El 5 y 6 de abril tuve la oportunidad de asistir en la
Universidad Franciscana de Steubenville, Ohio, a una Conferencia bajo el título: “Los tiempos del transexualismo.
La ley natural como respuesta a la
cultura contemporánea de identidad de género.”
Un grupo destacado de profesionales presentaron el tema
enfocándolo cada uno en el ámbito de su especialización. Así tuvimos el panel de expertos en medicina, en ética y
asistencia pastoral, en el campo legal, y aquellos expertos en el tema cultural
de la teoría del género; del mismo modo oímos el testimonio de Walt Heyer, autor y conferenciante que
vivió la vida del transexualismo durante ocho años hasta que decidió proceder a un proceso de reversión y
ahora su pasión es tratar de ayudar a todos aquellos que su vida ha sido
destrozada por innecesarias mutilaciones, cirugías y tratamientos hormonales
para “reasignación” de género.
El acto concluyó con la presentación de Ryan
Anderson, famoso autor del libro “Cuando
Harry se convirtió en Sally. Respondiendo al momento transexual” (When Harry became Sally: responding to the
transgender moment), título que evoca la película “Cuando Harry
encontró a Sally” (When Harry met Sally), producida en 1989. Anderson forma parte del equipo directivo de
“The Heritage Foundation”, fundación conservadora estadounidense, y es un destacado
y prolífico autor y promotor del derecho natural en el ámbito del matrimonio,
bioética, libertad religiosa y filosofía política.
La asistencia fue de capacidad máxima dada la peculiar
presentación de este tema desde la perspectiva de la ley natural y no de lo
“políticamente correcto” que se nos quiere imponer en la cultura en que
vivimos.
El acto tuvo un gran éxito y nos abrió los ojos en diferentes
aspectos. En primer lugar en el ámbito médico, destacando que el camino
impuesto actualmente de cirugía, amputación y cambio hormonal no encuentra
justificación desde el punto de vista científico y no existen datos ni
estadísticas que demuestren que este proceso es el adecuado, sino todo lo contrario;
por otro lado pudimos entender que existen determinadas acciones que se pueden
tomar, a mí en concreto me hizo ver con claridad que se está mandando a personas -incluyendo a menores- obligatoriamente
y sin ofrecer otras alternativas, a cambios biológicos de sexo que no les
corresponden, en vez de tratar los auténticos problemas que sufren que son
de carácter “psicológico”, y de esta manera se les está lanzando en un camino en que nunca encontraran la paz y
felicidad, por lo que un porcentaje muy alto que se estima en un 44%, acaba en
suicidio.
El lobby LGTB, con respaldo de los medios de comunicación,
denigración pública de personas y leyes de imposiciones y multas, intimida
de tal forma a todos aquellos que cuestionamos sus planteamientos, que un
facultativo o un sacerdote que atienda a una de estas personas puede temer
razonablemente el perder su trabajo o pagar una gran multa, si le orienta en
dirección distinta a la “dogmatizada” por la ideología de género; así coaccionando al individuo y
privándole de la libertad de elegir aquel camino que el estime más oportuno en
el caso de que desee acompañamiento pastoral o tratamiento psicológico.
Teniendo conocimiento de testimonios como el de Walt Heyer y
muchos otros recogidos en el libro “Cuando
Harry se convirtió en Sally” de Ryan Anderson, que reprochan la pasividad
de sus médicos y relatan su frustración genuina hacia estos y sus
terapeutas que les mintieron y les impusieron un proceso de operaciones de
mutilación o tratamientos hormonales para “reasignación”
de sexo como solución y sin ofrecer ningún otro tipo de
alternativas, y posteriormente decidieron seguir un proceso hacia la reversión -aunque
estas jamás tiene un carácter total-, esperamos que podamos hacer
presión para que a la gente que sufre este tipo de desorden se le pueda ofrecer
un tratamiento de tipo psicológico y pastoral si lo desean, sin que los médicos,
psicólogos, terapeutas o sacerdotes sean acosados “legalmente”.
Hay que admitir que el transexualismo es un “contagio social” como dice una de las
personas del libro de Anderson, y hemos visto estos contagios sociales con
anterioridad. Hubo una época en que la histeria llego a quemar a las mujeres
porque se pensaba que eran brujas; y hubo un tiempo, no hace mucho, en que la
histeria llevo a acusar a trabajadoras sociales por falsos recuerdos de abusos
sexuales implantados en los cerebros de niños por psiquiatras ideologizados.
Espero que estemos vislumbrando el inicio de un cambio en que
las víctimas de “la histeria
del cambio de sexo” puedan acusar a los terapeutas y médicos –así como los
encargados de medios de comunicación abusiva y legislación impositiva- que, en
palabras de las propias víctimas, destrozaron sus vidas sin
ofrecerles una ayuda real a sus problemas y esto nos abra un camino hacia
reencontrar nuestra auténtica naturaleza.
Beatriz Silva de Lapuerta
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