Ser padre es una ventana abierta al abismo. Abismo de amor y dolor sin fecha de
caducidad en la tierra. Cada hijo permite abrirla o cerrarla en todo momento.
Es la oportunidad de continuar la senda sin límite del afecto. Atreverse a
recorrerla no es otra cosa que imitar al Primer Padre. Cuando pienso en
cualquier padre, pero especialmente en los de 6, 8 o 13 hijos… me recorre el
escalofrío de la admiración, de temor y la sana envidia, pues es muy poco
probable que alguien así no se lance a ese abismo y resulta aún más improbable
que no encuentren, tarde o temprano, la red de seguridad de Aquél a quien han
imitado. He conocido algunos. No se les ahorró pruebas y sinsabores y pese a
ello, no creo que ninguno negara que ya participaron de manera misteriosa, aquí
en la tierra, en la preciada recompensa del ciento por uno.
FUEYO