"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

19 de abril de 2010

Tribunal Constitucional y Estatuto de Cataluña


Ya he escrito en este blog el respeto que me merece el Tribunal Constitucional. No debiéramos olvidar que este Tribunal fue un invento de Napoleón Bonaparte para que un Tribunal supuestamente independiente revistiese sus decisiones de un manto de legalidad.

Los constituyentes de 1978, siguiendo el modelo napoleónico –aunque ahora el poder lo tiene la oligocracia de los partidos en lugar del emperador- diseñaron el Tribunal Constitucional para que respondiese a los criterios del poder. La forma de elección de los Magistrados por el Parlamento, replicando los resultados de las elecciones, asegura la falta de independencia del «alto» Tribunal en materia de garantías constitucionales.

Y es que produce verdadero sonrojo a cualquier jurista escuchar hablar de magistrados «progresistas» y «conservadores» donde sólo tendríamos que hablar de magistrados con dilatada experiencia y prestigio profesional, insobornables e impredecibles en cuanto a su comportamiento profesional.

La historia del TC al servicio de su amo, no puede ser más funesta. Sirvan como muestra la sentencia de Rumasa –que todo estudiante de primero de derecho estudia como una aberración jurídica y que le costó la vida a García Pelayo-, la sentencia del aborto y el abuso de las «sentencias interpretativas» para salvar escollos imposibles

Cualquier párvulo entiende que si el Tribunal Constitucional no ha podido pronunciarse después de cuatro años sobre el recurso de inconstitucionalidad del Estatuto de Cataluña es porque éste tiene difícil encaje en la Constitución. Lo que se discute, por tanto, no es si es o no constitucional –pues esto está fuera de duda-, sino cuantos artículos, en qué materias y con qué amplitud van a ser declarados inconstitucionales.

Zapatero, que ha hecho lo que ha podido para hundir España, es también el causante del desprestigio más absoluto del Tribunal Constitucional. Él fue quien se empeñó de forma absolutamente irresponsable y temeraria en aceptar lo que saliese del Parlamento de Cataluña y lleva cuatro años tratando de que los magistrados «progresistas» se hagan el harakiri jurídico comulgando con ruedas de molino demasiado grandes. Parece que por ahora no lo ha conseguido y esto tiene visos de que pasarán dos años más sin que lo consiga, lo que constituye un escándalo sin precedentes, máxime porque tan dañina disposición se está aplicando y desarrollando con la mayor dureza y celeridad en una parte del territorio español, en el que la Constitución es papel mojado desde hace cuatro años.

Por eso, cada vez veo más plausible la posibilidad de que nunca se llegue a dictar Sentencia en este caso. No es ninguna boutade. No descartemos que Zapatero juegue sus cartas en el Parlamento para que, a través de una modificación legislativa, devenga innecesaria la sentencia. Sería otro escándalo mayúsculo, pero hace tiempo que no me escandalizo de nada de lo que pasa en este bendito país cada vez más lleno de sinvergüenzas.

LFU

16 de abril de 2010

«Los banqueros de la ira»

Rotundo y acertado artículo de Carlos Herrera en ABC


Viernes , 16-04-10

«QUE unos querellantes argentinos pretendan investigar a falangistas del 36 y a Suárez y Fraga y el Rey es un disparate. Que unos supuestos generadores de cultura de consumo propongan encerrarse en protesta antifranquista treinta y cinco años después de la muerte del dictador es un disparate. Que un fiscal sectario y reaccionario, que ya ejercía sus labores en el año 62, acuse a los jueces del supremo de torturadores y corruptos es un disparate. Que un rector ideologizado y partidista ceda de forma poco reglamentaria locales de la Universidad para un acto prácticamente golpista es un disparate. Que unos sindicatos paralizados en la agitación contra el paro que acogota a cuatro millones y medio de españoles anuncien movilizaciones a cuenta de un juez amigo al que se le va a juzgar por prevaricación es un disparate. Que algunos sectores políticos y sociales parezca que hayan despertado repentinamente de un letargo invernal y pretendan dinamitar la Transición con la excusa de que se pusieron una venda en los ojos es un disparate. Que un ministro del Gobierno se lamente de que un partido como Falange acceda a la Justicia como cualquier otro partido legal y que no recuerde, por ejemplo, que partidos hoy ilegales como Herri Batasna pudieran sentar en el banquillo de las sospechas a guardias civiles bajo denuncia falsa de torturas es también un disparate. Que altos cargos del Gobierno acudieran con espíritu excursionista a un zarandeo de la estructura del Estado en el que la agitación se asemejaba a un mal movimiento asambleario es un disparate. Que no se les llame la atención es otro disparate. Que nadie reclame desde el Gobierno o desde la Organización Judicial un poco de cordura y que no lo haga firme y severamente es un disparate aún mayor.

Disparate tras disparate, la dinámica política en España ha derivado en un parque temático repleto de personajes predemocráticos soltando soflamas por doquier y mostrando una capacidad de resentimiento de dimensiones considerables. Merced a esta dinámica revisionista, no es de extrañar que se acabe cuestionando todo y se pretenda poner en práctica la ruptura que no se hizo entonces, en la segunda mitad de los setenta, y que no comparten ni siquiera muchos de los que entonces eran partidarios de ella. Ayer hablaba José María Fidalgo del nuevo libro de uno de los pensadores más interesantes y originales del momento, Peter Sloterdjik, «Ira y Tiempo», en el que maneja un argumento particularmente interesante llamado «la bancarización de la ira». Se pregunta Sloterdjik por los mecanismos que han servido a los movimientos revolucionarios para presentarse como administradores de una especie de banco mundial de la ira. La ira se acumula en burbuja y es secuenciada en momentos concretos de la historia contemporánea: en España, ahora, en estos cinco o seis últimos años, parece haberse abierto una línea de crédito y la ira es liberada a la circulación con una generosidad desconocida. La ira no es ajena a la historia de ningún pueblo; el español conoce bien alguno de esos pasajes recientes en los que su manejo ha sido profuso y particularmente diestro, en los que han incendiado todas las relaciones transversales de los ciudadanos y en los que las consecuencias han sido, evidentemente, sangrientas. Ahora, en el 2010, la ira está tintando las estrategias de los arqueólogos de fantasmas y espectros hasta el punto de movilizarse en pos de desestructurar el pacto de convivencia sin revanchismos ni rencores que los ciudadanos nos hemos venido dando.

Quienes están incendiando la mecha, quienes están echando gasolina a las brasas de un fuego condenado a apagarse, quienes hacen del odio un argumento político, quienes quieren reverdecer enfrentamientos fraticidas, quienes viven en la nostalgia del guerracivilismo, están prestando un pésimo servicio a su país y puede que también a ellos mismos. Los banqueros de la ira han abierto oficina y están dispuestos a poner en marcha una agresiva campaña comercial.»

CARLOS HERRERA

Más Memoria histórica

Hoy tengo que dar las gracias a Y yo me la llevé al Río, por rescatar del arcano de la memoria un magnífico texto del Teniente General Guttiérez Mellado, -del que confieso nunca imaginé que suscribiría con entusiasmo texto alguno- que merece la pena leerse con atención:

«La guerra acabó con una victoria por la que no se va a pedir ahora perdón, como pretenden algunos; lo que no supone que no merezcan comprensión y respeto los que lucharon limpiamente al otro lado. El régimen que surgió legitimado con la victoria no puede ser juzgado hasta que desaparezcan quienes vivieron aquella etapa en la vida de España; cuarenta años de historia no constituyen una etapa transitoria para volver a empezar e ignorar este periodo, y querer basar cualquier actividad política en lo que pasó en la guerra es no querer que la paz siga imperando en España. El respeto a la memoria de Franco ha de ser aceptado por todos y es piedra de toque para que la paz sea posible... El olvidar nuestra guerra y mirar hacia adelante no supone entreguismo, claudicación ni humillación para ninguno, sea cual fuere el bando en que luchó, sino, al contrario, paz donde antes hubo lucha; convivencia pacífica en vez de posiciones agresivas y permanente cooperación en vez de acciones contrapuestas; relaciones políticas normales contra la dialéctica de la violencia. Todo ello encuadrado en un mapa político nuevo que permita las discrepancias ideológicas pero exigiendo y respetando unas reglas de juego iguales para todos.»

Teniente General Manuel Gutiérrez Mellado, 1977.

13 de abril de 2010

Aquelarre por Garzón en la Complutense

(fotografía tomada de Libertad Digital)

Retomando el hilo de mi anterior entrada, muy difícil se lo están poniendo a los magistrados del Supremo para modificar su criterio tras la vergonzosa mascarada protagonizada hoy por los sindicatos apesebrados UGT y CCOO y lo más granado de la izquierda sectaria y guerracivilista, encabezada por el patético Carlos Jiménez-Villarejo quien, entre otras barbaridades difícilmente igualables, acusó al Tribunal Supremo de ser el órgano de expresión del nuevo fascismo español, de complicidad con la tortura y de favorecer la delincuencia organizada, llegando a afirmar en el éxtasis de su intervención que "es incompatible con la democracia que se puedan aceptar querellas de partidos de extrema derecha" (sic). ¡Y el señor fiscal se ha quedado tan ancho!

Desconocía que el tío de la Trini padeciera trastornos psicológicos tan pronunciados, pero sus familiares deberían procurar reservarle para mejor ocasión, evitando sus desvaríos totalitarios con tanta publicidad.

De los sindicatos, ¡qué vamos a decir a estas alturas! Cuatro millones y medio de parados y se convierten en paladines del nefasto juez, como si su inocencia estuviera entre las principales preocupaciones de los que están pasando hambre y necesidad. Hace falta ser golfos.

La escenografía no podía ser más patética. Gritos de ¡No pasarán!, banderas de la Segunda República y añoranzas de la Escuadrilla del Amanecer, García Atadell, Carrillo y la Checa de Fomento. Sólo faltó que salieran de allí desfilando a tomar la Acorazada Brunete. Y atención al retrato de Garzón a lápiz de diez por cinco metros, con estilo de cartel de guerra de la CNT de los años 30, que pronto nos hartaremos de ver serigrafiados en camisetas, que lo del Ché está ya un poco demodé.

Y es que la cabra siempre tira al monte. El acto de esta mañana es la demostración más palpable del carácter totalitario, antidemocrático y sectario de la izquierda de España. Jamás en los últimos 35 años se ha producido un ataque más frontal, una presión más revolucionaria contra el Poder Judicial. La izquierda, esta izquierda jacobina y cainita, sólo quiere la democracia para lo que le interesa, pero no puede evitar que se le note su ramalazo estalinista que hoy, de nuevo, ha vuelto a reverdecer entre los muros de una Ciudad Universitaria que hoy se ha llenado de cieno, de ridículo y de vergüenza.

LFU

12 de abril de 2010

La Izquierda busca la condena de Garzón


Cualquiera que –como el que escribe- haya vestido la toga unas cuantas veces, sabe muy bien que una de las reglas de oro del derecho procesal –o, mejor dicho, del ejercicio del derecho de defensa- es no encabronar gratuitamente al juzgador, porque al fin y a la postre y más para bien que para mal, estamos tratando con personas y es conveniente no predisponerlas en nuestra contra.

Dicho esto, no dejo de preguntarme qué hay detrás de la insólita estrategia que está siguiendo la izquierda en su defensa del nefasto Juez Garzón, y es que, con amigos como éstos, Garzón no está muy necesitado de enemigos.

Quizás tiendo a sobrevalorar la maestría de la izquierda en el campo de la agitación y propaganda, pero sinceramente me escama tanta torpeza y me huelo que alguien de la propia izquierda está maniobrando de forma maquiavélica para acabar de una vez por todas con Garzón, un tipo ciertamente desaconsejable en el que nadie con mediano juicio puede confiar.

Y es que a nadie con un mínimo sentido común se le ocurre defender la inocencia de una persona tratando de desprestigiar a la acusación –véase en este caso Falange Española de las JONS y Manos limpias-, poniendo a parir al Tribunal Supremo, órgano encargado de su enjuiciamiento y querellándose contra el magistrado instructor. Y como le faltaba la guinda al pastel, los sindicatos no encuentran mejor cosa –con cuatro millones de parados- que llamar a manifestarse a sus vagos y maleantes en defensa del juez mártir, que para algo les pagamos todos su sueldo. Lo han hecho todo, todo, menos defender con argumentos la inexistencia de delito o la ausencia de responsabilidad criminal. Y esto empieza a oler a podrido.

Yo si fuera el abogado de Garzón me echaría a temblar. Si a la argumentación impecable, precisa e incontestable del juez Varela –para más inri, hombre de izquierdas- sólo son capaces de increpar a los querellantes por su ideología y proclamar que el fascismo se ha adueñado del Tribunal Supremo por querer sentar en el banquillo a un juez que ha dado muestras más que demasiadas de su sectarismo, falta de vergüenza y sobrada ineptitud, el destino del reo es más negro que la túnica de los nazarenos del Gran Poder.

Creo que la Falange y Manos Limpias han hecho un verdadero favor al Estado de derecho dando el primer paso para acabar con la increíble impunidad de tan nefasto funcionario. Pero alguien desde la izquierda o, al menos desde el sector más taimado de la misma, se ha aprestado de inmediato, con el insólito circo que ha montado, a mover los hilos necesarios para que acaben de darle la puntilla.

LFU

7 de abril de 2010

Crimen en Seseña. La hipocresía de una sociedad decadente.

Estremecedores resultan los detalles que se van conociendo del terrible crimen de Seseña. Y muy preocupantes las reacciones de políticos y contertulios, discutiendo si se debe o no legislar en caliente y si conviene endurecer las penas o rebajar la edad penal.

Y es que lo verdaderamente preocupante no es la mayor o menor dureza de las penas, sino el modelo de sociedad que, desde el poder político y mediático están creando desde hace décadas en toda Europa. La educación en valores como el cumplimiento del deber, el sacrificio, el orden o la disciplina desaparecieron para dejar paso a una cultura proteccionista y hedonista en la que el valor de la tolerancia se ha prostituido con la ausencia de referentes de un comportamiento moral de acuerdo con el derecho natural, que ha sido totalmente proscrito y desterrado de la enseñanza. La crisis de la familia, célula natural en la que el individuo encuentra su seguridad, está dejando una sociedad desestructurada y sin referentes morales válidos que han sido los que han cimentado la civilización cristiana, la más avanzada de las que existen en la tierra.

Los niños y los jóvenes necesitan ejemplos edificantes que poder imitar, pero los niveles de audiencia televisiva nos abren los ojos a la espeluznante realidad de una sociedad de adultos más preocupados por la vida sentimental de Belén Esteban o la paternidad de mengano y de zutano y por los resultados de la liga que por saber dónde y con quien están sus hijos, qué mensajes están recibiendo a través de la televisión y qué hacen en su tiempo libre.

Si nuestro sistema penal era válido para los menores hace veinte años, y ahora no, tenemos que preguntarnos si de verdad tenemos que cambiarlo o tenemos que tratar de transformar la sociedad. Yo me inclino por esto último.

Hay motivos de sobra para alarmarse y estar alerta ante la sociedad en la que están creciendo nuestros hijos. Y procurar cada día con nuestro ejemplo, darles a nuestros hijos, al menos, una mínima parte de lo que nosotros recibimos de nuestros mayores, esa generación «reprimida y puritana» que nos dejó una España mucho mejor que nosotros no hemos sabido defender.

LFU