(Ante la negativa del Diario ABC a publicarlo, "Arriba" lo hace con orgullo.)
Tras escuchar atentamente a su Majestad
el Rey de España, hacer un resumen de su vida sin hacer la menor mención a
quien fue el verdadero artífice de que la monarquía se instaurara en España, me
he preguntado sobre la oportunidad y acierto de esta omisión, en mi opinión injusta, aunque
políticamente comprensible. Hago mías, aquí, las palabras de Nietzsche citadas
por Ortega, precisamente, en su elogio a la Monarquía británica por mostrar su
afán de continuidad escrito en «La rebelión de las masas», «cuando define al hombre superior como el ser de más larga memoria».
Relatar el presente inmediato mutilando parte de los eslabones que explican la
continuidad con el pasado, no deja de ser una operación cosmética que disimula
pero no puede borrar el pasado. Nadie, nunca, comienza enteramente de nuevo. El
pasado es el patrimonio singular del hombre como especie, su privilegio y
señal. Asumirlo, sin jactancias y olvidos, es propio del hombre seguro de sí.
Ningún historiador riguroso puede negar,
sin incurrir en una clamorosa parcialidad, la tenaz voluntad de Franco para
instaurar en España el régimen monárquico continuando la línea dinástica de
Alfonso XIII, su padrino de boda. Jamás tuvo la menor vacilación en su decisión
cuando no fue una cuestión nada fácil, políticamente hablando, dentro del
Régimen anterior, donde los monárquicos no eran precisamente legión y D. Juan
de Borbón- sin duda mal aconsejado-, no ayudó precisamente con su célebre e
inoportuno Manifiesto de Laussane. Me
encuentro en la obligación de señalar este pequeño detalle de olvido por un
elemental imperativo de justicia. Y es que hubiese bastado una levísima señal
que en modo alguno le comprometiera ante nadie. Asumir la historia en su
integridad es muestra de fortaleza, de superación valiente de añejos rencores.
Ojalá que el nuevo Rey de España, que
estoy seguro que el pueblo espera y aclamará, mantenga una sabia neutralidad y distancia
en relación con tantos y tantos vuelcos que ha tenido la historia española. Que
sirva con su innegable juventud a España enfrentándose a los riesgos del
futuro. Yo lo espero así porque tiene condiciones suficientes para cumplir su
misión limpiamente. Él no debe nada a nadie sino a su padre y es depositario de
una tradición histórica secular.
Pido a Dios que le asista en su
andadura. No hay en mí el menor reproche a su imagen y a las palabras que hasta
ahora ha pronunciado. Creo en él y pido a Dios que le asista para que España
fuertemente unida alcance los ideales de bienestar y de grandeza que muchos
españoles seguimos soñado.
JOSÉ UTRERA MOLINA