Fue hace 13 años. Gobernaba
Rodríguez Zapatero y ya se atisbaba el torrente de odio que originaría su
mezquina ley de memoria histórica. Algunos, en nuestra ingenuidad, no creímos
que la iniquidad de algunos pudiera llegar tan lejos. Hoy compruebo, rescatando
esta carta de su archivo, que mi padre lo vio venir hace mucho tiempo, y sus
pronósticos se están cumpliendo con dolorosa exactitud. Recuerdo que me avisaba
continuamente: el odio pasa de generación en generación y hay que estar alerta.
Él lo estaba y prueba de ello es esta sentida y profética carta que se ha
cumplido en todas sus previsiones, incluida la de que su autor no haya
sobrevivido para contemplar en carne mortal esta infamia que a toda España llena
de oprobio. Ahí está el aviso al Partido Popular que bien poco caso hizo de la
opinión de Fraga, si es que alguna vez la transmitió a los suyos, pues incumplió
su promesa de derogar esa maldita ley que hoy enfrenta a los españoles con un
odio revivido de hace 80 años.
Aquí dejo la carta para la historia:
«Excmo. Sr. D. Manuel Fraga
Iribarne
Presidente de la Xunta de
Galicia
Querido amigo:
Creo que me conocerás. Tuve contigo diversos
contactos. Los primeros, cuando fui gobernador de Sevilla. Los últimos, en mi
penosa singladura como Ministro Secretario General del Movimiento. Soy pues,
una sombra, un recuerdo, un superviviente de una etapa que por estimar que fue
fecunda me ha obligado a mantener una lealtad que no ha conocido ni la
claudicación ni el desvío.
Posiblemente te extrañará esta carta mía. La
escribo, no para hacerte ninguna recomendación interesada, ni para solicitar de
ti favor alguno. Lo hago consciente de mi deber de español en esta hora que
considero peligrosa y difícil.
Tú has conocido la obra del régimen
anterior, a la que prestaste tu más brillante colaboración. No voy a pedirte
que la defiendas, ni que te manifiestes a su favor, Sé que verdaderamente y no
es un tópico, la política es el arte de lo posible y hay cuestiones que están
más allá de la barrera de cualquier posibilidad.
Creo y no soy nada catastrofista que se
acercan horas difíciles, crueles, de importancia histórica desmedida. Puede ser
un tiempo crucial y en él peligra nada más y nada menos que el ser de España,
su identidad, su futuro orden de convivencia. No voy a pedirte que hagas
declaración alguna en relación con la fechoría del Ministerio de Fomento
retirando la estatua de Franco, pero hay algo que me preocupa mucho más y es el
porvenir que pueda aguardar al Valle de los Caídos. De fuentes bastante solventes conozco el propósito de liquidar esa
magna obra, arrancar el cadáver de Franco y el de José Antonio. Puedo
asegurarte sin caer en ningún género de dramatismo que a mí personalmente, no
me gustaría sobrevivir a una situación de ese tipo. Preferiría acompañar a
tantos que en un sitio y en otro dieron su vida por una España mejor. Pero creo
que tú tienes el deber insoslayable de influir en el Partido Popular para que
esta infamia no se realice. Sería una vergüenza para todos. Una colosal
indignidady una maldición que nos afectaría degradando nuestra conducta.
Tú bien
sabes que la Basílica del Valle de los Caídos es un lugar de reconciliación,
aunque en algunas circunstancias la presencia de hombres adictos al ideal del 18
de julio ha podido hacer pensar a algunos que queríamos monopolizar ese
monumento. Nunca fue así. Pero
ahora existe el propósito claro de realizar lo que te he indicado. Tú tienes un
enorme prestigio en el Partido Popular, labrado a costa de sacrificios,
esfuerzos y de trabajo. Yo, que ya no
soy nadie, me atrevo a pedirte que influyas para que el Partido Popular no
permita tamaña felonía.
Es
triste que la transición, que a mi juicio había logrado un entendimiento
fecundo –que siempre creí duradero- peligre hasta el punto de dar cabida a
venganzas, a ríos de odio, a inconfesables acusaciones y a entronizar el reino
de la mentira y de la injustificada revisión.
Creo
que España merece una convivencia en paz, con olvidos y con perdones, pero
nunca con revanchas y ajustes de cuentas. De producirse estos ajustes, creo que la balanza se inclinaría
siempre a nuestro favor. El propio Carrillo manifestó hace unos días que hacer
la revisión del franquismo era un disparate.
No quiero cansarte más porque, como te he
escrito anteriormente, soy ya un ciudadano insignificante, una persona sin voz,
una sombra perdida en el pasado, pero yo
me atrevo finalmente, recordándote que hicimos guardia tú y yo ante el cadáver
de Franco que hagas todo lo posible por impedir este escandaloso despropósito.
Creo en tu sentido del honor y confío en que esta carta hallará cumplido eco en
el corazón de alguien que, como tú, no ha dejado de ser patriota.
Un fuerte abrazo
José Utrera Molina»
La contestación de Fraga,
recibida días después fue escueta y manuscrita:
«ESTOY MUY DE ACUERDO CONTIGO. UN ABRAZO Y FELICIDADES»
Ahí quedan retratadas dos biografías, dos formas de entender la lealtad y la dignidad. No dudo de la sinceridad de Fraga, pero sí de que hiciera algo más que contestar como lo hizo, a la vista de lo que ha sido la deriva del partido que fundó al que sólo le falta para completar el ciclo de su indignidad, abominar públicamente de su fundador.
LFU