"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
14 de febrero de 2019
Luis Felipe Utrera-Molina en "El Español"
"El Español"
Para mí es un honor y un privilegio defender como abogado una causa tan justa. Dios quiera que se haga justicia y dejen a los muertos en paz.
LFU
Para mí es un honor y un privilegio defender como abogado una causa tan justa. Dios quiera que se haga justicia y dejen a los muertos en paz.
LFU
31 de enero de 2019
El matrimonio y la Familia: roca y fundamento de la Sociedad. Por Beatriz Silva de Lapuerta
El Catecismo de la Iglesia Católica,
párrafos 2002 y 2007, establece que un hombre y una mujer unidos en matrimonio
forman con sus hijos una familia; ésta institución es anterior a todo
reconocimiento por la autoridad pública, que tiene obligación de reconocerla, y
debe considerarse el punto de referencia normal en función de la cual deben ser
apreciadas las diversas formas de parentesco. La familia es la célula original
de la vida social y es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son
llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la
estabilidad, y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los
fundamentos de la libertad, de la seguridad y de la fraternidad en el seno de
la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden
aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la
libertad. La vida de familia es iniciación a la vida social.
De acuerdo con estos párrafos,
la familia es la célula original de la sociedad, es donde naturalmente
aprendemos a ser miembros responsables y fecundos de la sociedad; Como se
menciona, existen principios que todos debemos admitir que son necesarios para
el adecuado funcionamiento de cualquier sociedad: el respeto a la autoridad,
seguridad, el buen uso de la libertad y la fraternidad entre sus miembros.
Teniendo en cuenta nuestra
natural tendencia tras el pecado original, nos es muy difícil adquirir estos
valores, incluso de un modo imperfecto, sin ningún tipo de ayuda. Pero como
miembros de una familia, estos valores se aprenden de un modo natural, y en
algunos casos sin gran esfuerzo.
Yo crecí con un padre y una
madre, que sin ser perfectos, nos transmitieron a mis ocho hermanos y a mí, un
ejemplo de fe vivida de palabra y obra, en un entorno de cariño y comprensión
pero donde también supieron establecer con claridad límites y expectativas en
beneficio de todos y consecuencias cuando estos no se cumplían.
De este modo aprendí, con
todas mis imperfecciones, a ser responsable, a compartir con generosidad, a
querer incondicionalmente, a perdonar y a ser perdonada, y principalmente,
aprendí que esta vida es un peregrinaje hacia nuestra “Casa Celestial” y
nuestra Esperanza y Confianza total no se haya en nosotros mismos o en nuestro
Estado, sino en nuestro Señor Jesucristo.
Tengo que clarificar, que en
contra de lo que algunos quieren ahora hacernos creer, mis creencias jamás han
sido motivo para no preocuparme de mis hermanos, mi país o el mundo y sus
necesidades, sino por el contrario, mis creencias, tal como aprendí de mis
padres, han sido siempre el fundamento para actuar y participar y tratar de
hacer un mundo mejor y ayudar a aquellos más necesitados.
Me casé en 1990 y el Señor nos
bendijo con seis hijos. Mirando retrospectivamente, ahora que la menor tiene 19
años y el mayor 27, veo como dentro de la nueva familia que creamos, con
facilidad y sin gran esfuerzo, empecé a hacerme algo más responsable, algo
menos egoísta y más comprensiva, simplemente por amor a mi marido y a mis
hijos.
Ahora, sin casi habernos dado
cuenta, nuestros dos hijos mayores están ya casados y hace un año me encontraba
en el hospital esperando el nacimiento de nuestro primer nieto. Aunque al nacer
nuestros propios hijos experimenté el milagro que es la Vida, al estar tan
ocupada no tuve tanto tiempo para meditar. Ahora que soy abuela y puedo
contemplar todo con más tranquilidad, me puedo permitir el lujo de meditar. Así
al nacer Michael, nos llamaron a su habitación para que pudiéramos conocerle y al llegar vi a mi hijo Patrick de 26 años
con su hijo en brazos. A continuación escuché a Hannah, su mujer, que acababa
de tener una cesárea, pedir ayuda para reajustar la posición de su almohada y
la oí decir: “Creo que Michael tiene frio, ¿Podrías envolverle en la manta?”
Instantáneamente, vi a mi hijo
Patrick apresurarse a colocarle la almohada a su mujer y a envolver a su hijo con la manta. Naturalmente,
sin grandes esfuerzos, de la noche a la mañana, le vi actuar como un marido y
padre cariñoso y responsable, como su padre, de un modo que sería imposible
aprender en unas clases de “Educación Cívica”, de un modo que solo se puede
aprender en la Familia.
Entonces, mientras me puse a
meditar de nuevo, me di cuenta de que este es el motivo por el que, siempre que
sea posible, el entorno natural para crecer es con un padre, una madre y en una
familia.
Mientras en la familia
aprendemos a compartir, querer, perdonar y ser perdonados, a ser más
responsables y a pensar en los demás, también estamos aprendiendo y nos estamos
preparando para ser mejores y más fecundos miembros de la Sociedad, Nuestro
País y del Mundo.
Nos enfrentamos a una
paradoja. Por una parte, este es el motivo por el que debemos luchar por el
Matrimonio y la Familia (el matrimonio entendido desde el principio de la
civilización como la unión de un hombre y una mujer para mutuo amor y
procreación) porque es el lugar donde aprendemos a ser miembros responsables de
la sociedad y padres y madres de la próxima generación; pero este es también el
motivo por el que quieren destruir el auténtico significado del Matrimonio y la
Familia. Saben que con su destrucción y confusión en cuanto a su intrínseco significado,
destruyen la Roca y Fundamento de la Sociedad y pueden crear un nuevo mundo
donde nuestros derechos inalienables y libertades desaparecen bajo la idea
falsa de una sociedad inclusiva donde todo es permitido y todo tiene un
significado subjetivo y relativo y por lo tanto irrelevante; un mundo donde el
Estado autoritario y déspota usurpa el lugar que le corresponde a la Familia.
El párrafo 2008 del CIC
establece que la familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el
cuidado y la responsabilidad respecto de los pequeños y mayores, de los enfermos
o disminuidos, y de los pobres; cuando las familias no se hallen en condiciones
de prestar esta ayuda, entonces
corresponde esta obligación a otras personas y subsidiariamente a la sociedad.
Al crecer, vi como mis padres
se ocuparon de nuestras abuelas que vinieron a vivir con nosotros cuando
murieron mis abuelos. Aprendí, siendo la tercera de nueve hermanos, a ocuparme
de mis hermanos menores. También aprendí desde pequeña que toda vida merece la
pena, la del nacido y la del no nacido, y a ocuparme de aquellos más
necesitados ya que una de nuestras hermanas nació mentalmente incapacitada.
Incluso hoy en día en que
nuestros padres ya han fallecido, nuestra hermana ocupa el lugar central de
nuestra familia, es en parte el pegamento que nos mantiene a todos mas unidos
ya que nos turnamos para ocuparnos de ella (algunos como yo, por las
distancias, menos que otros) y de ella aprendemos lecciones valiosísimas de
auténtica entrega, alegría y pureza de corazón que no podríamos adquirir en
ningún colegio o universidad, y que nos ayuda a todos a preocuparnos no solo de
ella sino también de aquellos más necesitados en la sociedad.
Los párrafos 2009 y 2010 del
CIC afirman que dada la importancia de la familia para la vida y el bienestar
de la sociedad, existe particular responsabilidad de apoyarla y defenderla y
cuando las familias no pueden cumplir sus responsabilidades, aplicando el
principio de subsidiaridad, otras entidades sociales deben ayudar al
cumplimiento de sus obligaciones.
En estos dos párrafos observamos
con claridad la importancia de defender el auténtico significado del Matrimonio
y la Familia como se ha entendido desde el principio de los tiempos en todas
las civilizaciones, y como debemos aceptar el principio de “subsidiaridad” solo
en aquellos casos en que las familias no pueden cumplir sus responsabilidades;
asegurándonos de que entidades más grandes no usurpan las prerrogativas de la
familia o interfieren en su vida.
¿Cómo hemos llegado a la
situación en que nos encontramos hoy en día? Me
gustaría mencionar lo que el
Arzobispo de Filadelfia Charles J. Chaput especifica en su libro “Strangers in
a Strange Land” (Extraños en Tierra extraña): “Durante mi vida, he conocido a muchos hombres y mujeres que han
contribuído a hacer un mundo mejor, con una vida de entrega a los demás, pero
el mayor fracaso…. ha sido el fracaso en transmitir la fe de un modo auténtico
a la siguiente generación. El motivo por el que la fe cristiana es irrelevante
para muchos de nuestros jóvenes es porque con frecuencia ya la habíamos hecho
irrelevante en nuestras propias vidas. Al menos no suficientemente importante
como para marcar nuestra conducta. No suficientemente como para estar
dispuestos a sufrir por ella. . .nos sentimos como extraños en nuestro propio
país –“extraños en tierra extraña”- . . . pero el mayor problema en América (y
podríamos decir también en España) no es
el que los creyentes nos sintamos “extraños”, es el que nuestros hijos y nietos
no lo son”.
Como cristianos tenemos todo
motivo para tener Esperanza, porque la Victoria ya es nuestra. Debemos actuar
con confianza. A lo mejor tenemos que pasar por la Cruz, pero esta siempre nos
llevará a la Victoria. Como cristianos debemos trabajar como podemos para
plantar semillas de renovación para devolver el auténtico significado al
Matrimonio y la Familia y para ello debemos volver a los puntos básicos del
Evangelio.
¿Cómo lo hacemos? Viviendo
fielmente y con amor nuestra vocación de padres, madres, solteros, sacerdotes o
religiosos, dando ejemplo en nuestras familias; tal como nos invita el
Evangelio, ocupándonos de las viudas y huérfanos, los necesitados, los
ancianos, los incapacitados y ¡los concebidos y no nacidos!
Es importante la fidelidad con
que vivimos nuestra vocación como discípulos de Jesucristo y como actuamos, en
aquellas cosas pequeñas y cotidianas y en aquellas de mayor importancia, todas
tienen inmensas consecuencias para nuestra propia salvación y la de aquellos a
nuestro alrededor. Fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza para amar y
ser amados y para tratarnos como hermanos, y es en la familia, de nuestro
padre, madre y hermanos, donde naturalmente y más fácilmente aprendemos a ser
realmente humanos y verdaderos miembros de la sociedad.
Si vivimos de acuerdo con las leyes de Dios y
nuestra naturaleza y como discípulos de Jesucristo, seremos capaces de contribuir
a la renovación y transformación de nuestra sociedad y si conocemos la historia
sabemos con certeza que no seríamos la primera generación que lo consiguiera.
Debemos actuar con valentía y
defender sin miedo, de palabra y obra, el verdadero significado del Matrimonio
y la Familia dándonos cuenta de que si no lo hacemos las consecuencias son
gravísimas para nuestras propias Familias, nuestro País y el Mundo entero.
Beatriz Silva De Lapuerta
18 de enero de 2019
La raza, según José Utrera Molina
Hojeando anoche los tesoros de mi biblioteca, me encuentro con la preciosa dedicatoria que en el mes de julio de 1981 -contaba yo entonces 12 años- me escribió mi padre al regalarme el libro del guión de la película "Raza" escrito por Francisco Franco bajo el pseudónimo de "Jaime de Andrade".
No es sólo una dedicatoria, sino toda una declaración de principios, que quiero compartir hoy con vosotros.
«La raza no es para mí un determinado color de piel, ni un
factor biológico diferenciado, ni una irritante preeminencia de un concreto y
singular grupo humano.
Yo entiendo la raza como un valor del espíritu, como un
temple especial del alma, como una aristocrática categoría social.
Un español con raza es aquél que tiene en el corazón el
milagro del coraje y el brío y en la sangre la nobleza y la generosidad.
Un español con raza es el que antepone la conservación del
honor al de la propia vida.
Tiene raza el que posee atrevimiento y valor; el que hace de
la lealtad un credo, el que acepta el desafío de la justicia y lucha alegre por
la verdad. La raza tiene mucho que ver con la hidalguía.
Que este libro querido Luis te ayude a tensar las finas
cuerdas de tu espíritu.
Tu padre
José»
LFU
14 de enero de 2019
Nuevos escolios hispanos (IV)
Ecos del 68
Todas las utopías tienen víctimas. No existen variedades indoloras. Las utopías del presente bajo el nombre de las teorías de género o los feminismos de nuevo cuño fabrican lentamente nuevas víctimas: adultos, jóvenes y niños que no tienen oportunidad alguna. Luchar contra la naturaleza es una derrota segura contra un adversario temible. Ninguna utopía ha vencido ni vencerá a la realidad. Sólo es una cuestión de tiempo. (18 y 26 de diciembre de 2018)
Ninguna civilización se ha construido con pulsos a la naturaleza y a la razón. Ha sido el compromiso con éstas y la humildad de aprender de ellas la que ha permitido florecer cualquier civilización. (26 de diciembre de 2018)
Actualidad y Pensamiento
La actividad política para un cristiano cabal debe dirigirse fundamentalmente a colaborar activamente tanto en el colapso de las viejas utopías como en el combate de las nuevas que tratan de imponerse. En esos colapsos y combates emergen los espacios de libertad, justicia y progreso a la que toda comunidad humana legítimamente aspira. No conviene pensar que es posible el advenimiento de un orden definitivo por bien inspirado que sea, pues ese es el principio de la utopía que siempre es enemiga de lo humano. Todo lo humano per se es susceptible de reforma. (7 de enero de 2019)
Religión:
Algunas de las mentes más preclaras e incisivas de la primera mitad del siglo XX como Edith Stein, Simone Weil o Albert Camus directamente entraron, se acercaron o merodearon alrededor de la Iglesia Católica, respectivamente, cuando ésta permanecía centrada nítidamente, sobre todo, en su misión espiritual. El cambio de estrategia eclesial centrándose en el diálogo con el mundo ensayado desde mediados de los 60 hasta finales de los 70 parece haber influido más a la Iglesia que ésta al mundo, amén de no producir esa misteriosa atracción en las cabezas lúcidas del pensamiento contemporáneo. Por el contrario, un doloroso, sorprendente y masivo proceso de abandono de la Iglesia desde dentro se puso en marcha y no ha cesado, pese a útiles correcciones ulteriores de los papados de San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora en la segunda década del siglo XXI, una nueva versión de ese enfoque, con un marcado sesgo buenista hacia todo lo que el mundo dice, plantea dudas legítimas: ¿Qué ha cambiado tan radicalmente para volver a recetas que ya fueron probadas sin éxito? Más allá de toda sesuda explicación intraeclesial, acaso el signo de este tiempo pasa por una Iglesia Católica derrotada en todos los frentes, abandonada por decepción o indiferencia de muchos de sus hijos, que vivirá con la humildad de los vencidos, con una inevitable pobreza y sobre todo con una razón purificada por el desdén del mundo irracionalista y despojada de todo éxito mundano. Recemos por los damnificados. (18 y 26 de diciembre de 2018 y 7 de enero de 2019)
Todas las utopías tienen víctimas. No existen variedades indoloras. Las utopías del presente bajo el nombre de las teorías de género o los feminismos de nuevo cuño fabrican lentamente nuevas víctimas: adultos, jóvenes y niños que no tienen oportunidad alguna. Luchar contra la naturaleza es una derrota segura contra un adversario temible. Ninguna utopía ha vencido ni vencerá a la realidad. Sólo es una cuestión de tiempo. (18 y 26 de diciembre de 2018)
Ninguna civilización se ha construido con pulsos a la naturaleza y a la razón. Ha sido el compromiso con éstas y la humildad de aprender de ellas la que ha permitido florecer cualquier civilización. (26 de diciembre de 2018)
Actualidad y Pensamiento
La actividad política para un cristiano cabal debe dirigirse fundamentalmente a colaborar activamente tanto en el colapso de las viejas utopías como en el combate de las nuevas que tratan de imponerse. En esos colapsos y combates emergen los espacios de libertad, justicia y progreso a la que toda comunidad humana legítimamente aspira. No conviene pensar que es posible el advenimiento de un orden definitivo por bien inspirado que sea, pues ese es el principio de la utopía que siempre es enemiga de lo humano. Todo lo humano per se es susceptible de reforma. (7 de enero de 2019)
Religión:
Algunas de las mentes más preclaras e incisivas de la primera mitad del siglo XX como Edith Stein, Simone Weil o Albert Camus directamente entraron, se acercaron o merodearon alrededor de la Iglesia Católica, respectivamente, cuando ésta permanecía centrada nítidamente, sobre todo, en su misión espiritual. El cambio de estrategia eclesial centrándose en el diálogo con el mundo ensayado desde mediados de los 60 hasta finales de los 70 parece haber influido más a la Iglesia que ésta al mundo, amén de no producir esa misteriosa atracción en las cabezas lúcidas del pensamiento contemporáneo. Por el contrario, un doloroso, sorprendente y masivo proceso de abandono de la Iglesia desde dentro se puso en marcha y no ha cesado, pese a útiles correcciones ulteriores de los papados de San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora en la segunda década del siglo XXI, una nueva versión de ese enfoque, con un marcado sesgo buenista hacia todo lo que el mundo dice, plantea dudas legítimas: ¿Qué ha cambiado tan radicalmente para volver a recetas que ya fueron probadas sin éxito? Más allá de toda sesuda explicación intraeclesial, acaso el signo de este tiempo pasa por una Iglesia Católica derrotada en todos los frentes, abandonada por decepción o indiferencia de muchos de sus hijos, que vivirá con la humildad de los vencidos, con una inevitable pobreza y sobre todo con una razón purificada por el desdén del mundo irracionalista y despojada de todo éxito mundano. Recemos por los damnificados. (18 y 26 de diciembre de 2018 y 7 de enero de 2019)
FUEYO
28 de diciembre de 2018
Barcelona y Alfonso XIII
Hace justo cien años, la prensa
nacional se hacía eco de la iniciativa de un grupo de españoles desde la
ciudad de Barcelona, en agradecimiento a la meritoria labor humanitaria del Rey
Alfonso XIII durante los trágicos años de la Primera Guerra Mundial. El Archivo
General de Palacio conserva el documento completo que en nombre de la ciudad
condal se dirigió a las Cortes españolas, documento que está expuesto al
público en la Exposición “Cartas al Rey: La mediación humanitaria de AlfonsoXIII en la Gran Guerra”
Creo que en momentos de
incertidumbre como los que estamos viviendo en España, estrechar nuestros lazos
con la verdadera memoria de la historia es siempre una fuente de consuelo y
sobre todo la reivindicación de una esperanza. No me resisto a que unas
palabras tan elocuentes del sentir de tantos españoles queden en el olvido o
pasen desapercibidas,
“A las Cortes
Fue siempre norma de todo
corazón noble en España dar muestra de gratitud por los beneficios recibidos y
entendemos que ha sido muy grande el que ha reportado a nuestra nación el alto,
generoso, magnánimo proceder de nuestro amado monarca Don Alfonso XIII,
derrochando tesoros de caridad con miles de gentes desventuradas de todos los
países, durante los terribles años de la guerra que ha desolado al mundo.
Alejada providencialmente
nuestra patria querida de la feroz contienda, no por ello mirábamos
indiferentes las espantosas penalidades que afligían a tantos nobles pueblos, y
ansias generosas reprimieron muchos pechos, que hubieran querido socorrer a
desvalidos hermanos, si al mismo impulso de caridad, en aquellos instantes de
pasión, no se hubieran interpretado con torcido pensamiento.
Afortunadamente, nuestro Rey,
siempre Grande y Caballero, supo recoger tan nobles estímulos de millares de
sus súbditos y, haciéndose intérprete de sus sentimientos, se lanzó a la
empresa de salvar vidas del suplicio, consolar tristezas, llevar consuelo a
almas doloridas, y dejar caer sobre ellas el santo rocío de la caridad, empresa
por Dios mil veces bendita, premiada aquí mismo, en la tierra, por el coro de
alabanzas que ha despertado tan noble conducta, no solo en quien recibió el
beneficio, sino en todo el que fue digno de comprenderlo.
No detallaremos esas nobles
acciones tan conocidas del mundo entero, cual son testimonio tantísimas cartas
publicadas en la prensa europea, en las que brillan desde el tierno sentimiento
del corazón de un niño, hasta la más elevada y culta expresión del alma de un
gran poeta, cartas de madres, de esposas, de viudas, de hijos, de patriotas,
que tejen una corona inmarcesible, más pura y refulgente que la diadema que
ciñe la frente del Rey, que lo fue desde antes de haber nacido.
Nosotros sus súbditos
fieles y leales, de esta grade ciudad de Barcelona, donde tuvo su abolengo y el
valor, su archivo la cortesía y la caridad un trono, queremos ser los primeros
en dar pública voz y testimonio de que sabemos agradecer a nuestro Rey, esa
conducta notabilísima, que si para él ha merecido universal alabanza, ha traído
para nuestra España el respeto y la estima de los mismos pueblos contendientes: que la caridad bendita aplaca los mismos hervores de la
cólera.
P. ejercitando el derecho de
petición que nos concede el art. 15 de la Constitución de la monarquía, nos
dirigimos a las Cortes, que toda la nación representa, en súplica de que se
tribute homenaje público y solemne de admiración y cariño a Su Majestad, en
recompensa de sus altos y extraordinarios merecimientos, y se inicie por el
Gobierno una suscripción pública para regalar al Rey la insignia, donde sobre
oro con brillantes escriba el pueblo español el testimonio de su
reconocimiento”
Barcelona, 23 de Enero 1919”
Reyes Utrera
20 de diciembre de 2018
"El hombre que amaba a los perros" de Leonardo Padura
Título: El hombre que amaba a los perros.
Autor: Leonardo Padura.
Una estructura narrativa en espiral
intercala y reúne con acierto y tensión narrativa el acontecer de un joven escritor
cubano con la peripecia vital del comunista español Ramón Mercader del Río y el
periodo final de la vida de León Trotski, desde su exilio de Rusia hasta su brutal
asesinato.
Las historias entrecruzadas del narrador
cubano, de Mercader y del famoso revolucionario son una formidable excusa narrativa
para abordar una devastadora, en ocasiones algo ingenua pero interesante crónica
del desengaño con el comunismo, en sus distintas formas, ora la estalinista, bien
la trostkista o la vía cubana al socialismo. Distintas caretas de la religión
laica que más asesinatos y devastación ha causado en el siglo XX y en parte del
XXI.
Hay
dos derivas de fondo en la novela, más allá del relato contado,
discutible en alguna de sus aproximaciones históricas, por algunos acentos de
la parte española o el benigno retrato de Trotski, por ejemplo, por lo demás
resulta en momentos hipnótico por el valor histórico, concisión y dureza de los
hechos narrados. La primera. Los personajes principales de esta novela que
profesaron la fe comunista y a la que dedicaron sus energías e ilusiones, más
allá de todo cálculo humano y moral, van progresivamente haciendo cuentas con
sus conciencias y todos, sin excepción, acaban participando e instalándose en
la decepción, el arrepentimiento y la consiguiente e inevitable melancolía cuando
no en un corrosivo cinismo. Resulta una
implacable descripción de las consecuencias de consagrar la vida a la utopía
comunista, pero vale para cualquier ideología, si entendemos como tal,
cualquier sistema cerrado de pensamiento que trata de explicarlo todo y no
admite la crítica o la reforma. La segunda. De un modo claro, en aquellos
personajes de mayor fibra moral el proceso de decepción se acompaña de una
necesidad obsesiva e insoslayable de contar la verdad de su acontecer vital.
Tras haber participado en el Himalaya de mentiras organizadas por el Comunismo,
surge la necesidad existencial y perentoria de contar al menos su verdad
personal, la biográfica como una suerte de exorcismo personal tras habitar
demasiado tiempo en las tinieblas de la mentira. Como si su capacidad de
perseguir las verdades concretas a las que todo hombre aspira hubiese quedado fatalmente
disminuida por participar en el fabuloso embuste, personal, histórico y social
que fue el comunismo con consecuencias devastadoras no sólo para las víctimas
sino también para los partícipes de este. El autor deja atisbar que la esperanza de
algunos personajes sumidos en un nebuloso proceso de redención comienza por
contar con honestidad su vida, buscando la elemental verdad primera, la de su
propia biografía.
Ojalá que Leonardo Padura no se
pare en esta primera verdad hallada: contar con honestidad su vida a través de
esta novela u otras. Es razonable entender un enorme cansancio vital y
escepticismo cuando se abandona el aparente mundo de las grandes certezas con
una gran decepción. Ojalá no censure su seguro deseo de seguir buscando del que
este libro es una prueba cierta, pues hay una Verdad que tuvo y tiene lugar
entre los hombres, que no los anula ni conduce a los callejones sin salida de
cualquier utopía, que los enfrenta a su libertad, que reconcilia con la
condición propia sea la que sea, en el horizonte de un amor luminoso y real,
sobre todo real de una esperanza que llena la vida y hace entender al hombre.
Otoño 2018.
César Utrera-Molina Gómez
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