TAM
PATER NEMO
(Nadie hubo, ni puede haber tan Buen Padre)
Queridos amigos, familiares y conocidos;
Entre las 23.30 del sábado 21 de febrero y las 00.00 del día siguiente, domingo
22, mi hermano Marcos falleció en un accidente de moto, a la edad de 23 años,
una semana y media después de entrar en el seminario.
No está siendo, como es lógico, nada fácil. Es mi hermano, con quien he crecido
desde que nací, con quien he descubierto desde pequeño la vida, con su bien y
su mal, su sufrimiento y su consolación, su belleza y su fealdad, lo divertido
y lo aburrido, lo grande y lo pequeño. Con quien me he peleado, reído hasta
llorar, con quien he llorado, y con quien he descubierto lo más grande que se
pueda descubrir nunca ante los ojos de un pobre hombre como él y como yo.
Estos tres días están siendo los más duros de mi vida. Constante es el recuerdo
de Marcos, de todo lo que hemos vivido juntos, lo bueno y lo no tan bueno. Es
duro estar en casa porque es difícil caer en la cuenta de que ya no va a entrar
por la puerta gritando ‘¡Minions!’ (Refiriéndose a Juan y Mateo, mis hermanos
pequeños), o en mi habitación, donde él dormía. Es duro vivir, es doloroso. Lo
más duro es despertarse por la mañana, porque es como si te dieran la noticia
de nuevo. Es dolorosa esta nueva vida sin Marcos en la forma que ha estado
siempre, tal y como la conocíamos. Lo sabéis bien aquellos que le conocisteis,
aunque fuera por poco tiempo, aunque sólo cruzarais un par de frases con
él. A muchos os habrán hablado de él. Y para otros quizá era ‘hermano
de’, o ‘hijo de Itziar y Paco’.
A todos vosotros os quiero contar lo que he visto estos dos días. Antes de la
misa del domingo por mi hermano, tuvimos la oportunidad de besar por última vez
a mi hermano. Estaba precioso, en un ataúd sencillo, como el de Juan Pablo II.
Vestido de blanco, puro. Mi familia y yo pudimos estar rezando junto a él.
Pidiendo por su intercesión por nosotros, para que comprendamos y nos fiemos
del Señor. La misa fue el primer regalo de todos. Fue un verdadero espectáculo.
La Iglesia estaba llena, hasta los topes, los dos días. Por delante de mí
pasaban todos los rostros que el Señor acarició a través de Marcos. Todo lo que
Dios ha generado a través de él, de toda su persona. Estaban las monjas del
comedor social donde ayudaba (caritativa) desde hacía 3 años, sus compañeros y
los míos del primer colegio en el que estuvimos, profesores de ese colegio, un
gran número de profesores del Abat Oliba, alumnos de allí, los amigos con los
que jugó al fútbol en La Salle cuando era pequeño, con los que jugó no hace
tanto y con los que jugaba este año, incontables amigos suyos y míos de Madrid,
matrimonios de allí que le conocieron y vinieron a acompañarnos y a despedirse,
toda la comunidad de CL de Barcelona, toda mi familia… Me dejo a mucha gente,
perdonadme. Celebraron misa por él en Siberia, Nueva York, Milán, Roma, Madrid,
Las Azores, Méjico, Santander… y muchos sitios más donde rezaron por él.
A todos gracias por vuestras oraciones y vuestra compañía. Son un verdadero
testimonio de todo lo que genera el Padre a través de la débil carne de mi
hermano.
Amigos míos y de Marcos. Dios y mi hermano me regalan a cada segundo el amor
que os tiene desde el cielo, y que siempre os ha tenido. Tengo la certeza,
nítida, que Marcos siempre ha tenido. Tengo esa paz, esos ojos conquistados por
el Señor, que Marcos tiene. Me da la sensación de que los abrazos que os doy,
los besos y las caricias, son de parte de Marcos. Me sorprendo amándoos
un pequeño porcentaje de cómo él os quería, y eso es enorme. Lloro y sufro, le
echo de menos, me gustaría abrazarle una última vez. Pero está conmigo. La
relación con Marcos es única. Continuamente le oigo decirme que me fíe. Le veo
sonreír, le veo feliz, donde toda su vida ansiaba estar. Marcos nos ha hecho el
mejor regalo que nadie puede hacer. Nos ha puesto ante la vida, y ante Cristo.
Siempre ha sido esa su intención, presentarnos a Cristo, mirad: ‘He visto el
mismísimo rostro de Cristo, la ternura con la que Dios ama, he visto cómo me
quiere y me da vértigo. ¿¡Por qué tanto!? Dios me prefiere, y en las palabras de
Giussani, me prefiere “porque soy nada, porque soy como esa chica de Nazaret de
15 años, nada. O como su marido, un hombre lleno de dudas, confundido, humilde,
carpintero, nada”’. Y estos días lo hace de una forma radical y espectacular,
con la misa, el funeral y lo que vendrá. Nos presenta el infinito. Cada canto,
cada lectura y cada salmo, cada abrazo que me habéis dado, cada rostro que he
besado, son signo del Dios bueno que habita en Marcos. Es una sobreabundancia
que jamás había experimentado, ni podía imaginar. Sufro con gran dolor, pero
soy profundamente feliz. Porque ¿quién soy yo para recibir semejante regalo del
cielo, como es la certeza de Marcos? ¿Quién soy yo para ser llamado a una
relación con el Misterio como la que él tenía? La Misericordia que Dios tiene
conmigo dándome esto se sale de toda medida. Nos da este regalo: ahora sólo lo
infinito nos bastará. Ahora solo Dios bastará a nuestros desgarrados corazones
de hombres.
La política, la economía, lo que estudiamos o donde trabajamos, lo que vivimos
ahora, las relaciones con nuestros seres queridos y amigos, todo vuelve a ser
verdadero. Porque todo está revestido de esta espera y esta pregunta: ¿Hay algo
que sea para siempre? Si. Existe. Porque lo hemos visto y lo vemos. Siempre
quiso presentar a Dios al mundo. Y estos días lo hace de una forma radical. O
todo o nada, como ha sido él. Y Cristo está. Amigos, no es incompatible el
sufrimiento de perder una ‘forma’ de relación, con la paz y la seguridad de que
Dios está. No es incompatible el desgarro con la alegría que Dios presente nos
da. Todo lo que nuestros corazones desean, y hoy más que nunca, existe. Lo
vimos en Marcos y lo vemos entre nosotros hoy. Lo vemos en la unidad de un
pueblo donde el Señor quiso crear a Marcos. Lo tenía todo pensado. Para
llevarse a Marcos tenía que estar seguro de que él daba su ‘sí’ libremente y
feliz. Y os lo demuestro: Marcos escribía el 11 de febrero esto. ‘ENTRADA EN EL
SEMINARIO: Vértigo y confianza plena, soy Tuyo Cristo. Que este sea un camino
de santidad. ¡Feliz de darte la vida! Domina más esto que lo que no apetece, da
pereza o parece ser una futura fatiga. A ti me encomiendo María. Virgen de
Lourdes, ¡hazme fiel! ¡Hazme santo!’
¿Lo veis? Marcos se fue plenamente feliz, como nunca lo había sido. Y nos
quiere regalar esta paz. Dejad que entre en vuestros corazones el dolor, bucead
en el sufrimiento para descubrir el deseo de infinito que a Marcos
caracterizaba. Pero sumergíos también en la vida. Estad atentos a lo que Dios
nos regala, estad atentos a la realidad que fascinaba a Marcos. Porque es allí
donde encontraremos la paz que Dios nos da. No tapéis vuestro dolor, vuestras
preguntas, vuestro sufrimiento, el echar de menos, o las ganas de estar con él.
Vividlas hasta que esas preguntas os definan. De lo contrario, despreciaremos
el regalo que Marcos nos hace. Contaos lo que os fascinaba de Marcos, recordad
lo que os decía, contaos y recordad a Cristo, que se hacía más carne a través
de mi hermano. Que el sí que él dio sea también nuestro sí a vivir este
sufrimiento y esta gracia. Pidamos su cercanía con el Señor, su relación
privilegiada con el Padre y celebremos que él es ahora feliz para siempre.
Descansad en esta certeza, en la imagen de su sonrisa desde el cielo.
Mi relación con Marcos es mejor ahora que nunca. Ahora que no puedo tocarlo ni
abrazarlo, es más mío, está más en mí, que nunca. Marcos hoy se me regala más
que hace tres días. Lo mejor de Marcos, Cristo, está infinitamente más presente
hoy que nunca. Es más nuestro amigo hoy que nunca. Me llegan ya las cosas que
están sucediendo. Me envían muchas personas los testimonios de lo que Dios y
Marcos hacen desde el cielo. A Dios tengo que agradecer ser testigo de
semejante espectáculo. No dejéis de contármelo, por favor. Ya está sucediendo.
Os pido que os acompañéis entre vosotros, que os recordéis esto. Os pido que no
cerréis vuestro corazón, que lo abráis al dolor y al presente. También pedid
por mi familia: Francisco, Itziar, Natalia