La víspera de Reyes comenzó triste, con la despedida a la madre de un amigo a la que Dios quiso llamar para darle el mejor regalo de Reyes: Su abrazo definitivo, el premio a la entrega de quien vivió para dar vida a trece hijos que la honran con su ejemplo y su cariño.
Allí me encontré con viejos amigos, y uno de ellos llegó a emocionarme con solo dos palabras -"te sigo"- que me sorprendieron y aumentaron el peso de la responsabilidad de cada palabra que escribo en esta bitácora.
Ya entre los cipreses, pensé -más bien pedí- que bien podría Dios hacer un hueco entre la maraña de nubes negras y espesas para poner un poco de calor entre tanto dolor. Y alguien debió pedir lo mismo, porque minutos antes de que la tierra se abriese para recibir su cuerpo, un sol increíblemente primaveral apartó las nubes apretadas para hacer notar su presencia, como reflejo de la luz perpetua de la que sin duda, gozaba ya la madre de mi amigo.
Por la tarde fui con mi mujer y mis hijas, un año más, a la cabalgata de los Reyes Magos de Madrid y a juzgar por cosas que he leído de algunos aviesos comentaristas, es posible que hubiera dos. La cabalgata fue espléndida, todo un derroche de color, imaginación e ilusión, que en modo alguno restaba protagonismo, sino todo lo contrario a la fiesta que allí se celebraba. Flaca memoria tienen algunos, porque yo sí recuerdo las carrozas de hace muchos años en las que sobraba publicidad y faltaba ingenio. Algunos puristas quisieran que la cabalgata se limitara a unos cuantos pastores, los Reyes y sus pajes. Lo respeto. Pero en el siglo XXI, en el que los pastores son un gremio residual, me emociona ver que los que van a adorar al niño Dios son Mickey Mouse, Bob Esponja y todos los que hacen reir a los niños en nuestras casas. A mis hijas les encantaron las espectaculares girafas y el monumental elefante, el magnífico tren de vapor, la trapecista que colgaba de miles de globos y los Regimientos a caballo de la Policía Municipal y la Guardia Civil. Todos ellos precedían a unos Reyes Magos primorosamente vestidos subidos en carrozas de ensueño sin ninguna publicidad. Bien las imágenes del Misterio, el Aleluya y el Adeste fideles para recibir a los Magos y bien el discurso de viejo Melchor acordándose de ese bendito Niño que hoy es expulsado de tantos hogares y ministerios.
Hay que tener elegancia hasta para criticar. Y algunos, llevados por el odio y el sectarismo, han cruzado la raya de lo tolerable. Lo siento por ellos. Yo disfruté viendo la ilusión de mis hijas y no vi nada que pudiera restar protagonismo al verdadero motivo que nos congregaba. Sólo por poner un pero: me gustó mucho más el aleluya de Haendel como fondo de los fuegos artificiales del año pasado. En mi opinión, allí sobraba Lennon y su nihilismo. Pero todo lo demás, estuvo muy bien. Y que nadie me diga que estoy mediatizado por nada, porque este blog es un ejemplo de que no se me caen los anillos cuando tengo que poner a parir al Ayuntamiento por razones justificadas. Esta, desde luego, no lo era.
Un abrazo entrañable a todos y muy feliz 2010.
LFU