"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

19 de octubre de 2009

Sed como niños (II). Una oportunidad para la vida.


Hace unos días, en estas mismas páginas y bajo el título «Sed como niños» hice mía una reflexión del malagueño Jesús Cotta al hilo de la dificultad que encontramos los mayores para explicar a los niños determinados comportamientos de los adultos contrarios al sentido común y a la ley natural.

El sábado, por fin, pudimos explicarle a nuestra hija Paloma -siete años- las razones por las que, en lugar de irnos al parque o al cine, íbamos a asistir a una manifestación. Nuestras explicaciones, suaves pero realistas, debieron causarle un tremendo impacto pues no alcanzaba a comprender que alguien a quien –Jesusito o la cigüeña porque ignoran que la voluntad humana pueda tener algo que ver en ello- le envía un niño, fuese capaz de matarlo. Su respuesta, tras una larga meditación, fue una pregunta: ¿Y porqué no los dejan nacer y luego los envían a un orfanato?. La reflexión, llena de sentido común tiene más calado si tenemos en cuenta que la imagen que tienen para mi hija los orfanatos es la de la película «Annie» o «La Princesita» (esta última muy recomendable) y no son preciosamente lugares de ensueño. Al menos en el orfanato -supongo que pensó- todos esos niños tendrían una oportunidad para la vida.

En contra de la opinión de muchos de los que no asistieron (total, para lo que va a servir…..) creo que la impresionante manifestación del sábado es un aldabonazo más en la conciencia de una sociedad adormecida que ha estado demasiado tiempo mirando para otro lado para no enfrentarse con la cruda de realidad del mayor genocidio silencioso de la historia de la humanidad.


LFU

16 de octubre de 2009

José Serrano Carvajal. Un caballero malagueño. Por José Utrera Molina

El próximo día 23 de octubre, el Profesor Serrano Carvajal -Pepe Serrano para los que le queríamos-tenía que asistir al homenaje que le habían preparado con cariño un grupo de amigos. No llegó a tiempo, pues parece que Dios tenía prisa por reunirlo de nuevo con su mujer, que hacía un año le había dejado repentinamente, y el pasado día 3 lo llamó a su presencia para donde partió, en palabras de José Antonio, «rodeado de caras familiares y respirando un aroma religioso de sacramentos yrecomendaciones del alma, es decir, con todo el rito y la ternura de la muerte tradicional». Uno de sus amigos del alma -mi padre- desde el dolor de su ausencia, le ha dedicado su pequeño homenaje, el artículo publicado el pasado día 6 de octubre en el Diario Sur de Málaga, que he querido hoy traer a estas páginas:


JOSE SERRANO CARVAJAL, UN CABALLERO MALAGUEÑO


Hoy las tierras de Montejaque tienen para mí un triste recuerdo. Allí conviví con José Serrano Carvajal durante los seis meses de preparación de la Milicia Universitaria. Los dos fuimos alféreces y sentimos por igual el orgullo que aquella distinción suponía. Habíamos sido anteriormente compañeros de estudio y siempre amigos.

No exagero si confirmo en estas líneas que he sufrido con la muerte de Pepe Serrano un tremendo dolor. Hablaba con él casi todos los días y la amistad que sostenía con él no ha tenido interrupción alguna. Desde la época ya ciertamente lejana en que le propuse para ser Gobernador y Jefe Provincial del Movimiento de Zamora hasta hoy, había permanecido su ánimo, su generoso ánimo en el estado de gracia de la lealtad. Pepe Serrano era un caballero a la antigua, es decir, un hombre que tenía como honor el patrimonio de su dignidad y la señal inequívoca de su coraje. Nunca abdicó de sus convicciones esenciales, es más, las pregonó siempre, sin insolencia, sin la jactancia del orgullo, pero sí con la fuerza irrenunciable de su convicción. Amó la fiesta nacional hasta extremos que admiten muy poca comparación porque era consciente de la cultura que encerraba su significado y de lo importante que era llevar sus luces y sus imágenes nada más y nada menos que al templo sagrado de la universidad. Pepe Serrano amaba en el toreo la belleza, la estética que lleva encerrada la fiesta de los toros, era entendida por él de manera original y vibrante.

Ayer fui a los toros en la Plaza de las Ventas. Se produjo un minuto de silencio en su memoria. Creo que es la primera vez en la larga historia de las corridas de toros, que alguien que no ha sido profesional se le rinda un homenaje semejante. Yo que había compartido con él localidad y afanes, puntos de vista e ideas parecidas, llené con una oración el vacío que muchas veces suponen los minutos de silencio. He afirmado alguna vez que hay personas que se mueren y otras que se nos mueren. Pepe Serrano es de los últimos, su recuerdo permanecerá siempre vivo en mí junto a la gratitud a su lealtad, a la limpia idea de la amistad que siempre me demostró sin interrupción alguna. Era un malagueño tradicional, jamás abjuró de su tierra, la amaba entrañablemente. En su corazón estaban sus tradiciones, sus costumbres, sus glorias y sus penas. En su memoria tantas cosas como habría sentido al contemplar los amaneceres sobre el mar y las luces claras sobre las montañas. Pepe Serrano ha bordado con su vida la mejor y más templada verónica, lenta, solemne, pausada, con las manos bajas y el corazón en alto. Concretamente hace cuatro días estuve con él. Ya tenía en el rostro la señal de la muerte, pero su ánimo tenía una singular entereza. Yo le animé y me despedí de él con la conciencia de que era difícil que volviera a verlo vivo. Cuatro días después de nuestro ultimo encuentro, me dieron la noticia de su fallecimiento. Nunca he sentido una amargura tan lacerante, una ausencia tan dolorida. Desde mi amistad, le brindo mi recuerdo y afirmo que es de las pocas personas de las que me he sentido orgulloso de ser amigo. Dios, en el que él creía, le habrá acogido con su misericordia mientras que sus amigos, le recordaremos con amor.


JOSÉ UTRERA MOLINA

15 de octubre de 2009

Fantoches con antorcha

De pequeñito me decía mi madre aquello de "el que juega con fuego....". Ya hace un año dediqué una entrada a la pantomima de la noche de las antorchas en homenaje al delincuente golpista Companys a raíz de un comentario del, a Dios gracias ex ministro, Fernández-Bermejo solicitando la rehabilitación pública del mencionado delincuente.

Ahora le toca el turno al impresentable de Laporta, cuya talla política está sin duda a la altura de Companys, Carod y demás alhajas. Estos nazionalistas de ERC no saben lo que hacer para que salga la foto anual de tan siniestra celebración, que recuerda en sus rituales a lo más rancio del nacional socialismo.
Pero lo importante es que Bermejo pió y al poco tiempo dimitió. Ojalá la sombra de Companys acompañe también al tonto de Laporta y el año que viene podamos celebrar su desaparición de la vida pública. En tal caso, tendrán que plantearse que lo de la fantochada de las antorchas está definitivamente gafado.

LFU

13 de octubre de 2009

Zapatero: Las razones de un abucheo



Es natural que Rodríguez Zapatero quiera restar importancia a los abucheos que año tras año –desde que accedió a la presidencia- acompañan su llegada y partida de los actos del desfile de la Fiesta nacional del 12 de octubre, relegándolos a la categoría de ritual.

El Presidente –el único, por cierto, en los últimos treinta años que ha sido sonoramente abucheado en tales ocasiones- nunca ha querido serlo de todos los españoles. La tónica de su mandato ha sido la de dividir a los españoles en buenos y malos, reservando la última calificación a los que se resisten a comulgar con las ruedas de molino de sus iniciativas estrella de la memoria histórica, del aborto y de la educación para la ciudadanía.

El público que asiste a los desfiles no es precisamente el adicto a la ideología de género o a la memoria histórica; carece de dudas sobre el concepto de nación en lo tocante a España y quiere y respeta a su ejército y a su historia. No es, por tanto, el perfil del votante del socialismo representado por Zp. Y ese mismo público, que grita Viva España al paso de las unidades militares, y se comporta con dignidad al paso de las banderas de las naciones aliadas, se siente profundamente herido por la insolvencia de un gobernante que ha jugado peligrosa y ligeramente con la unidad de España, que ha socavado los cimientos del estado de derecho cuando le ha convenido, ha tirado por los suelos el prestigio internacional de nuestra patria y ha querido convertir en «criminales fascistas» a la mitad de los españoles que lucharon en nuestra guerra fraticida. Por eso, precisamente, a Rodríguez le dan absolutamente igual, porque sabe que no es más que la manifestación del mismo desprecio que él siente por los que le abuchean.

Ningún otro gobernante ha crispado más a los españoles; ninguno ha reabierto tantas heridas; ninguno ha despreciado tanto a la mitad de España y ninguno ha recibido semejantes abucheos.

Los abucheos, por tanto, son tan comprensibles como merecidos. Pero, ¿es ese el lugar adecuado?. Sin ningún género de dudas, la respuesta es sí. En primer lugar, porque los abucheos se produjeron en la vía pública antes y después del acto en sí -que comienza con la llegada de la Bandera Nacional y la revista a las Fuerzas por parte del Jefe del Estado- y en ningún momento durante su celebración, durante la cual los asistentes mantuvieron una actitud de respeto ejemplar. Si aún así se entendiese que los prolegómenos o momentos posteriores del acto en sí deben tener la consideración de “acto de Estado”, no lo es menos que los desfiles se hacen en la vía pública para solaz y orgullo de la gente y no en un recinto cerrado para consumo de las autoridades. Jamás admitiría ni disculparía un abucheo en un funeral de Estado o en un acto solemne en el que el Presidente esté representando a nuestra Nación. Pero no era el caso. En el desfile de la Fiesta nacional, España estaba representada, primero, por el Jefe del Estado y después, por los representantes de los tres poderes del Estado, pero también por el pueblo para el que se organiza el despliegue de tropas. Y si lo que se quiere es que la gente acuda y aguante dos horas de espera en la calle con mordaza, lo mejor es eliminar los desfiles, pero no se puede pretender invitar a todo un pueblo a celebrar los actos de la fiesta de todos y pedirle que antes y después del acto muestren respeto a quien no sólo no se lo ha ganado, sino que no ha sabido respetar a la gran Nación que representa.

LFU

9 de octubre de 2009

«Los Gladiadores» de Arthur Koester


Titulo: Los Gladiadores.
Autor: Arthur Koestler.
Editorial: Pocket Edhasa


«Los Gladiadores», además de una novela histórica, fue una suerte de terapia personal para el autor, abrumado por sus vivencias personales y políticas en los años 30, y, a consecuencia de lo anterior, resulta una reflexión profunda sobre el sentido de la acción política revolucionaria y sobre todo de las razones que la justifican.

El autor, Arthur Koestler (n. 1905) fue un hombre profundamente inmerso en el acontecer político de la Europa del siglo XX. Húngaro de origen judío, poseedor de dos lenguas maternas la alemana y el húngaro, a la que posteriormente añadió el inglés y de talento literario, estaba dotado de una fina y acerada inteligencia. Tras abandonar su fe judía, militó en su juventud en el partido comunista durante 7 años (1931-1938). Fue tiempo suficiente para deslumbrarse por la utopía soviética y luchar por ella (participó en la Comuna revolucionaria de Bela Kun en Hungría), desengañarse por su atroz realidad de purgas infinitas que conoció de primera mano y vacunarse para siempre del mesianismo socialista. Desde entonces y con la publicación de su obra Darkness at noon (1941) (traducida al español como «el cero y el infinito») fue un destacada figura anticomunista en el panorama literario mundial. Nunca pudo volver a su país de origen. Se suicidó en 1983 estando gravemente enfermo.

Los Gladiadores cuenta con un trabajo muy cuidado de documentación arqueológica e histórica que soporta con mucha dignidad toda la ambientación histórica y que dota al relato de un fuerte realismo. La novela aborda el hecho histórico de la rebelión de esclavos capitaneada por Espartaco. Si fuera una mera novela histórica resultaría interesante pero desigual desde el punto de vista narrativo. Existen situaciones y parlamentos que lastran algo la acción pero que deben ser interpretadas en la doble lectura insinuada en mi párrafo de apertura. La narración de la rebelión espartaquista en Roma en el siglo I, antes de Cristo, es una excusa y un medio para tratar la revolución soviética y en cierto modo, toda acción política.

En ese doble marco de lectura, aparece un análisis marxista de la economía y de la sociedad no desprovisto de brillantez, una visión sobre el proceso revolucionario, sus inevitables atajos y las razones de los mismos, y sobre todo una interrogación sobre los límites éticos de toda actuación política. El planteamiento de los fines y los medios se aborda de una forma clara y evidente, y la narración lo aguanta pues aborda un universal siempre de actualidad.

Hay que tener presente que el libro se escribe entre 1935 y 1939, y que el progresivo distanciamiento de Koestler con el activismo comunista está latente en la acción, en el desarrollo de la trama y se nota. Hay que reconocer la enorme honestidad intelectual de Koestler al denunciar ya en 1938 el fracaso de todo proceso revolucionario, al describir la inevitable crueldad sanguinaria que la propia dinámica de dichos procesos implica, a pesar de iniciales razones legítimas.

Resulta curioso que Koestler, en este libro, vuelve la mirada a sus orígenes judíos, de hecho la argumentación política concreta de la rebelión de esclavos se soporta a través de uno de los personajes que pertenecía a la secta esenia. Lo cierto, es que el desengaño revolucionario que de algún modo cuenta esta novela no culminó con el abrazo de su fe ancestral ni tampoco de la fe cristiana, como de algún modo subrepticio parece insinuarse, su salto se quedó en una abrazo esperanzado a la ciencia que, no pudo satisfacer, en última instancia, su enorme inquietud y sed de respuestas. Al respecto, termino con las palabras de Vintila Horia sobre Koestler con motivo de su muerte: “Koestler pudo haber sido uno de los espíritus más abiertos y constructivos de nuestro siglo. Del mismo modo en que Pascal, en un momento revelador y crucial de su vida, escogió la religión y abandonó la ciencia, Koestler abandonó la religión (su religión marxista) y se convirtió a la ciencia. Sus libros, en este sentido, son tan buenos como sus novelas y reportajes escritos durante su época marxista y que culminan con su El cero y el infinito, novela en cuyas páginas asistimos a su cambio interior y a su adhesión a una posición anticomunista. Esto, sin embargo, no fue suficiente. Su mente preclara logró empaparse de muchos conocimientos científicos actuales y comprendió el papel revolucionario que la ciencia interpretó en este umbral de los nuevos tiempos. Pero no llegó jamás a sacudirse de encima la última partícula de polvo materialista y tampoco el pesimismo que acompaña al agnóstico. (El que vive dentro del mal y lo practica sufre mucho más que sus víctimas, afirmaba el poeta Boecio en su De consolatione philosophiae, afirmando implícitamente que el remordimiento y el dolor acompañan permanentemente al hombre que triunfa dentro del mal). Olvidar el hecho fundamental de que, durante muchos años, uno haya sido el cómplice de los campos de concentración estalinistas y de las torturas anímicas y somáticas del universo leninista, no es nada fácil. Sólo la oración y la penitencia nos pueden salvar en casos así, como al piloto que arrojó su bomba sobre Hiroshima. Koestler llegó hasta las cercanías de la cumbre, pero no descubrió en el vasto horizonte que la ciencia abría ante sus ojos, más que destrucción y miseria.”

César U-M





8 de octubre de 2009

El Ayuntamiento de Sevilla prohibe un homenaje a Foxá




La noticia es cierta (también puede leerse aquí). Y el homenaje, pese a la prohibición municipal, se celebró bajo un árbol, a la interperie, con la enorme emoción de lo prohibido. Ellos tienen los locales, nosotros la palabra. No os perdáis la crónica y las palabras de Aquilino Duque en Villa Marina.


Todo un ejemplo de «tolerancia» y de «cultura democrática». ¡Lo que se hubiera reido Foxá!


Y pensar, que después que yo me muera
Torrijos prohibirá mis homenajes.....


LFU

5 de octubre de 2009

Sed como niños

Con motivo de la próxima manifestación contra el aborto -yo no me manifiesto contra los matices de la nueva regulación- pensaba escribir sobre la dificultad que me supone hablarles a mis hijas del verdadero motivo por el cual su madre y yo (y ellas también), nos vamos a meter en una bulla el próximo día 17 de octubre. Sin embargo,el malagueño Jesús Cotta, a quien leo con habitualidad, se me ha adelantado en su blog Los días de mis noches, con una aplastante y reconfortante claridad. Por eso, me limito a reproducir sus palabras, con las que me siento identificado. LFU


«El niño pequeño y la moral adulta»

«Los niños pequeños entienden bien qué es mentir, robar y pegar, porque sienten a veces el impulso de hacerlo para conseguir sus objetivos o bien lo hacen. Pero les cuesta mucho entender qué es la separación de unos padres, el suicidio y el aborto, porque esos tres actos no sólo nunca les han tentado sino que ni siquiera se les ha ocurrido que se puedan hacer.

El niño se queda perplejo cuando se entera de que los padres de un amiguito suyo se han separado. No logra entender cómo los que se unieron para engendrarlo a él no forman ya esa unidad gracias a la cual él comprende el universo y se siente seguro en él. Tampoco entiende que alguien quiera poner fin a esa vida que es para él una fuente de maravilla y asombro. A pesar de ello, se me ocurren ciertos argumentos que pueden conseguir que un niño entienda por qué los mayores se separan o se suicidan.

Pero, ¿con qué argumentos morales puede uno justificar ante un niño el aborto? ¿Le habla uno de eugenesia? ¿Le cantamos las bondades del utilitarismo biológico? ¿Le decimos que es mejor que no nazcan niños enfermos? ¿Le dice uno: "Si tu madre te hubiese abortado, habría estado en su derecho" o "Lo que las madres llevan en la barriga no son bebés, sino ectoplasmas"? ¿Le decimos que los carniceros de las clínicas abortistas son médicos tan respetables como su pediatra?

Pocas veces he entendido mejor que hoy aquello de Sed como niños.»

Jesús Cotta Lobato