"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
31 de diciembre de 2008
Amanecer de España
Llevaba tiempo buscándola y ayer la encontré. Para atravesar el umbral del nuevo año nada mejor que esta vibrante poesía de Basterra que nos recuerda que hubo otros tiempos sombríos que tuvieron su amanecida:
¡Ah, joven doloroso, joven triste,
que sufres como yo del mal de España,
y que una negación honda, en tu entraña,
tienes, clavada, contra lo que existe!
—Tu virgen corazón vibra de saña,
de santa saña, porque no tuviste
lo que pidió tu amor cuando naciste
de la Patria, una idea y una hazaña.
La general inepcia fue el veneno
que atosigó tu juventud vehemente
y de asco y de dolor yo te sé lleno.
¡Mas el futuro es nuestro y esa gente
que hizo nuestra desgracia se va al cieno!
Hermano, aquí va un ósculo a tu frente.
Poesía dispersa – Ramón de Basterra (1918)
Feliz 2009.
LFU
30 de diciembre de 2008
¿Qué es más fuerte, mi amor o tu odio?
Fuentes bien informadas me confirman que la fiscal Barrero -que salió ha poco del anonimato como belenicida- no acudió a su puesto de trabajo en la fiscalía el día de Navidad. Se ignora la razón de su ausencia. Lo que parece seguro es que nada estaba celebrando, por lo que la natural coherencia hubiera exigido una conducta consecuente con su actuación iconoclasta anterior. Está muy mal eso de poner a caldo una fiesta cuando te invitan y acudir a ella después como si nada. Es escasamente decoroso.
Pero para que vea Doña Pilar Barrero la esterilidad de su odio invalidante, le confesaré que el día de Navidad recé por ella y las gentes que, como ella, se ofenden con la presencia del niño Dios. Eso es lo que me exige mi amor, un amor que nace de la fe y que es muchísimo más fuerte que su odio.
Un abrazo y feliz año a todos.
LFU
Pero para que vea Doña Pilar Barrero la esterilidad de su odio invalidante, le confesaré que el día de Navidad recé por ella y las gentes que, como ella, se ofenden con la presencia del niño Dios. Eso es lo que me exige mi amor, un amor que nace de la fe y que es muchísimo más fuerte que su odio.
Un abrazo y feliz año a todos.
LFU
22 de diciembre de 2008
Feliz Navidad
2008 no ha sido un año facil para nadie y 2009 amenaza con ser aún peor. Pero estos dos años, como todos los que en la Historia han sido desde hace más de dos milenops, tienen algo en común: La Navidad; esa parte del año en la que todos los cristianos volvemos nuestros corazones a Dios y nos hacemos, por unos días, un poco niños. Cuando rebrotan los recuerdos de ese bendito estado de ingenuidad que es la niñez y se decreta la alegría para vencer a la añoranza.
Porque la Navidad es de los niños y en ellos no hay sitio para la melancolía, para el odio ni para el rencor, quiero desearos de corazón, a todos cuantos me animáis con vuestra presencia en esta ventana de mi corazón,una muy feliz e infantil Navidad.
Que el niño Dios despreciado en la Fiscalía, nazca una vez más en vuestros corazones.
LFU
18 de diciembre de 2008
Tal día como hoy
Tal día como hoy, hace 52 años, se casaron mis padres. La cifra nos habla ya por sí misma de constancia, de entrega, de sacrificio y, sobre todo, de amor, esa indispensable argamasa capaz de unir eternamente dos corazones, sin la cual no puede existir ni la entrega, ni el sacrificio, ni la constancia.
Si sus ocho hijos no cabemos de orgullo y gratitud por tan impagable ejemplo, ¿qué íntima satisfacción no sentirán ellos al echar la vista atrás? Valió la pena. El dolor de cada renuncia, de cada sacrificio, de cada desilusión y de cada frustración forma parte esencial de la alegría de hoy, que sin ellos sería imposible.
Que Dios les bendiga muchos años y a nosotros nos ilumine para ser dignos de su impagable ejemplo.
Termino con un soneto que mi hija Paloma recita ya de corrido y que habla, en primera persona, de ese amor al que hoy rindo, desde aquí, mi modesto homenaje.
A mi mujer
Si de la muerte regresar pudiera,
volvería a decirte que te quiero.
Cuídame amor, el cedro y el romero
y guárdame una rosa en primavera.
Tierra seré, no más aliento helado,
eco sin voz y sangre enmudecida;
Palabra que en el viento confundida,
a la orilla de Dios te habrá llamado.
Más yo creo en el cielo prometido
y sueño con reunirme allí contigo.
¡La nada es un atroz contrasentido!
No hay noche sin aurora, ni castigo
que compararse pueda a errar perdido
sin encontrar en tu mirada abrigo.
José Utrera Molina
Muchas Felicidades
LFU
16 de diciembre de 2008
Yo no "corono" rollos….
Aunque de un tiempo a e esta parte -y por exigencias de higiene mental- he decidido restringir al máximo mi exposición a la bazofia televisiva emitida por emisoras públicas y privadas, no he podido evitar, por estar en boca de todos, la contemplación del anuncio del Ministerio de Sanidad sobre el uso de los preservativos, campaña sufragada por todos y a la que auguro muy nefastos resultados.
Primero, porque los jóvenes –como bien argumentaba García-Maiquez el otro día- no necesitan que se les hable en hip hop para entender lo que se les quiere decir, como los niños no necesitan -sino todo lo contrario- que sus padres se dediquen a hablarles en su lenguaje primario del gu-gu-tata pues así difícilmente progresarían. ¿O acaso se pretende que los catedráticos y profesores universitarios estén obligados a bailar en las clases para captar la atención de sus imberbes alumnos?. Por otro lado, no hay que ser especialmente avispado para saber que no todos los jóvenes, ni mucho menos, utilizan el lenguaje de ese anuncio en sus conversaciones cotidianas, por lo que éstos no se sentirán aludidos por el mismo. Desde estos puntos de vista, el anuncio es patético y seguramente será tachado de ridículo por los mismos jóvenes a quienes pretende ir destinado.
Segundo, porque el mensaje que subyace al anuncio es que aquí vale todo con tal de ponerse un condón. El hedonismo, la permisividad y el fomento de la promiscuidad se aceptan como hechos consumados y, en lugar de tratar de educar en valores, se busca únicamente poner parches o gomas que traten de evitar sus nefastas consecuencias, olvidando que en un mundo donde prima la permisividad y el hedonismo, no hay reglas que valgan y los más osados serán quienes “prevalezcan”.
Resulta paradójico que, considerando el éxito que han tenido las campañas publicitarias sobre los accidentes de tráfico, no se haya pensado en utilizar la misma técnica en este caso: Llamar a la responsabilidad. Los jóvenes necesitan referentes, en lugar de parches. Necesitan aldabonazos que les hagan madurar y enfrentarse con una realidad tangible alejada de tópicos y lugares comunes. Necesitan ver de frente los problemas de la vida para aprender a solucionarlos.
Necesitan ver la imagen de una niña de 14 años embarazada, la imagen de un feto triturado y el drama de unos padres atribulados y de familias destrozadas. Necesitan ver la imagen de una niña que alterna los deberes del colegio con el biberón de la noche, las consecuencias de las enfermedades infecciosas... Esa es la verdadera realidad que les rodea y no la desenfadada y evasiva atmósfera que se desprende del maldito anuncio.
Esta es la consecuencia de haber hecho dejación de una educación en valores y de una visión integral y humanista de la sexualidad, tan degradada hoy por un materialismo insensato.
Pronto se verán sus resultados en forma de más abortos y aquí, como siempre, no pasará nada.
LFU
Primero, porque los jóvenes –como bien argumentaba García-Maiquez el otro día- no necesitan que se les hable en hip hop para entender lo que se les quiere decir, como los niños no necesitan -sino todo lo contrario- que sus padres se dediquen a hablarles en su lenguaje primario del gu-gu-tata pues así difícilmente progresarían. ¿O acaso se pretende que los catedráticos y profesores universitarios estén obligados a bailar en las clases para captar la atención de sus imberbes alumnos?. Por otro lado, no hay que ser especialmente avispado para saber que no todos los jóvenes, ni mucho menos, utilizan el lenguaje de ese anuncio en sus conversaciones cotidianas, por lo que éstos no se sentirán aludidos por el mismo. Desde estos puntos de vista, el anuncio es patético y seguramente será tachado de ridículo por los mismos jóvenes a quienes pretende ir destinado.
Segundo, porque el mensaje que subyace al anuncio es que aquí vale todo con tal de ponerse un condón. El hedonismo, la permisividad y el fomento de la promiscuidad se aceptan como hechos consumados y, en lugar de tratar de educar en valores, se busca únicamente poner parches o gomas que traten de evitar sus nefastas consecuencias, olvidando que en un mundo donde prima la permisividad y el hedonismo, no hay reglas que valgan y los más osados serán quienes “prevalezcan”.
Resulta paradójico que, considerando el éxito que han tenido las campañas publicitarias sobre los accidentes de tráfico, no se haya pensado en utilizar la misma técnica en este caso: Llamar a la responsabilidad. Los jóvenes necesitan referentes, en lugar de parches. Necesitan aldabonazos que les hagan madurar y enfrentarse con una realidad tangible alejada de tópicos y lugares comunes. Necesitan ver de frente los problemas de la vida para aprender a solucionarlos.
Necesitan ver la imagen de una niña de 14 años embarazada, la imagen de un feto triturado y el drama de unos padres atribulados y de familias destrozadas. Necesitan ver la imagen de una niña que alterna los deberes del colegio con el biberón de la noche, las consecuencias de las enfermedades infecciosas... Esa es la verdadera realidad que les rodea y no la desenfadada y evasiva atmósfera que se desprende del maldito anuncio.
Esta es la consecuencia de haber hecho dejación de una educación en valores y de una visión integral y humanista de la sexualidad, tan degradada hoy por un materialismo insensato.
Pronto se verán sus resultados en forma de más abortos y aquí, como siempre, no pasará nada.
LFU
15 de diciembre de 2008
Málaga y Utrera Molina (V) Antonio Burgos
Los testimonios de gratitud y solidaridad se suceden con increible abundancia y me veo obligado a seleccionar. Es el turno de Antonio Burgos, desde el ABC de Sevilla, al que desde aquí transmito mi agradecimiento por su coraje y valentía:
Lo de Sevilla y Utrera
ANTONIO BURGOS
Domingo, 14-12-08
"Esta es la ciudad de la desmemoria y la poca vergüenza. Verbigracia: Blas Ballesteros, en la conferencia donde mandó a los albañiles a Fernando Savater como catedrático de Ética, dijo que gracias a este alcalde se había terminado con el mercado cutre de la Encarnación. Nadie lo ha desmentido. Nadie se toma el trabajo de poner las cosas en su sitio. No, don Blas: La Encarnación se derribó en el franquismo. Como se hacen aquí las cosas. Igual que ustedes: quitando lo que hay sin pensar qué se va a poner luego. Fue en 1973 cuando se derribó el mercado construido en tiempos del rey José y se hicieron las «instalaciones provisionales», que por cierto ustedes aún no han quitado.
De la poca vergüenza y la poca memoria que hay en Sevilla da buena prueba lo de Utrera. Lo de Utrera no es la escasa venta de mostachones por la crisis. Es lo de Utrera Molina, el que fue gobernador civil de Sevilla (1962-1969). A Utrera, como saben, le van a quitar o le han quitado ya la calle que tenía en la Carretera Amarilla. ¿Protestó alguien? Sí, el propio Utrera, que puso una dignísima carta al alcalde, pidiéndole que le mandara los azulejos del rótulo por Seur, a portes debidos. Y en Málaga, donde nació Utrera, le han quitado, también por ese procedimiento del tirón llamado Memoria Histórica, el título de Hijo Predilecto.
Pero ha protestado Juan Manuel de Prada. Y ha protestado con toda valentía Rafael González, el periodista que dirigió «El Correo de Andalucía» durante la dictadura, y que apostó fuerte por la libertad y la democracia, jugándosela... ante Utrera Molina precisamente, que era entonces el gobernador. Bueno, pues tras la faena malagueña ha tenido que ser precisamente este antiguo adversario de Utrera Molina el que venga a recordarnos todo lo que Sevilla le debe, y que nadie ha tenido la valentía de reconocer. Ni los papafritas del PP ni los progres de mierda que viven en los pisos del Polígono que les dio Utrera Molina a ellos o a sus padres. En esta Ciudad Cobarde nadie da la cara por nada ni por nadie.
Dice Rafael González: «Conocí a don José Utrera cuando fui a Sevilla a dirigir “El Correo de Andalucía”. Él era el gobernador civil. Un gobernador civil de 1967 y jefe Provincial del Movimiento. ¡Casi nada! Y yo acaba de salir de las "trincheras" del semanario “Signo”. Éramos jóvenes, ambos muy convencidos y firmes en nuestras creencias, así que tanteábamos con cautela el terreno cada vez que nos hablábamos. Pero nunca nos miramos con odio, sino con muchísimo respeto e incluso con mutua admiración. Yo, desde luego, le admiraba a él. Y le admiraba por su tajante claridad. Pero mucho más admiraba el amor y el ahínco con que se afanaba en su tarea, siempre pensando en los trabajadores, en los más débiles, en los más necesitados. Sevilla se caía. Se caía literalmente. Y el gobernador se dedicó a apuntalarla. Pero con nuevas viviendas, miles y miles de viviendas. No viviendas "dignas", que ya sabemos lo que eso significa, sino hermosas viviendas, barrios enteros de espléndidas viviendas. Estaba convencido de que la mejor manera de dignificar a las personas era dándoles un hogar. Y convenció a sus mejores colaboradores con esta teoría: "La mejor universidad es una vivienda". Se entregó a ello con tal entusiasmo que ahí está la Sevilla actual, que ya se ha olvidado de aquella Sevilla cochambrosa de los años 60. Por eso Sevilla le hizo hijo adoptivo y le entregó la medalla de oro.».
La poca memoria y la poca vergüenza que tiene Sevilla, que nadie, absolutamente nadie, de los miles de beneficiarios de los pisos que dio Utrera Molina ha tenido la gallardía de salir en su defensa. Y mal ha hecho Rafael González, recordando que es Hijo Adoptivo y Medalla de Oro de Sevilla. Anda que van a tardar mucho en quitarle esos títulos los mismos que tuvieron piso gracias a Utrera Molina. Y si quieren, doy nombres de significados personajes del actual Régimen, o de muchos flamencos de mierda y de tronío que ahora le bailan el agua al PSOE, y que no tuvieron escrúpulo alguno en aceptar un piso de Utrera Molina en el Polígono de San Pablo. Que se lo hizo enterito, con todos sus barrios, ese Utrera Molina al que ahora olvida y ofende esta Cobarde Ciudad sin memoria ni vergüenza, y a quien tenemos que defender los que entonces pedíamos la democracia para poder ahora cantar en libertad estas verdades."
Lo de Sevilla y Utrera
ANTONIO BURGOS
Domingo, 14-12-08
"Esta es la ciudad de la desmemoria y la poca vergüenza. Verbigracia: Blas Ballesteros, en la conferencia donde mandó a los albañiles a Fernando Savater como catedrático de Ética, dijo que gracias a este alcalde se había terminado con el mercado cutre de la Encarnación. Nadie lo ha desmentido. Nadie se toma el trabajo de poner las cosas en su sitio. No, don Blas: La Encarnación se derribó en el franquismo. Como se hacen aquí las cosas. Igual que ustedes: quitando lo que hay sin pensar qué se va a poner luego. Fue en 1973 cuando se derribó el mercado construido en tiempos del rey José y se hicieron las «instalaciones provisionales», que por cierto ustedes aún no han quitado.
De la poca vergüenza y la poca memoria que hay en Sevilla da buena prueba lo de Utrera. Lo de Utrera no es la escasa venta de mostachones por la crisis. Es lo de Utrera Molina, el que fue gobernador civil de Sevilla (1962-1969). A Utrera, como saben, le van a quitar o le han quitado ya la calle que tenía en la Carretera Amarilla. ¿Protestó alguien? Sí, el propio Utrera, que puso una dignísima carta al alcalde, pidiéndole que le mandara los azulejos del rótulo por Seur, a portes debidos. Y en Málaga, donde nació Utrera, le han quitado, también por ese procedimiento del tirón llamado Memoria Histórica, el título de Hijo Predilecto.
Pero ha protestado Juan Manuel de Prada. Y ha protestado con toda valentía Rafael González, el periodista que dirigió «El Correo de Andalucía» durante la dictadura, y que apostó fuerte por la libertad y la democracia, jugándosela... ante Utrera Molina precisamente, que era entonces el gobernador. Bueno, pues tras la faena malagueña ha tenido que ser precisamente este antiguo adversario de Utrera Molina el que venga a recordarnos todo lo que Sevilla le debe, y que nadie ha tenido la valentía de reconocer. Ni los papafritas del PP ni los progres de mierda que viven en los pisos del Polígono que les dio Utrera Molina a ellos o a sus padres. En esta Ciudad Cobarde nadie da la cara por nada ni por nadie.
Dice Rafael González: «Conocí a don José Utrera cuando fui a Sevilla a dirigir “El Correo de Andalucía”. Él era el gobernador civil. Un gobernador civil de 1967 y jefe Provincial del Movimiento. ¡Casi nada! Y yo acaba de salir de las "trincheras" del semanario “Signo”. Éramos jóvenes, ambos muy convencidos y firmes en nuestras creencias, así que tanteábamos con cautela el terreno cada vez que nos hablábamos. Pero nunca nos miramos con odio, sino con muchísimo respeto e incluso con mutua admiración. Yo, desde luego, le admiraba a él. Y le admiraba por su tajante claridad. Pero mucho más admiraba el amor y el ahínco con que se afanaba en su tarea, siempre pensando en los trabajadores, en los más débiles, en los más necesitados. Sevilla se caía. Se caía literalmente. Y el gobernador se dedicó a apuntalarla. Pero con nuevas viviendas, miles y miles de viviendas. No viviendas "dignas", que ya sabemos lo que eso significa, sino hermosas viviendas, barrios enteros de espléndidas viviendas. Estaba convencido de que la mejor manera de dignificar a las personas era dándoles un hogar. Y convenció a sus mejores colaboradores con esta teoría: "La mejor universidad es una vivienda". Se entregó a ello con tal entusiasmo que ahí está la Sevilla actual, que ya se ha olvidado de aquella Sevilla cochambrosa de los años 60. Por eso Sevilla le hizo hijo adoptivo y le entregó la medalla de oro.».
La poca memoria y la poca vergüenza que tiene Sevilla, que nadie, absolutamente nadie, de los miles de beneficiarios de los pisos que dio Utrera Molina ha tenido la gallardía de salir en su defensa. Y mal ha hecho Rafael González, recordando que es Hijo Adoptivo y Medalla de Oro de Sevilla. Anda que van a tardar mucho en quitarle esos títulos los mismos que tuvieron piso gracias a Utrera Molina. Y si quieren, doy nombres de significados personajes del actual Régimen, o de muchos flamencos de mierda y de tronío que ahora le bailan el agua al PSOE, y que no tuvieron escrúpulo alguno en aceptar un piso de Utrera Molina en el Polígono de San Pablo. Que se lo hizo enterito, con todos sus barrios, ese Utrera Molina al que ahora olvida y ofende esta Cobarde Ciudad sin memoria ni vergüenza, y a quien tenemos que defender los que entonces pedíamos la democracia para poder ahora cantar en libertad estas verdades."
10 de diciembre de 2008
Málaga y Utrera Molina (IV) Rafael González Rojas
Reproduzco a continuación el artículo aparecido esta misma tarde en El Semanal Digital firmado por el que fuera Director del Diario Ya, el periodista Rafael González:
Utrera Molina
A don José Utrera Molina hace tiempo que le vienen zahiriendo, ora desde el odio de las izquierdas antidemocráticas, ora desde la villanía del progresismo eccematoso. Hace unos días, Juan Manuel de Prada, publicaba en ABC un artículo titulado "Utrera Molina", elogiando su bonhomía y méritos frente a "unos politiquillos miserables que han acordado despojar a Utrera Molina del título de Hijo Predilecto de la ciudad de Málaga, amparándose en la aplicación de la Ley de (Des)Memoria Histórica con el voto favorable de los profesionales del odio y la inhibición de los representantes de la derecha, que una vez más vuelven a demostrar que son un hatajo de pusilánimes".
Pues bien, hace unos años, justamente el 4 de febrero de 1996, publiqué en el diario YA, de feliz recuerdo, siendo yo su director, un artículo también titulado "Utrera Molina", respondiendo a otros agravios que ya entonces le inferían algunos bribones al que fuera uno de los más leales, honrados y eficaces gobernadores civiles y ministros de los Gobiernos de Franco. La generosidad del director de El Semanal Digital, don Antonio Martín Beaumont, ha permitido la reproducción de aquel artículo. Dice así:
"He leído en ABC una carta firmada por los hijos de don José Utrera Molina. Son ocho, chicos y chicas. José Antonio, Margarita, María del Mar, Rocío, Reyes, Victoria, Luis Felipe y César. Estoy seguro de que cuando don José leyó esa carta tuvo que llorar de emoción y de alegría. ¡Cuántos no le envidiarían! Sólo los que han recibido la bendición de tener hijos así, que guardan el cuarto mandamiento y con naturalidad hacen protesta pública de ello, están capacitados para valorar semejante tesoro. Ése es el mejor antídoto y la mejor armadura contra cualquier veneno o contra cualquier puñalada que uno pueda recibir. Y don José Utrera Molina, sin comerlo ni beberlo, ha sido víctima, en su discreto retiro de la vida pública, de algunos ataques injustos derivados de los que, con razón o sin ella –que en eso no meto-, iban dirigidos contra su yerno, el presidente del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón.
"¿Y por qué entonces me meto en los que ha recibido don José Utrera Molina?, me preguntará el lector. Pues porque me considero deudor de él y deseo pagarle. Bien dice el refrán que "no hay cosa más pesada que una deuda recordada". Y yo me acuerdo de mi deuda cada vez que surge por algún motivo el nombre de Utrera Molina."
Conocí a don José Utrera cuando fui a Sevilla a dirigir El Correo de Andalucía. Él era el gobernador civil. Un gobernador civil de 1967 y jefe Provincial del Movimiento. ¡Casi nada! Y yo acaba de salir de las "trincheras" del semanario Signo. Éramos jóvenes, ambos muy convencidos y firmes en nuestras creencias, así que tanteábamos con cautela el terreno cada vez que nos hablábamos. Pero nunca nos miramos con odio, sino con muchísimo respeto e incluso con mutua admiración. Yo, desde luego, le admiraba a él. Y le admiraba por su tajante claridad. Era un español valiente, como extraído del siglo XVI, una copia de los que hicieron grande a España por todos los continentes. Pero mucho más admiraba el amor y el ahínco con que se afanaba en su tarea, siempre pensando en los trabajadores, en los más débiles, en los más necesitados.
Sevilla se caía. Se caía literalmente. Y el gobernador se dedicó a apuntalarla. Pero con nuevas viviendas, miles y miles de viviendas. No viviendas "dignas", que ya sabemos lo que eso significa, sino hermosas viviendas, barrios enteros de espléndidas viviendas. Estaba convencido de que la mejor manera de dignificar a las personas era dándoles un hogar. Y convenció a sus mejores colaboradores con esta teoría: "La mejor universidad es una vivienda". Se entregó a ello con tal entusiasmo que ahí está la Sevilla actual, que ya se ha olvidado de aquella Sevilla cochambrosa de los años sesentas. Por eso Sevilla le hizo hijo adoptivo y le entregó la medalla de oro.
Pero Utrera Molina no solamente hizo viviendas. La desbordante actividad de aquel incansable gobernador hacía frente a todos los problemas. Cierto que era fiel a una ideología sin futuro en la España que, utilizando su propia terminología, empezaba a amanecer. Pero por Levante, como tenía que ser, no por Poniente. Algunos, los más nobles (incluso líderes obreros, comunistas o socialistas, que ya emergían), supieron distinguir la ideología de la caballerosidad; y si detestaban su servicio a un régimen político que les privaba de las libertades, valoraban en cambio su honradez y le admiraban por su entrega entusiástica al servicio público.
De mi experiencia sevillana, que tantas heridas me produjo, no tengo conciencia de que recibiera ninguna de Utrera Molina. Al menos que me doliera. Él estaba en su papel y yo en el mío. Así que muchos años más tarde, en mayo de 1992, después de que él en la política y yo en el periodismo recorriéramos muy procelosas singladuras, me acordé de él y la llamé. Hacíamos entonces en YA una sección titulada ¿Dónde está?, dedicada a personalidades de cualquier actividad que hubieran sido muy notables y que ya no se hablara de ellas. Me interesé por él y le anuncié que remembraríamos su nombre en la mencionada sección. Lo que escribí de don José Utrera, sin firma, porque era una sección anónima, fue lo siguiente:
[Fiel hasta el último momento a su ideal político, viviendo con intenso romanticismo, sentido poético y gran preocupación social, tal día como hoy de 1974, proclamaba ante el Consejo Nacional del Movimiento, del que era vicepresidente: ´El Movimiento históricamente está justificado, pero su justificación tiene que ganarse todos los días sin desfiguraciones de ningún tipo´. Dieciocho años después, muchos jóvenes, pero mayores que él cuando se inició en política, no saben que "movida" era aquel Movimiento."
[Utrera Molina fue el primer ministro de Franco que no había hecho la guerra. Nacido en 1926 en Málaga, en marzo de 1937 ingresó en las Falanges Juveniles de Franco. A los 24 años ya era subjefe provincial del Movimiento, a los 28 gobernador civil de Ciudad Real, a continuación de Burgos y de Sevilla; subsecretario de Trabajo con Licinio de la Fuente, ministro de la Vivienda y, a la muerte de Franco, ministro secretario general del Movimiento. Un año después, en noviembre de 1976, Utrera Molina votó "no" a la Ley de Reforma Política, lo que no le impidió encabezar la lista de AP al Senado por la provincia de Málaga en las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977. Pero no resultó elegido. Planeta le editó un libro de memorias, Sin cambiar de bandera, y en la actualidad se dedica al ejercicio de la abogacía".]
"Lo que se publicó en YA (24 de mayo de 1992) no fue esto. Pero no porque los enanos y duendes de la imprenta gastaran una de sus sarcásticas bromas, sino porque otros, con poderes para ello, introdujeron estúpidos cambios hirientes. Cuando yo leí aquella mañana de domingo el periódico no sufrí un infarto porque hace años que me mantengo permanentemente digitalizado. Preocupación de mi cardiólogo. Pero mi mujer notó que me cambiaba la color. Telefoneé rápidamente. Don José no estaba en casa. Había ido a bautizar a un nieto, hijo de María del Mar y de Alberto Ruiz-Gallardón. Acudí a un amigo común, para que fuera testigo e intermediario y diera fe de la indignación que yo sentía por el agravio que se había perpetrado, del que yo no sólo era ajeno, sino víctima. Fue valiosísima esa mediación para dejar las cosas claras, aunque ya Utrera Molina me había enderezado postalmente su opinión por aquel comportamiento, que tenía toda la razón del mundo para calificar de vileza. Me telefoneó y me pidió que rompiera sin leer su misiva cuando la recibiera. Quedamos a tomar café. Lo tomamos plácidamente un mediodía primaveral en La Castellana madrileña. Hablamos de muchas cosas. Seguía siendo el Utrera Molina que había conocido en Sevilla. El mismo que una vez, sin abandonar nuestras posiciones de "combate", después de reprocharme en su despacho que había sido informado de que yo recibí en el mío, la tarde anterior, a una comisión del rojerío sevillano, presidida por Eduardo Saborido, se le iluminaron los ojos cuando le repliqué:
-¿Y para eso necesita usted la Policía? Son los mismos que usted recibió por la mañana. Ahí vienen sus nombres, en su periódico (el del Movimiento), en la sección Visitar al gobernador civil. Son los mismos que recibió el cardenal Bueno Monreal al mediodía, los mismos que visitaron a los directores de los periódicos por la tarde. Son trabajadores que luchan por sus derechos y desean hacerse oír y que sus problemas sean conocidos por la sociedad. Nada más legítimo.
Un hombre tan cabal no podía ser insensible a semejante evidencia. Aquella mañana Utrera Molina tuvo un gesto que no olvidaré. Seguramente él no lo recordará, pero yo sí. El gobernador me leyó un soneto, un hermoso soneto que había compuesto la noche anterior. Descubrí en aquel momento al poeta. No necesité leer, muchos años después, este juicio de Manuel Alcántara: "No en vano es Utrera un poeta algo vergonzante que quizá por un exceso de pudor mantiene inéditos poemas admirables".
En aquel café de La Castellana quedamos otra vez amigos. Y me dedicó su libro Sin cambiar de bandera. La dedicatoria dice así: "Para mi amigo Rafael González Rodríguez(-Rojas), que con nobleza y dignidad fue espuela crítica de mi gestión en el Gobierno Civil de Sevilla, a quien dedico con afecto estas páginas escritas con dolor y que explican el porqué de no haber cambiado de bandera. Con un abrazo, mi admiración y mi amistad. José Utrera. En Madrid, mayo de 1992.
Tenía esa deuda con don José. No la contraje yo, ciertamente; pero me vi involucrado en el agravio. Aquellas descalificaciones e injustas líneas quedaron sin rectificar. Los meridionales no olvidamos fácilmente ni para lo bueno ni para lo malo, y yo necesitaba librarme de esa espina. Ahora que puedo pagar la deuda que contrajo YA lo hago con júbilo. La hermosa carta de los ocho hijos de don José Utrera Molina en ABC -José Antonio, Margarita, María del Mar, Rocío, Reyes, Victoria, Luis Felipe y César- ha sido, periodísticamente hablando, una excelente percha que yo debía aprovechar. La ocasión la estaba pacientemente esperando.
Rafael González Rojas
Utrera Molina
A don José Utrera Molina hace tiempo que le vienen zahiriendo, ora desde el odio de las izquierdas antidemocráticas, ora desde la villanía del progresismo eccematoso. Hace unos días, Juan Manuel de Prada, publicaba en ABC un artículo titulado "Utrera Molina", elogiando su bonhomía y méritos frente a "unos politiquillos miserables que han acordado despojar a Utrera Molina del título de Hijo Predilecto de la ciudad de Málaga, amparándose en la aplicación de la Ley de (Des)Memoria Histórica con el voto favorable de los profesionales del odio y la inhibición de los representantes de la derecha, que una vez más vuelven a demostrar que son un hatajo de pusilánimes".
Pues bien, hace unos años, justamente el 4 de febrero de 1996, publiqué en el diario YA, de feliz recuerdo, siendo yo su director, un artículo también titulado "Utrera Molina", respondiendo a otros agravios que ya entonces le inferían algunos bribones al que fuera uno de los más leales, honrados y eficaces gobernadores civiles y ministros de los Gobiernos de Franco. La generosidad del director de El Semanal Digital, don Antonio Martín Beaumont, ha permitido la reproducción de aquel artículo. Dice así:
"He leído en ABC una carta firmada por los hijos de don José Utrera Molina. Son ocho, chicos y chicas. José Antonio, Margarita, María del Mar, Rocío, Reyes, Victoria, Luis Felipe y César. Estoy seguro de que cuando don José leyó esa carta tuvo que llorar de emoción y de alegría. ¡Cuántos no le envidiarían! Sólo los que han recibido la bendición de tener hijos así, que guardan el cuarto mandamiento y con naturalidad hacen protesta pública de ello, están capacitados para valorar semejante tesoro. Ése es el mejor antídoto y la mejor armadura contra cualquier veneno o contra cualquier puñalada que uno pueda recibir. Y don José Utrera Molina, sin comerlo ni beberlo, ha sido víctima, en su discreto retiro de la vida pública, de algunos ataques injustos derivados de los que, con razón o sin ella –que en eso no meto-, iban dirigidos contra su yerno, el presidente del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón.
"¿Y por qué entonces me meto en los que ha recibido don José Utrera Molina?, me preguntará el lector. Pues porque me considero deudor de él y deseo pagarle. Bien dice el refrán que "no hay cosa más pesada que una deuda recordada". Y yo me acuerdo de mi deuda cada vez que surge por algún motivo el nombre de Utrera Molina."
Conocí a don José Utrera cuando fui a Sevilla a dirigir El Correo de Andalucía. Él era el gobernador civil. Un gobernador civil de 1967 y jefe Provincial del Movimiento. ¡Casi nada! Y yo acaba de salir de las "trincheras" del semanario Signo. Éramos jóvenes, ambos muy convencidos y firmes en nuestras creencias, así que tanteábamos con cautela el terreno cada vez que nos hablábamos. Pero nunca nos miramos con odio, sino con muchísimo respeto e incluso con mutua admiración. Yo, desde luego, le admiraba a él. Y le admiraba por su tajante claridad. Era un español valiente, como extraído del siglo XVI, una copia de los que hicieron grande a España por todos los continentes. Pero mucho más admiraba el amor y el ahínco con que se afanaba en su tarea, siempre pensando en los trabajadores, en los más débiles, en los más necesitados.
Sevilla se caía. Se caía literalmente. Y el gobernador se dedicó a apuntalarla. Pero con nuevas viviendas, miles y miles de viviendas. No viviendas "dignas", que ya sabemos lo que eso significa, sino hermosas viviendas, barrios enteros de espléndidas viviendas. Estaba convencido de que la mejor manera de dignificar a las personas era dándoles un hogar. Y convenció a sus mejores colaboradores con esta teoría: "La mejor universidad es una vivienda". Se entregó a ello con tal entusiasmo que ahí está la Sevilla actual, que ya se ha olvidado de aquella Sevilla cochambrosa de los años sesentas. Por eso Sevilla le hizo hijo adoptivo y le entregó la medalla de oro.
Pero Utrera Molina no solamente hizo viviendas. La desbordante actividad de aquel incansable gobernador hacía frente a todos los problemas. Cierto que era fiel a una ideología sin futuro en la España que, utilizando su propia terminología, empezaba a amanecer. Pero por Levante, como tenía que ser, no por Poniente. Algunos, los más nobles (incluso líderes obreros, comunistas o socialistas, que ya emergían), supieron distinguir la ideología de la caballerosidad; y si detestaban su servicio a un régimen político que les privaba de las libertades, valoraban en cambio su honradez y le admiraban por su entrega entusiástica al servicio público.
De mi experiencia sevillana, que tantas heridas me produjo, no tengo conciencia de que recibiera ninguna de Utrera Molina. Al menos que me doliera. Él estaba en su papel y yo en el mío. Así que muchos años más tarde, en mayo de 1992, después de que él en la política y yo en el periodismo recorriéramos muy procelosas singladuras, me acordé de él y la llamé. Hacíamos entonces en YA una sección titulada ¿Dónde está?, dedicada a personalidades de cualquier actividad que hubieran sido muy notables y que ya no se hablara de ellas. Me interesé por él y le anuncié que remembraríamos su nombre en la mencionada sección. Lo que escribí de don José Utrera, sin firma, porque era una sección anónima, fue lo siguiente:
[Fiel hasta el último momento a su ideal político, viviendo con intenso romanticismo, sentido poético y gran preocupación social, tal día como hoy de 1974, proclamaba ante el Consejo Nacional del Movimiento, del que era vicepresidente: ´El Movimiento históricamente está justificado, pero su justificación tiene que ganarse todos los días sin desfiguraciones de ningún tipo´. Dieciocho años después, muchos jóvenes, pero mayores que él cuando se inició en política, no saben que "movida" era aquel Movimiento."
[Utrera Molina fue el primer ministro de Franco que no había hecho la guerra. Nacido en 1926 en Málaga, en marzo de 1937 ingresó en las Falanges Juveniles de Franco. A los 24 años ya era subjefe provincial del Movimiento, a los 28 gobernador civil de Ciudad Real, a continuación de Burgos y de Sevilla; subsecretario de Trabajo con Licinio de la Fuente, ministro de la Vivienda y, a la muerte de Franco, ministro secretario general del Movimiento. Un año después, en noviembre de 1976, Utrera Molina votó "no" a la Ley de Reforma Política, lo que no le impidió encabezar la lista de AP al Senado por la provincia de Málaga en las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977. Pero no resultó elegido. Planeta le editó un libro de memorias, Sin cambiar de bandera, y en la actualidad se dedica al ejercicio de la abogacía".]
"Lo que se publicó en YA (24 de mayo de 1992) no fue esto. Pero no porque los enanos y duendes de la imprenta gastaran una de sus sarcásticas bromas, sino porque otros, con poderes para ello, introdujeron estúpidos cambios hirientes. Cuando yo leí aquella mañana de domingo el periódico no sufrí un infarto porque hace años que me mantengo permanentemente digitalizado. Preocupación de mi cardiólogo. Pero mi mujer notó que me cambiaba la color. Telefoneé rápidamente. Don José no estaba en casa. Había ido a bautizar a un nieto, hijo de María del Mar y de Alberto Ruiz-Gallardón. Acudí a un amigo común, para que fuera testigo e intermediario y diera fe de la indignación que yo sentía por el agravio que se había perpetrado, del que yo no sólo era ajeno, sino víctima. Fue valiosísima esa mediación para dejar las cosas claras, aunque ya Utrera Molina me había enderezado postalmente su opinión por aquel comportamiento, que tenía toda la razón del mundo para calificar de vileza. Me telefoneó y me pidió que rompiera sin leer su misiva cuando la recibiera. Quedamos a tomar café. Lo tomamos plácidamente un mediodía primaveral en La Castellana madrileña. Hablamos de muchas cosas. Seguía siendo el Utrera Molina que había conocido en Sevilla. El mismo que una vez, sin abandonar nuestras posiciones de "combate", después de reprocharme en su despacho que había sido informado de que yo recibí en el mío, la tarde anterior, a una comisión del rojerío sevillano, presidida por Eduardo Saborido, se le iluminaron los ojos cuando le repliqué:
-¿Y para eso necesita usted la Policía? Son los mismos que usted recibió por la mañana. Ahí vienen sus nombres, en su periódico (el del Movimiento), en la sección Visitar al gobernador civil. Son los mismos que recibió el cardenal Bueno Monreal al mediodía, los mismos que visitaron a los directores de los periódicos por la tarde. Son trabajadores que luchan por sus derechos y desean hacerse oír y que sus problemas sean conocidos por la sociedad. Nada más legítimo.
Un hombre tan cabal no podía ser insensible a semejante evidencia. Aquella mañana Utrera Molina tuvo un gesto que no olvidaré. Seguramente él no lo recordará, pero yo sí. El gobernador me leyó un soneto, un hermoso soneto que había compuesto la noche anterior. Descubrí en aquel momento al poeta. No necesité leer, muchos años después, este juicio de Manuel Alcántara: "No en vano es Utrera un poeta algo vergonzante que quizá por un exceso de pudor mantiene inéditos poemas admirables".
En aquel café de La Castellana quedamos otra vez amigos. Y me dedicó su libro Sin cambiar de bandera. La dedicatoria dice así: "Para mi amigo Rafael González Rodríguez(-Rojas), que con nobleza y dignidad fue espuela crítica de mi gestión en el Gobierno Civil de Sevilla, a quien dedico con afecto estas páginas escritas con dolor y que explican el porqué de no haber cambiado de bandera. Con un abrazo, mi admiración y mi amistad. José Utrera. En Madrid, mayo de 1992.
Tenía esa deuda con don José. No la contraje yo, ciertamente; pero me vi involucrado en el agravio. Aquellas descalificaciones e injustas líneas quedaron sin rectificar. Los meridionales no olvidamos fácilmente ni para lo bueno ni para lo malo, y yo necesitaba librarme de esa espina. Ahora que puedo pagar la deuda que contrajo YA lo hago con júbilo. La hermosa carta de los ocho hijos de don José Utrera Molina en ABC -José Antonio, Margarita, María del Mar, Rocío, Reyes, Victoria, Luis Felipe y César- ha sido, periodísticamente hablando, una excelente percha que yo debía aprovechar. La ocasión la estaba pacientemente esperando.
Rafael González Rojas
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