Leo esta mañana que el Ayuntamiento de Madrid, con el
entusiasmo unánime de todos los grupos políticos (incluido el mayoritario, es
decir, el Pp) va a erigir una estatua a quien fuera alcalde de la Villa y Corte,
D. Enrique Tierno Galván, nada menos que en la Plaza de la Cibeles.
Gracias a mis amigos José Miguel Serrano, David Arias y otros
gomezdavilianos, he descubierto a la
figura de D. Nicolás cuyos aforismos y sentencias abarcan todo lo humano y lo
divino. Escribía el célebre colombiano que "La
prensa de izquierda le fabrica a la izquierda los grandes hombres que la
naturaleza y la historia no le fabrican".
El caso de Tierno Galván es quizás uno de los mitos más
falaces de la izquierda que sólo el tiempo y la desmemoria ha conseguido calar
hasta en la derecha liberal. Pretender que Tierno fue un luchador antifranquista cuando durante los años 40 y 50 fue uno de
los colaboradores más asiduos del Instituto de Estudios Políticos –el verdadero
think tank del régimen-, ganando una oposición
a la cátedra de Derecho Político de la Universidad de Murcia en 1948, es
de aurora boreal. O el régimen era muy permisivo, o Tierno no era ningún maquis. Cierto es que, ya en las
postrimerías del régimen (años 60), Tierno se pasó al socialismo y fue
represaliado por apoyar las protestas universitarias contra el régimen. Es decir, fue un tardío opositor al franquismo
que previamente había colaborado con el régimen.
Pero quizás la mentira más gorda sea la de que ha sido “el mejor alcalde de Madrid”. En primer
lugar se olvida que Tierno accedió a la alcaldía gracias a un pacto de
perdedores con el PCE para arrebatar el consistorio a José Luis Álvarez,
vencedor de las elecciones municipales de 1979. Tampoco fue el alcalde más
votado, pues ese honor le corresponde por el momento a José María Álvarez del
Manzano.
Lo cierto es que, aparte de sus chascarrillos y su imagen amable
de viejo profesor, salvo el desmontaje del scalestrix
de Atocha y los efímeros patos de los Manzanares, no hizo absolutamente nada
por transformar una ciudad, que en ese tiempo batía records de suciedad e
inseguridad y que estaba necesitada entonces de una urgente modernización. Por el contrario, fue grande el daño que hizo su contemporización con el mundo de la droga que tantos estragos causó en la juventud del Madrid de los 80. "Rockeros, colocaros y al loro".
A Tierno no se le recordará, sin embargo, por haberse negado
a retirar el crucifijo de su despacho del Ayuntamiento. Hasta el final de su
vida mantuvo la esperanza en regresar a la fe y todo parece indicar que murió
en paz con Dios. Pero eso es algo que los promotores de la estatua prefieren
ocultar.
Como siempre sucede en España, la izquierda fabrica sus mitos
y la derecha se los acaba tragando con gusto.
LFU