No descubro la pólvora si digo aquí que el Partido popular a
estas alturas, tiene toda la esperanza puesta en el miedo al advenimiento de PODEMOS como su única
tabla de salvación de cara a las próximas generales. Arriola es malo, pero no tonto y tiene
abducida a la cúpula del partido que ve como la tierra se empieza a mover bajo
sus pies.
Como todo partido que aspira a conquistar la mayor cuota posible
del electorado, el Partido popular hace tiempo que renunció a los principios propios
de su electorado tradicional, limitando sus objetivos al buen hacer en materia
de política económica y a la defensa de principios genéricos políticamente
correctos como la Constitución, el progreso , la democracia, etc… evitando la
defensa de cualesquiera valores o principios comprometidos, especialmente los
de carácter moral, que pudiera ocasionarle una fuga de votos.
Si ha podido hacerlo es gracias a costa de despreciar
olímpicamente a una parte de su electorado- precisamente aquél que defiende los
valores tradicionales de la derecha española- al cual considera absolutamente cautivo
y extraordinariamente perezoso a la hora de considerar nuevas alternativas,
ante el miedo a que los zarrapastrosos de PODEMOS pudieran gobernar en España.
Esto no es nuevo, pues ya desde Aznar la búsqueda del centro
comenzó a desnaturalizar a la sucesora de Alianza Popular. Lo que sí es una
novedad son las formas, pues frente a la sinuosa estrategia del pasado, ahora los
modos han sido harto más groseros y desafiantes. Primero la retirada de la reforma
de la ley del aborto presentada descaradamente por Rajoy como “lo más sensato”,
y apelando a un imposible “consenso” (una vez más el lenguaje políticamente
correcto) y después, la absoluta claudicación ante el independentismo catalán
concretado en una catastrófica gestión de los sucesos del 9 de noviembre en el
que el Estado de derecho desapareció ante la crónica de un delito anunciado,
han constituido un duro golpe para ese electorado cautivo que se empieza a
resquebrajar.
Rajoy se equivoca fiándolo todo al miedo. Muchos miles de
votos como el mío –que tapándome la nariz les di hace tres años- están ya
irremisiblemente perdidos, pues ya estoy harto de sonreir cuando me escupen a
la cara. Es la hora de una nueva alternativa que recoja la desilusión de miles
de españoles que creemos en la vida frente a la cultura de la muerte, que
creemos firmemente en España y no estamos dispuestos a asistir impasibles al
desmantelamiento de una unidad secular ni al mercadeo continuo con los
nacionalistas mirando para otro lado mientras se incumple todos los días la ley
en una región española.
Ha sonado la hora. Si queremos cambiar la realidad actual,
el cambio tendrá que venir de nosotros mismos, pues nadie va moverse por
nosotros. Si no lo hacemos, acabaremos siendo cómplices de nuestro propio
desprecio como españoles.
LFU