El célebre fabulador Luis María Anson alcanzó la cumbre de
la mentira con su fábula histórica “Don Juan” en el que se inventó sin rubor
una historia reciente de España absolutamente delirante que únicamente encuentra acomodo en la retorcida mente del atrabiliario y rijoso académico.
Pero mucho antes de alcanzar la cima de su popularidad, dejó
escrito un libro excepcional “La Hora de la Monarquía”. (Ediciones Prensa
Española 1958), dedicado a su entonces maestro Eugenio Vegas Lataipe, en el que
abomina de lo que ahora defiende con ardor, la monarquía liberal, defendiendo
la monarquía católica representativa, del
que merece la pena extractar algunas afirmaciones que seguramente harán la
delicia de muchos.
Entre todas ellas, resulta especialmente profética la
siguiente: “En España la alianza de la Monarquía con el liberalismo o el
izquierdismo significaría, en un plazo más o menos corto, indefectiblemente, la
anulación y eliminación de la Monarquía. Por eso sobra la miopía política de
algunos monárquicos que propugnan la colaboración con los grupos liberales o
izquierdistas”.
Visto lo visto,
parece que lleva camino de no equivocarse….pero no se pierdan las que siguen:
“Yo quiero afirmar que si se entiende por democracia el gobierno del
pueblo por el propio pueblo, la lucha de partidos, el ateísmo en el Estado y el
sufragio universal, soy radicalmente antidemócrata”
“para algunos el
totalitarismo es lo contrario al liberalismo. Y, sin embargo, tienen una misma
e idéntica esencia”.
“dentro de ese
concepto de liberalismo (negación del orden divino) tan liberal es el Dictador
ruso como la Asamblea francesa. El error está en el poder humano sin límites,
en no aceptar, en negar la ley cristiana, revelada como fundamento de la
sociedad”.
“el sufragio, los partidos sin límite, el parlamentarismo absoluto, eso
ya no quedan hombres inteligentes que lo defiendan”, porque “los delirios
liberales conducen primero a la mediocridad, luego a la corrupción, finalmente
a la anarquía y al caos”.
De hecho, la doctrina
liberal “no es nada que se pueda tomar en serio. Es, cuando mucho, el
oportunismo político, la incapacidad y la incompetencia y, eso sí,
indefectiblemente, la pedantería y la suficiencia”.
“el monárquico liberal
es un completo absurdo, aunque eso sí, un absurdo bastante frecuente. A la
larga tal vez sea más dañino para el país y para la propia Institución que el
mismo republicano”.
“La democracia
inorgánica, el sufragio universal, los partidos políticos y el parlamentarismo,
este es el atractivo y nefasto ropaje exterior que emboba a los ingenuos, a los
débiles mentales o a los que no han estudiado suficientemente”.
“Porque si el
liberalismo católico, en sí mismo, no es tan condenable como el socialismo,
resulta, sin embargo, mil veces más peligroso. Los enemigos son siempre
preferibles a los traidores”.
“En cuanto a la
libertad de enseñanza, nada existe más peligroso para el Catolicismo que este
principio, hijo bastardo de la Revolución laica”. Por ello, “donde no quede más
remedio, es evidente que habrá que aceptar la libertad de enseñanza, pero éste
no es el ideal de la Iglesia”. Porque lo ortodoxo es que “el error no tiene
ningún derecho” y “sólo puede haber libertad para la Verdad”.
la libertad de prensa
“ha de tener forzosamente unos límites”, de modo que “quienes han propugnado
una libertad absoluta de Prensa, han fracasado”
“la Monarquía liberal
es la táctica que emplean los republicanos para llegar más fácilmente a la
República”.
El monárquico Anson
propugna “la Monarquía pura, a la que hoy se llama representativa para diferenciarla
de sus varias adulteraciones históricas: la Monarquía absoluta, la Monarquía
liberal, la Monarquía electiva”.
“el derecho de sucesión no se funda solamente
en que el heredero se ha educado desde la niñez en su profesión, convirtiéndose
así en un ‘profesional’. Ni se basa tampoco en la permanencia de la Jefatura
suprema del Estado. La justificación más profunda de la función monárquica
consiste en que, en virtud de la herencia, el Monarca no ha de agradecer su
puesto a éste o al otro grupo, sino sólo a la voluntad del Todopoderoso”.
“si el fin del Estado es el Bien Común, el sistema político más
aceptable será aquel capaz de conseguir ese Bien Común de manera más perfecta.
De aquí nace una adhesión espontánea a la Monarquía representativa y una
repulsa completa de la República en cualquiera de sus formas, sobre todo en la
más pura, la liberal y parlamentaria, del sufragio universal y del partidismo
sin medida”, puesto que “pocos
principios revolucionarios existen en la actualidad tan desprestigiados, teórica
y prácticamente, como el del sufragio universal”. Nada peor: “el sufragio
inorgánico es un pésimo, un lamentable sistema representativo”.
“La
Monarquía en España o es católica o no puede existir porque la llamada
Monarquía liberal es el puente tendido hacia la República, es el pacto entre la
Institución y la Revolución”.
“O restauramos
íntegramente la Monarquía de Su Majestad Católica, o empujamos a la nación hacia
la República, hacia la Revolución y hacia el abismo”.
“En los países gobernados por un Estado católico, no se puede consentir
la existencia de ningún partido que propague principios religiosos, sociales o
políticos distintos a los de la doctrina católica”.
“En una Monarquía
católica es inadmisible la existencia de cualquier partido que, directa o
indirectamente, ataque o menoscabe los siguientes principios fundamentales: La
Religión Católica, la unidad nacional, la Monarquía representativa, la legitimidad
dinástica, la representación orgánica, los derechos y deberes de la persona y
el resto de los principios contenidos en las leyes fundamentales de la nación”.
Impresionante ¿no creen?. El caso es que anoche, en un
descuido, me pareció escuchar al gran fabulador hablar de la «atroz» dictadura de
Franco y del daño que éste hizo a la monarquía (supongo que se refería a la
designación de Juan Carlos como sucesor). Y, de repente, me vino a la memoria
aquél libro tan curioso que tan pocos conocen……
LFU