Sólo
desde la humildad y la autocrítica pueden afrontarse los problemas que nos
afectan. España debe reconocer que, ante el desafío separatista del
nacionalismo catalán, lleva décadas a la defensiva, cediendo continuamente a su
chantaje y tratando de encontrar un “encaje” de “Cataluña” en España, cuando en
realidad de lo que se trata es de calmar a la fiera con carne cruda.
Pero
la fiera –el nacionalismo separatista- cada vez pide más. Hasta ahora se había
contentado con inyecciones de dinero y transferencia de competencias. Con ese
dinero y esas competencias han educado a dos generaciones que en su mayor parte
no se sienten españoles, con la inestimable ayuda del control de los medios de
comunicación, al servicio de los mitos goebbelsianos
del separatismo.
Resulta
desazonador comprobar cómo en las élites de la sociedad prevalece el tacticismo
y la resignación y toda la estrategia gira en torno a ver cómo se
puede contentar “a los catalanes”
cuando de lo que verdaderamente se trata es de contentar la voracidad del
separatismo, olvidando absolutamente a ese 40 o 50% de los catalanes que se
sienten españoles, a los que nadie toma en serio y que sufren en silencio la
opresión nacionalista.
No
resulta baladí el hecho de que el rey Felipe en los últimos meses haya viajado en
ocho ocasiones a Cataluña y en ninguno de sus viajes se haya reunido con alguna
de las plataformas que se atreven a hacer frente públicamente al nacionalismo.
En los últimos días se habla incesantemente de nuevas maniobras
opacas para ofrecer nuevos privilegios al nacionalismo a costa de la soberanía
de los españoles y si hace falta cambiar la Constitución, ésta no será la
barrera.
Es la derrota del Estado de derecho frente al desafío y la
chulería del nacionalismo. España está abandonando a su suerte a millones de
catalanes que se sienten catalanes y españoles y sobre cuyo atemorizado silencio
cabalga triunfante la hidra nacionalista.
El verdadero triunfo del nacionalismo separatista está en la
extrema debilidad de España como nación. Se equivocan quienes piensan que esta
vez lo van a solucionar con dinero. Ya es demasiado tarde. La única solución
pasa por la firmeza en la defensa de la ley y el estado de derecho frente al
chantaje y la desobediencia.
LFU