¿Cuántos
españoles, y me refiero a los que todavía nos llamamos católicos, tenemos
presente el significado del 6 de noviembre? ¿Cuántos podrían contestar, sin
mirar en el ordenador, a la pregunta de qué conmemoramos el día 6 de noviembre
los católicos españoles?
El 6 de noviembre desde el año 2.010, la Iglesia celebra a los 2.053 mártires
-12 santos y 2.041 beatos- de la persecución religiosa del siglo XX en España
que ya están en los altares. Habiendo unos 2.000 más en proceso de
beatificación y llegando la cifra total a 10.000 mártires reconocidos
formalmente por la Iglesia.
San
Pedro Poveda, presbítero diocesano, fundador de la Institución Teresiana,
colegio al que tuve el privilegio de asistir y hacer todos mis estudios de
básica y bachillerato, y San Inocencio de la Inmaculada, religioso pasionista,
encabezan la multitud de santos, beatos, obispos (13), sacerdotes, consagrados
y laicos, que dieron su vida siguiendo los pasos de Jesucristo y siéndole
fieles hasta el final. Todos ellos fueron martirizados únicamente, por el hecho
de ser católicos practicantes y no estar dispuestos a renegar de su fe, negar a
Jesucristo, blasfemar o cometer actos sacrílegos.
Yo personalmente descubrí, la magnitud de esta crueldad y el gran odio a la fe, solo hace unos años al leer un libro escrito en inglés, “The Last Crusade”, por el historiador norteamericano Dr. Warren Carroll; libro que me sentí llamada a traducir al español (La última cruzada), para dar a conocer su contenido: la gran historia de fidelidad a Jesucristo de nuestros antepasados, hombres y mujeres como nosotros, con nuestras mismas debilidades, que al encontrarse en situaciones de extrema dificultad, con la gracia de Dios y la fortaleza de su presencia en los Sacramentos, fueron capaces de coger sus cruces y seguirle hasta el final.
Desde la perspectiva y ojos de este mundo se preguntan, ¿Dónde se hallaba su Dios en el momento que más le necesitaban? Pero para aquellos a los que Dios nos ha concedido el don de la fe, nos es fácil comprender que justamente en esos momentos humanamente imposibles de soportar, fue exactamente su Dios, nuestro Dios, quien les sostuvo y les concedió la gracia y las fuerzas para serle fieles hasta el final, coger sus cruces y seguirle.
El Beato Luis Belda y Soriano de Montoya, nació en Palma de Mallorca y creció
en Madrid donde hizo sus estudios de derecho y ganó las oposiciones de Abogado del
Estado, siendo destinado a Almería. Se casó con Josefina Alberti Merello en
1925 y fueron bendecidos con cuatro niñas y dos niños. El último hijo, Rafael,
fue póstumo y nació 4 o 5 meses después de haber sido asesinado su padre,
además de morir a los pocos meses de nacer.
Al Beato Luis Belda le describen como un hombre recto en su proceder y de honda convicción cristiana, heredada de sus padres. Su aspiración constante era ser cada día mejor, lo mismo de soltero, que después, de casado. Fue además un apóstol incansable, conferenciante y apologista – como demuestra su conferencia dedicada a defender la vida de los concebidos no nacidos o sobre la encíclica de Pio XI “casi connubii”, sobre el matrimonio cristiano- y los múltiples artículos que publicó la prensa católica de Almería. Fue así mismo miembro activo y ejemplar de tres asociaciones de hombres católicos: la Adoración Nocturna, las conferencias de San Vicente Paul y la Asociación Católica de Propagandistas.
Enemigo acérrimo de la política al uso, las circunstancias excepcionales de su momento histórico le obligaron, no obstante, a intervenir en la política y en ella actuó con ejemplar desinterés material, impulsado únicamente por nobles ideales religiosos y cívicos.
El creciente clima de hostilidad religiosa le impulsó a comprometerse políticamente como candidato del partido humanista cristiano Acción Popular, del que fue presidente en Almería desde 1.934, y como presidente de la Junta Provincial de Reforma Agraria.
Con gran entusiasmo y actividad asombrosa preparó las tristemente famosas elecciones del 36 en Almería, por creerlo un deber de conciencia en defensa del orden y de la religión. El fracaso de su candidatura para diputado de Cortes causó enorme disgusto en todos los elementos sanos de aquella provincia, creciendo sobremanera su prestigio y el aprecio hacia su persona. Pero el odio y la aversión de sus enemigos se hicieron más y más patentes, recibiendo de Madrid repetidos avisos en forma de ultimátum, como este: “O deja usted la política o le quitamos el destino”. Su contestación estuvo en consonancia plena con su conducta cristiana y valiente.
Los que
lo presenciaron han transmitido que Luis Belda fue al martirio con entereza,
profiriendo, cuando le ataron al grupo de sus compañeros de martirio, un
conmovedor grito de “¡Viva Cristo Rey!” que enardeció a todos.
¡Todos los santos y mártires españoles, rogad por
nosotros!
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