"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

26 de septiembre de 2012

Quo vadis?

Autor/es   Sienkiewicz, Henryk
Editorial:    Anaya, Madrid, Octubre - 2000.
Edición:     1ª ed., 3ª imp.
Dimensiones: 190 mm. X 130 mm.
Nº de páginas: 224
ISBN(10): 84-207-3383-0

Más allá de una muy buena novela histórica, de ser el título estandarte del premio nobel polaco, Henryk Sinkiewicz, este libro es un brillante relato de cómo se conquista un corazón.

¿Y cómo se gana un corazón? Sin duda, por la belleza, por el don concentrado en la juventud de una mujer (Ligia) que trastoca, muda y horada la coraza de soberbia y altivez del poderoso –Vinicio, patricio romano– hasta hacerle sentirse vulnerable y débil y ,por ello, por primera vez en su vida verdaderamente humano; también hay otra vía, la del ejemplo, la de una conducta que derriba prejuicios, agrieta defensas hercúleas y torres de marfil por la irresistible inercia aparentemente inofensiva e ineficaz pero cálida e irresistible del amor, la entrega y el sacrificio que todo corazón, vulnerable o no, termina por reconocer y que un nazareno insertó en un mundo que estaba sediento de ésta, su buena noticia.

Quo Vadis? Sigue siendo una actualísima pregunta para España, para Europa y Occidente, la cuestión es si la respuesta ofrecida en el marco de la Roma de Nerón, esto es, la novedad cristiana, sigue siendo válida. En el estado de disolución y decadencia actual, esta novela es un buen espejo para los que somos cristianos. ¿Somos los cristianos 2000 años después una novedad? ¿Acaso nuestro ejemplo puede cambiar corazones? Cuestionarlo es un modo de comenzar a responder esa pregunta.

César Utrera-Molina

P.S. Dedicado a mi sobrino Ignacio, que parece haber encontrado a su Ligia, en la esperanza de que ambos se merezcan y ganen que el camino que comienzan no tenga fin, con la convicción de que la belleza de ese camino es el trasunto de algo más grande.

19 de septiembre de 2012

¿Comunista hasta el final?

En dos ocasiones he escrito en esta tribuna sobre Santiago Carrillo, un hombre al que la longevidad  le ha jugado una mala pasada. Carrilllo debió haber desaparecido en la década de los 80, lo que le hubiera consagrado para muchos como gran artícife de la entonces idealizada transición, enorme icono del "antifranquismo" y hubiera difuminado para siempre su directa responsabilidad en las matanzas de noviembre de 1936.

Se hubiera evitado contemplar, primero el declive del PCE, después su expulsión del partido y finalmente, contemplar como en un par de días se derrumbaba para siempre el muro de la infamia con el que el comunismo sometió y masacró a cientos de millones de personas de todo el mundo. Pero, sobre todo, hubiera evitado convertirse en un pelele del revanchismo garzo-zapaterista, que logró rescatar lo más siniestro de su personalidad, para terminar abjurando de su supuesto afan reconciliador en la transición, y levantar la putrefacta bandera de la más mezquina revancha disfrazada de memoria histórica.


Hubiera llegado tarde para ver cómo la apertura de los archivos del KGB y la antigua NKVD sacaban a la luz nuevas pruebas incriminatorias de su eficacia desmedida en la eliminación física de miles de adversarios en las sacas de noviembre de 1936, en las purgas y limpiezas del POUM y, posteriormente, en la creación y eliminación de maquis, una criatura que le encargaron crear y posteriormente le ordenaron descabezar y dejar a merced de la Guardia Civil.


La primera vez que hablé de él, lo hice en relación con una profesión de fe comunista proclamada en el homenaje que se le tributó al cumplir 90 años, con estatua de Franco como regalo de cumpleaños  «Siento un orgullo inmenso por haber defendido y militado en el Partido Comunista. Me sigo sintiendo comunista y moriré siendo comunista», recordando con estremecimiento las siniestras palabras que le dirigió a su padre 70 años atrás ante su traición al comunismo: "Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin."


La segunda, titulada "Carrillo y el Infierno" a raíz de que el viejo espectro estalinista mandara al infierno a Luis del Olmo tras preguntarle el locutor por su responsabilidad en los crímenes de Paracuellos del Jarama. 


Me pregunto si los Reyes de España habrían tenido la deferencia de acudir al domicilio de un político de la transición que hubiera hecho públicamente una profesión de fe nacionalsocialista; si los medios de comunicación le habrían dedicado sus portadas y especiales a alguien que hubiera dicho algo como "Me siento nazi y moriré siendo nazi." o "Cada día es mayor mi amor a Hitler y al III Reich". 


Dos conclusiones quiero extraer: Que a Carrillo le ha venido muy mal vivir tantos años y que sigue habiendo un distinto rasero para medir a las dos ideologías más infernales de la historia. Presumimos que ha muerto siendo comunista y nunca sabremos si ante la presencia de Dios se habrá acogido benigno a su presencia compareciendo ante su inapelable juicio con toda la humildad del arrepentimiento, o habrá preferido buscar orgulloso y comunista hasta el fin ese infierno al que quería enviar a todo el que osaba recordarle lo más siniestro de su pasado. 


Dios se apiade de su alma.


LFU


12 de septiembre de 2012

11 de septiembre de 2012

Cataluña, esclava de la mentira.


Cataluña conmemora hoy la derrota de los partidarios del archiduque Carlos de Habsburgo contra los de Felipe V en la Guerra de Sucesión a la Corona de España. Los nacionalistas, sin embargo, han convertido tal efemérides en una suerte de holocausto del sentimiento catalán por parte de España como potencia opresora.  Bien pensado, podían haber elegido algún otro acontecimiento histórico, como la toma de Granada por los Reyes Católicos, la Batalla de las Termópilas o el diluvio universal como justificación histórica de su aldeano afán.

Josep Pla se preguntaba con clamorosa ingenuidad: “¿Tendremos algún día en Cataluña una auténtica y objetiva historia? ¿Cuándo tendremos una Historia que no contenga las memeces de las historias puramente románticas que van saliendo?”.

Pero en lugar de seguir a Pla, el nacionalismo catalán, desde el inicio de la transición, decidió emular a Joseph Goebbels, ministro encargado de la propaganda de Hitler, quien solía decir que “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.  Desde hace más de 30 años, todo el aparato del Estado en Cataluña, servido en bandeja a los nacionalistas por los padres de la Constitución y los sucesivos gobernantes, ha venido adoctrinando a la juventud en la colosal mentira de que Cataluña es una nación secularmente oprimida por España. La obsesión  de Stalin –denunciada por Orwell en 1984- por manipular la historia a su antojo, siendo el precursor del borrado de personajes de las fotografías, ha servido de hoja de ruta para los genios de la disgregación, que han contado en su empeño con el entusiasmo catalanista de la izquierda y con la displicencia, cuando no complicidad interesada, de la derecha.

La última y más reciente mentira goebbelsiana utilizada por el independentismo catalán es que la grave crisis económica que padecen es consecuencia de que Cataluña está siendo exprimida por el resto de España que está de fiesta perpetua a su costa. No, por supuesto, del coste de sus embajaditas, de sus innumerables canales de televisión, y de sus innumerables fuegos de artificio identitarios. Y es que fue Zapatero quien tras ganar las elecciones en 2004 levantó el techo de gasto público a todas las Comunidades Autonómicas, y el triparto empezó a derrochar sin medida abriendo embajadas por doquier para colocar a hermanos y familiares y un largo etc., dejando al término de la legislatura la deuda más grande de toda la historia de la Generalidad.

No me gustó que el nuevo embite independentista se despachase ayer por el Presidente del Gobierno con un “no toca” y “estamos para otras cosas”. Frente a la mentira, que esclaviza, la verdad nos hace libres y Cataluña necesita de forma urgente un baño de verdades que la rescate de la roña nacionalista que amenaza con dejar en la postración más absoluta a una de las partes esenciales de España.

LFU

8 de septiembre de 2012

Mi adiós a Pepe Aranda



Le conocí hace dieciocho años, en Santa Margarita, cuando él era un joven de 82 y yo aun cursaba primero de realidades. Desde el primer dia admire en Pepe Aranda su fortaleza y extraordinaria vitalidad, la alegría que desprendía y el hecho de que siempre esperaba un porvenir que ayer, pocos días después  de cumplir el siglo -como el decía- se convirtió para siempre en gozosa eternidad. 


Caballero andaluz, apuesto y elegante hasta el final, se mostraba siempre orgulloso de su estirpe y agradecido a Dios por una vida que tan bien le había tratado. Creo que desde el principio establecí con el una especial conexión pues compartíamos un mismo ideal de azul y rosas y un inmenso amor dolorido por España. Era un verdadero privilegio hablarle de tu a un viejo falangista que pudiendo ponerse de perfil por familia y posición, eligió entregar su juventud a España cuando esta se lo demando. Me hablaba del extraordinario magnetismo de Jose Antonio y de los enfrentamientos en Las calles de Madrid con militantes de la izquierda. Alférez provisional y teniente de infantería, dos veces mutilado por la patria me hablaba de la dureza de Teruel y de la batalla del Ebro, pero lo hacia siempre como los buenos soldados, con orgullo pero sin odio y con el desgarro de haber tenido que vivir una terrible confrontación entre españoles.

Yo, que no tuve la fortuna de conocer la figura de un abuelo, he sentido siempre sana envidia de mi amigo Juan por la entrañable relación que les unía y al despedirme de el esta tarde en Córdoba he sentido una aguda punzada de dolor endulzada por saber que, de la mano de su añorada Lolita, habrá buscado ya su puesto en los luceros para hacer guardia con sus viejos camaradas. 

Hace tan solo unos días, frente al mar abierto, consciente de que le veía por ultima vez, pues adivinaba en su mirada una señal de metafísico agotamiento, quise que en mi teléfono sonaran vibrantes en su presencia, las notas del Cara al Sol. Me emociono verle erguirse, levantar el brazo y recitar de nuevo, sonriente, sus estrofas de amor y de esperanza. 

Querido amigo Juan, querido hermano. Siento tu dolor, pues se que Pepe Aranda era para ti mucho mas que un abuelo como para él eras mucho mas que un nieto. Y quiero unirlo esta noche al mio por la perdida de un viejo amigo, centenario y especial. Hubiera querido poner sobre su pecho las cinco rosas que tantas veces he visto poner a mi padre al pie de sus viejos camaradas. Pero estoy seguro de que a tu abuelo le gustara saber que esta noche no he querido cerrar los ojos sin cumplir el rito de despedida que tantas veces pronunciara él con los que le precedieron:

José Aranda Romero ¡PRESENTE!


LFU

6 de septiembre de 2012

"Un ejemplo conmovedor". Por José Utrera Molina

A continuación transcribo el artículo publicado por ABC en el día de hoy



UN EJEMPLO CONMOVEDOR

Vivimos un tiempo en el que el apresuramiento de los juicios es moneda común.

La protesta, la incomprensión y a veces incluso la ira, nublan no solamente el territorio de nuestro presente sino lo que es peor, enturbian y a veces hacen cenagosos y difíciles los caminos y las rutas del futuro. Nos atrevemos a vaticinar, a veces con aire insolente y dogmatico, determinadas cuestiones que requieren un análisis profundo. Creo que era Cicerón el que decía que el tesoro de un hombre no debía estar en la riqueza de los bienes sino lleno del sentimiento de la lealtad. He pensado en muchas ocasiones en el profundo significado de estas palabras y creo que tenemos el deber de preguntarnos hasta donde llega la audacia de nuestras opiniones y donde termina la sin razón de nuestros sentimientos. 

Se trata de hacer un retrato de la imagen de la actual juventud española. Hace ya muchos años tuve la inmensa fortuna de intentar educar en principios básicos e inmutables a una gran parte de jóvenes españoles. Afirmo que finalmente les contemplé convencidos. Que me miraron con gratitud y que pasados los años, bastantes recuerdan todavía la arisca verdad que a veces- según ellos me decían- lograban ponerles los vellos de punta. Quise cultivar la verdad en todas sus vertientes y no hubo para mí mayor ventura que encontrar en los ojos de mis oyentes un signo de venturosa gratitud. Puedo afirmar que una opinión mía sobre este trozo caliente de España que es la juventud, apenas si puede ser relevante y digno de reflexión para muchos. Para mí sí. Estimo que frente al bullicio de tanta insensatez como vemos en las calles, de tanta dejación de reglas elementales de convivencia, de tanta profanación insensata, existe por el contrario una minoría de jóvenes que poseen una fortaleza tan ejemplar que a los que ya peinamos demasiadas canas nos estremece de gozo y de alegría. No encuentro en las páginas de mi ayer intensamente vividas unos ejemplos tan escandalosos de abnegación, de virtud, de solidaridad y de entrega como los contemplo hoy con el gozo póstumo del que ya no va a ver o no va escuchar el eco de los pasos de las nuevas generaciones. No hablo de memoria sino de la contemplación de situaciones que en la época que viví junto a mis jóvenes camaradas no pude ni siquiera atisbar que hubieran de producirse. Cuando veo de cerca parejas de hombres y mujeres que sacrifican las horas alegres de verano para compartir la angustia dolorosa de los que menos tienen, cuando con un estremecimiento de emoción contemplo a quiénes cercanos a mí, huyen de la comodidad y de la ligereza y marchan a otros países para cuidar enfermos terminales, para acercarse a niños desvalidos, para alertar la proximidad de la muerte en enfermedades incurables y pasan sed, hambre y a veces un humano y natural desasosiego. Entonces, yo alzo el grito de mi alegría al saber que no todo se ha perdido. Afirmaba hace poco que no hablaba de memoria. Tengo dos nietos que han marchado hace muy poco al Camerún. Allí han permanecido durante cerca de un mes. Han conocido el hambre, la miseria y han contemplado con indignación la pasión y la frívola pasividad de una parte de la vida española que quieren cerrar los ojos ante situaciones tan dramáticas como éstas. 

He hablado de mis nietos y creo que he cometido un error. Ha sido un nieto mío, que se llama Ignacio, enriquecido por sus estudios, alabado por su constancia que acompañado por su novia Elisa que es una mujer fuera de serie, modelo de estudiante, llena de estilo y de elegancia han protagonizado esta etapa de vida juvenil marcada por los signos más patéticos del sacrificio. Cuando han regresado de aquel infierno les he preguntado con palpitante admiración lo que habían aprendido y me han contestado solo estas palabras: conocer el dolor muy de cerca y también la alegría con clamorosa proximidad a pesar de que estos últimos a penas ni tenían posibilidad de completar sus vidas con alimentos esenciales. Venían sin triunfalismo de apóstoles, sin orgullo ni pretensión alguna de ser ejemplares, pero en sus ojos, que eran parte de los míos, había un brillo infinito que llenaba los últimos resortes de mi alma clamando en medio de una esperanza rejuvenecida.

No toda la juventud española se ha afiliado al hedonismo, no toda ha perdido los resortes de la solidaridad sino que entregando sus vidas, sus voluntades, el tesón y el valor en ocasiones también han dado testimonio de su fe con el aliento de su ilusión no derrotada. Me he permitido romper la intimidad de mis alabanzas porque creo que son muchos los jóvenes que pueden acomodar sus vidas a ejemplos tan bellos y luminosos como hoy se producen a lo largo y a lo ancho del continente africano. Yo confieso haberme sentido orgulloso. Haber tenido en mis ojos a punto lágrimas antiguas, pero al final era tan resplandeciente la fe que contemplaba en ellos, la alegre disposición de sus jóvenes responsabilidades que sólo me ha quedado tiempo para bendecir a Dios y defender a los jóvenes que tienen el derecho de escribir nuevas páginas en la historia.  

JOSE UTRERA MOLINA