Recuerdo, como si fuera ayer, aquel
día de septiembre de 2005 en el que mamá y yo te llevamos por vez primera al
“Mater”. Toda la alegría, los nervios y la emoción de aquella mañana al
enfundarte el nuevo uniforme del “cole de mayores”, se truncaron en sentido
llanto cuanto te diste cuenta de que te dejábamos allí. Todo estaba bien hasta que te dijimos adiós,
los dos con un nudo en la garganta, encogido el corazón y cargado el lagrimal. Tus primeras lágrimas eran la expresión de tu
zozobra, del miedo a lo que entonces estabas por conocer.
Han pasado 15 años, y se agolpan
en mi mente, desordenados, cientos de recuerdos, todos ellos felices. Aquellas
mañanas del mes de mayo, cantándole a María y llevándole flores, aunque tú,
tímida y alérgica a cualquier protagonismo, limitabas la ofrenda floral a un
par de días, por aquello de no destacar ni por defecto ni por exceso. Cómo no recordar aquél “enhorabuena por
vuestra hija” de Charo y aquella sonrisa inolvidable, llena de ternura de la
inolvidable Madre Madurga que te ha acompañado hasta el final.
Luego vinieron los rezos en el porche
de primaria, el ofrecimiento de obras, los cánticos, a veces tiritando de frío,
pero que no dejaban de emocionarme. Recuerdo que contaba con pena los años que
me quedaban aún de rezos y lo mucho que luego los eché de menos cuando tu
hermana pasó a secundaria y me quedé sin ese momento de paz.
Luego vendrían los festivales
Mater, los bailes regionales, las bulerías, alegrías o tanguillos de Cádiz, la
boda gitana…. el día que llevaste el chapiri de la Legión y aquél
en el que enarbolaste nuestra bandera con traje
vasco-navarro y a mí se me caía la baba de la emoción.
En estos 15 años de colegio tan
sólo te he tenido que ayudar con la tabla de multiplicar y con alguna que otra
poesía….. El resto, con alguna ayuda de tu madre -mucho más aplicada que yo- lo
has hecho tú sola con tu esfuerzo y con ilusión. Has heredado de tu madre su pundonor, su sentido
de la responsabilidad, su disciplina y capacidad de sacrificio. De mí, acaso el
entusiasmo para disfrutar de todo lo bueno que Dios te ha concedido.
Sé lo que quieres a ese colegio,
que ha marcado para siempre tu personalidad, tu estilo de vida. Sé lo feliz que
allí has sido y eso compensa todos los esfuerzos; adiviné que aguantabas la
lágrimas el día que fuiste a recoger tus cosas, en este año tan extraño y duro
para todos y he visto tu emoción de ayer al recibir esa Matrícula de honor que
es una puerta grande que se abre para completar tres lustros de felicidad. En
esta ocasión, he sido yo quien no ha podido contener las lágrimas, de puro
orgullo, de pura alegría. Sé que las lágrimas te acompañarán también a tí en la
despedida, las mismas lágrimas con las que entraste, pero esta vez derramadas,
no por miedo, no por angustia, sino por amor, porque sólo cuando se ama se puede
sufrir.
Lo has dado todo y hoy es el día
que, echando la vista atrás, tus padres podemos estar orgullosos de haberte dejado
aquel día a los pies de la Virgen Mater Salvatoris, a la que te encomendamos
entonces, que te ha acompañado estos quince años y seguirá a tu lado, guiando
tus pasos el resto de tu vida.
Te vas del Colegio por la puerta
grande o, si me lo permites, aún mejor, por la Puerta del Príncipe. Como los
grandes toreros y sobre mis hombros orgullosos. Pero allí quedará para siempre,
junto a la capilla de esa Virgen niña, el depósito de los mejores recuerdos de
tu niñez. Esos recuerdos que han fortalecido tus raíces, que han tensado las
finas cuerdas de tu espíritu y a los que volverá siempre tu corazón en busca de
consuelo cada vez que te angustien las dificultades de la vida.
Ahora empieza una nueva etapa
ilusionante en la que se forjará definitivamente tu destino. Aprovecha cada
instante y da gracias por todo lo que Dios te ha concedido. No olvides nunca
que la gratitud y la humildad son las virtudes en las que se resumen todas las
demás.
Es tu mirada azul, canto callado
que adivina el mañana, hora tras hora
bajo un cielo de estrellas plateado.
Enhorabuena Paloma. Te quiero.
Tu padre