Hastiado del panorama derrotista español, que arrastra los pies cada mañana en pos del desolladero mundial, vapuleado por intereses especulativos de los mercados, la impune desvergüenza de las agencias de calificación -antaño ciegas ante gigantes con pies de barro- desorientado por la colosal disparidad de diagnóstico y pronóstico de nuestros más preclaros economistas e impotente ante la numantina resistencia de una mastodóntica clase política a adelgazar de verdad un Estado inviable desde el punto de vista histórico y económico, urge más que nunca recuperar el aliento nacional para reafirmarnos en nuestras enormes posibilidades como Nación.
El grito de "Arriba España" no era sino un ferviente anhelo revolucionario de superación del pesimismo noventayochista. No podemos resignarnos y ofrecer un espectáculo de brazos caídos a nuestros hijos. No lo hicieron nuestros mayores que ante peores escenarios sacaron adelante España con esfuerzo e ilusión, pero sobre todo, con fe en España. No tenemos derecho a aniquilarles su esperanza y para eso nada mejor que buscar en las raíces de nuestra Historia para levantar la cabeza ante las dificultades.
«No servimos para cosas bajas, pequeñas o menudas. No servimos
más que para las cosas altas y grandes. Por eso cuando decimos "Arriba
España", en esas dos palabras, a un tiempo, resumimos nuestra Historia y
ciframos nuestra esperanza. Porque lo que queremos es que España vuelva a
"su sitio": al sitio que la Historia le señala. Y el sitio es ese:
"Arriba". Es decir, cerca del espíritu, del ideal, de la fe... Cerca,
sobre todo, de Dios.»
José María Pemán, 1939
Pues eso, ante el desolador panorama de los cenizos y fáciles profetas de la desgracia, ante la indignidad de los que se aprestan a expatriar su dinero al tiempo que se quejan porque nadie confía en nuestra nación, hoy me apetece lanzar al viento un enorme ¡Arriba España!
LFU