Hace unos días, en estas mismas páginas y bajo el título «Sed como niños» hice mía una reflexión del malagueño Jesús Cotta al hilo de la dificultad que encontramos los mayores para explicar a los niños determinados comportamientos de los adultos contrarios al sentido común y a la ley natural.
El sábado, por fin, pudimos explicarle a nuestra hija Paloma -siete años- las razones por las que, en lugar de irnos al parque o al cine, íbamos a asistir a una manifestación. Nuestras explicaciones, suaves pero realistas, debieron causarle un tremendo impacto pues no alcanzaba a comprender que alguien a quien –Jesusito o la cigüeña porque ignoran que la voluntad humana pueda tener algo que ver en ello- le envía un niño, fuese capaz de matarlo. Su respuesta, tras una larga meditación, fue una pregunta: ¿Y porqué no los dejan nacer y luego los envían a un orfanato?. La reflexión, llena de sentido común tiene más calado si tenemos en cuenta que la imagen que tienen para mi hija los orfanatos es la de la película «Annie» o «La Princesita» (esta última muy recomendable) y no son preciosamente lugares de ensueño. Al menos en el orfanato -supongo que pensó- todos esos niños tendrían una oportunidad para la vida.
En contra de la opinión de muchos de los que no asistieron (total, para lo que va a servir…..) creo que la impresionante manifestación del sábado es un aldabonazo más en la conciencia de una sociedad adormecida que ha estado demasiado tiempo mirando para otro lado para no enfrentarse con la cruda de realidad del mayor genocidio silencioso de la historia de la humanidad.
El sábado, por fin, pudimos explicarle a nuestra hija Paloma -siete años- las razones por las que, en lugar de irnos al parque o al cine, íbamos a asistir a una manifestación. Nuestras explicaciones, suaves pero realistas, debieron causarle un tremendo impacto pues no alcanzaba a comprender que alguien a quien –Jesusito o la cigüeña porque ignoran que la voluntad humana pueda tener algo que ver en ello- le envía un niño, fuese capaz de matarlo. Su respuesta, tras una larga meditación, fue una pregunta: ¿Y porqué no los dejan nacer y luego los envían a un orfanato?. La reflexión, llena de sentido común tiene más calado si tenemos en cuenta que la imagen que tienen para mi hija los orfanatos es la de la película «Annie» o «La Princesita» (esta última muy recomendable) y no son preciosamente lugares de ensueño. Al menos en el orfanato -supongo que pensó- todos esos niños tendrían una oportunidad para la vida.
En contra de la opinión de muchos de los que no asistieron (total, para lo que va a servir…..) creo que la impresionante manifestación del sábado es un aldabonazo más en la conciencia de una sociedad adormecida que ha estado demasiado tiempo mirando para otro lado para no enfrentarse con la cruda de realidad del mayor genocidio silencioso de la historia de la humanidad.
LFU