Título: El hombre que amaba a los perros.
Autor: Leonardo Padura.
Una estructura narrativa en espiral
intercala y reúne con acierto y tensión narrativa el acontecer de un joven escritor
cubano con la peripecia vital del comunista español Ramón Mercader del Río y el
periodo final de la vida de León Trotski, desde su exilio de Rusia hasta su brutal
asesinato.
Las historias entrecruzadas del narrador
cubano, de Mercader y del famoso revolucionario son una formidable excusa narrativa
para abordar una devastadora, en ocasiones algo ingenua pero interesante crónica
del desengaño con el comunismo, en sus distintas formas, ora la estalinista, bien
la trostkista o la vía cubana al socialismo. Distintas caretas de la religión
laica que más asesinatos y devastación ha causado en el siglo XX y en parte del
XXI.
Hay
dos derivas de fondo en la novela, más allá del relato contado,
discutible en alguna de sus aproximaciones históricas, por algunos acentos de
la parte española o el benigno retrato de Trotski, por ejemplo, por lo demás
resulta en momentos hipnótico por el valor histórico, concisión y dureza de los
hechos narrados. La primera. Los personajes principales de esta novela que
profesaron la fe comunista y a la que dedicaron sus energías e ilusiones, más
allá de todo cálculo humano y moral, van progresivamente haciendo cuentas con
sus conciencias y todos, sin excepción, acaban participando e instalándose en
la decepción, el arrepentimiento y la consiguiente e inevitable melancolía cuando
no en un corrosivo cinismo. Resulta una
implacable descripción de las consecuencias de consagrar la vida a la utopía
comunista, pero vale para cualquier ideología, si entendemos como tal,
cualquier sistema cerrado de pensamiento que trata de explicarlo todo y no
admite la crítica o la reforma. La segunda. De un modo claro, en aquellos
personajes de mayor fibra moral el proceso de decepción se acompaña de una
necesidad obsesiva e insoslayable de contar la verdad de su acontecer vital.
Tras haber participado en el Himalaya de mentiras organizadas por el Comunismo,
surge la necesidad existencial y perentoria de contar al menos su verdad
personal, la biográfica como una suerte de exorcismo personal tras habitar
demasiado tiempo en las tinieblas de la mentira. Como si su capacidad de
perseguir las verdades concretas a las que todo hombre aspira hubiese quedado fatalmente
disminuida por participar en el fabuloso embuste, personal, histórico y social
que fue el comunismo con consecuencias devastadoras no sólo para las víctimas
sino también para los partícipes de este. El autor deja atisbar que la esperanza de
algunos personajes sumidos en un nebuloso proceso de redención comienza por
contar con honestidad su vida, buscando la elemental verdad primera, la de su
propia biografía.
Ojalá que Leonardo Padura no se
pare en esta primera verdad hallada: contar con honestidad su vida a través de
esta novela u otras. Es razonable entender un enorme cansancio vital y
escepticismo cuando se abandona el aparente mundo de las grandes certezas con
una gran decepción. Ojalá no censure su seguro deseo de seguir buscando del que
este libro es una prueba cierta, pues hay una Verdad que tuvo y tiene lugar
entre los hombres, que no los anula ni conduce a los callejones sin salida de
cualquier utopía, que los enfrenta a su libertad, que reconcilia con la
condición propia sea la que sea, en el horizonte de un amor luminoso y real,
sobre todo real de una esperanza que llena la vida y hace entender al hombre.
Otoño 2018.
César Utrera-Molina Gómez
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