"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

28 de octubre de 2019

Un día muy triste


Ayer fue un día muy triste para muchísimos españoles. Ayer fue el día en que profanaron la tumba de aquel al que pocos le reconocen haber reconstruido España con éxito, en el momento en que más lo necesitó, tras una de las guerras más sangrientas que ha vivido nuestro país. Pocos reconocen que de no ser por él y por su incondicional amor a la Patria, no viviríamos en la España en la que vivimos hoy que, tristemente, ha caído en manos de aquellos que pretenden destruirla.

Hoy recuerdo con orgullo al hombre tan fuerte y valiente del que me habló mi abuelo, que fue Francisco Franco. Quien trabajó a su lado en vida y fue el último en defenderle, con su último aliento.  
Él ha transmitido la memoria del Caudillo en mi familia por lo que me enorgullezco de que sea su hijo, mi tío Luis Felipe, el que ha defendido a la familia Franco en esta exasperante batalla contra el Gobierno y ha defendido, hasta el final, lo que verdaderamente significa la España que protegió y engrandeció Francisco Franco.

Jaime Alcolea Utrera
25/10/2019


2 de octubre de 2019

A UNA MUJER QUE SABE DECIR SÍ. Por César Utrera-Molina Gómez



Hoy, mi madre, Margarita Gómez Blanco, cumple 86 años. Nacida en los años 30 recuerda con viveza los tiempos duros que le tocó vivir siendo niña. Sin embargo, nunca ha tenido un miedo excesivo ni al presente ni al futuro. Esa ausencia de miedo o más bien su confianza en la realidad de cuyo origen divino nunca dudó, pese a sus durezas, explica muchas cosas: entre ellas, que su esposo, José Utrera Molina, permaneciera siempre fiel a sus ideas, estilo y trayectoria; también la unión de toda la familia en torno a su casa familiar; y la propia existencia del que hoy escribe. Ser el octavo hijo de una familia, resulta, visto con perspectiva, el fruto de una actitud inmune a la mentalidad corriente, tanto entonces como ahora.

Me he preguntado, a menudo, de dónde procede esa valiente confianza de mi madre. Pertenece a la primera generación de una estirpe que volvió al catolicismo en una familia malagueña de raigambre protestante. Una rareza dentro de una singularidad histórica. Mi madre y sus hermanas tuvieron estudios superiores cuando eso en España no era lo común para las mujeres. De hecho, ella ha sido: madre, profesora, administradora, chófer, cocinera, enfermera, Depósitum Fidei, abuela por décadas, bisabuela reciente, y especialmente para mi padre: mástil en la tormenta, asilo tras el combate, esperanza tras la derrota. Me aventuro a pensar que la fe y la Gracia han sido sus compañeras, el lugar de su reposo, la fuente secreta de su fuerza. Algunos podrían pensar que la fe de mi madre es estricta, pues es cierto que nunca ha cedido un milímetro en aquello que su Iglesia le enseñó. El tiempo ha desvelado que su firmeza ha sido la gruta donde se ha incubado la fe de sus hijos, que su fidelidad es la marca de verdades que no caducan, que su ausencia de temor es obediencia a un destino del que no ha desconfiado.

Ojalá que los de tu estirpe sepamos inspirarnos en tu vida. Ojalá que seamos tan fieles a lo verdaderamente importante como tú lo has sido. Ojalá que en nuestros corazones habite la ternura y la firmeza, el amor y la confianza de una mujer como tú. Fuerte como las mujeres de Israel, luminosa como la bahía de Málaga que te vio crecer, humilde y hermosa como los jazmines que habitan tu jardín.

La mirada de los niños, a veces, desvela con dulzura y lucidez las realidades que conocen y aman. Vega, la menor de sus nietas, de 7 años, en el último desayuno de este verano le dijo espontáneamente: “Abuela cuando tú estás, todos están bien” y su abuela sonrío complacida. A lo que su nieta apostilló: “…porque siempre dices sí”. En ese momento, en la penumbra del porche contiguo al comedor donde tenía lugar esta conversación dio la impresión de que asentía la efigie de piedra de la Virgen del Carmen, que custodia, silenciosa, el jardín de Margarita.

César Utrera-Molina Gómez
Otoño 2019.



18 de septiembre de 2019

Cartas a mi padre (II)


Querido papá:

            En pocos días conoceremos la sentencia del Tribunal Supremo sobre el recurso interpuesto contra los acuerdos del gobierno socialista ordenando la exhumación de los restos de tu viejo capitán e imponiendo a su familia el lugar de enterramiento.

            Durante el último año hemos denunciado con toda la fuerza de la razón y la ley la arbitrariedad de un gobierno que se ha situado por encima de la ley y ha retorcido los cimientos del Estado de derecho para revestir de legalidad una decisión que nace del resentimiento y, como tú bien sabes, de la mentira. Una decisión que ha contado con el silencio cómplice de una oposición indiferente ante la estrategia de manipulación histórica iniciada hace décadas y con la actitud poco ejemplar de una jerarquía eclesiástica que, con contadísimas excepciones, no ha sabido defender, no ya la memoria y dignidad de quien la defendió y salvó de un brutal exterminio que ahora se olvida, sino el respeto debido a la propia dignidad e inviolabilidad de los lugares sagrados. Tal vez por el contraste con tanta tibieza, cobra mayor relieve y genera más admiración la postura digna y gallarda de la Comunidad Benedictina encargada de la custodia de su cadáver.

            Acudimos al Tribunal Supremo cargados de razón y de derecho. Denunciamos la escandalosa y espuria utilización de un Decreto Ley en contra de lo previsto en la Constitución; denunciamos la violación de los derechos a la intimidad personal y familiar, a la libertad religiosa y a la igualdad ante la ley, ante una verdadera ley de caso único torpemente disfrazada para la ocasión. Cualquier estudiante de primero de derecho se escandalizaría ante el torrente de ilegalidades cometidas por el gobierno en su propósito de humillar póstumamente la memoria de quien libro a España del comunismo, avasallando de forma injusta a sus descendientes.

            Todos me preguntan lo mismo: qué espero de la sentencia. Y quizás porque conservo aún los restos de aquella ingenuidad juvenil de la que me hablabas, sólo puedo decir que espero que se ajuste a derecho. Que la justicia sea esa dama ciega, ajena a las presiones ambientales que figura en el frontispicio de nuestro más alto tribunal.  Si es así, no tengo duda de que nuestra postura prevalecerá.

Porque, como tú bien sabes, no se ha podido hacer más. Jamás en mis veintisiete años como abogado tuve que hacer frente a un adversario tan poderoso y arrogante dispuesto a utilizar todos los resortes a su alcance, que son abrumadores. Pocas veces he tenido tan claro que estaba situado en el lado correcto de la mesa, no ya como abogado, sino como ser humano y como cristiano. Hemos defendido a una familia que luchaba por su dignidad. Lo hemos tenido todo en contra, menos la razón, el derecho y el aliento de muchos miles buenos españoles. Tenemos, al menos, la íntima satisfacción del deber cumplido y la esperanza en que la luz prevalezca sobre la tiniebla.

 Prefiero pensar aún que el Estado de derecho, en el que firmemente creo, no se ha convertido en un nombre vacío en el que reine la componenda y el compromiso utilitario. Y quizás también, porque creo en la Divina Providencia, vienen a mi memoria en esta hora aquellos versos del gran Juan Ramón Jiménez que con su sonora e inconfundible voz recitaba tu amigo Rafael de Penagos: “Si queréis que, entre los cardos sangre, hacia las insondables sombras de la noche eterna: sea lo que Vos queráis”.  Pase lo que pase, no dudes que seguiremos al pie del cañón, inasequibles al desaliento, porque pocas veces tiene uno la ocasión de defender como abogado una causa tan justa, tan noble y tan llena de dignidad.            
             
Desde tu lucero, ruega por nosotros.

             Tu hijo

27 de junio de 2019

¿Franco fascista?

"Fascista" es uno de los calificativos preferidos del matrix progre para nombrar a Francisco Franco.

Cualquiera que se acerque con un mínimo de objetividad a la biografía de Franco sabe que no hay calificativo que más se aparte de la realidad. 

Pero como en este bendito país ya sólo leemos cuatro gatos, nada mejor que un testimonio gráfico para desmentir a la progresía oficial. El General Charles De Gaulle, el "héroe" de la resistencia contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y presidente de la V República francesa, quiso dedicarle así su libro de memorias a "Su Excelencia el General Francisco Franco".  Dudo mucho que De Gaulle -como antes hizo Eisenhower-  fuera a visitar a un líder fascista, dejarse fotografiar con él y menos aún dedicarle tan afectuosamente sus memorias.



Pues aquí lo dejo, para la posteridad

LFU

18 de junio de 2019

Otra memoria. Por Gonzalo Cerezo Barredo



La memoria, persistente, se aferra al subsuelo de la vida, hunde en ella tan profundamente sus asideros que no es fácil desarraigarla. Los recuerdos claman por su objeto de deseo. Nada satisfará el incumplido anhelo de recuperarlos, excepto su contemplación.

Una reciente estancia en Alicante me ha permitido recobrar el deseo largamente demorado de visitar la tumba de José Antonio en el cementerio de la ciudad mediterránea. Tan solo de paso en ella un par de ocasiones, no tuve la oportunidad de acercarme al memorial de José Antonio que a ella nos vincula a tantos de los suyos: la prisión donde fue juzgado y ejecutado, y la fosa marcada con su huella, donde reposaron sus restos. Esta vez sí. Me llegué a ellos con una mezcla de variados sentimientos:

Íntimo reconocimiento por lo que su magisterio y persona han significado para nosotros, y por la contribución a dignificar el hombre que ahora somos; melancólica sensación de pérdida del tiempo desvanecido; ominosa reserva por lo que podría encontrar, o no; satisfacción del deseo postergado... 

De todo esto hubo un poco en realidad. La prisión donde José Antonio fue juzgado y ejecutado, ya no existe. En su solar se edificó un Colegio Menor del Frente de Juventudes que ha sido redenominado ahora Residencia Juvenil La Florida. Se conserva, sí, el patio donde fue fusilado, cubierto por una cúpula visible desde el exterior. Acoge también una capilla. Ignoro si con culto o sin él.

El cementerio está situado en las afueras de la ciudad. En un apartado rincón se encuentra, discreto, el lugar destinado a las fosas comunes. Un espacio cubierto de césped no demasiado cuidado. Lo rodean cipreses y otros árboles funerarios que dan solemnidad al conjunto.

Salpican aquí y allá el recuadro de césped, pequeños estelas, a modo de lápidas verticales, con inscripciones rememorando a víctimas de la guerra civil. De ambos lados. Corresponden unas al período de dominio republicano. Otras al posterior. Me llaman especialmente la atención las que se atribuyen a los nacionales, probablemente las más recientes, y, con casi total seguridad, posteriores a la llamada memoria histórica. Una recuerda el bombardeo de la ciudad y otra a las víctimas de Callosa del  Segura, no lejos de donde estuviera José Antonio. Inevitablemente se viene a la otra memoria el fallido intento de rescatar al encarcelado fundador de Falange por parte de un puñado de camaradas de esa localidad. Sorprendidos en una emboscada, muertos en la acción o ejecutados sumariamente después.

Algo más allá, al extremo del recuadro que contiene las fosas -no mayor que un par de canchas de baloncesto- se sitúa la tumba que buscaba. De unos dos por tres metros, destaca por estar pintada de rojo y negro, los colores de la bandera falangista. Es el único signo externo llamativo. Al acercarse a ella, se ve a sus pies una marchita corona de laurel. En las cuatro esquinas, modestas flores de plástico… (no son las únicas; adornan prácticamente todas las tumbas). En la cabecera de la lápida una mirilla de cristal se supone debería permitir ver la oquedad de la huella,  preservada por un vaciado,  de los restos de José Antonio. No es posible. El tiempo lo ha empañado de tal modo que apenas se vislumbra la bandera que la cubre. 

Nada excesivo. Todo sobrio y sencillo. Del gusto de José Antonio si mostrara cierta elegante estética , nada incompatible con su simple geometría . En cualquier caso, no tiene nada que ver con el monumentalismo de la época.

El conjunto se resiente de las flores de plástico -esa maldición de nuestro tiempo- que me habría complacido ver sustituidas por nuestras cinco rosas, depositadas acaso por alguna piadosa mano anónima… Es verdad que tampoco se veían flores naturales en los otras estelas. Triste consuelo.

Coloqué junto a la reseca corona de laurel una ramita de ciprés con su fúnebre fruto. Y una de aquellas patéticas flores de plástico, caída de su ramillete.

Antes de abandonar el cementerio musité una oración por cuantos descansaba allí de uno y otro lado. No estaría mal que algún día pudiera llamarse a este lugar que acoge lo que sobremuere de aquella contienda “pradera de los caídos”. Si eso sucediera alguna vez, sería el triunfo de la “otra memoria”. La que representan todos estos restos que cayeron del lado “equivocado” -según creía cada uno del “otro”- reconciliados, al fin, en el territorio sin fronteras ni exclusiones que les ofrece un más allá de la muerte.

No sería ninguna novedad. En la década de los 40 del pasado siglo, así lo creíamos ya muchos. Yo mismo publiqué en aquellos años juveniles un poema titulado Elegía por un muerto que cayó del otro lado. Era la revista Alcalá, del SEU, que dirigía Jaime Suárez. Pero entonces nadie había inventado aún la memoria histórica. La nuestra era, simplemente, otra memoria.

Madrid, 15 de junio de 2019

Gonzalo Cerezo Barredo

17 de junio de 2019

"Sumisión" de Michel Houllebecq


Título: Sumisión
Autor: 
Editorial: Anagrama
Año: 2015

El protagonista de la novela ejerce de modesto profesor en la universidad francesa y es el vehículo para el retrato descarnado de una cierta clase intelectual y excusa para lanzar un vaticinio sobre el futuro de Francia y en cierto modo, de gran parte de Europa.

El mensaje nada complaciente de Houllebecq se vale de la descripción sin velos, ni edulcoraciones de la intrahistoria del profesor cuya brillantez intelectual parece simétrica a su sórdida condición personal. A este retrato se anuda un texto implícito en el que se perfila el sexo, más allá de un contacto de cuerpos, de una mera adicción como un artículo de justificado consumo, falso calmante y estéril esperanza para el sujeto común.

Sin embargo, nada más lejos que acusar de esquemática a esta novela, pues el nihilismo presente no está exento de una pujante y bien descrita tentación de dejarlo atrás, de superarlo con una mirada hacia el origen profundo de Francia que resulta conmovedora y resuelta de una manera cruel, pesimista y, sin embargo, perfectamente trabada en la narración.

No se trata de una novela distópica más. El autor no amaga con un supuesto tono profético más bien parece una autopsia anticipada de una sociedad que se dirige a la desaparición, hipótesis que resulta más verosímil de lo que nadie quiere admitir.

Sin duda este libro pesimista y perturbador tiene muchas lecturas, pero, indudablemente, una de ellas, constante en otras obras del autor, es el durísimo y despiadado ajuste de cuentas personal con la generación del 68, con sus modos de educar, con la cultura que generó y las consecuencias producidas en las relaciones personales.

Uno se pregunta de dónde procede la lucidez del juicio de muchas de las opiniones de este autodidacta, del enorme acierto con el que culmina los tres últimos capítulos y no parece difícil adivinar que el enorme dolor personal, infligido por sus padres que se desentendieron de él, puede ser la fuente que alimenta su juicio, el origen de una sensibilidad extraordinaria para percibir la realidad y sus direcciones, que explica la visión nada complaciente de sus textos.

En la novela encontramos al mismo tiempo que una fría distancia con lo verdaderamente humano y un materialismo envolvente, juicios estéticos afinados, análisis políticos reveladores junto con un depurado retrato de las tentaciones del alma del hombre contemporáneo. Casi ningún juicio deja de tener un poso amargo cuando no directamente vitriólico y a pesar de todo, resulta difícil no tomarlos en consideración. Es una novela notable pero también una advertencia y, por qué no, un pronóstico.  

César Utrera-Molina Gómez
Mayo 2019


13 de junio de 2019

La condición humana. Por Gonzalo Cerezo Barredo


Es difícil ver los noticiarios de televisión o abrir un periódico sin que nos asalte la noticia de algún hecho violento. Ya sea la cotidiana violencia llamada de género, el ataque terrorista en cualquier lugar del mundo, el enfrentamiento étnico, territorial o de poder enmascarado de confrontación religiosa o el secular odio tribal. La muerte que no cesa recorre el mapa del mundo, sin fronteras. Las últimas sacudidas, Nueva Zelanda y Sri Lanka. Más de 50 muertos en la primera y entre 300 o 400 víctimas, según algunas fuentes en la segunda. Casi en los mismos días, EE. UU. llora en el aniversario del ataque al Instituto de Columbine.

El Viernes Santo, quizá para mostrar su rechazo al acuerdo de paz de ese mismo día (1998), disidentes del IRA dieron muerte a una periodista. Domingo de Resurrección, en Veracruz, de nuevo la muerte -ese fantasma tan amado y tan temido de los mexicanos- ataca de nuevo. Duelo y gloria en toda la Cristiandad por la muerte y resurrección de Cristo. Es fácil preguntarse a qué viene esta violencia que nada soluciona; estas muertes sin sentido.

¿Sin sentido? No. No sin sentido.

La respuesta, absurda, ininteligible, sólo puede encontrarse en el hombre mismo. Homo hominis lupus… Inaugura la Historia con un crimen  y así sigue. Mito o realidad, Caín y Abel, simbolizan para siempre la primera guerra entre hermanos. La trágica conclusión del relato es que el inocente muere y el culpable sobrevive. Según toda lógica humana, esto debiera conducirnos al más radical pesimismo antropológico...

Tremenda paradoja. “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de Él?” (Salmos, 8:4). Queja o lamento, la cuestión recorre los textos bíblicos. Podemos preguntarnos, todavía hoy, qué es el hombre, ese ser misterioso,  única criatura que dispone de la facultad de elegir su destino. Y decidir sobre el de sus iguales. El hombre, capaz de lo mejor y de lo peor. Capaz de entregar su vida para salvar la de otros o someterlos a muerte o esclavitud.

Cuesta comprender que San Francisco y Stalin pertenezcan a la misma especie. Parece claro que si la libertad y la mente humana vienen dadas de origen con su equipamiento genético, la primera es un privilegio (“la verdad os hará libres”), y la segunda nos induce al error.

Los campos de la muerte nazis y comunistas sembraron el horror y el exterminio en toda Europa. Cierto. ¿Qué llevó al padre Maximiliano Kolbe a ofrecer su vida a cambio de salvar la de un anónimo padre de familia entre el millón de muertos de Auschwitz? Esto también tiene sentido.

No hace mucho, España entera se movilizó por la tragedia de Totalán. Más de 300 personas, (mineros asturianos, expertos de todas partes, gentes de los alrededores),   se concentraron para salvar a Julen. Esfuerzos y oraciones de nada sirvieron: Julen murió. Sí. Pero algo grande y hermoso nació. Nada de todo aquello fue una “pasión inútil”.

¿Se puede, -demandaba Adorno- escribir poesía después del Holocausto? Alguien se preguntará también dónde estaba Dios en esos momentos. La respuesta la dio el Papa Ratzinger cuándo visitó (2006) Auschwitz: AQUÍ.  Aquí, con las víctimas. Cuesta comprenderlo. Es necesario todo el talento y la fe de Chesterton para entender las relampagueantes paradojas del cristianismo. Ninguna como esta contraposición del bien y el mal en esta criatura  creada según la fe, a imagen y semejanza de su creador.

Hoy sabemos también, por testimonio de los propios combatientes enfrentados, que nada como la guerra para sacar a la superficie lo mejor y lo peor del hombre.
Mientras los campos de destierro, tortura y exterminio se extendían por Europa, la URSS, Filipinas y el sureste asiático, en las trincheras de todas las fuerzas enfrentadas, el heroísmo (y la cobardía), el sacrificio ( y el egoísmo), la   compasión ( y la crueldad), la lealtad (y la vileza), ponían a prueba esa inextinguible condición humana frente al dolor y la muerte: una vez más, hay que elegir entre el bien y el mal. La vida, o la  muerte.

     El   Mediterráneo, cuna de la civilización occidental, es hoy una inmensa sepultura de sueños. Miles de personas huyen de la tragedia buscando una vida mejor y solo encuentran en él la muerte. Miembros de ONG’s  y servidores públicos, arriesgan su vida para  rescatar a las víctimas de esta sangría ininterrumpida… En Madrid y otras grandes ciudades, asociaciones civiles o religiosas -nutridas en su mayor parte por jóvenes, hay que proclamarlo- reparten cada noche sonrisas, abrigo y bebidas calientes,  a los “sin techo”, los marginados de la “sociedad opulenta”. Los imprevistos proletarios del siglo XXI...

     En cada tragedia la angustia oprime nuestros corazones y naufragamos en el  abismo insondable de la conciencia. Humanamente, no hay respuestas. Solo para los afortunados que  poseemos Fe, tiene esto algún sentido. San Agustín gastó casi la mitad de su vida buscando en el maniqueísmo la respuesta equivocada. El mal no es la contrafigura de Dios, el otro principio creador del mal. Sólo después reconocería en  sus Confesiones : “Tarde te he hallado. Hermosura nueva y antigua”… Y es que la esperanza es de las tres grandes virtudes, la más pequeña, la más humilde. También el más firme asidero del hombre. La  Fe la Caridad “se nos dan por los siglos de los siglos”, dice Péguy (1873-1914),  “pero la esperanza se levanta cada mañana”.  Amén.

Madrid. Abril, 2019

26 de abril de 2019

El transexualismo y la Ley Natural. Por Beatriz Silva de Lapuerta


El 5 y 6 de abril tuve la oportunidad de asistir en la Universidad Franciscana de Steubenville, Ohio, a una Conferencia bajo el título: “Los tiempos del transexualismo. La ley natural como respuesta a la cultura contemporánea de identidad de género.”

Un grupo destacado de profesionales presentaron el tema enfocándolo cada uno en el ámbito de su especialización. Así tuvimos el panel de expertos en medicina, en ética y asistencia pastoral, en el campo legal, y aquellos expertos en el tema cultural de la teoría del género; del mismo modo oímos el testimonio de Walt Heyer, autor y conferenciante que vivió la vida del transexualismo durante ocho años hasta que decidió proceder a un proceso de reversión y ahora su pasión es tratar de ayudar a todos aquellos que su vida ha sido destrozada por innecesarias mutilaciones, cirugías y tratamientos hormonales para “reasignación” de género.

El acto concluyó con la presentación de Ryan Anderson, famoso autor del libro “Cuando Harry se convirtió en Sally. Respondiendo al momento transexual” (When Harry became Sally: responding to the transgender moment), título que evoca la película “Cuando Harry encontró a Sally” (When Harry met Sally), producida en 1989.  Anderson forma parte del equipo directivo de “The Heritage Foundation”, fundación conservadora estadounidense, y es un destacado y prolífico autor y promotor del derecho natural en el ámbito del matrimonio, bioética, libertad religiosa y filosofía política.

La asistencia fue de capacidad máxima dada la peculiar presentación de este tema desde la perspectiva de la ley natural y no de lo “políticamente correcto” que se nos quiere imponer en la cultura en que vivimos.

El acto tuvo un gran éxito y nos abrió los ojos en diferentes aspectos. En primer lugar en el ámbito médico, destacando que el camino impuesto actualmente de cirugía, amputación y cambio hormonal no encuentra justificación desde el punto de vista científico y no existen datos ni estadísticas que demuestren que este proceso es el adecuado, sino todo lo contrario; por otro lado pudimos entender que existen determinadas acciones que se pueden tomar, a mí en concreto me hizo ver con claridad que se está mandando a personas -incluyendo a menores- obligatoriamente y sin ofrecer otras alternativas, a cambios biológicos de sexo que no les corresponden, en vez de tratar los auténticos problemas que sufren que son de carácter “psicológico”, y de esta manera se les está lanzando en un camino en que nunca encontraran la paz y felicidad, por lo que un porcentaje muy alto que se estima en un 44%, acaba en suicidio.

El lobby LGTB, con respaldo de los medios de comunicación, denigración pública de personas y leyes de imposiciones y multas, intimida de tal forma a todos aquellos que cuestionamos sus planteamientos, que un facultativo o un sacerdote que atienda a una de estas personas puede temer razonablemente el perder su trabajo o pagar una gran multa, si le orienta en dirección distinta a la “dogmatizada” por la ideología de género; así coaccionando al individuo y privándole de la libertad de elegir aquel camino que el estime más oportuno en el caso de que desee acompañamiento pastoral o tratamiento psicológico.

Teniendo conocimiento de testimonios como el de Walt Heyer y muchos otros recogidos en el libro “Cuando Harry se convirtió en Sally” de Ryan Anderson, que reprochan la pasividad de sus médicos y relatan su frustración genuina hacia estos y sus terapeutas que les mintieron y les impusieron un proceso de operaciones de mutilación o tratamientos hormonales para “reasignación” de sexo como solución y sin ofrecer ningún otro tipo de alternativas, y posteriormente decidieron seguir un proceso hacia la reversión -aunque estas jamás tiene un carácter total-, esperamos que podamos hacer presión para que a la gente que sufre este tipo de desorden se le pueda ofrecer un tratamiento de tipo psicológico y pastoral si lo desean, sin que los médicos, psicólogos, terapeutas o sacerdotes sean acosados “legalmente”.

Hay que admitir que el transexualismo es un “contagio social” como dice una de las personas del libro de Anderson, y hemos visto estos contagios sociales con anterioridad. Hubo una época en que la histeria llego a quemar a las mujeres porque se pensaba que eran brujas; y hubo un tiempo, no hace mucho, en que la histeria llevo a acusar a trabajadoras sociales por falsos recuerdos de abusos sexuales implantados en los cerebros de niños por psiquiatras ideologizados.

Espero que estemos vislumbrando el inicio de un cambio en que las víctimas de “la histeria del cambio de sexo” puedan acusar a los terapeutas y médicos –así como los encargados de medios de comunicación abusiva y legislación impositiva- que, en palabras de las propias víctimas, destrozaron sus vidas sin ofrecerles una ayuda real a sus problemas y esto nos abra un camino hacia reencontrar nuestra auténtica naturaleza.



                                                                                 Beatriz Silva de Lapuerta

28 A: el votante católico mira hacia el futuro. Por César Utrera-Molina


España se encuentra en una encrucijada histórica por muchos motivos, con problemas de una dimensión y gravedad que hacen más relevantes estas elecciones.



Resulta difícil de negar que el cambio de época del que muchos hablan tiene una traducción política evidente que está produciendo una renovación inesperada del panorama político occidental, otrora estable y predecible. En EE.UU. la irrupción del Presidente Trump ha cambiado las dinámicas de décadas de la política estadounidense. Brasil pasó de la izquierda filochavista de Rousseff a una derecha sin complejos con Bolsonaro. En Francia desapareció el partido socialista en un sólo sexenio y un presidente con partido propio y sin historia ha pasado a dirigir el Elíseo. Italia abandonó abruptamente el consenso socialdemócrata y Hungría y Polonia plantean la reivindicación de sus raíces nacionales frente a una política europea, en exceso uniforme, una de las causas del Brexit.

España se encuentra en una encrucijada histórica por muchos motivos, con problemas de una dimensión y gravedad que hacen más relevantes estas elecciones. Sólo aquellos con un conocimiento limitado o una visión sectaria del Catolicismo pueden sorprenderse de que prelados y fieles se pronuncien sobre la conveniencia de votar una u otra opción política. De forma llamativa, el cambio de época plantea una alternativa radical y excluyente de conceptos que se hallan en el centro de la civilización occidental gracias al Cristianismo: los verdaderos derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la conciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta.

Ante la magnitud del reto que viene sorprende que el análisis de una parte de la ¿inteligencia católica? ante el 28 A se posicione con las fuerzas políticas responsables de muchos de los problemas actuales. Estos juicios que parten de rancios prejuicios ideológicos coinciden en avisar de los posibles riesgos que puede suponer Vox, sin crítica apenas a las otras opciones, y ello cuando Vox claramente hace suya la defensa de los principios básicos de la civilización occidental. Así, el nítido patriotismo de Vox se moteja de nacionalismo; la defensa decidida del Estado de Derecho, base de la paz social, se crítica como opción excluyente al diálogo; la recuperación de las mejores tradiciones se confunde con la construcción de muros; y la posición firme sobre la inmigración ilegal se descalifica sin ofrecer una alternativa razonable más allá de un buenismo abstracto ajeno a la dolorosa experiencia de otros países en esta cuestión.

          Pese a todo el ruido anterior, el católico español no se distingue del votante medio en España que recibe con ilusión y esperanza, la irrupción de Vox y hace caso omiso de “pastorales” ancladas tristemente en los 70. ¿Porqué? Vox reivindica, sin complejos, el valioso patrimonio que el resto del arco político, comenzando por el PP, no sólo no ha protegido, sino que ha atacado con saña digna de mejor causa. Del PP a Podemos con los nacionalistas siempre detrás, se ha atacado o dejado atacar, una y otra vez, a la familia, a la propiedad privada a través de la presión fiscal, a la dignidad humana indefensa ante la investigación científica o la voluntad individual, se ha relegado el principio de igualdad ante la ley para beneficiar a poderosas minorías y la unidad de España ha quedado expuesta a la rapiña interesada del juego político.

Muchos hemos entendido que los protagonistas políticos de ayer caducaron, que la venta de sus productos dejó de tener interés desde que fuimos testigos de que cuando España ha estado a punto de romperse, sólo el Rey, aislado, defendió con claridad España. Nuestra paz social de los últimos 80 años tiene que ver con seguir viviendo juntos, con no destruir los mínimos de convivencia que se habían asentado gracias a una sociedad civil adulta más que a los políticos y preservar esas líneas rojas fundantes de nuestra civilización. Vox ha entendido todo esto y ha conectado con esta profunda preocupación generando una ilusión que es visible en cada aparición pública, entre otras cosas, porque no ha venido (dicen) a conservar su parcela sino a defender a España, en su integridad y sin hipotecas, como muchísimos españoles, católicos o no, desean. Puede que fracasen en su intento, no sería raro, pero muchos como yo, ya nos decidimos por ellos y esperamos que estén a la altura de lo que defienden, de que prolonguen la lucha por España y si fracasan sepan sucumbir con honor como otros españoles ya hicieron. No tengan duda de que así lo demandaremos, los que, ahora, confiamos en ellos.

César Utrera-Molina Gómez
Abogado.



Publicado en LA RAZÓN: 
https://www.larazon.es/espana/el-votante-catolico-mira-hacia-el-futuro-GC23032613


24 de abril de 2019

"La Marina de Vichy"



Título: La Marina de Vichy.
Autor: Joaquín Ruíz Diaz del Corral.
Editorial: Actas.
Año: 2019.


La Marina de Vichy escrita por Joaquín Ruíz Díaz del Corral, coronel auditor procedente del extinto y prestigioso Cuerpo Jurídico de la Armada, no sólo es un excelente ejemplo de investigación histórica sobre un hecho poco conocido, también resulta una muy amena y rigurosa narración de hechos políticos y lances militares.

Los hechos que narra este libro de historia podrían considerarse marginales en el contexto de la II Guerra Mundial, pero no es menos cierto que los mismos determinaron, en parte, el futuro destino de millones de personas y de pueblos enteros de los 5 continentes que formaban parte del imperio francés antes de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, no resulta difícil rastrear en el mapa mundial las cicatrices en forma de fronteras y conflictos que tienen que ver con el acontecer narrado en este libro. Véase el discurrir de Vietnam, Líbano o Siria.

Desde otro punto de vista, abordar la historia de la Marina de Vichy es escribir sobre los vencidos de los vencidos, sobre el destino de una realidad histórica (la Francia de Vichy) olvidada a conciencia por la propia Francia salvo para anatemizarla. El fil rouge de los distintos escenarios geográficos y temporales que describe el libro, lo que unifica situaciones y lugares tan lejanos entre sí, es la Marina de Guerra francesa, cuyos oficiales desempeñaron un papel muy relevante en todos esos lugares y asumieron un protagonismo en un momento poco propicio y estimulante para detentar cualquier tipo de responsabilidades políticas y militares.

Es preciso destacar que la pluma del autor consigue aunar un excelente ritmo narrativo, junto a una notable capacidad de síntesis y acierto descriptivo en los sucesos que narra, especialmente interesantes fueron los que transcurrieron en el norte de África. La batalla del Mers el Kebir, el acontecer de la flota francesa en Alejandría, la resolución de la invasión aliada en 1942 en el norte de África, la desconfianza de nuevos y antiguos aliados, las tensiones entre De Gaulle y el resto de militares franceses, ejemplifican la enorme dificultad política, social y militar que tuvieron que gestionar los marinos de guerra franceses. De alguna manera, parece deducirse del libro, éstos actuaron como un estado dentro de un estado provisional, en un momento de dificultad máxima en el que ninguna solución era fácil de adoptar y cuyas consecuencias tampoco parecían claras. En este sentido, resulta de gran valor humano e histórico el relato de la conducta sacrificada y ejemplar de estos marinos de guerra que acabaron tomando las decisiones que una sociedad derrotada no quiso tomar y afrontando las responsabilidades que nadie quiso aceptar.

La hecatombe social, política y militar de la Francia republicana en la II Guerra Mundial sigue ofreciendo multitud de jugosas lecciones a cualquier sociedad y, particularmente, a cualquier sociedad Occidental. Este libro da pistas del destino de una sociedad decadente y dividida social y políticamente; también describe con imparcialidad como las sucesivas clases políticas de la Francia de los años 30, no sólo fueron incapaces de gobernar con éxito la nación francesa, en un momento crítico, sino que aquella que administró la derrota también fue objeto de la avidez de poder y el oportunismo frente a pocas excepciones ejemplares.

En definitiva, este libro, más allá de su valor historiográfico por la novedad que aporta a la bibliografía española sobre el tema, rinde homenaje, imparcial y riguroso, a aquellos que supieron cumplir su deber en los momentos críticos para una nación como es el de su derrota militar y lo rinde desde la perspectiva de un marino de raza como, sin duda, es el autor, Joaquín Ruíz Díaz del Corral.

César Utrera-Molina Gómez


23 de abril de 2019

Manuel Alcántara. Por Gonzalo Cerezo Barredo


Lo mejor del recuerdo  es el olvido
                                                           Manuel Alcántara    

A ti, fiel camarada, que padeces 
el cerco del olvido atormentado
                                                          Ángel  María Pascual
     
¿Que se puede decir de Manuel Alcántara que no se haya dicho ya?. Pues, eso.  Lo que nadie ha dicho. El fallecido poeta formaba con Manolo Cantarero y Pepe Utrera un núcleo de estrecha amistad. los tres malagueños,  y los tres miembros de  esa generación que algunos llaman perdida, otros olvidada, venían  a ser como tres mosqueteros  que, cada uno a su modo, persiguen sus ideales. Los tres pertenecían a
aquella juventud atrapada entre dos guerras, una en que no lucharon, pero ganaron. Otra que perdieron aunque no combatieron. Como tantos de nosotros,  demasiado niños para la primera y demasiado jóvenes para la segunda. Ni siquiera en la testimonial División Azul, que les pilló todavía de pantalón corto. Ya  no queda ninguno de los tres.

Último en abandonarnos,  a su 91 años, Manuel Alcántara y Manolo Cantarero, eran miembros del Frente de Juventudes y pertenecían a la centuria  que mandaba José Utrera Molina. Pepe, para quienes fuimos sus amigos y camaradas. El destino les llevó por diferentes derroteros. Pero no les separó. Su amistad se mantuvo siempre, unidos, coincidentes en sueños y recuerdos; los mismos, pero  no lo mismo.

     Conocí a Cantarero y Alcántara a través de Pepe Utrera,  en los años de mi colaboración con  el en sus tareas ministeriales,  primero, y de  prolongada amistad,  después, cuando fue apartado de ellas,  aunque nunca de sus irrenunciables lealtades. Poeta secreto, brillante orador que traslucía en sus palabras la innata vocación poética, Pepe se orientó a la política activa. Fue gobernador en tres provincias y ministro en dos ocasiones y en  tiempos de turbulenta transitoriedad. 

Manolo Cantarero no desoyó la llamada de la mar que acariciaba su infancia y a ella dedicó buena parte de su vida como oficial de la  marina mercante. No tanta como para olvidarse de la política, a la que consagró los años que pasó en tierra. Dejó el cuaderno de bitácora para navegar  en mares más procelosos… Se dedicó al periodismo y escribió un  denso libro sobre el socialismo de la Falange;  fundó un partido con el que concurrió a las primeras elecciones de la Transición , y formó parte del Parlamento Europeo.

Muy diferente fue el camino recorrido por Manuel Alcántara. Si bien coqueteó con el boxeo -que marcó su nariz para siempre-  la  poesía, nada secreta en su caso,  fue la pasión de su vida. Incluso aunque se la ganara con el sudor de su pluma (no me lo imagino escribiendo en un ordenador), atado, como decía Capmany —otro de los nuestros- “a la columna”.  En realidad, su verso y su prosa no se diferenciaba más que en la música. Si el periodismo era su profesión, la poesía constituía su vocación. Solo él sabía dónde comenzaba una y concluía  otra. Tan está llena su poética de naturalidad espontánea y cuidadosa selección del lenguaje coloquial que resplandece  con insólita luminosidad al pasar por sus manos; al igual que la prosa se nutre de metáforas, Insólitas, inesperados quiebros o referencias sorprendentes, tanto  que, si no fuera por su dominio del lenguaje, diríase  que,  contrariamente al personaje de Moliere, hablaba en poesía sin saberlo.

     Menos Baudelaire que Ronsard; menos  sarcástico que Quevedo; tan humano como Lope, venía poco por la Corte,  recluido, pero más afortunado que don Francisco el “rincón de estos desiertos”,  en su malagueño Rncón de la Victoria.

     La política era un venero soterrado en su escritura. No se notaba, pero estaba allí,  como en otros poetas de esa generación olvidada (Marcelo Arroita Jáuregui, Alfonso Albalá Cortijo, Salvador Jiménez,...) A ella se refería Ángel María Pascual (191),   algo más tempranero, en su inolvidable soneto  Envío.  Hacerse  un hueco  tras aquellas dos generaciones del 27 y del 36,  sin haber  pertenecido a ellas como sus hermanos mayores, tenía mucho mérito,  pero lo lograron aunque  hoy se pretenda borrar sus huellas y mistificar sus señas de identidad. 

Todos los que he citado, han fallecido, pero no han muerto. Permanecerán en nuestro recuerdo. En Manuel Alcántara, encasillado en su columna periodística,  como si su poemario no existiera, resumo esta memoria del olvido. A todos conocí.  De todos mantengo recuerdo.


                                                                                                                    Gonzalo Cerezo Barredo
Publicado en "Desde la Puerta del Sol"
Número 162– martes 23 de abril de 2019

22 de abril de 2019

Dos años después. La muerte en ti no manda.




Hace hoy dos años del día en que cerraste los ojos en este mundo para abrirlos a la luz de Cristo. Dos años del día en que conociste por fin la Verdad, los misterios que nos inquietan, el porqué de tantas cosas que no somos capaces de entender. Dos años del día en que moriste para vivir siempre.

Pero fue tanto lo que sembraste en vida que puedo decir que la muerte en ti no manda. No manda, porque tu recuerdo sigue vivo en el corazón de esa gran familia que formaste y en el de miles de españoles en los que anida la virtud de la gratitud. No manda porque tus escritos, tus discursos, tu incansable cruzada por mantener una verdad maltratada siguen llegando a muchos españoles que no han sido anestesiados por la mentira. No manda porque la colosal obra social que tú contribuiste a hacer realidad sigue en pie aunque arranquen las placas y borren los nombres de hospitales, viviendas, pantanos, universidades y hogares de ancianos. No manda porque todavía queda un puñado de españoles valientes que no están dispuestos a asistir impávidos y cobardes a que se escupa impunemente sobre la tumba de sus padres y abuelos. Porque cada vez son más los españoles que sienten la emoción de serlo y muy pronto empezaremos a ver esa primavera que, pese a todo, seguiste anunciando en cada escrito.

No hay noche sin aurora, repetías. Y la noche que ha sido larga, no va a ser eterna, ni mucho menos. No vamos a permitir impasibles a que los muñidores del odio profanen vuestras tumbas y vuestra memoria y nos impongan un relato mentiroso de nuestra historia, de vuestra historia para blanquear el odio de quienes te robaron la niñez y llenaron de sangre las calles de España.

Los españoles empiezan a reaccionar a una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa, como decía José Antonio. Estamos hartos de que nos digan cómo tenemos que vivir, pensar y hablar y el grito de Viva España y los acordes de nuestro himno vuelven a escucharse vibrantes por toda nuestra Patria.  

He tenido el privilegio y el honor de poner mi grano de arena en la defensa de la dignidad del sepulcro de tu viejo capitán. No creo en las casualidades. Tú te empeñaste en que aquél niño de 6 años te acompañase a conocer al capitán de tu juventud y hoy tengo el orgullo de estar en primera línea de combate defendiendo con mis armas de abogado su dignidad frente a los profanadores.  En este año convulso, a veces angustioso, he sentido como nunca tu aliento y tu presencia. Sé que estás conmigo y que desde tu lucero, pides por España.

Como tú mismo dijiste, la verdadera tumba de los muertos está en el corazón de los vivos.  Por eso en ti la muerte no manda. Porque siempre seguirás vivo en nuestro orgulloso corazón.

Recibe, una vez más, en esta nueva primavera, esas cinco rosas como tributo del amor eterno de tu hijo que jamás podrá olvidarte.

Luis Felipe   

3 de abril de 2019

Las Naciones Unidas y el choque de dos visiones del mundo: una dominada por poder y dinero y otra por la verdad y el sentido común. Por Beatriz Silva de Lapuerta


«El respeto a la mujer comienza respetándola de acuerdo con todos los aspectos de su humanidad, incluyendo su capacidad para ser esposa, madre, y vivir en relaciones de familia.»


Hace un par de semanas asistí a la 63ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW63) que tuvo lugar en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York del 11 al 22 de marzo, bajo el tema “Los sistemas de protección social, el acceso a los servicios públicos y la infraestructura sostenible para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas”. Si bien es cierto que las conclusiones de esta Comisión no tienen carácter imperativo y se trata simplemente de recomendaciones, sin embargo allí se dirimen los asuntos relacionados con los derechos de la mujer que luego se implementan en los diferentes países ya que vienen “recomendados” desde la ONU, como son el aborto, la ideología de género y el adoctrinamiento sexual a nivel internacional.

Estamos todos de acuerdo en que la condición jurídica y social de la mujer puede mejorar mundialmente, pero al comenzar a leer los títulos de algunas de las reuniones con antelación, y más tarde al asistir a algunas de las mismas, me sobrecogió la presencia de dos puntos de vista totalmente opuestos que se encuentran representados en la ONU pero en medida muy desproporcionada; se estima la asistencia de unos 8.000 participantes, pero solo unos centenares que claramente defienden los valores tradicionales del Matrimonio, la Familia y la Vida.

Por una parte está el punto de vista del “feminismo radical” con una abrumadora mayoritaria representación, que bajo expresiones como “acceso a derechos sexuales  y reproductivos” intentan incluir acceso libre al aborto para toda mujer y a cualquier edad, el aborto como un “derecho fundamental”, el acceso libre a condones y otros métodos anticonceptivos, la defensa y promoción del derecho del trabajador sexual (prostitución), la educación sexual e ideología de género y educación comprensiva sexual para niños, intentando intensificar el adoctrinamiento de 0-3 años. Claramente, una visión que promueve una “cultura de muerte y destrucción de la familia”, dirigida principalmente por aquellos países “llamados” del primer mundo. –A este respecto, debo destacar que en los últimos dos años la Administración de EEUU y sus representantes en la ONU, se han manifestado rotundamente en favor a la vida, no otorgando ningún dinero para financiar o promocionar el aborto internacional y dirigiendo las cantidades asignadas a ayuda real de la mujer-.

Por otra parte nos encontramos con un segundo punto de vista, aquellos que luchan por defender los "valores tradicionales”, el valor de la maternidad, el matrimonio, la defensa de la vida y la libertad religiosa, al tiempo que tratan de encontrar auténticas soluciones a verdaderos problemas, tratando de erradicar la pobreza y el hambre, mejorar la educación y la sanidad, crear programas para ayudar a obtener agua potable etc. Estas son necesidades de todas las mujeres y son vitales en países con recursos limitados. Proponen el ver a la mujer desde un punto de vista auténtico y con una  visión integral de la misma, no presentándola solo como un sujeto económico u objeto sexual y solicitan el que no se les impongan programas –especialmente de aborto, anticonceptivos e ideología de género- que no desean a cambio de asistencia económica que realmente necesitan. Encabezando este grupo se encuentra la voz constante de la Santa Sede, Observador Permanente de la ONU, así como los países “llamados” del tercer mundo, especialmente África.

Mientras paseaba por los pasillos y atendía distintas reuniones, me sobrecogió la gran contradicción de un mundo que se ha vuelto del revés; un mundo donde se ataca aquello que es sentido común y sin embargo se ensalza aquello que está en contra de la mujer. Pude ver la presencia del “impostor/engañador” tergiversando la verdad y la mentira hasta que quedan pocos que pueden reconocer la diferencia entre ambas.

Destacando de nuevo que la representación de estos dos puntos de vista no es igualitaria sino que el “feminismo radical” se haya representado con una mayoría aplastante, quisiera acabar con una nota de esperanza, ya que la última reunión que asistí estuvo organizada por la Santa Sede sobre el tema del “trabajo no remunerado de ayuda a la familia”, especialmente el trabajo de las madres en todo el mundo. Allí pude ver con claridad, que rodeada por una gran oscuridad, existe una Institución que todavía se mantiene hoy como un faro dando luz en medio de la noche y defendiendo la Verdad y el sentido común: La Iglesia Católica.

Puede ser que haya un porcentaje muy pequeño en la ONU que defiende la Verdad que Dios ha imprimido en nuestros cuerpos y almas; el matrimonio como una institución permanente entre un hombre y una mujer para amarse (el don mutuo de uno mismo para beneficio del otro y de la familia) y para la procreación (la participación con Dios en el acto de crear); los hijos como bendiciones con potencia de pasar la eternidad en el cielo o en el infierno y la responsabilidad de guiarles por el buen camino; la vida como un regalo de nuestro Creador y que se nos acaba en “su tiempo perfecto” y cuando El así lo desea; la dignidad humana como algo que debe ser respetada y apoyada desde su concepción hasta la muerte natural, para aquellos con discapacidades y sin ellas, para ancianos y jóvenes; el respeto a nuestros cuerpos y la sexualidad como algo valioso que no debemos usar como un objeto sino como algo sagrado que debe ser apreciado y vivido dentro del matrimonio; los hombres y mujeres como seres complementarios uno del otro y colaboradores y no como enemigos; pero existe una mayoría en el mundo que no se haya representada en la ONU y que si pudiera asistir a esta Conferencia de la CSW levantaría su voz contra el programa del “feminismo radical”; por eso aquellos que podemos participar en este tipo de reuniones, tenemos la obligación de hablar abiertamente por aquellos que comparten nuestros valores y no se hayan representados, como dice el Arzobispo Charles Chaput de Filadelfia: “los seculares pretenden imponernos su manera de ver el mundo, y si nosotros no promovemos la visión de nuestra fe, una visión de la realidad contraria a la nuestra se nos impondrá”.

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En cuanto a las ideas que se promueven en la ONU, debemos preguntarnos: ¿respetan verdaderamente la dignidad de la mujer auténticamente como mujer?, ¿son realmente lo que la mujer desea o están tratando de hacer a la mujer competitiva de acuerdo con un modo masculino de ver la vida, la sociedad y la realidad económica?

El respeto a la mujer comienza respetándola de acuerdo con todos los aspectos de su humanidad, incluyendo su capacidad para ser esposa, madre, y vivir en relaciones de familia. Por ello debemos condenar aquellas situaciones de injusta discriminación de la mujer, apoyar su protección social, el acceso a servicios públicos e infraestructura sostenible que la permitan el acceder al trabajo fuera de casa si lo desea, pero esto debe hacerse sin separar su maternidad y su feminismo. Debemos de valorar y promover a la mujer en todos sus aspectos de “auténtico feminismo”, incluyendo el fundamental, la maternidad.


                                                                                     Beatriz Silva de Lapuerta

29 de marzo de 2019

La Iglesia y el mal. Por Fueyo

El porqué del desinterés de tantos fieles de la Iglesia Católica en los últimos 51 años también responde al previo cuasi abandono, de ésta, de enseñanzas esenciales durante siglos. Doctrinas que se han vuelto molestas, poco gratas de enseñar y se han visto arrinconadas en vez de actualizarse. Un ejemplo. El mal, sus terminales, su explicación a fondo ha dejado de ser objeto de prédica y enseñanza, pese a lo formidable de esta cuestión. Sin embargo, la realidad, una y otra vez, nos enseña que el mal está a la vuelta de nuestra esquina. Es un colosal error de dimensiones desconocidas. Desperdiciar los siglos de sabiduría que atesora la Iglesia en el combate contra el mal ha traído una visión bobamente optimista de la realidad y lo peor, deja inermes a generaciones de cristianos ante esa realidad pertinaz. ¿Así que cabe sorprenderse de que a la voluntaria mutilación del carácter magistral de la Iglesia haya sucedido un progresivo desinterés de muchos que dejaron de aprender de ella en busca de respuestas a preguntas que no dejan de plantearse?

 Fueyo.