Siempre he pensado que la sonrisa es un regalo reservado por Dios para los corazones sencillos. Conozco demasiados ilustres sesudos a quienes su continuo discurrir les impide disfrutar de los pequeños detalles de la vida, cuya soberbia e inconformismo les priva de las bondades de la gratitud y cuya ceñuda desconfianza no les permite beber en la alegre fuente de la ingenuidad.
9 de junio de 2016
Una madrina ejemplar
Siempre he pensado que la sonrisa es un regalo reservado por Dios para los corazones sencillos. Conozco demasiados ilustres sesudos a quienes su continuo discurrir les impide disfrutar de los pequeños detalles de la vida, cuya soberbia e inconformismo les priva de las bondades de la gratitud y cuya ceñuda desconfianza no les permite beber en la alegre fuente de la ingenuidad.
25 de febrero de 2014
Mártires por la fe
Cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia, y cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada: cuando van en el camión hacia el cementerio, les oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica, y a ti, Madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que yo inicie los ¡vivas! y que ellos ya responderán. Yo gritaré con todas la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte.
Los Mártires de Barbastro, y en nombre de todos, el último y más indigno
Faustino Pérez. C. M. F.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!
Los milicianos se ensañaron con especial crueldad con el obispo de la diócesis, Florentino Asensio, como explica una página dedicada a su martirio:
Como decía un buen amigo que me acompañó, la diferencia entre el perdón cristiano y la supuesta justicia pretendida por los portavoces de la desmemoria histórica se comprueba en los frutos: reconciliación y perdón frente a división y odio.
28 de junio de 2013
Un Dios prohibido. Indispensable
Lo peor de la película, su excesivo metraje, que rompe en ocasiones el hilo emocional de una historia estremecedora. Su excesiva fidelidad al testimonio de los hechos les ha impedido lograr un desenlace más apretado y emocionante. La falta de medios -el coste de la película no ha superado los 300.000 €- se nota en el sonido, en el abuso de descorados y en la bisoñez de la mayor parte de sus actores, compensada por la espléndida interpretación de la hija de Lolita Flores, Elena Furiase en uno de los mejores papeles de la película y la fortuna de algunas escenas de gran emotividad.
Lo mejor, la ausencia de un excesivo misticismo en la película, que prefiere reflejar la vibrante humanidad de sus protagonistas antes de tomar la palma del martirio, las dudas de algunos ante la terrible tentación de conservar la vida a cambio de una rápida y fácil apostasía, las tentaciones de la carne y la inmensa fuerza de la fe, que les llevó al martirio con la alegría de quien sabe que está a punto de abrazar la Gloria eterna y el abrazo del Padre.
La película es toda una lección de fe y de esperanza para los cristianos y de auténtica memoria histórica en vena para todos. No me extraña que, en más de una sesión alguien se haya levantado al final para gritar con fuerza, como aquellos jóvenes mártires un enorme ¡Viva Cristo Rey!. Y es que uno sale del cine con ganas de proclamar a los cuatro vientos su condición de católico y español. Solamente por eso, nadie debería perderse esta película.
LFU
15 de marzo de 2012
Un pelotón de soldados
14 de marzo de 2012
No me canso. Padre Edward J. Flanagan
Hace unos días conocimos la apertura del proceso de beatificación del Padre Flanagan, el Fundador de la Ciudad de los Muchachos. Con este motivo y gracias a la iniciativa de mi hermana Reyes, he rescatado para verla con las niñas la película protagonizada por Spencer Tracy y Mickey Rooney en 1938 ganadora de dos Oscars, que no tiene desperdicio. Este tipo de películas, con un mensaje altruista y positivo para la infancia y la juventud, son un apoyo fundamental en la educación de nuestros hijos. Mientras tanto, y buceando algo más en la vida del sacerdote Irlandés he encontrado este bonito pasaje que no me resisto a postear.
NO ME CANSO
En la Ciudad de los Muchachos
La Ciudad de los Muchachos fue fundada por el famoso Padre Flanagan para recoger a chicos más o menos abandonados, educarlos, instruirlos en oficios o carreras, hacerlos hombres.
El Padre Flanagan tenía por norma no admitir niños con enfermedades que los imposibilitaran para seguir el ritmo de trabajo, estudio, recreo y oración establecido en la Ciudad.
Un día le avisaron que en la sala de visitas preguntaban por él una señora con su hijo de unos trece años. Cuando el Padre entró en la sala vio a la madre y al hijo sentados junto a la ventana. La madre se acercó a saludarlo, pero el niño no se movió. Al Padre Flanagan no le pasó desapercibido el hecho de que el chico no se levantase a saludarlo, pero imaginó que sería por timidez o por nerviosismo ante una persona mayor desconocida...
La entrevista transcurrió con normalidad y la señora convenció al Padre Flanagan para que admitiese a su hijo, pues su marido la había abandonado y ella tenía que ganarse la vida como criada, sin tener casa propia.
- De acuerdo, hijo, te quedas con nosotros. ¿Me has dicho que te llamas Antonio, ¿no?
- Si, Padre.
- Pues espera aquí, Antonio, mientras despido a tu mamá,- y la acompañó hacia la puerta de salida. La señora no hacía nada más que repetir su acción de graciasy que dejaba a su hijo con mucha pena, pero que no tenía otro remedio. Una vez en la calle, se alejó rápidamente hacia un taxi que la estaba esperando. El padre le dijo el último adiós, y volvió a la sala de visitas.
- Vamos, Antonio, te llevaré al pabellón donde has de vivir: un compañero te enseñará el dormitorio, el comedor… También te dirá nuestras costumbres para que sepas lo que tienes que hacer.
Antonio bajó la cabeza y no se movió de la silla.
- Vamos, repitió el Padre Flanagan
El muchacho siguió inmóvil, levantó despacio la cabeza y miró al Padre con ojos de suplica y temor.
- ¡Te pasa algo? -dijo el Padre Flanagan entre cariñoso y perplejo.
- Es que... es que no puedo andar... soy paralítico.
Todo su temple natural y la ayuda sobrenatural que el cielo da a los santos, necesitó el P. Flanagan para disimular su disgusto y tratar de sonreír a aquel pobre inválido que, de una forma tan fraudulenta, le habían asignado. Después de consolar a Antonio y darle confianza para que se sintiese uno más en la Ciudad, el Padre Flanagan llamó a Eduardo, uno de los jóvenes de su plena confianza, para que cargase con Antonio y lo llevase al pabellón. Eduardo cogió al chico en brazos. Cuando el Padre Flanagan advirtió que Eduardo avanzaba un poquito más despacio que al principio, volvió los ojos para mirarle cariñosamente y preguntarle si se cansaba. Entonces Eduardo respondió con una frase que ha quedado como lema de la Ciudad.
- No me canso, Padre: es mi hermano .
(De la página web de Equipo pedagógico Ágora)
20 de marzo de 2011
En la muerte de Félix Morales. Réquiem por un español excepcional
Querido Félix:
Acaban de llamarme para decirme que nos has dejado, sin tiempo apenas para despedirte, pero con el suficiente para recibir a Dios por última vez antes de fundirte con él en un abrazo eterno.
Estremecido por la noticia y con la punzada en el pecho que precede al vacío, he rezado por ti, que es lo que podemos y debemos hacer los cristianos cuando alguien querido se nos va. No voy a escribir tu necrológica, porque no puedo competir con mi padre, ni en el arte de la palabra ni en el cariño que te tenía. Tan sólo unas líneas de despedida y agradecimiento a quien tanto nos ha enseñado a muchos sobre la lealtad, la honradez y el amor a España.
Dicen que no tenías familia, pero se equivocan porque sé que son muchos los que hoy lloran tu muerte pues te consideraban como algo suyo. Y es que la familia de un hombre son también sus amigos, los que han elegido quererte sin que nada ni nadie les obligue.
Ha tenido que ser cuando empezaba a reir otra vez la primavera, cuando te han llamado a hacer guardia sobre los luceros y has obedecido, discretamente y en silencio. No podía ser de otra forma. “Vale quien sirve” decía el viejo lema, y tu vida ha sido un ejemplo enorme de servicio a España desde tu corazón azul y tu pluma insobornable de periodista honrado; en las trincheras y en las rotativas y, sobre todo, en esa última casa, tu Fundación y la nuestra, la "Francisco Franco" que tanto te debe, en la que lo has sido todo y que hoy llora tu muerte como una hija atribulada por la desolación de la orfandad.
Es muy posible que tu nombre no aparezca mañana en los periódicos. Lo fuiste todo en el periodismo, desde la prensa local de tu amada tierra zamorana hasta Director de "Arriba", "Información" de Alicante, "La Voz de España" en San Sebastián o "Fe" de Sevilla; maestro de tantos que prefirieron mirar para otro lado cuando tú mirabas de frente. Pero te has marchado con lo puesto, porque preferiste seguir a tu conciencia y no a la conveniencia. Por eso no hablarán de ti, sino los que tuvieron el inmenso honor de contar con tu amistad y tu cariño.
Descansa en paz, querido Félix, que bien merecido lo tienes. Los que nos quedamos tenemos una enorme deuda de gratitud para con tu ejemplo y un grandísimo acicate para no caer en la desesperanza.
Recibe por última vez, con mi eterna gratitud, mi emocionado abrazo y un enorme ¡Arriba España!
Félix Morales Pérez
¡PRESENTE!
LFU
2 de marzo de 2011
Un ejemplo de entrega
No es mi propósito sin embargo, escribir hoy la necrológica de mi tía abuela Ida, tan reacia por otro lado a los convencionalismos sociales. Pero no creo equivocarme al afirmar que a ella le gustaría saber que su muerte me ha llevado a detenerme en la persona que, hasta el último día de su vida, ha cargado sobre sus hombros la responsabilidad de su cuidado, cariño y atención, pues constituye un ejemplo edificante de vida que imitar y mostrar a las generaciones futuras.
Frente a una sociedad individualista que proclama la búsqueda del placer como fin supremo de la vida y que invita a huir de cualquier tipo de responsabilidad o de sacrificio, ejemplos de entrega y renuncia discreta como el de mi tía Alicia no merecen quedar reducidos al arcano de la memoria familiar, sino ser presentados abiertamente a nuestros hijos y a los demás como un modelo de vida a imitar.
Frente a una sociedad ingrata que aparca a sus mayores en función de criterios egoístas de bienestar y conveniencia, el ejemplo de una persona que, renunciando a su propia vida ha consumido su existencia a cuidar, primero de un padre enfermo hasta su muerte, después de una madre durante su ancianidad y, por fin, de una tía que ha superado con creces el siglo de vida, nos debe llenar de orgullo y gratitud, pero sobre todo, nos muestra un camino de santidad lleno de espinas que todos estamos llamados a recorrer.
Si además, como es el caso, el sacrificio se acompaña de silente y humilde discreción y alergia al reconocimiento, la admiración es total. Aún recuerdo el arranque de cólera bíblica de mi tía Alicia al descubrir que sus hermanos y sobrinos le habían organizado una gran fiesta sorpresa por su reciente cumpleaños. Y es que bien barruntaba que no se trataba de festejar nada, sino de ofrecerle un testimonio de gratitud por una existencia volcada en los demás, cuando ella siempre ha huido de las lisonjas y reconocimientos. Nos mandó a todos con viento fresco con la misma fuerza con la que luego nos dio las gracias.
Aunque ha cumplido ya algunos años, yo la sigo viendo joven, por su carácter alegre e inconformista y por su amor a la vida que le ha llevado a superar no pocas dificultades personales. Su ejemplo me llena de orgullo y me abruma por igual, al tiempo que me sirve de acicate al recordar las primeras palabras de Madre Teresa de Calcuta en su célebre discurso en el desayuno de Oración Nacional en Washington en 1994: «En el último día, Jesús dirá a los que están a su derecha, "Vengan, entren al Reino. Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y me visitaste"».
Con mi agradecimiento y mi admiración, que sé compartida por tantos, aquí va mi modesto homenaje.
LFU
24 de noviembre de 2010
Sucedió en Madrid y Dios lo hizo
Lo que sigue es totalmente veraz. Es el relato de un sacerdote Carmelita de cómo entre él y Red Madre consiguieron salvar la vida a un niño que iba a ser abortado por una madre angustiada y desesperada. Yo ya soy socio de Red Madre. ¿y tú?
«Es el miércoles 16 de noviembre de 2010. Las doce en punto de la mañana y me dispongo a llevar la comunión a los enfermos que viven cerca de nuestro convento. Voy al Sagrario y llevo al Señor conmigo en el porta viático. Él es el consuelo de los enfermos en el dolor, es la medicina del alma y es mejor tener el alma sana aunque el cuerpo esté enfermo, me digo recordando esta doctrina de Nuestra Santa Madre Teresa. Voy a la calle, recogido, con el Señor en mis manos. Es la hora del Angelus. Está lloviendo, hace frío en Madrid y las hojas caducas de los árboles de nuestro jardín conventual han formado una alfombra al paso del Santísimo en esta otoñada que anuncia ya el cercano invierno. Salgo a la calle y llevo al señor sobre mi corazón, signo de que le quiero llevar dentro del mismo como tesoro en vasija de barro. Pienso todo esto, recogido. Los coches circulan veloces porque la hora punta pasó y ya no hay atascos en la calle Arturo Soria. La vida agitada de la gran ciudad va a su ritmo. A 20 metros del convento hay un semáforo en rojo para los peatones. Hay que esperar. Son pocos los viandantes en esta zona más residencial que de comercios, ajardinada en buena medida.
Una joven espera a mi lado a que el semáforo se ponga en verde y mientras tanto aprovecha para hacerme su pregunta:
Por favor. -¿me puede decir dónde está la clínica del Bosque? (Tiene el acento dulce, propio de los hispanoamericanos. Me quedo mirándole a los ojos unos instantes, con amor grande y no con menos grande tristeza)
Ella refleja la tristeza en su rostro.
Le contesto:
-No vayas, por favor, no vayas.
Ella se ha quedado perpleja ante mi respuesta. Piensa quizá que es una clínica de medicina general, y por eso me pregunta a mí, fraile que no pasa desapercibido.
Esta clínica está a 200 metros de nuestro convento y es exclusivamente un abortorio que lleva funcionando más de 30 años.
El semáforo se pone en verde y comienza a caminar mientras le insisto.
-No vayas, por favor. Allí matan niños. No vayas si no quieres colaborar en el
asesinato de tu propio hijo al que llevas dentro.
Se le han llenado los ojos de lágrimas. Se ha encontrado con su propia realidad, con su soledad, con su sufrimiento. Me dice que vive en la zona de Aluche. Ha venido hasta aquí, sin rumbo, mientras que todos los abortorios de Madrid, (que se enriquecen con la ayuda económica de la Comunidad de Madrid), están más cerca de su casa que este. La clínica del Bosque, El Bosque de la muerte, es la que más lejos está. De punta a punta.
Ella continúa caminando sin rumbo y yo a su lado y en su dirección, repitiendo lo mismo sin respetos humanos. Vamos los dos con paraguas. Está lloviendo y hace mucho frío.
-Por favor, espera (le digo), vamos a hablar. Te vamos a ayudar, conozco gente que te puede ayudar. Por favor, no lo hagas, te arrepentirás toda tu vida. Espera… vamos a hablar, espera…
Si sigue caminando estoy decidido a ir a su lado hablándole hasta la misma puerta de esa clínica.
He logrado detenerla y se ha echado a llorar argumentando:
-No lo puedo tener, me va a echar del trabajo, estoy sola, no le podré sacar adelante.
-Espera, -le digo- vamos a llamar a quienes te pueden ayudar. Hay otras alternativas.
-Tengo cita y llego tarde -me dice con ademán de marchar. Sigo caminando con ella.
-Espera. ¿Cómo te llamas?
-Mónica, me dice.
- Yo Migue Ángel. Espera Mónica, ya estoy llamando.
Veo que el teléfono tiene muy poca batería y espero que dure. Llamo a Pilar Gutierrez, del Movimiento Unidos por la Vida, con la que he cooperado en algún proyecto y le cuento muy brevemente la situación y le paso el teléfono para que hable con Mónica mientras esta se seca las lágrimas con mi pañuelo.
Pilar le dice que no lo haga mientras yo lo pongo todo en las manos del señor al que llevo en las mías y miro al cielo encomendándolo a todos los bienaventurados, mártires y santos inocentes de todos los tiempos. Y pido la intercesión de nuestras MM. Carmelitas Descalzas para que la fecundidad espiritual de su vida se manifieste, y pienso en todos los contemplativos de la Iglesia. Y Mónica corta la conversación. Se defiende de Pilar como de mi. Ante la propuesta de dar a su hijo en adopción, prefiere abortar.
Mónica corta la conversación. Tiene prisa. Llega tarde a la cita en la que va a programar su crimen. Me pasa el teléfono y pilar me da breves y claras recomendaciones. Dígale…
No hay tiempo. Hay que actuar.
-Mónica, escúchame –le digo- hace mucho frio, ven a mi casa, que está muy cerca.
Ven, por favor, vamos a hablar.
-No puedo, pierdo la cita. Ha sido mi novio me ha dado la dirección de la clínica.
- No te preocupes, -le digo-, no tienes que ir allí para nada.
-Pero usted no me comprende, no está en mis zapatos.
-Si te comprendo –le digo- no estoy en tus zapatos, pero estoy en mis sandalias para intentar tocar la tierra. Vamos.
Desde una habitación del Hospital Anderson, Almudena de Castro observa la escena. Está cuidando a su madre, Paquita Carpeño, operada de cáncer, a la que iba a llevar la comunión. Le dice a su madre que me está viendo, en la calle, con una chica, que seguro que voy a visitarla. No. Se vuelven hacia el convento.
Al día siguiente llevaré la comunión a los enfermos.
La he tomado ligeramente del brazo y recorremos despacio los pocos metros que nos separan del convento.
Ella no sabe que hace un año. El 28 de diciembre, lloviendo también, nos concentramos con Alternativa Española al lado de ese Bosque, para rezar por los nuevos santos inocentes de hoy y por sus madres, víctimas de este doble crimen. (En este instante, mientras esto escribo, un amigo sacerdote me pone u sms diciéndome: Celebré la Santa Misa por Miguel Ángel y sus padres)
Estamos volviendo al convento, que está muy cerca. De nuevo, la alfombra de hojas recibe al Señor, a Mónica con la nueva vida en su seno y a este fraile. Entramos. Se me ocurren mil cosas que decirle y que hacer. Vamos a un ordenador, le digo que se siente y busco en google: video sobre el aborto. Me llama pilar dándome el teléfono de una institución pro vida y me dice que busquemos la página “No más silencio” y “Apóstoles de la vida”.
He encontrado un video precioso que vi hace tiempo y que promocionó Intereconomía. Ha salido este video providencialmente. Recuerdo que es tremendo. Y Mónica me dice que ya lo conocía. Lo ve sin dejar de llorar. En este vídeo, un niño habla a su madre desde el seno materno, felíz por haber sido concebido. La mamá tiene problemas diversos y decide ir a abortar. El niño establece un monólogo con su madre, entristecido y mostrando, finalmente su terrible sufrimiento mientras está siendo víctima inocente de este asesinato. Es conmovedor.
Me dice Mónica que si no tengo nada que hacer. Le digo que no. Solo estar con ella.
Busco un testimonio de una chica que cuenta su vida después de haber abortado. Mónica lo escucha atentamente.
La dejo sola en la habitación. Llamo a mi buen amigo Antonio Torres, al móvil varias veces, no lo coge, llamo al fijo. Me dicen que le dirán que me llame. Llamo a Mercedes Montoro, su esposa, le cuento muy brevemente y me dice que rápido se ponen en camino o ella o Antonio. Ellos colaboran en organizaciones pro vida. Mercedes me dice: -Padre, van para allá Antonio. En media hora están en su convento. Va a Red madre a buscar a Esperanza para que vaya con él y van para allá. En media hora estarán allí.
Le digo a Mónica que esté tranquila, que van a venir a ayudarnos. Tiene miedo, porque teme la pérdida del trabajo por estar embarazada. Le digo que no se preocupe, que nos van a ofrecer otras alternativas. Todo esto mientras le sirvo un café y unos dulces.
Me pregunta por mi vocación, porque decidí ser sacerdote. Cuando le digo que fui al seminario con 10 años se sorprende.
Me dice que es de Bolivia y que su novio era español. Al quedarse embarazada la ha dejado. Su Madre vive en España, pero apenas se tratan. Ella vive con su hermana, con la que la relación es nefasta. Está sola.
Me dice que es protestante y que en su confesión tampoco aprueban el ataque a la vida, que ella ha rezado esta mañana y que no cree en las casualidades. Interpreta como providencial el encuentro conmigo. Mónica está más serena. Le pido que se deje ayudar, que ame la vida que lleva dentro y que ya verá como todo sale bien.
Mónica está bautizada. Ella misma lo pidió en su juventud. Nos une el mismo bautismo en Cristo.
Llaman a la puerta. Ya están aquí Antonio y Esperanza. Han llagado en 20 minutos escasos. Antonio, como siempre que se trata de algo importante a desplagado las alas de su coche y de su caridad. “Nos apremia el amor de Cristo”, pienso con San Pablo.
Nos reunimos los cuatro y Mónica comienza a contar toda su historia desde el principio. Ya tiene un hijo de cinco años. Ella lleva año y medio en España y se casó, muy joven con un militar en Bolivia. El niño está con su padre. Lleva dos años sin verlo. Ella tiene 25 años y el que ha sido su novio en España, 24. Este está trabajando y no quiere que ella tenga el niño, por eso la ha mandado a la clínica que él ha buscado. Ella duda del mutuo amor.
Esperanza está curtida en estas lides, por experiencia propia y por su trayectoria en Red Madre. Escucha, anima, propone, llora y rie con las dos víctimas de este asunto, madre e hijo. Le habla de cómo ayudan a todo en red madre. Con detalle, le habla del centro de acogida, de cómo ella puede vivir allí y seguir trabajando después de tener a su hijo. Tienen guardería para que esté cuidado mientras el tiempo de trabajo… Mónica se ha ido serenando.
Antonio, con una amabilidad sorprendente, habla a Mónica desde Dios. Ella sabe bastante de la biblia. Tiene cultura. Ella recuerda nuestro encuentro a las 12 del mediodía y dice que, al saber mi nombre, se acordó del pasaje de la anunciación. Dice que no hay casualidades y que esto ha sido para ella un signo de Dios.
Antonio le dice que la vida que lleva dentro no es de ella, que es un regalo de Dios para ella. Todo con una delicadeza genial. Mónica escucha con atención.
También, en la conversación, han surgido algunas bromas y hemos reído.
Yo he escuchado con atención. He intervenido, brevemente, alguna vez. Hemos escuchado atentamente. Hemos hablado despacio. He pedido a Mónica su teléfono, email, correo postal. Todo. Antonio le pregunta que si es niño, cómo se llamará. Ella afirma sin titubeos: Se llamará Miguel Ángel. Esperanza llama a un médico ginecólogo para que la pueda recibir. Tienen cita hoy mismo a las 15 horas en la clínica Moncloa. Son las 14,30.
Toso el tiempo ha estado el Señor con nosotros en el porta viático en la humilde apariencia de pan.
Mónica no se cree aún lo que le ha sucedido. Le parece un sueño. Confiesa que rezó por la mañana antes de salir de casa.
Hay que ser puntuales y a las 14,45 hay que salir. Vamos hacia el coche de Antonio. Esperanza, Mónica y Antonio van a Moncloa. Yo me quedo en el convento con el cansancio de quien regresa de una terrible batalla y con la confianza en el Señor.
Esperanza y Mónica se quedan en la Clínica Moncloa. El médico es extraordinario.
Sigo en comunicación con Mónica por teléfono y email. Está con paz. Esperanza se encargará de lo psicológico y material, yo de lo espiritual, que también es importante. Ya he encontrado amigos que me ofrecen ayuda económica para ella y que tiene preparado un buen ajuar para cuando nazca el niño. Esperamos que esta nueva vida sea para gloria de Dios.
Ayer jueves 18 de noviembre me regaló mi amiga maría del Mar Núñez un niñito de cerámica, precios, durmiendo plácidamente y protegido por las alas de un ángel, el Ángel de Dios. He llevado este detalle a correos y le llegará a Mónica.
Qué terrible la soledad y el sufrimiento de estas chicas.
Sucedió en Madrid y Dios lo hizo.
Dios te guarde. +
P. Miguel Ángel M. de D.»
5 de noviembre de 2010
6 de noviembre, día de los Mártires de la Guerra civil española
La Iglesia celebra mañana el día de los mártires de la Guerra civil española, recibiendo al Papa Benedicto XVI en Santiago de Compostela. Las cifras ponen de manifiesto la magnitud de la barbarie: fueron asesinados 12 obispos, más de 4000 sacerdotes, 2365 religiosos, 283 religiosas, y un número difícil de calcular de laicos católicos.
Hoy traigo aquí un ejemplo de familia cristiana propuesto por Benedito XVI, que fue martirizada por el odio y la sinrazón del marxismo.
María Teresa Ferragud, nacida en Algemesí en 1853, fue asesinada en Alzira en 1936 -a los 83 años- tras ver cómo martirizaban a sus cuatro hijas religiosas, que se habían refugiado en la casa familiar al comenzar la Guerra Civil. Los milicianos arrestaron a las cuatro hijas, pero la madre “quiso seguirlas para no abandonarlas” diciendo a los verdugos: “Donde van mis hijas voy yo”.
En 1931 al llegar la República, las 3 primeras hermanas, del Monasterio de Agullent debieron permanecer en su casa dos meses. Regresaron al monasterio hasta la revolución de 1936, cuando nuevamente se refugiaron en su casa de Algemesí, hasta que fueron detenidas el 19 de octubre de 1936 junto con su anciana madre, B. María Teresa Ferragud Roig y otra hija suya religiosa agustina, B. Josefa Massiá, estuvieron en prisión en el convento de Fons Salutis), y fueron asesinadas el 28 de octubre de 1936, día de Cristo Rey. Los milicianos quisieron dejar a la madre, pero ésta se opuso y quiso acompañar a sus hijas para animarlas en la hora suprema. Fueron martirizadas y asesinadas en Cruz Cubierta de Alzira.
La sangre de los mártires es semilla de cristianos.
Bienvenido a España, Santidad.
LFU
17 de junio de 2010
Una parábola estremecedora
Del blog Ex Orbe extraigo este cortometraje que no tiene desperdicio.
«La vida con sus golpes nos hace más sensibles al dolor ajeno, más comprensibles. Y, si tenemos fe, más creyentes. El corto está rodado en Filipinas. Es real, con escenas, lugares y personas reales, pero parece un apólogo antiguo. O una parábola.»
A mí, como a Terzio, el video me hace sentir minúsculo. No os perdáis la escena del final en el hogar familiar.
LFU
13 de mayo de 2010
10 de marzo de 2010
Irena Sendler, «La mujer del saco»
«Durante la Segunda Guerra Mundial, una mujer polaca consiguió permiso para trabajar en el Ghetto de Varsovia como enfermera, y también como especialista de alcantarillado y tuberías. Los nazis tenían miedo a una epidemia de tifus y toleraban que los polacos controlaran el recinto.
28 de mayo de 2008
General Miguel Altura Martínez. Ha muerto el último héroe de Krasni Bor
En el día de hoy, 28 de mayo de 2008, ha regresado a la casa del Padre el General de Brigada de Infantería, Medalla Militar Individual, D. Miguel Altura Martínez. Alistado con el empleo de Teniente de Infantería en la División de Infantería nº 250"División Azul" luchó heróicamente durante un año por las estepas rusas contra el ejército rojo hasta caer prisionero en las inmediaciones de Krasni Bor (Kolpino) el 16 de febrero de 1943. Junto con los Capitanes Palacios y Oroquieta, el Teniente Rosaleni y otros oficiales sufrió cautiverio durante 11 años en distintos campos de concentración rusos en los que estuvo a punto de dejar la vida por mantener la dignidad de su úniforme, por defender su fe y su bandera que es la mía. Fue brutalmente apaleado y condenado a trabajos forzados por negarse a trabajar y promover una huelga de hambre. Regresó finalmente a España en el buque Semíramis junto con los demás compañeros de cautiverio 2 de abril de 1954, manteniendo hasta el último día de su vida su amor a España y su fidelidad a la Falange.
Tengo el honor de tener entre mis pertenencias una breve narración de su cautiverio dedicada de su puño y letra, de la que extraigo nada más que el principio:
"Al ser hecho prisionero fui conducido a las líneas rusas pasando por varios puestos de mando donde se me interrogó y registró, desposeyéndome de todo lo que llevaba. En uno de los puestos de mando, un capitán ruso me vió la medalla de la Virgen del Pilar (me la entregó mi madre al salir para Rusia) que pendía mi cuello, me la arrancó de un tirón y la arrojó a la nieve, pero al caer vio que la cadena y medalla relucían, la cogió y al ver que eran de oro se la metió en el bolsillo, me dio una bofetada y en ruso me dijo "cerdo fascista".
Mi General: Ahora que por fín estarás haciendo guardia junto a los luceros con tus camaradas caídos en Rusia, estoy seguro de que la Virgen del Pilar te habrá dado su maternal bienvenida. Ruega por España.
Camarada Miguel Altura Martínez: ¡Presente!
LFU