"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
16 de junio de 2009
Muralla contra muralla. La memoria histórica de Sevilla
Me envía mi hermana Rocío una presentación en powerpoint firmada por Julio Domínguez Arjona dando noticia de la última hazaña del consistorio sevillano en materia histórica, a cargo -cómo no- del siniestro concejal comunista Rodrigo Torrijos que, para vergüenza de los sevillanos, rige los destinos de la Ciudad de María Santísima.
Este atrabiliario munícipe, que se ha encargado con saña y odio de eliminar de las calles de Sevilla cualquier rastro de cuarenta años de su historia –perdón, de las calles no, de sus letreros, porque aún no se ha atrevido a demoler el Polígono de San Pablo, ni la Basílica de la Macarena, ni el Hospital Virgen del Rocío, ni el Barrio de los Remedios- ha culminado su tarea lobotomizadora de la sociedad sevillana, plantando una placa cainita en las murallas de la Macarena, en recuerdo de un grupo de mineros socialistas y comunistas fusilados en los primeros días de la guerra. La leyenda no tiene desperdicio: “En memoria de los fusilados en estas murallas por defender la legalidad republicana, la libertad y la justicia”
Como señala Domínguez Arjona: “En ese monolito no se cuenta, cómo un joven, Antonio Rodríguez Camacho, hijo del dueño de la Venta Guía donde la siniestra columna paro a repostar oyó como Cordero Bell hace alarde del objetivo de la columna, que no era otro que volar la Giralda.
En ese monolito no se cuenta como en la mañana del 19 de Julio esos guardias civiles estratégicamente situados pararon a un convoy, muy superior en número, en la Pañoleta en una ensalada de tiros donde volaron los dos camiones de explosivo y se saldó con veinte muertos, setenta y ocho detenidos (que serian los fusilados menos un menor de 16 años, Manuel Rodríguez Méndez, que fue condenado a cadena perpetua). El resto de los luchadores por la libertad entonaron valientemente el "Si nos moverán" , pues les faltó carretera de Huelva para salir por patas por donde habían venido a dinamitar la Giralda .....para defender la República .”
Que conste que no estoy en contra de que se recuerde a los que cayeron, de uno y otro bando, en una guerra que fue de hermanos contra hermanos. Pero resulta intolerable que, después de haber arrancado la Cruz que recordaba los caídos de un bando de las murallas del Alcázar, en un postrero gesto chabacano y vil de venganza extemporánea, se elija otra muralla para recordar a los que cayeron en el otro, con una leyenda que insulta a la inteligencia y vuelve a clavar el puñal por la espalda a los que cayeron por Dios y por España, que también los hubo, a millares, pero cuyo recuerdo ha sido proscrito por una inicua ley hecha a la medida de su promotor.
Vaya por delante que es mentira que aquellos cayeran defendiendo la legalidad republicana, la justicia y la libertad. Mentira. Cayeron por luchar en el bando en el que creían o en el que les tocó. ¿O acaso los que quemaron la Iglesia de San Gil, la de Santa Ana y tantas Iglesias y conventos de España torturando, mutilando y asesinando a ocho mil religiosos y religiosas lo hacían para defender la legalidad republicana, la libertad y la justicia? ¿Acaso la legalidad republicana exigía la voladura de la Giralda?
Han desaprovechado una ocasión única, setenta años después, para tener un gesto de grandeza y unir bajo un solo recuerdo, limpio y generoso, a todos los que cayeron en aquella trágica contienda, pero de la escasa talla de semejante hatajo de gobernantes no se podía esperar más que un acto de miseria histórica como éste, que les define, y supone un agravio más para la historia de Sevilla. Han querido enfrentar a dos murallas milenarias y recordarnos a todos que no todos los muertos eran iguales. Y lo peor de todo es que tal vez no les falte alguna razón.
LFU
15 de junio de 2009
La verdad sobre el Valle de los Caídos
DOM ANSELMO ÁLVAREZ SALE AL PASO TRAS LA MANIPULACIÓN INFORMATIVA DE UN REPORTAJE DE ANTENA 3 SOBRE EL VALLE
«Rezamos todos los días por los muertos de la guerra», dice el abad del Valle de los Caídos
Pocas personas hay en España que sepa más del Valle de los Caídos que el padre Anselmo, abad del mencionado monasterio y monje bendictino desde hace 51 años. Se ha visto obligado a salir del paso, en esta entrevista, de la manipulada visión que hace unos días dió un reportaje de Antena 3 sobre la basílica y todo lo que representa el Valle de los Caídos.
(Juan Mayor de la Torre/Alfa y Omega) El Valle de los Caídos motiva opiniones y discusiones apoyadas en equívocos. Don Anselmo Álvarez Navarrete, monje benedictino que vive allí desde hace 51 años y abad del monasterio desde 2004, desvela detalles poco o nada conocidos: ni murieron mil muertos durante su construcción, como algunos han dicho; ni se obligó a ningún preso a trabajar en ella; ni se concibió el monumento a mayor gloria del bando vencedor y humillación de los vencidos
- Patrimonio Nacional ha hecho público que el Valle es el monumento más visitado de cuantos dependen de ese organismo. Para orar, como visita turística, o simplemente para curiosear y comer en la hospedería. Sin embargo, subsiste el rechazo de algunos. ¿Será únicamente por ser una obra del régimen de Franco?
- Se juzga el monumento con la misma diversidad de ópticas con que se ha considerado el acontecimiento que le dio origen. Pero ahora, como entonces, pesan más las razones ideológicas de unos y otros. Aunque lo cierto es que esas posiciones habían venido atenuando su aspereza hasta tiempos recientes.
- La construcción del Valle corrió a cargo de técnicos y artistas ajenos, o incluso contrarios al régimen que lo erigió...
- La selección de las personas que dieron forma al conjunto del monumento la hicieron en función de la capacidad profesional requerida en cada ocasión, al margen de cualquier otra consideración. Por eso intervinieron arquitectos, ingenieros o artistas en ocasiones de tendencia nacionalista, republicana o socialista declarada. Baste mencionar los casos, ya conocidos, de Julio Beovide, autor del Cristo que preside el altar mayor de la basílica; el ingeniero, persona muy vinculada a la República, retornado del exilio y cuyos cálculos del peso de la cruz y la estructura de sus brazos fue decisiva... O el más conocido, Juan de Ávalos, artífice de las imágenes de los evangelistas o La Piedad, con militancia socialista, al menos durante algún tiempo.
- Recientemente, Antena 3 TV emitió un extenso documental en dos capítulos dedicado íntegramente al Valle.
- Con toda docilidad se mantuvo en lo políticamente correcto sobre lo que debe ser dicho o callado acerca del Valle. Las conversaciones previas parecían alejar esta perspectiva, pero finalmente todo se olvidó para no alterar la cantinela prescrita. Ha sido una tramoya penosa.
- Sin embargo, en ese documental se incluían sendas entrevistas con usted...
- Se me dio una oportunidad porque eso parecía formar parte de lo correcto en esta ocasión. Pero su inclusión en un conjunto en el que los autores de la partitura decidieron que casi todas las demás voces recitaran un contrapunto descalifica, creo, la intención y el resultado.
– Hay quienes sostienen que el Valle fue un campo de trabajos forzados donde nada se redimía.
– Todos los datos documentales e irrebatibles desmienten esa afirmación. La presencia de penados en las obras se debió a la iniciativa de las empresas constructoras, con autorización del Gobierno y en aplicación de la Ley de redención de penas por el trabajo, para los reclusos que quisieran acogerse a ella. Se trataba, por tanto, de una opción completamente libre en todos los casos, con la posibilidad de redención de varios días de la condena por cada día trabajado. Su aplicación en el Valle -entre 1943 a 1949- superó los beneficios de esta Ley, que preveía tres días de redención de pena por cada uno trabajado. Ya en el segundo año, fueron cinco. Y seis a partir del tercero, manteniéndose esta proporción hasta el final. Ello permitía que las penas más altas quedaran reducidas o anuladas en tiempo relativamente breve, y muchos, ya libres, solicitaron seguir trabajando en las obras, en las que no pocos permanecieron hasta el final y prestaron normalmente sus servicios a la comunidad. Entre varios otros, el practicante, el maestro del poblado y el médico doctor Lausín.
– En el documental aludido se añadía como signo inhumano que los penados percibían 50 céntimos por día. ¿Es cierto?
– El régimen de trabajo los equiparaba a los de cualquier empresa y en total igualdad con los trabajadores libres del Valle, la mayoría de los pueblos vecinos y siempre mucho más numerosos. Horario laboral, seguros y derechos sociales, fueron idénticos. El salario era el correspondiente a su categoría laboral, según las bases en vigor en toda la zona del Valle, incrementado con las horas extraordinarias, optativas y tan sólo a ellos autorizadas, y por diversas gratificaciones. Del total, el 25% se entregaba al recluso y el resto se ingresaba en una libreta de ahorro de la que podía beneficiarse su familia, y cuyo líquido cobraba el interesado al recobrar su libertad. Se calculó que la cantidad total percibida se equiparaba o superaba a la de los maestros de la época. Gozaban igualmente de todos los seguros sociales como los de vejez, accidentes de trabajo, invalidez y paro. Al término de su trabajo tenían acceso a viviendas protegidas.
– Uno de los intervinientes en aquel programa dijo textualmente: «La cruz del Valle levanta ampollas entre los familiares de uno y otro bando». ¿Qué piensa de esto?
– Me parece que la generalidad de la apreciación la hace bastante gratuita, y desde luego resulta rigurosamente minoritaria en el conjunto de las que se han escuchado en estos cincuentas años. Más que la cruz del Valle, lo que hoy levanta ampollas y fobias en algunos es la Cruz de Cristo.
– En ocasiones se reivindica la aproximación de sus familiares a determinados presos. ¿Se pensó ya en esto entonces, ante un régimen de reclusión tan especial?
- Disfrutaban de un amplio régimen de libertad, que les permitía relacionarse con todos los residentes del valle de Cuelgamuros, desplazarse libremente por el interior del recinto o a los pueblos de los alrededores los domingos y festivos, así como, en no pocos casos, vivir temporal o establemente con sus familias en el interior del Valle, en casas construidas con ayuda de las empresas y los compañeros. El poblado contaba con una escuela para los hijos de las familias residentes en el Valle, tanto de los empleados y trabajadores libres como de los reclusos que convivieron con sus familias. El maestro, don Gonzalo de Córdoba, que había sido un recluso más, continuó esa función hasta su jubilación.
– También se ha dicho que en las obras del Valle murieron más de mil trabajadores. ¿Es ésa la cifra?
– La reiteración de cifras como ésas tiene poco que ver con la Historia y con la documentación. Al término de las obras, el médico, que casi desde el principio atendió a los obreros del Valle -él mismo recluso-, dio la cifra de 14 muertos durante todo el tiempo de las obras. Recientemente, la investigación ha permitido localizar tres fuentes oficiales, cada una de las cuales recoge fehacientemente y sin lugar a duda esta misma cifra con inclusión de nombres, fechas y motivo de fallecimiento. Las causas fueron siempre accidentes laborales debidos principalmente a variantes de silicosis por el polvo originado en la excavación de la basílica. No es de excluir que, tras la baja laboral por afecciones de esta naturaleza, luego se pudiera producir alguna defunción aislada de la que no existe constancia. No se produjo, en cambio, baja alguna en la construcción de la cruz, como tantas veces han afirmado algunos, porque, cuando ésta se inició en 1950, ya no quedaba ningún recluso en el Valle.
– Terminada la basílica, ¿se contempló para su entierro en su necrópolis la filiación política o credo religioso de los caídos?
– Es sabido que en el cementerio de la basílica reposan caídos de ambos lados. Fue una de las finalidades que presidieron desde muy pronto la realización del monumento. Tampoco se exigió ni se indagó la confesión católica de los enterrados, a pesar del carácter sagrado del lugar. Frente a algunos pronunciamientos del momento en contra, la misma Nunciatura manifestó entonces que dicha exigencia no era indispensable en aquella circunstancia.
– Además de estos datos, ¿existen testimonios de carácter popular que pueda consultar cualquiera sobre estos y otros aspectos del Valle?
– La fuente de información más completa y objetiva sigue siendo la obra del arquitecto Diego Méndez El valle de los Caídos. Idea. Proyecto. Construcción, del que acaba de publicarse la segunda edición. Alfredo Amestoy ha llevado recientemente a Internet unas páginas tituladas La verdadera historia del Valle de los Caídos, réplica de tantas otras obras apócrifas. Y hay que subrayar el libro de Miguel Rodríguez Gutiérrez El último preso del Valle de los Caídos, cuya descripción de su propia experiencia como trabajador penado del Valle echa por tierra tantas historias fantásticas sobre los reclusos que intervinieron en las obras de Cuelgamuros.
«Rezamos todos los días por los muertos en la guerra»
– ¿Qué representan los benedictinos en el Valle?
– Fuimos llamados aquí en nuestra condición de monjes y en ella permanecemos. Cualquiera que se acerque a nosotros observará que esta abadía se diferencia muy poco de cualquier otra, en cualquier otro país europeo, que el estilo de vida es el mismo. Aquí continuamos al servicio de Dios y de la sociedad, manteniendo viva la tradición de espiritualidad, de cultura y de humanismo con que los monasterios han configurado Europa. Esa Europa que ahora parece querer olvidar su esencia cristiana como repetidamente lamenta el Papa. En realidad, lo que el paso del tiempo ha ido perfilando como peculiaridad más definida del Valle es su carácter de abadía benedictina. Aunque no olvidamos la naturaleza de este lugar: un monumento levantado en honor de Dios en nombre de España. Por eso forma parte de nuestro quehacer diario la oración por todos los muertos de la guerra, sepultados o no en la basílica, pero también por las grandes intenciones de nuestro pueblo: la paz, la reconciliación, la prosperidad, el mantenimiento de la fe.
Por lo demás, la presencia de los monjes ha contribuido a facilitar la continuidad del Valle al margen de los vaivenes políticos, y a transmitirlo como patrimonio común de la sociedad española. Los monjes no tenemos compromisos más que con Dios, lo cual nos hace fuertes para transitar por las vicisitudes del tiempo y las alternancias de las ideas y de los hombres. Ello representa nuestra máxima libertad.
N. del Blogger: Yo tuve que dejar de ver el reportaje de marras a los pocos minutos de comenzar porque la manipulación era escandalosamente grosera. Y es que la verdad, sin tapujos, no vende en España.
LFU
12 de junio de 2009
Las voces del ayer
Con extraordinaria humildad, sin que sirva de precedente y solicitando la indulgencia de mis lectores, me atrevo a traer unos versos nacidos de un sueño inacabado, como todos.
Las voces del ayer siempre aparecen
vestidas del color de la añoranza,
y entre brumas de sueño, la esperanza
se rinde ante los rayos que amanecen.
LFU
8 de junio de 2009
4 de junio de 2009
El acontecimiento planetario
No soy muy partidario de glosar noticias que están en boca de todos, pero consciente de mi responsabilidad ante los lectores de ultramar, no puedo dejar de recoger aquí la inefable alocución de la número dos del Partido Socialista, cuya talla intelectual no tiene nada que envidiar a la del lider galáctico que padecemos.
Recomiendo verlo dos veces, porque sólo a la segunda se le saca el jugo que esconde tan vibrante discurso. Sólo lo siento por Obama, cuya estrella quedará sin duda eclipsada por los destellos fulminantes de la gloria inmarcesible de nuestro "lider planetario."
LFU
2 de junio de 2009
El señuelo y Julián Marías
Hace algunos meses lo barruntábamos. Ahora ya es un clamor y más después de lo que anoche dijo Lopez Aguilar. La estrategia del gobierno con la reforma de la ley del aborto era la de soltar una liebre -la autorización a las mayores de 16 años para abortar- para, una vez cazada, dejar a la oposición sin argumentos, presentándose el gobierno como el campeón del consenso y del talante, cuando el objetivo no era otro que el establecer una ley de plazos.
Como suele suceder, la oposición ha errado los tiros. Se ha empeñado a fondo en el asunto de las menores siguiendo el señuelo del gobierno que una vez más ha sabido llevarlo belmontinamente a su terreno.
Esto es lo que pasa cuando no se tienen claras las ideas. La defensa radical de la vida desde su concepción es una batalla que ganaremos, aunque dentro de mucho y con un coste brutal en vidas humanas. Mientras tanto, merece la pena rescatar aquí el gran artículo de Marías sobre el aborto, para poner un mucho de claridad en medio de tanta penumbra.
LA CUESTIÓN DEL ABORTO.
LA espinosa cuestión del aborto voluntario se puede plantear de maneras muy diversas. Entre los que consideren la inconveniencia o ilicitud del aborto, el planteamiento más frecuente es el religioso. Pero se suele responder que no se puede imponer a una sociedad entera una moral «particular». Hay otro planteamiento que pretende tener validez universal, y es el científico. Las razones biológicas, concretamente genéticas, se consideran demostrables, concluyentes para cualquiera. Pero sus pruebas no son accesibles a la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, que las admiten «por fe»; se entiende, por fe en la ciencia.
Creo que hace falta un planteamiento elemental, accesible a cualquiera, independiente de conocimientos científicos o teológicos, que pocos poseen, de una cuestión tan importante, que afecta a millones de personas y a la posibilidad de vida de millones de niños que nacerán o dejarán de nacer.Esta visión ha de fundarse en la distinción entre «cosa» y «persona», tal como aparece en el uso de la lengua. Todo el mundo distingue, sin la menor posibilidad de confusión, entre «qué» y «quién», «algo» y «alguien», «nada» y «nadie». Si se oye un gran ruido extraño, me alarmaré y preguntaré: «qué pasa?» o ¿qué es eso?». Pero si oigo unos nudillos que llaman a la puerta, nunca preguntarés «¿qué es», sino «¿quién es?».
Se preguntará qué tiene esto que ver con el aborto. Lo que aquí me interesa es ver en qué consiste, cuál es su realidad. El nacimiento de un niño es una radical «innovación de la realidad»: la aparición de una realidad «nueva». Se dirá que se deriva o viene de sus padres. Sí, de sus padres, de sus abuelos y de todos sus antepasados; y también del oxígeno, el nitrógeno, el hidrógeno, el carbono, el calcio, el fósforo y todos los demás elementos que intervienen en la composición de su organismo. El cuerpo, lo psíquico, hasta el carácter, viene de ahí y no es rigurosamente nuevo.Diremos que «lo que» el hijo es se deriva de todo eso que he enumerado, es «reductible» a ello. Es una «cosa», ciertamente animada y no inerte, en muchos sentidos «única», pero al fin una cosa. Su destrucción es irreparable, como cuando se rompe una pieza que es ejemplar único.
Pero todavía no es esto lo importante.«Lo que» es el hijo puede reducirse a sus padres y al mundo; pero «el hijo» no es «lo que» es. Es «alguien». No un «qué», sino un «quién», a quien se dice «tú», que dirá en su momento «yo». Y es «irreductible a todo y a todos», desde los elementos químicos hasta sus padres, y a Dios mismo, si pensamos en él. Al decir «yo» se enfrenta con todo el universo. Es un «tercero» absolutamente nuevo, que se añade al padre y a la madre.
Cuando se dice que el feto es «parte» del cuerpo de la madre se dice una insigne falsedad porque no es parte: está «alojado» en ella, implantado en ella (en ella y no meramente en su cuerpo). Una mujer dirá: «estoy embarazada», nunca «mi cuerpo está embarazado». Es un asunto personal por parte de la madre. Una mujer dice: «voy a a tener un niño»; no dice «tengo un tumor».El niño no nacido aún es una realidad «viniente», que llegará si no lo paramos, si no lo matamos en el camino. Y si se dice que el feto no es un quién porque no tiene una vida personal, habría que decir lo mismo del niño ya nacido durante muchos meses (y del hombre durante el sueño profundo, la anestesia, la arteroesclerosis avanzada, la extrema senilidad, el coma).
A veces se usa una expresión de refinada hipocresía para denominar el aborto provocado: se dice que es la «interrupción del embarazo». Los partidarios de la pena de muerte tienen resueltas sus dificultades. La horca o el garrote pueden llamarse «interrupción de la respiración», y con un par de minutos basta. Cuando se provoca el aborto o se ahorca, se mata a alguien. Y es una hipocresía más considerar que hay diferencia según en qué lugar del camino se encuentre el niño que viene, a qué distancia de semanas o meses del nacimiento va a ser sorprendido por la muerte.Con frecuencia se afirma la licitud del aborto cuando se juzga que probablemente el que va a nacer (el que iba a nacer) sería anormal física y psíquicamente. Pero esto implica que el que es anormal «no debe vivir», ya que esa condición no es probable, sino segura. Y habría que extender la misma norma al que llega a ser anormal por accidente, enfermedad o vejez. Y si se tiene esa convicción, hay que mantenerla con todas sus consecuencias; otra cosa es actuar como Hamlet en el drama de Shakespeare, que hiere a Polonio con su espada cuando está oculto detrás de la cortina.
Hay quienes no se atreven a herir al niño más que cuando está oculto -se pensaría que protegido- en el seno materno.Y es curioso cómo se prescinde enteramente del padre. Se atribuye la decisión exclusiva a la madre (más adecuado sería hablar de la «hembra embarazada»), sin que el padre tenga nada que decir sobre si se debe matar o no a su hijo. Esto, por supuesto, no se dice, se pasa por alto. Se habla de la «mujer objeto» y ahora se piensa en el «niño tumor», que se puede extirpar como un crecimiento enojoso. Se trata de destruir el carácter personal de lo humano. Por ello se habla del derecho a disponer del propio cuerpo. Pero, aparte de que el niño no es parte del cuerpo de su madre, sino «alguien corporal implantado en la realidad corporal de su madre», ese supuesto derecho no existe.
A nadie se le permite la mutilación; los demás, y a última hora el poder público, lo impiden. Y si me quiero tirar desde una ventana, acuden la policía y los bomberos y por la fuerza me lo impiden.
El núcleo de la cuestión es la negación del carácter personal del hombre. Por eso se olvida la paternidad y se reduce la maternidad a soportar un crecimiento intruso, que se puede eliminar. Se descarta todo uso del «quién», de los pronombres tú y yo. Tan pronto como aparecen, toda la construcción elevada para justificar el aborto se desploma como una monstruosidad.¿No se tratará de esto precisamente? ¿No estará en curso un proceso de «despersonalización», es decir, de «deshominización» del hombre y de la mujer, las dos formas irreductibles, mutuamente necesarias, en que se realiza la vida humana?
Si las relaciones de maternidad y paternidad quedan abolidas, si la relación entre los padres queda reducida a una mera función biológica sin perduración más allá del acto de generación, sin ninguna significación personal entre las tres personas implicadas, ¿qué queda de humano en todo ello? Y si esto se impone y generaliza, si a finales del siglo XX la Humanidad vive de acuerdo con esos principios, ¿no habrá comprometido, quién sabe hasta cuándo, esa misma condición humana? Por esto me parece que la aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo que se va acercando a su final.
JULIÁN MARÍAS
(se volvió publicar el 21-12-07 en ABC)
Como suele suceder, la oposición ha errado los tiros. Se ha empeñado a fondo en el asunto de las menores siguiendo el señuelo del gobierno que una vez más ha sabido llevarlo belmontinamente a su terreno.
Esto es lo que pasa cuando no se tienen claras las ideas. La defensa radical de la vida desde su concepción es una batalla que ganaremos, aunque dentro de mucho y con un coste brutal en vidas humanas. Mientras tanto, merece la pena rescatar aquí el gran artículo de Marías sobre el aborto, para poner un mucho de claridad en medio de tanta penumbra.
LA CUESTIÓN DEL ABORTO.
LA espinosa cuestión del aborto voluntario se puede plantear de maneras muy diversas. Entre los que consideren la inconveniencia o ilicitud del aborto, el planteamiento más frecuente es el religioso. Pero se suele responder que no se puede imponer a una sociedad entera una moral «particular». Hay otro planteamiento que pretende tener validez universal, y es el científico. Las razones biológicas, concretamente genéticas, se consideran demostrables, concluyentes para cualquiera. Pero sus pruebas no son accesibles a la inmensa mayoría de los hombres y mujeres, que las admiten «por fe»; se entiende, por fe en la ciencia.
Creo que hace falta un planteamiento elemental, accesible a cualquiera, independiente de conocimientos científicos o teológicos, que pocos poseen, de una cuestión tan importante, que afecta a millones de personas y a la posibilidad de vida de millones de niños que nacerán o dejarán de nacer.Esta visión ha de fundarse en la distinción entre «cosa» y «persona», tal como aparece en el uso de la lengua. Todo el mundo distingue, sin la menor posibilidad de confusión, entre «qué» y «quién», «algo» y «alguien», «nada» y «nadie». Si se oye un gran ruido extraño, me alarmaré y preguntaré: «qué pasa?» o ¿qué es eso?». Pero si oigo unos nudillos que llaman a la puerta, nunca preguntarés «¿qué es», sino «¿quién es?».
Se preguntará qué tiene esto que ver con el aborto. Lo que aquí me interesa es ver en qué consiste, cuál es su realidad. El nacimiento de un niño es una radical «innovación de la realidad»: la aparición de una realidad «nueva». Se dirá que se deriva o viene de sus padres. Sí, de sus padres, de sus abuelos y de todos sus antepasados; y también del oxígeno, el nitrógeno, el hidrógeno, el carbono, el calcio, el fósforo y todos los demás elementos que intervienen en la composición de su organismo. El cuerpo, lo psíquico, hasta el carácter, viene de ahí y no es rigurosamente nuevo.Diremos que «lo que» el hijo es se deriva de todo eso que he enumerado, es «reductible» a ello. Es una «cosa», ciertamente animada y no inerte, en muchos sentidos «única», pero al fin una cosa. Su destrucción es irreparable, como cuando se rompe una pieza que es ejemplar único.
Pero todavía no es esto lo importante.«Lo que» es el hijo puede reducirse a sus padres y al mundo; pero «el hijo» no es «lo que» es. Es «alguien». No un «qué», sino un «quién», a quien se dice «tú», que dirá en su momento «yo». Y es «irreductible a todo y a todos», desde los elementos químicos hasta sus padres, y a Dios mismo, si pensamos en él. Al decir «yo» se enfrenta con todo el universo. Es un «tercero» absolutamente nuevo, que se añade al padre y a la madre.
Cuando se dice que el feto es «parte» del cuerpo de la madre se dice una insigne falsedad porque no es parte: está «alojado» en ella, implantado en ella (en ella y no meramente en su cuerpo). Una mujer dirá: «estoy embarazada», nunca «mi cuerpo está embarazado». Es un asunto personal por parte de la madre. Una mujer dice: «voy a a tener un niño»; no dice «tengo un tumor».El niño no nacido aún es una realidad «viniente», que llegará si no lo paramos, si no lo matamos en el camino. Y si se dice que el feto no es un quién porque no tiene una vida personal, habría que decir lo mismo del niño ya nacido durante muchos meses (y del hombre durante el sueño profundo, la anestesia, la arteroesclerosis avanzada, la extrema senilidad, el coma).
A veces se usa una expresión de refinada hipocresía para denominar el aborto provocado: se dice que es la «interrupción del embarazo». Los partidarios de la pena de muerte tienen resueltas sus dificultades. La horca o el garrote pueden llamarse «interrupción de la respiración», y con un par de minutos basta. Cuando se provoca el aborto o se ahorca, se mata a alguien. Y es una hipocresía más considerar que hay diferencia según en qué lugar del camino se encuentre el niño que viene, a qué distancia de semanas o meses del nacimiento va a ser sorprendido por la muerte.Con frecuencia se afirma la licitud del aborto cuando se juzga que probablemente el que va a nacer (el que iba a nacer) sería anormal física y psíquicamente. Pero esto implica que el que es anormal «no debe vivir», ya que esa condición no es probable, sino segura. Y habría que extender la misma norma al que llega a ser anormal por accidente, enfermedad o vejez. Y si se tiene esa convicción, hay que mantenerla con todas sus consecuencias; otra cosa es actuar como Hamlet en el drama de Shakespeare, que hiere a Polonio con su espada cuando está oculto detrás de la cortina.
Hay quienes no se atreven a herir al niño más que cuando está oculto -se pensaría que protegido- en el seno materno.Y es curioso cómo se prescinde enteramente del padre. Se atribuye la decisión exclusiva a la madre (más adecuado sería hablar de la «hembra embarazada»), sin que el padre tenga nada que decir sobre si se debe matar o no a su hijo. Esto, por supuesto, no se dice, se pasa por alto. Se habla de la «mujer objeto» y ahora se piensa en el «niño tumor», que se puede extirpar como un crecimiento enojoso. Se trata de destruir el carácter personal de lo humano. Por ello se habla del derecho a disponer del propio cuerpo. Pero, aparte de que el niño no es parte del cuerpo de su madre, sino «alguien corporal implantado en la realidad corporal de su madre», ese supuesto derecho no existe.
A nadie se le permite la mutilación; los demás, y a última hora el poder público, lo impiden. Y si me quiero tirar desde una ventana, acuden la policía y los bomberos y por la fuerza me lo impiden.
El núcleo de la cuestión es la negación del carácter personal del hombre. Por eso se olvida la paternidad y se reduce la maternidad a soportar un crecimiento intruso, que se puede eliminar. Se descarta todo uso del «quién», de los pronombres tú y yo. Tan pronto como aparecen, toda la construcción elevada para justificar el aborto se desploma como una monstruosidad.¿No se tratará de esto precisamente? ¿No estará en curso un proceso de «despersonalización», es decir, de «deshominización» del hombre y de la mujer, las dos formas irreductibles, mutuamente necesarias, en que se realiza la vida humana?
Si las relaciones de maternidad y paternidad quedan abolidas, si la relación entre los padres queda reducida a una mera función biológica sin perduración más allá del acto de generación, sin ninguna significación personal entre las tres personas implicadas, ¿qué queda de humano en todo ello? Y si esto se impone y generaliza, si a finales del siglo XX la Humanidad vive de acuerdo con esos principios, ¿no habrá comprometido, quién sabe hasta cuándo, esa misma condición humana? Por esto me parece que la aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha acontecido en este siglo que se va acercando a su final.
JULIÁN MARÍAS
(se volvió publicar el 21-12-07 en ABC)
29 de mayo de 2009
Mi madre
En enero de este año, me hice eco de una bonita carta del olímpico malagueño Félix Gancedo publicada en el Diario Sur con ocasión de la retirada por la Diputación de Málaga de la medalla de oro de la provincia concedida a mi padre en 1975. Aquella carta era distinta de las demás, pues añadía una referencia a mi madre que todos agradecimos:
“Corría el verano de 1948, fue en Alhaurin de la Torre donde conocí a Pepe Utrera Molina; por un camino de tierra iba paseando de la mano de una joven malagueña cuya belleza exterior solo ha sido superada a través de los años por su belleza interior; tuvieron ocho hijos. Querida Lali desde estas líneas te quiero rendir un sentido homenaje por lo mucho que has debido sufrir por tantas amargas realidades.”
Nada más leerla se la envié a Paloma, mi mujer, y conservo su contestación, a vuelta de correo electrónico: “Es preciosa, Luis Felipe, pero sobre todo por las cosas tan bonitas que dice sobre tu madre, que se merece mucho, mucho en todo esto”.
Pensé entonces en escribir sobre ello, pero quizás por pudor, lo dejé para más adelante.
Hoy, cuando está a punto de cerrarse el mes que los cristianos dedicamos a María, he vuelto a escuchar, en las trémulas voces blancas de unas niñas de cuatro años del colegio de mis hijas, una canción que dice así:
Tengo en casa a mi mamá,
pero mis mamás son dos:
en el cielo está la Virgen
que es también mamá de Dios.
Las dos me quieren a mí,
las dos me entregan su amor.
A las dos las busco y las llamo,
a las dos las quiero yo.
Cuando llamo a mi mamá,
ella viene sin tardar.
Mi mamá del cielo viene
si me acuerdo de rezar.
Cada día mi mamá
me da un beso al despertar,
en el alma llevo el beso
de mi Madre celestial.
Uno tiene días. Y la edad, que no perdona, ablanda el espíritu y abre los lagrimales que da gusto. Por eso, al terminar el rezo mañanero, pensé que no puede haber mejor broche para este mes de las flores que honrar hoy de nuevo a mi madre, y en ella a todas las madres del mundo.
Porque ella es la piedra, la fortaleza en la que se han refugiado todos nuestros temores y el hombro sobre el que hemos derramado nuestra impotencia. Es el antídoto contra la vejez, el pesimismo y la desesperanza. Su rostro tiene la luz de una fe inquebrantable y contagiosa y el limpio azul de sus ojos refleja la bondad de los que ofrecen su vida vaciándose en los demás. Por eso tiene la casa siempre llena, porque sus puertas se abren siempre hacia afuera.
No hay medallas ni honores en el mundo que puedan hacerle justicia, ni falta que le hacen. Tiene la devoción apasionada de un hombre que nunca hubiera sido lo que es sin su constante apoyo, su callado sacrificio y sus vacunas de realidad contra sueños imposibles. Y el amor incondicional de unos hijos que nunca podrán agradecerle lo bastante el enorme ejemplo recibido de entrega, de amor y de sacrificio.
Todo lo que diga es poco, como en las confesiones, por eso conviene no alargarse. Pero por todo esto y por lo demás, gracias Mamá, de corazón.
LFU
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