Selección española: la mejor vacuna contra la disgregación

(Foto: El Mundo)



España ha llegado por primera vez a la final de un mundial de fútbol por la puerta grande, y con el aliento ilusionado de toda una gran nación que, por unos días, ha recuperado el sentimiento de unidad y de orgullo patrio, dando la espalda a los genios de la disgregación, que se han quedado con el paso cambiado.

Que además el gol decisivo de España lo haya marcado un catalán, es para los que que amamos a España por catalana y a Cataluña por española, un motivo más de satisfacción y orgullo, al tiempo que lo es de gran preocupación y congoja para los que odian todo lo español. No en vano hemos sabido que en algunos campamentos de verano organizados por la Generalidad de Cataluña se prohibió a los niños ver el partido, que el alcalde de Bermeo suspiraba para que ganase Alemania: «Espero que Alemania nos dé una alegría», decía molesto; que el Diputado general de Álava afirmase jovial que «Preguntarme sobre el Mundial sería como preguntarme de un campeonato de rugby en Estados Unidos»; que el Alcalde de Guernica, un tal Gorroño, afirmase que «No tengo ningún interés en ese partido» y que que algún otro lider tribal hacía vudú con la camiseta de la selección.

Ayer ganó España y no perdió Alemania, que jugo y fue derrotada con caballerosidad. Perdieron los jefes de las tribus que vieron cómo en sólo 90 minutos se desmoronaba el castillo de arena que han estado fabricando con ladino esfuerzo durante 30 años, convocando en un sólo grito a todos los españoles que lo celebraban por igual en Bilbao que en Almería y en Barcelona que en Badajoz.

El futbol y nuestra flamante selección han demostrado ser el mejor antídoto de la irresponsabilidad de ZP y del odio de los nacionalistas. Ojalá el domingo vuelvan a flamear, ufanas, miles de banderas nacionales en toda España. Y a los que les pique, que coman ajos.

LFU

7 de julio de 2010

De cuando los Reyes celebraban la Victoria

Una buena amiga, que ha heredado tesoros de todo un siglo, me acaba de regalar esta invitación, que no requiere glosa alguna.

Recordando a Cicerón, sólo puedo decir: O tempora, o mores!
LFU

5 de julio de 2010

"Ladrones de la Historia". Por José Utrera Molina

«Nos quieren robar este prodigio de entrega y sacrificio que representó la tropa de la División Azul pero somos muchos los que todavía recordamos aquella gesta, honramos su heroísmo y no olvidamos la epopeya de su sacrificio»

Transcribo a continuación el artículo publicado en el ABC de ayer 4 de julio de 2010:



«El recuerdo es, tal vez, la punción vital más fuerte de nuestra existencia. Hay recuerdos que se desvanecen, otros se pierden en el horizonte oscuro de nuestra propia historia, pero hay memorias que aparecen como si estuviesen adscritas a nuestro cuerpo, pegadas a nuestra alma, introducidas para siempre en nuestro propio corazón.

Hoy ha regresado a mí uno de los recuerdos que posiblemente han conformado mi propia vida. Lo que voy a relatar aconteció hace ya muchos años, unos años que quieren ahora falsear y manipular vilmente. Era la tarde del 18 de julio de 1936, yo tenía entonces 10 años y estaba acompañado de un amigo mío que pasaba de los 14. Él se erigía en mí maestro, él me enseñó la insignia de las flechas falangistas que escribíamos en las paredes de nuestro barrio. Mediada la tarde se escucharon unas detonaciones. Mi amigo afirmó que eran fuegos artificiales; yo, que era más pequeño, le dije que me parecían tiros. Ante la perplejidad que aquél hecho nos produjo decidimos volver cada uno a su casa. Cinco días después, el padre de mi amigo era arrojado por el balcón de su casa por unos milicianos marxistas cargados de rencor y de odio. Pasó el tiempo, hubo una convocatoria que atraía fundamentalmente a la juventud para combatir al comunismo en Rusia, a la que entonces las altas esferas oficiales calificaban de culpable de nuestra íntima tragedia.

Mi amigo, que se llamaba Enrique Morante Villegas, acudió presuroso a la llamada de la recién constituida División Azul. Tenía prácticamente 16 años. Permaneció en las tierras de Rusia como combatiente durante dos años. Se comportó con una dignidad extraordinaria, y sintió en lo más profundo de su ser el orgullo de pertenecer a aquella generación española que lo daba todo sin pedir nada. Pasado el tiempo, tuve con él alguna que otra conversación, porque se enroló en la marina mercante española y, como contramaestre, hacía el viaje periódico desde Algeciras a Ceuta en un trasbordador. No hacía alarde de su historia, no se detenía en los episodios bélicos en los que él sin duda participó, fue simplemente un recio soldado, un idealista que había puesto en aquella empresa su granito de arena. Pasó mucho tiempo y una tarde hace dos años me visitó en mi casa de Nerja. Sentí una enorme alegría al volver a verlo. Me traía una copia del diario de la División Azul donde refería los acontecimientos que se habían producido desde el primer día de lucha a las horas de nuestro abandono. “Te traigo esto, afirmó, que apenas si tiene valor para que me recuerdes siempre”. Le conteste: “No es necesario, lo hago con mucha frecuencia”. Pero él mirándome fijamente me dijo: “Es que también vengo a despedirme de ti porque me voy a morir muy pronto”. Aquello me conmovió. Efectivamente a los 15 días Enrique Morante falleció y yo me quedé aliado como nunca a su recuerdo.

Él me había enseñado el Cara al Sol y, sobre todo, me había ofrecido siempre una lección de bravura, de coraje y de dignidad. Pienso que donde quiera que Enrique esté, habrá de sorprenderle la decisión oficial de este régimen de eliminar por completo todo símbolo o toda huella de aquella División que combatió con heroísmo por España. Para los nuevos apóstoles de la democracia, los 5.000 muertos y los 17.000 heridos de aquella unidad militar, calificada por historiadores extranjeros como la fuerza más brillante que participó en la II Guerra Mundial, no han existido. Dice el Presidente del Gobierno que no hay tierra de nadie, solo viento. Pues bien, el viento que en él se convierte en una maldición, nos ha traído la noticia de esta voluntad de exterminio de una de las páginas, más heroicas y más excepcionales de la vida de España. Conocí a muchos integrantes de la División Azul aunque yo era muy pequeño. Recuerdo también a Salvador Tomasetti Gironés que con 18 años murió besando una fotografía de su madre en el quicio de la Posición Intermedia. Tengo en mi despacho un banderín que recuerda su gesta. Podría referir miles de anécdotas encerradas en una rotunda realidad, la bravura y el valor de unos españoles que alejados físicamente de España no perdieron el calor de su Patria en el corazón. Hoy nos quieren negar esta realidad, nos quieren robar este prodigio de entrega y sacrificio que representó la tropa de la División Azul pero somos muchos los que todavía recordamos aquella gesta, honramos su heroísmo y no olvidamos la epopeya de su sacrificio. Que descansen en su siniestro manejo de la historia los que nos quieren robar esta parte de España. Otros permanecemos de pié hasta el ultimo día y rendiremos el tributo de nuestra admiración a los que lo dieron todo por la Patria. »


JOSE UTRERA MOLINA