Lo siento por mis amigos catalanes –que los tengo y muy buenos- pero el ambiente en Cataluña, después de la disparatada decisión del Parlamento catalán de prohibir las corridas de toros, cabe describirse –parafraseando al “ausente”- como de taberna al final de una noche crapulosa.
Todos sabemos que no ha pesado la ridícula y absurda tesis animalista –aunque se tome como excusa- sino la deliberada voluntad de extirpar de la tierra catalana cualquier raíz que la identifique como lo que es, una parte inseparable de España.
Los catalanes y los que por azares de la vida pacen en Cataluña son hoy menos libres, pero sospecho que hay demasiados silencios e imperdonables contemporizaciones entre la sociedad catalana y los políticos empeñados en recluir a Cataluña en la cárcel hortera y excluyente de las más sórdidas inclinaciones racistas.
Desgraciadamente, los pueblos tienen los gobernantes que se merecen y éstos, cuando son pésimos como los que hoy padecemos, hacen lo posible para ahormar a la sociedad a su corta estatura con tal de perpetuarse en el poder. España está hundida en el cieno porque así lo quiso la mayor parte de nuestros paisanos y Cataluña se hunde más rápidamente porque además de empobrecerse cada día, padece la repugnante tiranía de los genios de la disgregación que se esconden bajo los hongos de cada aldea, que siguen en el poder gracias a una sociedad degradada y adormecida.
Ya es una desgracia que tengamos que pensar que “cuanto peor, mejor”, pero no se me ocurre ninguna otra solución que la de sufrir en las propias carnes las consecuencias de la irracionalidad para despertar del letargo en el que está sumida una sociedad que parece abocada irremediablemente hacia el abismo.
LFU
Todos sabemos que no ha pesado la ridícula y absurda tesis animalista –aunque se tome como excusa- sino la deliberada voluntad de extirpar de la tierra catalana cualquier raíz que la identifique como lo que es, una parte inseparable de España.
Los catalanes y los que por azares de la vida pacen en Cataluña son hoy menos libres, pero sospecho que hay demasiados silencios e imperdonables contemporizaciones entre la sociedad catalana y los políticos empeñados en recluir a Cataluña en la cárcel hortera y excluyente de las más sórdidas inclinaciones racistas.
Desgraciadamente, los pueblos tienen los gobernantes que se merecen y éstos, cuando son pésimos como los que hoy padecemos, hacen lo posible para ahormar a la sociedad a su corta estatura con tal de perpetuarse en el poder. España está hundida en el cieno porque así lo quiso la mayor parte de nuestros paisanos y Cataluña se hunde más rápidamente porque además de empobrecerse cada día, padece la repugnante tiranía de los genios de la disgregación que se esconden bajo los hongos de cada aldea, que siguen en el poder gracias a una sociedad degradada y adormecida.
Ya es una desgracia que tengamos que pensar que “cuanto peor, mejor”, pero no se me ocurre ninguna otra solución que la de sufrir en las propias carnes las consecuencias de la irracionalidad para despertar del letargo en el que está sumida una sociedad que parece abocada irremediablemente hacia el abismo.
LFU