Hace 75 años, un joven español de 33 años, abogado y poeta, decidido a no conformarse con la atmósfera turbia en la que la política liberal partitocrática había sumido a la sociedad española, levantó una bandera que aún ondea en el corazón de muchos españoles, viejos y jóvenes, como un referente de frescura, de honradez y de estilo.
Ayer, otro abogado y poeta treintañero, mi amigo Fernando Anaya, nos ofreció el fruto de un empeño imposible, de largos meses de ilusión y esfuerzo en congregar en torno a ese recuerdo a todos los que, desde diversas posiciones, pronunciamos con especial unción el nombre de José Antonio Primo de Rivera. Fue un acto sobrio, medido y austero, sin una nota amarga ni una expresión desabrida, culminado con las notas vibrantes de un himno marcial cargado de poesía y de esperanza.
Pudimos escuchar, en otras voces, sentados en las bellamente incómodas butacas del Infanta Isabel, aquél discurso pronunciado en el Teatro de la Comedia el 29 de octubre de 1933 cuya esencia no ha perdido ni un ápice de actualidad. Disfrutamos con el análisis riguroso de Arnaud Imatz sobre le figura de José Antonio.
Y escuchamos a Fernando Anaya, que nos regaló un discurso emocionado, lleno de poesía, del que no me resisto, con su permiso, a reproducir alguno de sus párrafos:
Y sin embargo, si esta mirada se realiza sin el vidrio raspado del prejuicio y echamos un vistazo a nuestra España de hoy, sorprende la actualidad de su contenido, porque la verdadera novedad es la que jamás envejece.
Es la misma España que sestea, la misma hemiplegia moral a la que nos aboca el ficticio binomio “derecha-izquierda”.
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El panorama es ciertamente desolador pero sobrevivir compromete a ser un héroe en la devastación de la esperanza y nos corresponde la responsabilidad de defender nuestros ideales, convirtiendo cada voluntad en alcázar inexpugnable, tal como hicieron nuestros mayores en circunstancias mucho más adversas.
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Para muchos hablar de Patriotismo hoy es abordar un concepto ya superado, un fósil engullido afortunadamente por el paso del tiempo que, de vez en cuando, vuelve a la luz como un añejo blasón en el pórtico de un Parador Nacional, algo decorativo, aparatoso y en definitiva inútil.
Que sepan todos ellos que un Patriotismo actual es posible, una palpitación irrevocable que no sirva de trinchera para ningún partido político, ni sometido a ninguna otra artificial división, es sencillamente la íntima puesta en común de un mismo destino en la Historia.
Un Patriotismo actual es posible, exactamente como el que propugnaba José Antonio, un Patriotismo estricto y difícil, sin complejos, que nada tiene que ver con manifestaciones patrioteras de charanga con las que se suele ridiculizar cualquier interpelación a tan noble causa.
Un Patriotismo actual es necesario porque cada hora nuestra no es menos solemne que cualquiera precedida y somos muchos los que padecemos de insomnio en la noche de nuestras conciencias.
Vivimos en una sociedad en la que todo resulta evaluable, prescindible, intercambiable, pues bien, frente a este planteamiento relativista nosotros seguimos creyendo en la inmutabilidad de las verdades eternas, demasiado amplias para el estrecho hueco de las urnas.
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España es una realidad distinta y superior a cada uno de los individuos que transitoriamente la conformen. Hay conceptos que, afortunadamente, escapan del tentáculo liberal de la transacción.
Mantengamos intacta la fe en nuestros ideales porque la vocación de vanguardia comienza en el interior de cada uno. Que la Poesía sea siempre norma cardinal de nuestra existencia.
Gracias Fernando por tus palabras y por tu empeño. Por el aire fresco que recibimos y que convirtió una tarde fría y desapacible en una noche extraordinariamente cálida y llena de esperanza.
LFU