No hay peor ciego que el que no quiere ver. El sorprendente artículo del vocero de Soraya del pasado domingo defendiendo abiertamente la necesidad de una consulta no vinculante y pactada sobre la independencia en Cataluña es una señal más de la deriva que nos espera en relación con la culminación de un proceso criminal de secesión iniciado hace décadas y que ha sido alimentado por la dejación, cuando no la connivencia, de quienes han detentado la Presidencia del gobierno. Si a eso le unimos las declaraciones de Soraya en un medio de comunicación reconociendo el error del Partido Popular al recurrir el Estatuto de Cataluña al Tribunal Constitucional, resulta evidente que el Gobierno está dispuesto a seguir siendo amable con los separatistas, con tal de conseguir un nuevo aplazamiento de sus envites.
Rajoy juega con fuego, pero como tiene la sangre de horchata, todo le da igual. Lo importante es el corto plazo y en su irresponsable miopía no es capaz de vislumbrar las nefastas consecuencias de sus acciones o inacciones. Su partido se ha convertido en un aparato de poder ajeno a cualquier principio o referencia ideológica, que se mueve a golpe de lo que le dictan las encuestas. Su consigna es aguantar a toda costa y seguir arrebatandole el discurso al PSOE sin dejar de alimentar al monstruo de Podemos, para que no baje el diapasón del miedo que tanto rédito le ha dado a don Tancredo. Nadie podrá decir que Arriola se haya equivocado en su estrategia, aunque ésta sea, a la larga, nefasta para el futuro de nuestra nación.
Igual que renunció a defender la vida abrazando la ley Aído, igual que ha mantenido la ley de memoria histórica para dar de comer a la extrema izquierda, me temo que Rajoy seguirá consintiendo el desafío separatista, alimentando a la bestia para que explote, si acaso, cuando él se vaya, o no. Pero la única posibilidad cierta de que se rompa de una vez el Partido popular y emerja de una vez un partido conservador en España es que se pase de rosca con el tema catalán y se advierta un serio peligro para la unidad de España. El resto de los problemas no hará temblar los cimientos de Génova, pero ese sí. La renuncia de Aznar a la presidencia de honor es el primer aviso de que algo se está gestando en el mundo de la derecha y es un secreto a voces quiénes están detrás de ese proyecto y cuál es la única chispa que puede hacer que salga a la luz y rompa en pedazos el partido socialdemócrata en el poder. Personalmente, dudo mucho que Rajoy y España aguanten otro nueve de noviembre en el que se vuelva a pisotear el estado de derecho ante la pasividad de la autoridad.
LFU
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