Lo mejor del recuerdo es el olvido
Manuel Alcántara
A ti, fiel camarada, que padeces
el
cerco del olvido atormentado
Ángel María Pascual
¿Que se puede decir de Manuel Alcántara que
no se haya dicho ya?. Pues, eso. Lo que
nadie ha dicho. El fallecido poeta formaba con Manolo Cantarero y Pepe Utrera
un núcleo de estrecha amistad. los tres malagueños, y los tres miembros de esa generación que algunos llaman perdida,
otros olvidada, venían a ser como tres
mosqueteros que, cada uno a su modo,
persiguen sus ideales. Los tres pertenecían a
aquella
juventud atrapada entre dos guerras, una en que no lucharon, pero ganaron. Otra
que perdieron aunque no combatieron. Como tantos de nosotros, demasiado niños para la primera y demasiado
jóvenes para la segunda. Ni siquiera en la testimonial División Azul, que les
pilló todavía de pantalón corto. Ya no
queda ninguno de los tres.
Último en abandonarnos, a su 91 años, Manuel Alcántara y Manolo
Cantarero, eran miembros del Frente de Juventudes y pertenecían a la centuria que mandaba José Utrera Molina. Pepe,
para quienes fuimos sus amigos y camaradas. El destino les llevó por diferentes
derroteros. Pero no les separó. Su amistad se mantuvo siempre, unidos, coincidentes
en sueños y recuerdos; los mismos, pero
no lo mismo.
Conocí a Cantarero y Alcántara a través de
Pepe Utrera, en los años de mi
colaboración con el en sus tareas
ministeriales, primero, y de prolongada amistad, después, cuando fue apartado de ellas, aunque nunca de sus irrenunciables lealtades.
Poeta secreto, brillante orador que traslucía en sus palabras la innata
vocación poética, Pepe se orientó a la política activa. Fue gobernador en tres
provincias y ministro en dos ocasiones y en
tiempos de turbulenta transitoriedad.
Manolo Cantarero no desoyó la
llamada de la mar que acariciaba su infancia y a ella dedicó buena parte de su
vida como oficial de la marina mercante.
No tanta como para olvidarse de la política, a la que consagró los años que
pasó en tierra. Dejó el cuaderno de bitácora para navegar en mares más procelosos… Se dedicó al
periodismo y escribió un denso libro
sobre el socialismo de la Falange; fundó
un partido con el que concurrió a las primeras elecciones de la Transición , y
formó parte del Parlamento Europeo.
Muy diferente fue el camino recorrido por
Manuel Alcántara. Si bien coqueteó con el boxeo -que
marcó su nariz para siempre- la poesía, nada secreta en su caso, fue la pasión de su vida.
Incluso aunque se la ganara con el sudor de su pluma (no me lo imagino
escribiendo en un ordenador), atado, como decía Capmany —otro de los nuestros-
“a la columna”. En realidad, su verso y
su prosa no se diferenciaba más que en la música. Si el periodismo era su
profesión, la poesía constituía su vocación. Solo él sabía dónde comenzaba una
y concluía otra. Tan está llena su
poética de naturalidad espontánea y cuidadosa selección del lenguaje coloquial
que resplandece con insólita luminosidad
al pasar por sus manos; al igual que la prosa se nutre de metáforas,
Insólitas, inesperados quiebros o referencias sorprendentes, tanto que, si no fuera por su dominio
del lenguaje, diríase que, contrariamente al personaje de Moliere,
hablaba en poesía sin saberlo.
Menos Baudelaire que
Ronsard; menos sarcástico que Quevedo;
tan humano como Lope, venía poco por la Corte,
recluido, pero más afortunado que don Francisco el “rincón de estos
desiertos”, en su malagueño
Rncón de la Victoria.
La política era un venero soterrado en su
escritura. No se notaba, pero estaba allí,
como en otros poetas de esa generación olvidada (Marcelo Arroita
Jáuregui, Alfonso Albalá Cortijo, Salvador Jiménez,...) A
ella se refería Ángel María Pascual (191),
algo más tempranero, en su inolvidable soneto Envío. Hacerse
un hueco tras aquellas dos
generaciones del 27 y del 36, sin
haber pertenecido a ellas como sus
hermanos mayores, tenía mucho mérito,
pero lo lograron aunque hoy se
pretenda borrar sus huellas
y mistificar sus señas de identidad.
Todos los que he citado, han fallecido,
pero no han muerto. Permanecerán
en nuestro recuerdo. En Manuel Alcántara, encasillado en su columna
periodística, como si su poemario no
existiera, resumo esta memoria del olvido. A todos conocí. De todos mantengo recuerdo.
Gonzalo Cerezo Barredo
Publicado en "Desde la Puerta del Sol"
Número
162– martes 23 de abril de 2019