Hoy en mi recorrido habitual por la
prensa mañanera tropiezo de nuevo con una serie de desinformaciones con las que
ABC nos viene obsequiando desde hace algunos días con gran relieve tipográfico,
a cuenta de unos documentos inéditos que
dicen todo lo contrario de lo que sugieren los titulares. Se aprovecha el “hallazgo
documental” para denigrar hasta la náusea -recurriendo a fuentes absolutamente
miserables- a quien fuera Jefe del Estado Español durante 40 años, al mismo al que la familia Luca de Tena debería
agradecer siempre haber recuperado su patrimonio incautado y la dinastía Borbón
una corona perdida, en buena parte, por sus propios errores.
Como yo sí tengo memoria, se estremece
mi corazón al ver cómo la figura de Francisco Franco es azotada sin
misericordia alguna por el diario en cuyas páginas se incluyeron los más altos
elogios que recibió en su vida el que fue Jefe del Estado español. Presiento que asistimos a una estrategia que
pretende legitimar la corona al margen de quien, a la postre, fue su principal
valedor, con el objeto de evitar ser objeto de la deslegitimación que va
implícita en la maldita Ley de Memoria Histórica, que el Partido popular ha
querido conservar con grave irresponsabilidad.
Los ataques del diario monárquico contrastan con el enorme
respeto con el que el rey Juan Carlos habla de su predecesor, a quien se
refiere a menudo como “el Caudillo” con
un afecto y cariño personal que creo sinceros. Él
es plenamente consciente de que sin el impulso y voluntad de Franco, no hubiera
vuelto la monarquía a España. Así lo ha reconocido en múltiples ocasiones,
haciendo honor a la verdad, puesto que la inmensa mayoría del pueblo español,
terminada la contienda, estaba centrada en la tarea de reconstruir España y no
precisamente comprometida en conspiraciones de salón para decidir entre la
monarquía o cualquier otra forma de gobierno, algo que quedaba reducido a
minorías diletantes bien acomodadas. Me
atrevo a aventurar que esta andanada de ataques –algunos de ellos de un ínfimo
nivel periodístico- terminarán por volverse como un bumerang contra ABC, pues
lo que quedan son los documentos y de ellos lo que se desprende es el enorme
sentido común de Francisco Franco y la prudencia con la que manejó los tiempos
para evitar nuevas convulsiones.
Evidentemente, se trata también de
denigrar a la Falange, como depositaria de todos los males. Y yo afirmo también
que no hubo una tropa más leal que la constituida por aquellas gentes que
mantenían en el alma el fuego de un incendio apagado, cuyas brasas alimentaban sin
embargo la ilusión de muchos hombres. Siempre recuerdo que en las conmemoraciones
del fusilamiento de José Antonio en Sevilla, veía siempre a un camisa azul desaliñado,
cargado de años y sin apenas brillo en los ojos. Un día decidí acercarme a él.
Le dije que siempre me había llamado la atención y le agradecía su
perseverancia, pues nunca faltaba a la cita. Él me contestó -Y aquí estaré hasta el fin de mi vida-. -No le debo nada a nadie-, y, mirándome retadoramente
me dijo: -yo vendo globos-. Podría poner muchos ejemplos de lo que constituía
el núcleo mayoritario del pueblo español, que desde luego no andaba preocupado
por el destino de la corona.
Por eso me rebelo cuando se ataca tan
injustamente a quienes sintiendo de verdad la falange y no sirviéndose de ella –que
también los hubo y demasiados- ofrecieron un sacrificio de lealtad a España que
algún día los que tengan el alma limpia y el recuerdo claro habrán de anotar
agradecidos.
Soy de los que creen que el olvido y
la ingratitud forman parte de nuestra historia y abona el terreno para la mentira y
la manipulación. El recuerdo de tantos hombres que sirvieron a España bajo una
bandera con enorme generosidad no puede ser enterrado despachándolos como
vulgares lacayos de una dictadura. Lo
hicieron bajo la estructura de un Estado nacional que mereció unánimes
alabanzas en las páginas de ABC y que hizo posible que ese periódico sea lo que
es hoy en día y no quedara para la historia como el recuerdo estatalizado de un
“Diario republicano de izquierdas”. Todavía
quedamos algunos, con muchos años, a los que nos duele el alma y nos lastima la
memoria el manejo frívolo e injusto que se hace no solo de la figura de Franco,
sino de toda una generación de españoles que hizo posible una España mucho mejor de la
que se encontró, entre la insolidaridad de unos y el odio de otros. Mis oídos
no han padecido la sordera de la traición y del olvido y sé bien que el rey
Juan Carlos no aprobaría la crueldad con la que ABC se despacha estos días con
quien hizo posible el regreso de la corona a nuestra nación. Por eso pido respeto, no solo a los muertos,
sino a los que de buena fe sirvieron a España bajo la ejemplar magistratura de un
hombre al que algún día la historia habrá de hacer justicia: Francisco Franco.
JOSÉ UTRERA MOLINA