Esta mañana, escuchando la entrevista que en Radio Nacional de España hacían a uno de los supervivientes de la persecución nazi a los judíos, salvado por obra de la embajada española en Hungría, no pude por menos que estremecerme al escuchar de los labios del pobre anciano una frase que dijo, al final y sin venir a cuento, como introducida con calzador por indicación de alguien: “Quiero aclarar que todo esto lo hizo Sanz Briz sin tener ninguna orden del Gobierno español”. De esta manera y con esta clamorosa mentira, se enervaba la posible repercusión positiva que la salvación de miles de judíos en Hungría pudiera tener en el régimen de Franco, que para el pensamiento único que nos oprime, era el mayor exponente de la “maldad humana”.
Al margen de que resulta cuando menos extraño pensar que en 1940, cuando Hitler era el dueño de Europa, las legaciones diplomáticas de los países neutrales fueran por libre en sus actuaciones –máxime con las presiones de Alemania para que España entrase en la guerra con el Eje- existe abundantísima documentación y múltiples testimonios que demuestran la implicación directa del Gobierno de Franco en la salvación de millares de judíos, en un número que alcanza los 60.000. Y que, por cierto contrasta con la actitud de Suiza, que cerró sus fronteras a millares de judíos, haciendo una interpretación estricta e inhumana de su neutralidad.
Así, en una entrevista que mantuvo Ángel Sanz Briz -siendo Cónsul General de España en Nueva York- con el historiador judío Isaac Molho, aquél le manifestó que todo el mérito de sus acciones se debía al Generalísimo Franco, de quien había recibido instrucciones para dar protección a los judíos perseguidos. En la misma línea, la revista digital "Sefarad", reconoce que el diplomático español “actuó siguiendo órdenes de su gobierno”. Y es que, sin restarle méritos al joven diplomático, su actuación hubiera sido del todo imposible si el Gobierno español no hubiera concedido la nacionalidad española a esas 200 familias judías alegando su origen sefardita y hubiera concedido el pasaporte a otros miles de judíos bajo diversas excusas.
A finales de 1943, cuando la “solución final” estaba en marcha, el Ministerio de Asuntos Exteriores español ordenó a los diferentes consulados españoles que volvieran a conceder pasaporte o tarjeta de nacionalidad a los sefarditas que estuvieran o hubieran estado inscritos como tales en nuestras representaciones, aunque la hubieran perdido por falta de uso. En la primavera de 1944 se ordenó que se aceptara como sefardita a cuanto judío solicitara nuestra protección, haciéndolo de manera que la documentación proporcionada contuviera una contraseña capaz de permitir su anulación cuando fuera necesario, una vez terminada la guerra. Fueron estas instrucciones las que motivaron o permitieron la actuación de Ángel Sanz Briz en Budapest, quien las interpreto y amplió con generosidad y suma eficacia.
Resulta revelador, en este sentido, el testimonio directo del diplomático Pedro Schwartz, que en 1943 vivía en el consulado español en Viena por ser su padre Cónsul en dicha capital, y que, en un artículo publicado en el año 1999 en “La Vanguardia Digital” afirmaba lo siguiente:
“Siempre me ha sorprendido la ayuda que Franco prestó a los judíos perseguidos por el nazismo.(…) durante la Guerra Civil, Franco y sus ministros dieron instrucciones a los representantes consulares de España para que protegieran de la discriminación y la expropiación a los sefardíes de los territorios que iban cayendo bajo el control de los alemanes. Tras la caída de Francia en 1940, el falangista Serrano Suñer concedió visados a numerosos judíos askenases, que así salvaron la vida; y a los que conseguían atravesar la frontera, les daba salvoconducto para que pudieran pasar a Portugal y América. Cuando Hitler, a partir de 1943, puso en marcha la solución final, la entrega de pasaportes españoles a los judíos de habla castellana en los consulados de la Europa ocupada se tornó sistemática. De resultas de esta política humanitaria salvaron la vida de 46.000 a 63.000 judíos o quizá más. ¿Quién decidió que los sefardíes eran españoles? ¿Cómo cuadraba la poca simpatía por los judíos en la España oficial de aquellos tiempos con una política tan discorde de la del amigo alemán?
(…) La creciente dureza de la persecución hizo evidente que ya no bastaba con insistir en la posición legalista de que España no admitía que se conculcaran los derechos de sus súbditos. A partir de 1942, sobre todo tras el relevo de Serrano Suñer, comenzó una política sistemática de concesión de pasaportes y visados para permitir la huida de los perseguidos. Además, todos los comentaristas e historiadores subrayan que nunca fue devuelto a las autoridades alemanas ningún judío de los que conseguían entrar en España incluso clandestinamente.”
Lo cierto es que, salvo muy contadas excepciones, el pueblo judío ha sabido reconocer estos hechos. Merece destacarse el testimonio del rabino Chaim Lipschitz, del seminario hebreo Torah Vodaath and Mesivta, de Brooklyn, publicado en la revista Newsweek en febrero de 1970:
“Tengo pruebas de que el jefe del Estado español, Francisco Franco, salvó a más de sesenta mil judíos durante la II Guerra Mundial. Ya va a ser hora de que alguien dé las gracias a Franco por ello”.
En el libro "La banalidad del bien", de Enrico Deaglio. (Editorial Feltrinelli. Milán. y publicada en España por Herder), en uno de sus párrafos, dice:
“Si bien el papel de la España franquista en las operaciones de salvamento de los judíos europeos ha sido silenciado casi del todo, fue decididamente superior al de las democracias antihitlerianas. Las cifras varían entre 30.000 y 60.000 judíos liberados del holocausto.”
El filósofo e historiador alemán Patrik von zur Mühlen en su libro Huída a través de España y Portugal. (J.H.W. Dieta Nachf. Bonn), afirma que:
“España hizo posible que más de 50.000 disidentes y judíos escaparan de los nazis.”
En The American Sephardi, con motivo del aniversario del fallecimiento de Franco, publicó el siguiente artículo:
“El Generalísimo Francisco Franco, Jefe del Estado español, falleció el 20 de noviembre de 1975. Al margen de cómo le juzgará la Historia, lo que sí es seguro que en la historia judía ocupará un puesto especial. En contraste con Inglaterra, que cerró las fronteras de Palestina a los judíos que huían del nazismo y la destrucción, y en contraste con la democrática Suiza que devolvió al terror nazi a los judíos que llegaron llamando a sus puertas buscando ayuda, España abrió su frontera con la Francia ocupada, admitiendo a todos los refugiados, sin distinción de religión o raza. El profesor Haim Avni, de la Universidad Hebrea, que ha dedicado años a estudiar el tema, ha llegado a la conclusión de que se lograron salvar un total de por lo menos 40.000 judíos, vidas que se salvaron de ir a las cámaras de gas alemanas, bien directamente a través de intervenciones españolas de sus representantes diplomáticos, o gracias a haber abierto España sus fronteras”.
Como señala el historiador Eduardo Palomar Baró -de cuyo completísimo estudio sobre el particular he obtenido parte de la información que aquí se recoge- , desde el rey Nimrod hasta nuestros días, a través de cinco milenios, según las leyendas hebreas, quedan escritos los nombres de los tiranos y de los enemigos de Israel en el Libro de la Muerte. Y el de sus protectores y amigos en el de la Vida. Pues bien, Francisco Franco tiene su nombre en el Libro de la Vida. Y con letras de oro. En las sinagogas de EE.UU. todos los 20 de noviembre se pronuncia un responso o “kadish” en memoria del hombre que libró a tantos hebreos del holocausto.
Los judíos honran y bendicen el recuerdo de este gran benefactor del pueblo hebreo... que ni buscó ni obtuvo ningún beneficio de lo que hizo.
Pero muchos españoles, siguen sin enterarse...
LFU
LFU