El porqué del desinterés de tantos fieles de la Iglesia Católica en los últimos 51 años también responde al previo cuasi abandono, de ésta, de enseñanzas esenciales durante siglos. Doctrinas que se han vuelto molestas, poco gratas de enseñar y se han visto arrinconadas en vez de actualizarse. Un ejemplo. El mal, sus terminales, su explicación a fondo ha dejado de ser objeto de prédica y enseñanza, pese a lo formidable de esta cuestión. Sin embargo, la realidad, una y otra vez, nos enseña que el mal está a la vuelta de nuestra esquina. Es un colosal error de dimensiones desconocidas. Desperdiciar los siglos de sabiduría que atesora la Iglesia en el combate contra el mal ha traído una visión bobamente optimista de la realidad y lo peor, deja inermes a generaciones de cristianos ante esa realidad pertinaz. ¿Así que cabe sorprenderse de que a la voluntaria mutilación del carácter magistral de la Iglesia haya sucedido un progresivo desinterés de muchos que dejaron de aprender de ella en busca de respuestas a preguntas que no dejan de plantearse?
Fueyo.
"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
29 de marzo de 2019
11 de marzo de 2019
Reflexiones sobre las autonomías en la obra de Federico Silva Muñoz. Por Beatriz Silva de Lapuerta
Con este artículo no pretendo escribir nada nuevo
sino simplemente transmitir lo que mi padre, Federico Silva Muñoz, escribió con una “clarividencia espeluznante”
en el año 1980, poco después de ser aprobada la Constitución del 78 a la que el siendo diputado en el Congreso otorgó su voto negativo precisamente debido al tema de las autonomías.
De su libro “La transición inacabada” he extractado párrafos
para comprimir su contenido, aun así
como veréis el resumen es largo pero dada la importancia de cada uno de
sus pensamientos y predicciones en un tema tan de actualidad como son las
autonomías, no he podido hacerlo más breve. Espero que esto nos ayude a
todos a reflexionar y quizás a vislumbrar algunas posibilidades de reforma.
¡Que Dios nos dé políticos clarividentes, honrados y con amor a la Patria!
Beatriz Silva
Extractos de “La
transición inacabada”:
La democracia se fundamenta en el imperio de la norma, y ésta es la que regula la convivencia.
Naturalmente, la norma encargada de regular fundamentalmente la convivencia
ciudadana es la Constitución. La Constitución es un término cargado de
resonancia histórica que a lo largo del siglo XIX y en parte del XX levanta en
España, esperanzas e ilusiones, o críticas acerbas y situaciones dramáticas.
Casi
cincuenta años después de la última, España ha vuelto a ensayar Constitución
(la del 78). Una Constitución de elaboración asamblearia y de aprobación por
consenso. Ambos factores exigen reflexión: el anteproyecto que sirvió de base
para la elaboración del texto que hoy nos rige no fue el fruto de un equipo de
estudiosos, de un grupo de especialistas o de una voluntad monolítica y
mayoritaria. Desde el primer momento se busco que sus primeras letras fueran
obra de los representantes de los partidos con presencia parlamentaria nacida
de las elecciones del 15 de junio de 1977. Esto no excluye ciertamente que los
redactores fueran expertos en Derecho Constitucional, pero quiero subrayar que
sobre los conocimientos técnicos prevaleció
la representación política. Los ponentes que han redactado la Constitución,
sobre todo y ante todo han sido portavoces de los partidos. Así se elaboró un
texto constitucional que no fue fruto de una voluntad mayoritaria, sino del acuerdo consensual de los partidos.
Este
planteamiento conlleva gravísimas secuelas. En primer término, porque en el
orden constitucional, las unanimidades son ficticias y en materia tan extensa,
opinable y trascendental, la unanimidad es una unanimidad ficticia donde quedan
al margen del consenso millones de españoles y decenas de partidos, grupos y
sectores. En este orden de ideas, la política de consenso es una trampa. El
consenso no justifica determinado tipo de cesiones que están más allá del
comercio de los hombres y de los tratos de la política y que hasta la propia
Constitución en su día puede condenar.
La
Constitución ha nacido, pues, bajo el signo del consenso, pero la política del
consenso apunta tener posconstitucionalmente otro nombre, el de política de cesión, y esto es lo
verdaderamente inadmisible. Creo que el pacto y la transacción difícilmente
pueden apartarse de la tarea política, pero el dar todo o mucho por nada o casi
nada es difícil de comprender. En la dialéctica del poder ejercida o asumida
por los partidos tiene que haber un equilibrio de las prestaciones; si se
rompe, hay dictadura o hay revolución.
Por
encima o por debajo del consenso, crecen en el horizonte político español dos
hechos gravísimos, me refiero a las
autonomías y a la crisis económica.
He
defendido en todas mis exposiciones públicas la regionalización y la
descentralización, fiel al principio de que aquello que puede hacer un ente
inferior no le corresponde hacerlo al ente superior; fiel al principio de la
aproximación de la Administración a los administrados; fiel al principio sobre
todo y ante todo del mantenimiento de la unidad de España. Otros hablaron de
autonomías, término ambiguo, porque lo único que puede decirse de él con
claridad es que su definición se contrapone a la de heteronomía: La autonomía
supone la facultad de darse normas a sí mismos los entes autónomos; la
heteronomía supone la posibilidad de aceptar normas dictadas por otros.
Hay por tanto en el seno del término
autonomía el riesgo de caminar por una vía rápida o lenta de separatismo o de
independencia total; no ocultada por
sectores extremistas de algunas regiones españolas y mantenidos con violencia y
fanatismo en otros límites, pero enormemente significativos y preocupantes de
la actual vida española.
Se
ha inscrito en la Constitución el término
nacionalidades. Esta palabra entraña aun más riesgos, por cuanto trata de
sustituir la única nacionalidad, la española; o al menos compartirla con la
propia de determinadas regiones donde se dice que además de regiones que
esperan ser territorios autónomos o empezaron a serlo por reconocimiento
expreso del Estado, hay además una nacionalidad derivada de sus propias
peculiaridades.
Un
recto entendimiento de las autonomías exige algunas precisiones. El autonomismo
no habla una palabra sobre el problema de soberanía, lo da por supuesto, y
reclama para esos poderes secundarios la mayor descentralización posible de
funciones políticas y administrativas.
Un
Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y
camina hacia su dispersión. Los problemas de soberanía pertenecen a una
dimensión histórica radicalmente más profunda que todas nuestras restantes
discrepancias, que todos los cambios de forma política y que se refiere a aquel
subsuelo de la vida de un pueblo del cual depende todo lo demás.
Por eso defiendo con plena convicción
la unidad de España, por encima de todo, sin anfibologías, sin habilidades de
menor cuantía, sin apaciguamientos inútiles. España es una nación que ninguna
generación tiene derecho a enajenar o a disolver. España, como unidad, esta
fuera del comercio de los hombres.
La
Constitución resulta contradictoria al afirmar por una parte “…la indisoluble
unidad de la nación española”, y, por otra, reconocer “el derecho a la autonomía
de las nacionalidades…”. Es de sobra sabido que nación y nacionalidad se
implican y complican. No puede existir al mismo tiempo una ‘indisoluble unidad
de la nación española” y otras nacionalidades –en el mismo territorio-, porque
estas apuntan a que “sus” naciones tengan “sus” respectivos Estados. La
Constitución, tal como está redactada en este tema, incurre en una grave
incoherencia.
Pero
aunque todos tengamos motivo para la protesta, nadie la tiene para el engaño.
Si se acepta que determinadas partes de España son naciones, lo lógico es que
recaben la forma jurídica de Estado; y más tarde o más temprano un régimen de
autodeterminación y autogobierno, una negación a nivel soberano con el Estado
español; tal vez una independencia más adelante.
El
líder catalanista Jordi Pujol ha declarado que “la reivindicación catalana es
una reivindicación de soberanía” y por su parte, hombre tan moderado como el
señor Roca Junyent ha afirmado que “a Cataluña, España le ha usurpado su
infraestructura industrial, las obras públicas y la cultura”. Ante tamaña
afirmación, no se levanta nuestra ira porque no la tenemos, ni nuestro
desprecio, porque somos incapaces de despreciar a un ser humano, pero en
servicio a la verdad yo haría volver la cabeza a esos catalanes engañados hacia
sus fábricas, que han sido pioneras del desarrollo industrial en España y la
han convertido, quizá, en la región más opulenta de la Península. Les haría
volver sus caras hacia las autopistas que el llamado “centralismo” ha
construido allí, que en tierra catalana son centenares de kilómetros, y que ha
convertido sus comunicaciones viarias quizá en las mejores de Europa.
Está
claro lo que se persigue por determinados sectores de Cataluña: volver al
ensayo general de hace un siglo, que sembró el caos y la ruina de todos los
españoles sin distinción de regiones ni de colores. Eso es lo que encierra el
“truco de las nacionalidades”.
Las
cosas están claras, pues, se pretende crear un número de ocho a quizá quince
entidades autónomas… Pronto en la Península habrá múltiples nacionalidades, Entonces “por consenso” se construirá un
Estado federal, quizá hasta con dificultades, porque algunas de esas
nacionalidades intentaran pactar con otros Gobiernos u organismos
supranacionales europeos para afianzar su independencia. Este es el camino por
el que estamos discurriendo. Una vez más reclamamos el derecho a que se nos
reconozca haber permanecido al margen u opuestos a este suicidio colectivo de
la nación española.
En este tema de las autonomías, aun conviene plantear algunos
problemas. Se dice que van a existir del orden de trescientos cincuenta
ministros regionales, y que la cohorte de funcionarios autonómicos andará alrededor de los veinte mil. Y me pregunto: ¿quién va a pagar todo eso? ¿Se ha hecho la reforma fiscal para que nuestros pensionistas
perciban mas, para que los funcionarios del Estado, militares y civiles, estén
mejor retribuidos, para que los servicios públicos funcionen más eficazmente, para que prosiga el trabajo y modernización de
nuestras infraestructuras para que se multipliquen los puestos de trabajo? ¿O para que bajo la espadaña de cada
campanario se sitúe un opulento funcionario autonómico con sus estados mayores
y menores? Esto es grave y el pueblo
español tiene derecho a exigir que sus impuestos no se despilfarren o se
inutilicen.
Aquí aparece la
verdadera faz del principio de las nacionalidades: ser el soporte de su
consiguiente inmediato, un Estado propio e independiente que nace; y además,
que nace contra algo; contra ese algo que hasta ese momento le ha impedido,
real o supuestamente, realizarse. Poned la letra a esa música en nuestro futuro
más inmediato que mediato, y estaréis avizorando el devenir histórico de
España.
Desde que la Revolución francesa consagró el principio de la soberanía nacional, toda colectividad que ha adquirido la
conciencia de nación ha aspirado a la autarquía política. Y esa conciencia
puede surgir de modo espontáneo, pero lo que es más frecuente es que sea
inducida por una minoría capaz de crear una opinión o, por mejor decir, una
conciencia de nacionalidad.
Quiero creer que en el ánimo de la mayoría de los diputados
españoles no existe propósito alguno de aceptar el secesionismo y, por
consiguiente, el fraccionamiento de la unidad nacional; pero no podemos ignorar
que hay quienes pretenden eso de un modo inequívoco.
En cuanto al pretendido derecho a la autodeterminación, las
regiones tienen derecho, dentro del Estado, a que se reconozca su personalidad
y se respeten, sin discriminaciones, sus peculiaridades. También lo tienen a la autogestión en el ámbito que les es propio.
Pero ¿acaso deben gozar, como culminación,
del derecho a la secesión mediante el ejercicio del derecho a la
autodeterminación?
Frente
al concepto de la autonomía como plataforma del separatismo, hay que levantar
el de la regionalidad y la
descentralización. El regionalismo no es una aspiración romántica; es una
expresión de aquella variedad nativa que exige la personalidad afirmada en la
historia con caracteres indestructibles, pero que sostiene al mismo tiempo la
unidad nacional y no simplemente la unidad política, la del Estado. La nación
española es la resultante de una sucesión de acontecimientos que agrupan y
entrelazan a las regiones peninsulares, formando un todo armónico con un único
destino que cumplir: unidad superior de vida común con hermanación de todas
ellas. De ahí que si las regiones existen históricamente, también haya de
concedérseles la categoría de personalidad jurídica. Las regiones, por tener el
derecho a manifestar su vida y carácter propio, poseen la prerrogativa de
conservar y perfeccionar, conforme a su especial modo de ser, la legislación
civil y administrarse y regirse interiormente en todo lo que les ataña.
Espana,
como unidad de vida común, es el resultado de una variedad que era anterior y a
la que sirvió de corononamiento; llevaba la unidad de creencias en el fondo y
por obra de la geografía, de la larga convivencia y de las influencias
análogas, llego a congregarse en una unidad histórica superior, que no puede
servir de obstáculo para la plena autarquía y la libertad misma a que tienen
derecho sus regiones. Repito: sus regiones, no las “nacionalidades”
inexistentes.
España
está huérfana de una empresa histórica para este momento. A nuestro pueblo se
le despachó en la pasada década la filosofía del desarrollo, pero no se le
explicó que la elevación del nivel de vida era un medio y no un fin; que a la
hora de la verdad, el bienestar alcanzado se degradaría si no éramos capaces de
conservar y desarrollar los valores en que se fundaba y entre ellos, muy
destacadamente, la convivencia, la unidad nacional y el patriotismo que nos
hermana, porque los problemas de Vascongadas están profundamente
interconectados con los de Zamora o Salamanca, de donde nace la energía que
mueve sus fábricas y alimenta sus puestos de trabajo; o que el nivel de vida de
la región catalana tenía mucho que ver con la capacidad de consumo del resto de
los españoles; o con las aguas montañesas, riojanas o aragonesas, del Ebro; que
no se puede hacer caso omiso de la geografía y de la historia.
Por
otra parte, cuando terminó aquella década se empezó a inculcar en las mentes de
los nuevos españoles que la democracia supondría el nacimiento de una nueva
España y que se resolverían con ella todos los problemas que el franquismo era
incapaz de solucionar; resultando ahora que la democracia no es esa panacea, lo
que produce desencantos por doquier, siendo uno de los más graves la pérdida de
fe en el sistema, sencillamente porque se hizo creer al pueblo español que la
democracia tenía virtudes taumatúrgicas, alentando una vez más esa milagrería
secularmente innata en nuestro pueblo y esa fe en lo nuevo y desconocido,
simplemente por ser desconocido y nuevo.
14 de febrero de 2019
"Que seas tan bueno como tu padre"
Luis Felipe Utrera-Molina: “Franco me puso la mano en el hombro y me dijo que solo me pedía una cosa, que fuese tan bueno como mi padre”
Luis Felipe Utrera-Molina en "El Español"
"El Español"
Para mí es un honor y un privilegio defender como abogado una causa tan justa. Dios quiera que se haga justicia y dejen a los muertos en paz.
LFU
Para mí es un honor y un privilegio defender como abogado una causa tan justa. Dios quiera que se haga justicia y dejen a los muertos en paz.
LFU
31 de enero de 2019
El matrimonio y la Familia: roca y fundamento de la Sociedad. Por Beatriz Silva de Lapuerta
El Catecismo de la Iglesia Católica,
párrafos 2002 y 2007, establece que un hombre y una mujer unidos en matrimonio
forman con sus hijos una familia; ésta institución es anterior a todo
reconocimiento por la autoridad pública, que tiene obligación de reconocerla, y
debe considerarse el punto de referencia normal en función de la cual deben ser
apreciadas las diversas formas de parentesco. La familia es la célula original
de la vida social y es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son
llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la
estabilidad, y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los
fundamentos de la libertad, de la seguridad y de la fraternidad en el seno de
la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden
aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la
libertad. La vida de familia es iniciación a la vida social.
De acuerdo con estos párrafos,
la familia es la célula original de la sociedad, es donde naturalmente
aprendemos a ser miembros responsables y fecundos de la sociedad; Como se
menciona, existen principios que todos debemos admitir que son necesarios para
el adecuado funcionamiento de cualquier sociedad: el respeto a la autoridad,
seguridad, el buen uso de la libertad y la fraternidad entre sus miembros.
Teniendo en cuenta nuestra
natural tendencia tras el pecado original, nos es muy difícil adquirir estos
valores, incluso de un modo imperfecto, sin ningún tipo de ayuda. Pero como
miembros de una familia, estos valores se aprenden de un modo natural, y en
algunos casos sin gran esfuerzo.
Yo crecí con un padre y una
madre, que sin ser perfectos, nos transmitieron a mis ocho hermanos y a mí, un
ejemplo de fe vivida de palabra y obra, en un entorno de cariño y comprensión
pero donde también supieron establecer con claridad límites y expectativas en
beneficio de todos y consecuencias cuando estos no se cumplían.
De este modo aprendí, con
todas mis imperfecciones, a ser responsable, a compartir con generosidad, a
querer incondicionalmente, a perdonar y a ser perdonada, y principalmente,
aprendí que esta vida es un peregrinaje hacia nuestra “Casa Celestial” y
nuestra Esperanza y Confianza total no se haya en nosotros mismos o en nuestro
Estado, sino en nuestro Señor Jesucristo.
Tengo que clarificar, que en
contra de lo que algunos quieren ahora hacernos creer, mis creencias jamás han
sido motivo para no preocuparme de mis hermanos, mi país o el mundo y sus
necesidades, sino por el contrario, mis creencias, tal como aprendí de mis
padres, han sido siempre el fundamento para actuar y participar y tratar de
hacer un mundo mejor y ayudar a aquellos más necesitados.
Me casé en 1990 y el Señor nos
bendijo con seis hijos. Mirando retrospectivamente, ahora que la menor tiene 19
años y el mayor 27, veo como dentro de la nueva familia que creamos, con
facilidad y sin gran esfuerzo, empecé a hacerme algo más responsable, algo
menos egoísta y más comprensiva, simplemente por amor a mi marido y a mis
hijos.
Ahora, sin casi habernos dado
cuenta, nuestros dos hijos mayores están ya casados y hace un año me encontraba
en el hospital esperando el nacimiento de nuestro primer nieto. Aunque al nacer
nuestros propios hijos experimenté el milagro que es la Vida, al estar tan
ocupada no tuve tanto tiempo para meditar. Ahora que soy abuela y puedo
contemplar todo con más tranquilidad, me puedo permitir el lujo de meditar. Así
al nacer Michael, nos llamaron a su habitación para que pudiéramos conocerle y al llegar vi a mi hijo Patrick de 26 años
con su hijo en brazos. A continuación escuché a Hannah, su mujer, que acababa
de tener una cesárea, pedir ayuda para reajustar la posición de su almohada y
la oí decir: “Creo que Michael tiene frio, ¿Podrías envolverle en la manta?”
Instantáneamente, vi a mi hijo
Patrick apresurarse a colocarle la almohada a su mujer y a envolver a su hijo con la manta. Naturalmente,
sin grandes esfuerzos, de la noche a la mañana, le vi actuar como un marido y
padre cariñoso y responsable, como su padre, de un modo que sería imposible
aprender en unas clases de “Educación Cívica”, de un modo que solo se puede
aprender en la Familia.
Entonces, mientras me puse a
meditar de nuevo, me di cuenta de que este es el motivo por el que, siempre que
sea posible, el entorno natural para crecer es con un padre, una madre y en una
familia.
Mientras en la familia
aprendemos a compartir, querer, perdonar y ser perdonados, a ser más
responsables y a pensar en los demás, también estamos aprendiendo y nos estamos
preparando para ser mejores y más fecundos miembros de la Sociedad, Nuestro
País y del Mundo.
Nos enfrentamos a una
paradoja. Por una parte, este es el motivo por el que debemos luchar por el
Matrimonio y la Familia (el matrimonio entendido desde el principio de la
civilización como la unión de un hombre y una mujer para mutuo amor y
procreación) porque es el lugar donde aprendemos a ser miembros responsables de
la sociedad y padres y madres de la próxima generación; pero este es también el
motivo por el que quieren destruir el auténtico significado del Matrimonio y la
Familia. Saben que con su destrucción y confusión en cuanto a su intrínseco significado,
destruyen la Roca y Fundamento de la Sociedad y pueden crear un nuevo mundo
donde nuestros derechos inalienables y libertades desaparecen bajo la idea
falsa de una sociedad inclusiva donde todo es permitido y todo tiene un
significado subjetivo y relativo y por lo tanto irrelevante; un mundo donde el
Estado autoritario y déspota usurpa el lugar que le corresponde a la Familia.
El párrafo 2008 del CIC
establece que la familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el
cuidado y la responsabilidad respecto de los pequeños y mayores, de los enfermos
o disminuidos, y de los pobres; cuando las familias no se hallen en condiciones
de prestar esta ayuda, entonces
corresponde esta obligación a otras personas y subsidiariamente a la sociedad.
Al crecer, vi como mis padres
se ocuparon de nuestras abuelas que vinieron a vivir con nosotros cuando
murieron mis abuelos. Aprendí, siendo la tercera de nueve hermanos, a ocuparme
de mis hermanos menores. También aprendí desde pequeña que toda vida merece la
pena, la del nacido y la del no nacido, y a ocuparme de aquellos más
necesitados ya que una de nuestras hermanas nació mentalmente incapacitada.
Incluso hoy en día en que
nuestros padres ya han fallecido, nuestra hermana ocupa el lugar central de
nuestra familia, es en parte el pegamento que nos mantiene a todos mas unidos
ya que nos turnamos para ocuparnos de ella (algunos como yo, por las
distancias, menos que otros) y de ella aprendemos lecciones valiosísimas de
auténtica entrega, alegría y pureza de corazón que no podríamos adquirir en
ningún colegio o universidad, y que nos ayuda a todos a preocuparnos no solo de
ella sino también de aquellos más necesitados en la sociedad.
Los párrafos 2009 y 2010 del
CIC afirman que dada la importancia de la familia para la vida y el bienestar
de la sociedad, existe particular responsabilidad de apoyarla y defenderla y
cuando las familias no pueden cumplir sus responsabilidades, aplicando el
principio de subsidiaridad, otras entidades sociales deben ayudar al
cumplimiento de sus obligaciones.
En estos dos párrafos observamos
con claridad la importancia de defender el auténtico significado del Matrimonio
y la Familia como se ha entendido desde el principio de los tiempos en todas
las civilizaciones, y como debemos aceptar el principio de “subsidiaridad” solo
en aquellos casos en que las familias no pueden cumplir sus responsabilidades;
asegurándonos de que entidades más grandes no usurpan las prerrogativas de la
familia o interfieren en su vida.
¿Cómo hemos llegado a la
situación en que nos encontramos hoy en día? Me
gustaría mencionar lo que el
Arzobispo de Filadelfia Charles J. Chaput especifica en su libro “Strangers in
a Strange Land” (Extraños en Tierra extraña): “Durante mi vida, he conocido a muchos hombres y mujeres que han
contribuído a hacer un mundo mejor, con una vida de entrega a los demás, pero
el mayor fracaso…. ha sido el fracaso en transmitir la fe de un modo auténtico
a la siguiente generación. El motivo por el que la fe cristiana es irrelevante
para muchos de nuestros jóvenes es porque con frecuencia ya la habíamos hecho
irrelevante en nuestras propias vidas. Al menos no suficientemente importante
como para marcar nuestra conducta. No suficientemente como para estar
dispuestos a sufrir por ella. . .nos sentimos como extraños en nuestro propio
país –“extraños en tierra extraña”- . . . pero el mayor problema en América (y
podríamos decir también en España) no es
el que los creyentes nos sintamos “extraños”, es el que nuestros hijos y nietos
no lo son”.
Como cristianos tenemos todo
motivo para tener Esperanza, porque la Victoria ya es nuestra. Debemos actuar
con confianza. A lo mejor tenemos que pasar por la Cruz, pero esta siempre nos
llevará a la Victoria. Como cristianos debemos trabajar como podemos para
plantar semillas de renovación para devolver el auténtico significado al
Matrimonio y la Familia y para ello debemos volver a los puntos básicos del
Evangelio.
¿Cómo lo hacemos? Viviendo
fielmente y con amor nuestra vocación de padres, madres, solteros, sacerdotes o
religiosos, dando ejemplo en nuestras familias; tal como nos invita el
Evangelio, ocupándonos de las viudas y huérfanos, los necesitados, los
ancianos, los incapacitados y ¡los concebidos y no nacidos!
Es importante la fidelidad con
que vivimos nuestra vocación como discípulos de Jesucristo y como actuamos, en
aquellas cosas pequeñas y cotidianas y en aquellas de mayor importancia, todas
tienen inmensas consecuencias para nuestra propia salvación y la de aquellos a
nuestro alrededor. Fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza para amar y
ser amados y para tratarnos como hermanos, y es en la familia, de nuestro
padre, madre y hermanos, donde naturalmente y más fácilmente aprendemos a ser
realmente humanos y verdaderos miembros de la sociedad.
Si vivimos de acuerdo con las leyes de Dios y
nuestra naturaleza y como discípulos de Jesucristo, seremos capaces de contribuir
a la renovación y transformación de nuestra sociedad y si conocemos la historia
sabemos con certeza que no seríamos la primera generación que lo consiguiera.
Debemos actuar con valentía y
defender sin miedo, de palabra y obra, el verdadero significado del Matrimonio
y la Familia dándonos cuenta de que si no lo hacemos las consecuencias son
gravísimas para nuestras propias Familias, nuestro País y el Mundo entero.
Beatriz Silva De Lapuerta
18 de enero de 2019
La raza, según José Utrera Molina
Hojeando anoche los tesoros de mi biblioteca, me encuentro con la preciosa dedicatoria que en el mes de julio de 1981 -contaba yo entonces 12 años- me escribió mi padre al regalarme el libro del guión de la película "Raza" escrito por Francisco Franco bajo el pseudónimo de "Jaime de Andrade".
No es sólo una dedicatoria, sino toda una declaración de principios, que quiero compartir hoy con vosotros.
«La raza no es para mí un determinado color de piel, ni un
factor biológico diferenciado, ni una irritante preeminencia de un concreto y
singular grupo humano.
Yo entiendo la raza como un valor del espíritu, como un
temple especial del alma, como una aristocrática categoría social.
Un español con raza es aquél que tiene en el corazón el
milagro del coraje y el brío y en la sangre la nobleza y la generosidad.
Un español con raza es el que antepone la conservación del
honor al de la propia vida.
Tiene raza el que posee atrevimiento y valor; el que hace de
la lealtad un credo, el que acepta el desafío de la justicia y lucha alegre por
la verdad. La raza tiene mucho que ver con la hidalguía.
Que este libro querido Luis te ayude a tensar las finas
cuerdas de tu espíritu.
Tu padre
José»
LFU
14 de enero de 2019
Nuevos escolios hispanos (IV)
Ecos del 68
Todas las utopías tienen víctimas. No existen variedades indoloras. Las utopías del presente bajo el nombre de las teorías de género o los feminismos de nuevo cuño fabrican lentamente nuevas víctimas: adultos, jóvenes y niños que no tienen oportunidad alguna. Luchar contra la naturaleza es una derrota segura contra un adversario temible. Ninguna utopía ha vencido ni vencerá a la realidad. Sólo es una cuestión de tiempo. (18 y 26 de diciembre de 2018)
Ninguna civilización se ha construido con pulsos a la naturaleza y a la razón. Ha sido el compromiso con éstas y la humildad de aprender de ellas la que ha permitido florecer cualquier civilización. (26 de diciembre de 2018)
Actualidad y Pensamiento
La actividad política para un cristiano cabal debe dirigirse fundamentalmente a colaborar activamente tanto en el colapso de las viejas utopías como en el combate de las nuevas que tratan de imponerse. En esos colapsos y combates emergen los espacios de libertad, justicia y progreso a la que toda comunidad humana legítimamente aspira. No conviene pensar que es posible el advenimiento de un orden definitivo por bien inspirado que sea, pues ese es el principio de la utopía que siempre es enemiga de lo humano. Todo lo humano per se es susceptible de reforma. (7 de enero de 2019)
Religión:
Algunas de las mentes más preclaras e incisivas de la primera mitad del siglo XX como Edith Stein, Simone Weil o Albert Camus directamente entraron, se acercaron o merodearon alrededor de la Iglesia Católica, respectivamente, cuando ésta permanecía centrada nítidamente, sobre todo, en su misión espiritual. El cambio de estrategia eclesial centrándose en el diálogo con el mundo ensayado desde mediados de los 60 hasta finales de los 70 parece haber influido más a la Iglesia que ésta al mundo, amén de no producir esa misteriosa atracción en las cabezas lúcidas del pensamiento contemporáneo. Por el contrario, un doloroso, sorprendente y masivo proceso de abandono de la Iglesia desde dentro se puso en marcha y no ha cesado, pese a útiles correcciones ulteriores de los papados de San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora en la segunda década del siglo XXI, una nueva versión de ese enfoque, con un marcado sesgo buenista hacia todo lo que el mundo dice, plantea dudas legítimas: ¿Qué ha cambiado tan radicalmente para volver a recetas que ya fueron probadas sin éxito? Más allá de toda sesuda explicación intraeclesial, acaso el signo de este tiempo pasa por una Iglesia Católica derrotada en todos los frentes, abandonada por decepción o indiferencia de muchos de sus hijos, que vivirá con la humildad de los vencidos, con una inevitable pobreza y sobre todo con una razón purificada por el desdén del mundo irracionalista y despojada de todo éxito mundano. Recemos por los damnificados. (18 y 26 de diciembre de 2018 y 7 de enero de 2019)
Todas las utopías tienen víctimas. No existen variedades indoloras. Las utopías del presente bajo el nombre de las teorías de género o los feminismos de nuevo cuño fabrican lentamente nuevas víctimas: adultos, jóvenes y niños que no tienen oportunidad alguna. Luchar contra la naturaleza es una derrota segura contra un adversario temible. Ninguna utopía ha vencido ni vencerá a la realidad. Sólo es una cuestión de tiempo. (18 y 26 de diciembre de 2018)
Ninguna civilización se ha construido con pulsos a la naturaleza y a la razón. Ha sido el compromiso con éstas y la humildad de aprender de ellas la que ha permitido florecer cualquier civilización. (26 de diciembre de 2018)
Actualidad y Pensamiento
La actividad política para un cristiano cabal debe dirigirse fundamentalmente a colaborar activamente tanto en el colapso de las viejas utopías como en el combate de las nuevas que tratan de imponerse. En esos colapsos y combates emergen los espacios de libertad, justicia y progreso a la que toda comunidad humana legítimamente aspira. No conviene pensar que es posible el advenimiento de un orden definitivo por bien inspirado que sea, pues ese es el principio de la utopía que siempre es enemiga de lo humano. Todo lo humano per se es susceptible de reforma. (7 de enero de 2019)
Religión:
Algunas de las mentes más preclaras e incisivas de la primera mitad del siglo XX como Edith Stein, Simone Weil o Albert Camus directamente entraron, se acercaron o merodearon alrededor de la Iglesia Católica, respectivamente, cuando ésta permanecía centrada nítidamente, sobre todo, en su misión espiritual. El cambio de estrategia eclesial centrándose en el diálogo con el mundo ensayado desde mediados de los 60 hasta finales de los 70 parece haber influido más a la Iglesia que ésta al mundo, amén de no producir esa misteriosa atracción en las cabezas lúcidas del pensamiento contemporáneo. Por el contrario, un doloroso, sorprendente y masivo proceso de abandono de la Iglesia desde dentro se puso en marcha y no ha cesado, pese a útiles correcciones ulteriores de los papados de San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora en la segunda década del siglo XXI, una nueva versión de ese enfoque, con un marcado sesgo buenista hacia todo lo que el mundo dice, plantea dudas legítimas: ¿Qué ha cambiado tan radicalmente para volver a recetas que ya fueron probadas sin éxito? Más allá de toda sesuda explicación intraeclesial, acaso el signo de este tiempo pasa por una Iglesia Católica derrotada en todos los frentes, abandonada por decepción o indiferencia de muchos de sus hijos, que vivirá con la humildad de los vencidos, con una inevitable pobreza y sobre todo con una razón purificada por el desdén del mundo irracionalista y despojada de todo éxito mundano. Recemos por los damnificados. (18 y 26 de diciembre de 2018 y 7 de enero de 2019)
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