Ya he escrito en este blog el respeto que me merece el Tribunal Constitucional. No debiéramos olvidar que este Tribunal fue un invento de Napoleón Bonaparte para que un Tribunal supuestamente independiente revistiese sus decisiones de un manto de legalidad.
Los constituyentes de 1978, siguiendo el modelo napoleónico –aunque ahora el poder lo tiene la oligocracia de los partidos en lugar del emperador- diseñaron el Tribunal Constitucional para que respondiese a los criterios del poder. La forma de elección de los Magistrados por el Parlamento, replicando los resultados de las elecciones, asegura la falta de independencia del «alto» Tribunal en materia de garantías constitucionales.
Y es que produce verdadero sonrojo a cualquier jurista escuchar hablar de magistrados «progresistas» y «conservadores» donde sólo tendríamos que hablar de magistrados con dilatada experiencia y prestigio profesional, insobornables e impredecibles en cuanto a su comportamiento profesional.
La historia del TC al servicio de su amo, no puede ser más funesta. Sirvan como muestra la sentencia de Rumasa –que todo estudiante de primero de derecho estudia como una aberración jurídica y que le costó la vida a García Pelayo-, la sentencia del aborto y el abuso de las «sentencias interpretativas» para salvar escollos imposibles
Cualquier párvulo entiende que si el Tribunal Constitucional no ha podido pronunciarse después de cuatro años sobre el recurso de inconstitucionalidad del Estatuto de Cataluña es porque éste tiene difícil encaje en la Constitución. Lo que se discute, por tanto, no es si es o no constitucional –pues esto está fuera de duda-, sino cuantos artículos, en qué materias y con qué amplitud van a ser declarados inconstitucionales.
Zapatero, que ha hecho lo que ha podido para hundir España, es también el causante del desprestigio más absoluto del Tribunal Constitucional. Él fue quien se empeñó de forma absolutamente irresponsable y temeraria en aceptar lo que saliese del Parlamento de Cataluña y lleva cuatro años tratando de que los magistrados «progresistas» se hagan el harakiri jurídico comulgando con ruedas de molino demasiado grandes. Parece que por ahora no lo ha conseguido y esto tiene visos de que pasarán dos años más sin que lo consiga, lo que constituye un escándalo sin precedentes, máxime porque tan dañina disposición se está aplicando y desarrollando con la mayor dureza y celeridad en una parte del territorio español, en el que la Constitución es papel mojado desde hace cuatro años.
Por eso, cada vez veo más plausible la posibilidad de que nunca se llegue a dictar Sentencia en este caso. No es ninguna boutade. No descartemos que Zapatero juegue sus cartas en el Parlamento para que, a través de una modificación legislativa, devenga innecesaria la sentencia. Sería otro escándalo mayúsculo, pero hace tiempo que no me escandalizo de nada de lo que pasa en este bendito país cada vez más lleno de sinvergüenzas.
LFU
Los constituyentes de 1978, siguiendo el modelo napoleónico –aunque ahora el poder lo tiene la oligocracia de los partidos en lugar del emperador- diseñaron el Tribunal Constitucional para que respondiese a los criterios del poder. La forma de elección de los Magistrados por el Parlamento, replicando los resultados de las elecciones, asegura la falta de independencia del «alto» Tribunal en materia de garantías constitucionales.
Y es que produce verdadero sonrojo a cualquier jurista escuchar hablar de magistrados «progresistas» y «conservadores» donde sólo tendríamos que hablar de magistrados con dilatada experiencia y prestigio profesional, insobornables e impredecibles en cuanto a su comportamiento profesional.
La historia del TC al servicio de su amo, no puede ser más funesta. Sirvan como muestra la sentencia de Rumasa –que todo estudiante de primero de derecho estudia como una aberración jurídica y que le costó la vida a García Pelayo-, la sentencia del aborto y el abuso de las «sentencias interpretativas» para salvar escollos imposibles
Cualquier párvulo entiende que si el Tribunal Constitucional no ha podido pronunciarse después de cuatro años sobre el recurso de inconstitucionalidad del Estatuto de Cataluña es porque éste tiene difícil encaje en la Constitución. Lo que se discute, por tanto, no es si es o no constitucional –pues esto está fuera de duda-, sino cuantos artículos, en qué materias y con qué amplitud van a ser declarados inconstitucionales.
Zapatero, que ha hecho lo que ha podido para hundir España, es también el causante del desprestigio más absoluto del Tribunal Constitucional. Él fue quien se empeñó de forma absolutamente irresponsable y temeraria en aceptar lo que saliese del Parlamento de Cataluña y lleva cuatro años tratando de que los magistrados «progresistas» se hagan el harakiri jurídico comulgando con ruedas de molino demasiado grandes. Parece que por ahora no lo ha conseguido y esto tiene visos de que pasarán dos años más sin que lo consiga, lo que constituye un escándalo sin precedentes, máxime porque tan dañina disposición se está aplicando y desarrollando con la mayor dureza y celeridad en una parte del territorio español, en el que la Constitución es papel mojado desde hace cuatro años.
Por eso, cada vez veo más plausible la posibilidad de que nunca se llegue a dictar Sentencia en este caso. No es ninguna boutade. No descartemos que Zapatero juegue sus cartas en el Parlamento para que, a través de una modificación legislativa, devenga innecesaria la sentencia. Sería otro escándalo mayúsculo, pero hace tiempo que no me escandalizo de nada de lo que pasa en este bendito país cada vez más lleno de sinvergüenzas.
LFU